DIARIO DE NAVEGACIÓN
Quedaban muy pocos árboles vivos
en algunas zonas montañosas
donde el musgo
todavía les daba aliento,
era la energía del verdor
de los líquenes antiguos
que respiraban humedad y deseo.
Todo escaseaba
en el árido paisaje
que heredamos de los hombres.
Fue el extraño regalo
de un planeta oscuro,
lleno de huesos
y ruinas carcomidas
por la lluvia ácida.
Dicen que fueron
nuestros antepasados,
que compartimos un tiempo
intergaláctico.
El lenguaje de las cosas
se parecía al zumbido
de aquellas viejas máquinas
que se posaron en nuestro planeta.
Buscaban el oxígeno perdido,
la luz cálida sobre el agua
que alimenta a la vida más simple,
al núcleo de las células
que se rompen en dos y luego crecen,
evolucionan y se transforman
en organismos complejos.
PIENSO EN ALEPO
Pienso en las ciudades
abandonadas por las guerras.
En las calles donde se construyeron
hospitales de campaña,
en los refugios improvisados,
en las bombas que caen sobre los edificios,
en las paredes desmenuzadas
y el rastro de polvo blanco cubriendo el desamparo
de todos esos rostros que jamás imaginaron
una guerra
dibujando un nuevo mapa de ruinas y dolor
sobre sus callejuelas.
Pienso en las calles vivas,
con su gentío y su alboroto locuaz
de tiendas y mercados,
de juegos y algarabía musical,
de presente lleno de sueños cotidianos,
con sus celebraciones familiares,
sus enamoramientos y sus risas.
Eran como nosotros
ciudadanos de un lugar
que no se imaginó
convertido en escombros por culpa de los hombres.
No nos imaginamos las bombas sobre nuestras casas,
nadie nos prepara para contemplar
el infierno de los que se odian
desde nuestros balcones y ventanas.
Eran como nosotros
ciudadanos ingenuos que pensaban
en las guerras como un murmullo lejano
de los noticieros tristes.
EL HECHIZO
Este presente de remolino
de gotas invisibles,
de veneno minúsculo,
de susurros distantes.
Calendario perplejo de días repetidos
que intuyen el enigma
de la fragilidad que nos habita.
Qué despierte esa idea del pensamiento pleno,
la energía anhelada,
el sueño solar de las alquimias,
que se inventen la fórmula del cielo
y encuentren su respuesta
en los laboratorios
y rompan este hechizo.
LOS BUENOS PROPÓSITOS
(Poemas que aparecerán en mi próximo libro)
En la lista de cosas por hacer
está la peculiar obligación de recuperar el tiempo perdido,
como si en todos esos buenos propósitos
existiera una fórmula infalible para apropiarse del pasado
y volverlo presente continuo.
Cuando nos desnudamos
la geografía de cada cuerpo
se vuelve una ciencia exacta y nos confirma
que la vida atemporal es para las estatuas.
Esa es la arqueología que a veces nos confunde
mezclando el paladar de los esfuerzos
con la madurez que da forma a la piedra
y su gesto inmóvil de secretos cincelados.
Los pliegues de la carne quieren parecerse
a la luz evaporada del verano;
la arena del cristal de los espejos
es un reloj que araña cada rostro
y va trazando surcos con ecos murmurados.
La soledad reconvertida en todos los instantes
que anidan en nosotros como abismos vacíos.
Ansiedades insomnes de voz distorsionada
que escarban sin descanso en el vértigo extraño
de la mala conciencia que nadie reconoce,
pero es en realidad ese tiempo perdido
que se ha vuelto a escapar y nos despierta a cada rato,
para reírse otra vez de lo que se ha llevado.
De Los buenos propósitos (Visor, 2015)
SI ESTÁS VIVA
Si estás viva
tendrás que acostumbrarte
al desamor
con su desapacible exuberancia;
neutralizar
cualquier indicio
de su patógena presencia
para volverte inmune
sin perder la cordura.
Ser metódica,
tragar el desafecto
con ternura
y reírte en secreto
de tu propia tristeza.
Si logras superar
este fracaso,
te harás adicta
a lo que más te duele,
al entramado hostil
de las causas perdidas
que deambulan contigo
por esa geografía
de plenitud ingrávida
que te ayuda a volar
cuando los espejismos
se mezclan con las huellas
de los rinocerontes
que lloran enjaulados.
Silencia lo que intuyes,
drena su desnudez
para que cauterice,
y nunca olvides
que el tiempo enamorado
es una medicina
que se agota,
entonces no podrás
ocultar sus secuelas.
De Curación (Visor, 2010)
PIEDRA, PAPEL, TIJERA
Piedra
fría,
rincón silencioso
junto al regazo de los muertos.
Papel
para escribir
unas breves líneas,
la despedida apresurada
del viajero.
Tijera
para cortarle la lengua al mar
cuando suspira.
Tijera
para cortar los sueños
de los ahogados.
Papel
para escribir sus nombres.
Estrecho de piedra,
barquito de papel
arrecifes de tijera.
Un poema triste
para los que se quedaron sin aire
en las orillas.
Lágrimas de piedra
pateras de papel
y la boca del mar
con dientes de tijera.
De Compañera de celda (Visor, 2006)
Ana Merino nació en Madrid en 1971. Ganadora del Premio Nadal 2020 con su novela El mapa de los afectos es catedrática en escritura creativa en español y estudios culturales en la Universidad de Iowa, en 2011 fundó el MFA de Escritura Creativa en Español, que dirigió hasta diciembre de 2018. Ha publicado nueve poemarios: Preparativos para un viaje (Premio Adonais 1994; Edit. Rialp 1995, 2a edic Reino de Cordelia 2013), Los días gemelos (Edit.Visor 1997), La voz de los relojes (Edit.Visor 2000), Juegos de niños (Premio Fray Luis de León, Edit.Visor 2003), Compañera de celda (Edit.Visor 2006), Curación (Edit.Visor 2010, Accésit Premio Jaime Gil de Biedma), Los buenos propósitos (Edit. Visor, 2015) y los infantiles Hagamos caso al tigre (Edit. Anaya, 2010) y El viaje del vikingo soñador (Edit. Santillana, 2015/Loqueleo 2016) ilustrados por Max.Es autora de varias obras de teatro estrenadas en Zúrich y en Iowa City. Ha sido pionera en el desarrollo de la formación académica del cómic y ha escrito diversos ensayos especializados. Ha sido columnista de opinión para El País, miembro del Comité Ejecutivo del International Comic Art Forum (ICAF), del Comité Directivo del Center for Cartoon Studies (CCS), del Consejo Directivo de Iowa City Unesco Ciudad de la Literatura, y en la actualidad es miembro de la Junta Directiva del Teatro Riverside de la ciudad de Iowa.