PRIMER DÍA DE VACACIONES
Nadaba yo en el mar y era muy tarde,
justo en ese momento
en que las luces flotan como brasas
de una hoguera rendida
y en el agua se queman las preguntas,
los silencios extraños.
Había decidido nadar hasta la boya
roja, la que se esconde como el sol
al otro lado de las barcas.
Muy lejos de la orilla,
solitario y perdido en el crepúsculo,
me adentraba en el mar
sintiendo la inquietud que me conmueve
al adentrarme en un poema
o en una noche larga de amor desconocido.
Y de pronto la vi sobre las aguas.
Una mujer mayor,
de cansada belleza
y el pelo blanco recogido,
se me acercó nadando
con brazadas serenas.
Parecía venir del horizonte.
Al cruzarse conmigo,
se detuvo un momento y me miró a los ojos:
no he venido a buscarte,
no eres tú todavía.
Me despertó el tumulto del mercado
y el ruido de una moto
que cruzaba la calle con desesperación.
Era media mañana,
el cielo estaba limpio y parecía
una bandera viva
en el mástil de agosto.
Bajé a desayunar a la terraza
del paseo marítimo
y contemplé el bullicio de la gente,
el mar como una balsa,
los cuerpos bajo el sol.
En el periódico
el nombre del ahogado no era el mío.
Habitaciones separadas, 1994
FIGURA SIN PAISAJE
He vendido mi alma dos veces al diablo,
por monedas de niebla y curso clandestino
en países que nadie se ha atrevido a fundar.
Un realista que vive el mundo de los sueños,
un soñador que quiere vivir la realidad.
Mal destino es el tuyo.
Así te va.
Habitaciones separadas, 1994
LA INMORTALIDAD
Nunca he tenido dioses
y tampoco sentí la despiadada
voluntad de los héroes.
Durante mucho tiempo estuvo libre
la silla de mi juez
y no esperé juicio
en el que rendir cuentas de mis días.
Decidido a vivir, busqué la sombra
capaz de recogerme en los veranos
y la hoguera dispuesta
a llevarse el invierno por delante.
Pasé noches de guardia y de silencio,
no tuve prisa,
dejé cruzar la rueda de los años.
Estaba convencido
de que existir no tiene trascendencia,
porque la luz es siempre fugitiva
sobre la oscuridad,
un resplandor en medio del vacío.
Y de pronto en el bosque se encendieron los árboles
de las miradas insistentes,
el mar tuvo labios de arena
igual que las palabras dichas en un rincón,
el viento abrió sus manos
y los hoteles sus habitaciones.
Parecía la tierra más desnuda,
porque la noche fue,
como el vacío,
un resplandor oscuro en medio de la luz.
Entonces comprendí que la inmortalidad
puede cobrarse por adelantado.
Una inmortalidad que no reside
en plazas con estatua,
en nubes religiosas
o en la plastificada vanidad literaria,
llena de halagos homicidas
y murmullos de cóctel.
Es otra mi razón. Que no me lea
quien no haya visto nunca conmoverse la tierra
en medio de un abrazo.
La copa de cristal
que pusiste al revés sobre la mesa,
guarda un tiempo de oro detenido.
Me basta con la vida para justificarme.
Y cuando me convoquen a declarar mis actos,
aunque sólo me escuche una silla vacía,
será firme mi voz.
No por lo que la muerte me prometa,
sino por todo aquello que no podrá quitarme.
Completamente viernes, 1998
LA NOCHE
Ahora la sentimos inagotable
como un antiguo vino
y nadie puede contemplarla sin vértigo
y el tiempo la ha cargado de eternidad
JORGE LUIS BORGES
Con sus conspiraciones,
con los sueños que nunca se recuerdan
y con los recordados,
con el insomnio de las cañerías,
con la inquietud que tiembla un segundo después
del aullido de un lobo
o el aviso alarmado de los perros,
con la sombra que cruza por el jardín vacío,
con la luna maldita, con el amor, los hombres
levantaron la noche.
Con las ventanas de los rascacielos,
con la oración del monje,
con la ropa cansada de la puta,
con la orquesta de jazz en aquel sótano
de la ciudad dormida,
con el postigo en la tormenta,
con los versos de Borges
y con las confesiones del borracho,
con la luna de junio, con el odio,
levantaron la noche.
Y también con la Estrella Polar sobre los barcos,
con las meditaciones del filósofo,
con las tribus sentadas a la hoguera,
con la perversidad del confidente,
y con el tiempo detenido
en el primer abrazo, en las primeras lágrimas,
en los primeros nombres del interrogatorio,
con la luz amarilla,
con el silencio de los hospitales,
levantaron la noche.
También con tu desnudo. Esta definitiva
perfección de la noche en tu desnudo
me confirma la frágil certeza del destino,
pues toda la intención del universo
fue llamarnos aquí.
En una noche blanca están todas las noches
y el tiempo inevitable ha sucedido
para dejar tu sueño en esta cama
y para que yo vea en tus ojos el fuego
de una noche infinita.
Completamente viernes, 1998
HUERTA DE SAN VICENTE
Se busca una ciudad.
Parece que fue vista
en manos de un poeta.
Vestía un cielo limpio,
un desnudo de nieve
y rumor de cafés civilizados.
Se busca una ciudad
igual que una palabra.
Recuerdo aquellos años
inexplicables de mi adolescencia,
la sombra del poeta en el balcón
de su casa cerrada.
Aparecía y desaparecía
con la misma torpeza suplicante
de los primeros versos,
cuando son las palabras vagones melancólicos
de un tren que ya no puede con su alma
o no sabe moverse todavía.
Detrás de los cristales,
bajo las tachaduras de lo que se persigue
en un papel cuadriculado,
buscaba una ciudad,
un trozo de madera borrada por el tiempo,
la ley de gravedad que fijase mi nombre
en un mundo de olvidos
y de rara intuición.
Heredé las ausencias, pisé lo que no estaba,
imaginé su noche,
solitario poeta fusilado,
y me pertenecía
como la habitación de los amigos,
como la luz cautiva de la luna
en los amaneceres.
Adolescencia,
siempre tiene más prisa
el menos esperado.
Buscaba en los escombros de una guerra
aquello que no puede vivir en los escombros.
Vestía un cielo limpio, un desnudo de nieve.
Se busca una ciudad. La recompensa,
aprender a vivir con uno mismo,
saludar a la luna en horas de trabajo,
mover recuerdos en un cajón vacío.
Vista cansada, 2008
A VECES UNA PIEL ES LA ÚNICA RAZÓN DEL OPTIMISMO
Debería llover
y hace falta ser lluvia,
caer en los tejados y en las calles,
caer hasta que el aire ponga
ojos de cocodrilo
mientras muerde la tierra igual que una manzana,
caer sobre la tinta del periódico
y caer sobre ti
que no llevas paraguas,
que te llamas María y Almudena,
que piensas como abril
en hojas limpias bajo el sol de mayo.
A veces una piel
pudiera ser la única razón del optimismo.
Un invierno propio, 2011
MÓNICA VIRTANEN
Aterrizó el avión muy de mañana.
Tenía cinco horas de vida en el trasbordo.
Como si fuese un súbdito,
cerré en una consigna mi equipaje.
Quería comprobar lo que nunca he dudado:
que Buenos Aires sigue siendo el rey.
Un taxi me dejó en la Recoleta.
Avenida Alvear, Callao, Pueyrredón…
El caminar sin rumbo
me llevó hasta Sarmiento y Libertad.
Tal vez, quizá, dos cuadras y una lluvia.
¿No era esta la calle de Mónica Virtanen?
¿No era aquella su casa?
Las líneas del portal racionalista
invadieron mis ojos
con la modernidad de las cosas antiguas.
No recordé qué piso.
Como si fuese un hombre libre,
navegué por los números del portero automático.
La voz del 4º A me contestó
que la señora Mónica Virtanen
vivía en el tercero.
Hace ya muchos años de nuestra despedida,
pensé mientras llamaba.
En el 3º A,
una voz cenicienta concretó,
me dijo que la B,
esa era la puerta de Mónica Virtanen.
¿Qué recuerdos tendrá? ¿Aquella confusión
de números y músicas y letras y terceros
soportará un café en el bar de la esquina
pedido por sorpresa en medio de un trasbordo?
Pasaron dos minutos indecisos,
la sombra de un quién es
y el sueño mal contado de la melancolía
sin que me respondieran.
Pero nadie confunda silencio con olvido.
Merecía la pena estar allí,
bajo el balcón con lluvia de otros años,
a los pies de la ausencia
de Mónica Virtanen.
A puerta cerrada, 2017
ADÁN Y EVA
(inédito)
Nevaba sobre el campo
de refugiados. Blancas
estaban las laderas
heridas por las botas
del ejército turco.
Detrás de la alambrada
se escuchaba a los perros
ladrar en los camiones.
Entonces ocurrió.
Poniéndose de pie,
pasaron como sombras
muy cerca del anciano,
la huérfana y el viudo.
Al quitarse el abrigo,
oyeron el silencio
bajo los cielos rotos.
Al quitarse el jersey,
los zapatos mojados,
los pantalones sucios
y la ropa interior,
sintieron un destino
sobre la tierra abierta.
Ahí estaba la historia
resumida en dos cuerpos.
Sus desnudos cruzaban
los siglos, las fronteras
y todos los altares
hasta ocupar llorando
el origen del mundo.
Sobre la piel ardía
la luz de un reflector.
Luis García Montero, nació en Granada, España, en 1958. Es catedrático de Literatura de la Universidad de Granada y, en la actualidad, director del Instituto Cervantes. Como poeta, ha publicado, entre otros libros, El jardín extranjero (1983), Habitaciones separadas (1994), Completamente viernes (1998), Vista cansada (2008), Un invierno propio (2011) y A puerta cerrada (2017). Como novelista, ha publicado Mañana no será lo que Dios quiera (2009), No me cuentes tu vida (2012) y Alguien dice tu nombre (2014). Es también autor de numerosos ensayos sobre poesía contemporánea.