Muchas veces un poeta llega a nosotros tras la referencia de un epígrafe. Leyendo el hermoso libro El alma herida (Premio Mundial de Poesía Mística 2017), de la salvadoreña Carmen González Huguet, me encontré unos versos de entrada pertenecientes a la poeta michoacana. Fue una gran revelación. Encontrar a una poeta con la vehemencia del fuego y la fragilidad del rocío, como un incensario perenne de su amor hacia Dios. Tuvo una estancia breve en el mundo físico y su obra está allí: filigrana levitando.
Tras una crisis existencial encontró en un convento el agua que le era necesaria y los diálogos amorosos para su conversación con el Amado, ese Amado de la Biblia y de los clásicos españoles y de la espiritualidad desde otros seres y culturas. Es necesario publicar y reeditar y conocer más a fondo la obra de Concha Urquiza, porque como ella afirma:
Amor, corriente escondida
que pechos adentro va,
como un manantial que está
alimentando mi vida
Sea pues, esta muestra, parte de su caudal, parte de su pozo, parte de su arroyo hacia el gran río de lo místico.
Javier Alvarado, Panamá, 2020.
AUNQUE TU NOMBRE ES TIERNO COMO UN BESO...
Aunque tu nombre es tierno como un beso
y trasciende como óleo derramado,
y tu recuerdo es dulce y deseado,
rica fiesta al sentido y embeleso;
y es gloria y luz, Amor, llevarlo impreso
como un sello en el alma dibujado,
no basta al corazón enamorado
para alcanzar la vida todo eso.
Ya sólo, Amor, perdido en tus abrazos,
cabe tu pecho detendrá su empeño:
no aflojará las redes y los lazos,
verá la paz ni gozará del sueño,
hasta que tenga paz entre tus brazos
y duerma en el regazo de su Dueño.
6 de julio, 1937
DICHA
Mi corazón olvida
y asido de tus pechos se adormece:
eso que fue la vida
se anubla y oscurece
y en un vago horizonte desparece.
De estar tan descuidada
del mal de ayer y de la simple pena,
pienso que tu mirada
-llama pura y serena-
secó del llanto la escondida vena.
En su dicha perdido,
abandonado a tu dulzura ardiente,
de sí mismo en olvido,
el corazón se siente
una cosa feliz y transparente.
La angustia miserable
batió las alas y torció la senda;
¡oh paz incomparable!
un día deleitable
nos espera a la sombra de tu tienda.
La más cruel amargura
con que quieras herirme soberano,
se henchirá de dulzura
como vino temprano
apurado en el hueco de tu mano.
hiere con saña fuerte
si sólo no desciñes este abrazo,
que aun la faz de la muerte
-con ser tan duro lazo-
pienso que ha de reír en tu regazo.
25 de octubre, 1940.
NOSTALGIA DE LO PRESENTE
Suspiro por las cosas presentísimas,
y no por las que están en lontananza:
por tu amor que me cerca,
tu vida que me abraza,
por la escondida esencia
que por todos mis átomos me embriaga.
Suspiro por el fuego que secretamente
consume mi alma,
por la sutil presencia
que el hondo abismo de mi ser alcanza,
sin que fuerza del cielo ni la tierra
pudiesen disiparla.
Nostalgia de lo más presente..., angustia
de no poder captar la luz cercana;
inmenso anhelo del abrazo mismo
que ya va taladrando las entrañas.
¡Oh miserable angustia de buscar lo presente
y morirse de sed mientras los labios
tocan la faz del agua!
Amor, la tierra dulce
ya me va pareciendo tan liviana,
que se desprende de los ojos mudos
desnuda de color y resonancia,
y no encuentra el sentido
línea donde posarse la mirada...
La tierra, amor, la tierra
se ha tornado hace mucho tan liviana,
que sola se desprende de los ojos
hacia un tedioso abismo en la distancia.
Ya los cambiantes lagos de mi pueblo,
las ágiles montañas,
los gloriosos crepúsculos ardientes,
la música olvidada,
el arrullo de aquellos senderillos,
no tienen resonancia,
ni hay dulce faz sobre la faz del mundo
que haga temblar el alma de mi alma.
Una sola presencia es la que anhelo,
y la poseo toda, enmimismada;
un solo amor, y es mío;
un abrazo, y en él estoy atada!
Y en el sentido frío
y el corazón de hielo, se dilata
un mundo desprovisto de sentido,
de luz, color y forma...; y en el alma,
otro desierto helado
donde estás tú..., bajo mi vida exhausta,
que sostienes y alientas,
que iluminas y abrazas,
y angustias con anhelos imposibles,
y que no te conoce... y que te ama!
Erongarícuaro, 9 de diciembre, 1941.
CANCIONES EN EL BOSQUE
Variaciones de los Cantares
Yo cantaré mi amor contigo a solas
que escuchas en el viento sosegado
sobre los vastos campos de amapolas,
pasando por los montes y collado,
soplando en las corolas encendidas,
acariciando el brote malogrado;
contigo en las veredas escondidas
donde vagan arroyos silenciosos
y están las azucenas florecidas;
contigo en los parajes nemorosos,
donde el cansado corazón se entrega
por los espesos cedros rumorosos
y sombra de dolor el alma niega;
por los ardientes valles dilatados
que el sol calienta, que la lluvia riega,
donde suenan los vientos derramados;
en caminos que suben desde el suelo,
rodeando los montes levantados,
hasta la faz clarísima del cielo;
contigo, Amor, entre las hojas de oro
donde toda la luz detiene el vuelo.
Allí tendré mi canto, allí mi lloro,
allí podré contarte mi desvelo
donde todas las aves forman coro.
*
No más la soledad aborrecida
que el corazón henchía de amargura,
no más dolerse de la paz perdida,
no más el ruido de la turba impura;
ya no en las noches el gemido triste,
el falso amigo, la compaña oscura
El corazón do entero te vertiste
tu camino forzando entre despojos,
y el duro sello de tu amor pusiste,
¿qué puede ya buscar sino tus ojos?
¿qué desear, sino morir contigo
por los caminos de tu sangre rojos?
Si no en ti, ¿dónde gozará de abrigo?
¿ni en qué ricos manjares tendrá halagos
más que en la hartura de tu pan de trigo?
Él cruzará los ondeantes lagos,
y llevándote asido dulcemente
buscará el seno de los montes vagos:
allí estará contigo tiernamente;
allí sabrá decirte que te ama;
se abrazará de ti, como la fuente
por cuyo rostro el cielo se derrama,
se abraza de ese cielo transparente
sobre su asiento de flexible lama.
*
Volvámonos, Amor, y semejante
al cervato en los bosques esparcidos
sobre las altas cumbres, vaga errante
(como vagan los pájaros perdidos,
de sus tiernos hijuelos olvidados,
en tu vuelo suavísimo mecidos).
Huye, Amor, sobre montes y collados;
yo esperaré tu paso, y entre tanto
buscaré los parajes más callados,
en soledad, para ensayar mi canto.
y tendida en praderas deleitosas
donde brota el romero y amaranto,
veré los días de oro, las graciosas
tardes, donde ya brillan los luceros,
y el giro de las noches luminosas.
¡Que vuele la canción por los oteros
y escuchen a la siesta los pastores
los gritos del deseo lastimeros;
y el Austro, desatado entre las flores,
recoja el canto claro y armonía
que responde a la voz de los amores.
Yo desearé tus besos como el día
y diré que tus pechos son mejores
que el vino, dador nuestro de alegría.
18 de junio, 1937.
DAVID
¡Oh Betsabé, simbólica y vehemente!
Con doble sed mi corazón heriste
Cuando la llama de tu cuerpo hiciste
Duplicarse en la onda transparente.
Cerca el terrado y el marido ausente,
¿quién a la dicha de tu amor resiste?
No en vano fue la imagen que me diste
Acicate a los flancos y a la mente.
¡Ay de mí, Betsabé, tu brazo tierno,
traspasado de luz como las ondas,
lió mis carnes a dolor eterno!
¡Qué horrenda sangre salpicó mis frondas!
¡En qué negrura y qué pavor de invierno
se ahogó la luz de tus pupilas blondas!
Agosto, 1944.
SULAMITA
Pues ya si en el exido
de hoy más no fuere vista ni hallada,
diréis que me he perdido,
que andando enamorada...
SAN JUAN DE LA CRUZ
Atraída al olor de tus aromas
y embriagada del vino de tus pechos,
olvidé mi ganado en los barbechos
y perdí mi canción entre, las pomas.
Como buscan volando las palomas
las corrientes mecidas en sus lechos,
por el monte de cíngulos estrechos
buscaré los parajes donde asomas.
Ya por toda la tierra iré perdida,
dejando la canción abandonada,
sin guarda la manada desvalida,
desque olvidé mi amor y mi morada,
al olor de tus huertos atraída,
del vino de tus pechos embriagada.
23 de junio, 1937.
(ENSAYO DE RIMA INTERNA)
Para María del Rosario Oyarzun
Amigo, ten el paso presuroso;
mira este valle umbroso, esta pradera
donde la primavera se derrama
y su sagrada llama va agitando,
el cáliz desatando de las flores
que escondidos amores enardecen.
Mira cómo se mecen en el viento
con leve movimiento rama y nido.
Pon atento el oído al son del agua
donde el paisaje fragua un espejismo,
amándose a sí mismo en ser ajeno.
Gusta el soplo sereno de la brisa,
y la tierna sonrisa de este cielo,
y el misterioso anhelo de las cosas.
Las formas portentosas adivina
que la noche divina engendra y brota,
la música remota de los mundos
los acordes profundos y distantes
que en voces consonantes se responden
allí donde se esconden en el seno
del infinito lleno de fulgores;
los oscuros temblores de la tierra
que la simiente encierra y torna a vida,
y acaso, enardecida con la muerte,
del mismo cuerpo inerte y miserable
el fruto deleitable en sí concibe.
El aullido percibe de la fiera
que de su madriguera en noche oscura
llama con hambre dura su pareja.
Oye cómo se queja la floresta,
y en la selva repuesta y misteriosa
el ave rumorosa, a par de viento,
el grado amarillento al pico lleva
con que la flor renueva, e hinche el tallo.
Y aun los amores callo de que el hombre,
eternizando el nombre del proscrito,
pobló el tiempo infinito de su nada.
Basta que la mirada desenvuelvas
y el ámbito revuelvas de la tierra,
y cuanto el mar encierra, y a ti mismo
-si a tan profundo abismo el pie se atreve-,
luego los ojos mueve a aquella altura
do brilla la hermosura de los astros,
verás de Amor los rastros por doquiera:
Amor es ley primera, suave y fuerte,
ley que vence la muerte, y como ella,
desde la blanca estrella hasta el gusano,
nos lleva de la mano por el mundo.
En esta ley me fundo, caro amigo;
cuando en verdad te digo que no aciertas
en antes querer muertas tus lozanas,
tus briosas, tus galanas primaveras,
y tus flores primeras destruidas,
que no al amor rendidas dulcemente.
No sea que, cruelmente derrocado,
vengas por tierra echado como hiedra
que del muro de piedra no se abraza.
Y si el amor que pasa presuroso
arguyes de engañoso y deleznable,
por otro no mudable Amor lo deja,
donde no tiene queja el tiempo aleve,
ni el olvido se atreve a la mudanza,
y que, firme esperanza y llama fuerte
traspasa las fronteras de la muerte.
1 de julio, 1939.
COMO LA CIERVA...
—Como la cierva que brama
en las corrientes de las aguas,
mi alma tiene sed de Ti, Dios mío...
SALMO XLI, 2
Yo soy como la cierva que en las corrientes brama.
Sed y polvo de fuego su lengua paraliza,
y en salvaje carrera, con las astas en llama,
sobre la piedra el casco golpea y se desliza.
Corriente abajo, al borde de las aguas tranquilas,
donde perennemente fluye tu Rostro manso,
los que te aman beben con labios y pupilas,
saciando sed eterna sobre el hondo remanso.
Ciega de sol y angustia, preñada de agonía,
la bestia enloquecida galopa todavía
a par del espumoso rugido del torrente;
sólo a veces el viento, que tan de lejos vuela,
le dice la frescura de aquella fontezuela
donde tu Rostro manso fluye perennemente...
Concha Urquiza nació en Morelia, Michoacán, en 1910. Publicó su primer poema a los trece años en Revista de revistas. De 1928 a 1933, trabajó para la Metro Goldwyn Mayer en Nueva York. Militó en el Partido Comunista hasta que en 1937 tuvo una crisis espiritual que la volcó al catolicismo. En 1938, ingresó en la Congregación de las Hijas del Espíritu Santo, donde duró un año. De 1939 a 1944, vivió en San Luis Potosí, enseñó Lógica e Historia de las doctrinas filosóficas cristianas y estudió Derecho. En la ciudad de México tomó clases de filosofía y literatura en la Universidad de México y asistió al Seminario de Investigaciones Filosóficas que impartía José Gaos en la Casa de España (hoy Colegio de México). No perteneció a ningún grupo literario. Sus Poemas, editados por Antonio Castro Leal y con prólogo de Antonio Méndez Plancarte, se publicaron en 1955. El párroco ideal según yo lo había soñado salió ese mismo año, Poesías y prosas en 1971 y una Antología en 1979. Concha Urquiza murió el 20 de junio de 1945 ahogada junto a un compañero de excursión en el mar, en Ensenada Baja, California.