25 Abr 2024

45. POESÍA VENEZOLANA. JESÚS MONTOYA

-29 Ago 2020

 

MUDO NUDO

 

       Con escalofrío, la lengua se levanta a barrer la casa.

Cepilla su desganado cuerpo, pintarrajea su músculo

   ausente de vértebras.  

 

Hoy es lunes clarividente, y hay que barrer la casa,

            piensa ella.

    La casa de la lengua no es robusta,

       sus paredes son blancas y verdosas,

  su sala cristiana nos mira, nos mira girar

pasillos delgados como sombras.

  Simbólica no es, herbívora de luz, ¿é?

La lengua, ¿una máscara vaciada?,

     ¿una cáscara neurótica?

 

La lengua tiñe cosmética su atareo,

¿ustedes le dijeron algo? Díganle la verdad,

porque estoy tan solo, quiero decir, tan sola la lengua está

   que inventa una deshabitada acentuación,

un oportuno corte.

 

   Barre la casa y escucha canciones de su tierra.

La tierra de la lengua es exterior a su cuerpo

              pero la realidad le impone.

      ¿Le impone?

  La realidad turbulenta le impone sucesos. 

Su bisabuela, por ejemplo, murió el martes pasado. 

Y la lengua lloró solitaria en unas escaleras

   frente a los árboles.

Lloró lágrimas peculiares, casi históricas,

     lágrimas que trémulas cayeron por sus aftas.

Quiero decir, lágrimas como luceros, como perros ladrando.

 

Este mes pretende ser exageradamente ningún lugar

     para la lengua.

Pero hoy, lunes, con su escoba amarilla

   empuja el polvo, empuja inconsciente viejos restos,

materias estiradas por el suelo.

 

Hace días que la lengua no barre.

Hace días que no ve a nadie, que no habla con nadie.

 Pero hoy es lunes de imágenes sumergidas,

    de objetos desmoronados como sonidos vastos.

 Pastosa está ella, cada papila camina por un vocablo diferente,

           fracturado.

Cada una recorriendo surcos, descifrando grafías en los escondrijos.

 

Se asemeja a lo que empuja.

    Empuja el barro al aire.

Empuja, empuja su raíz delicada, diría transparente.

    El aire es la semilla de la lengua.

 

Barre y barre arañas encantadas.

Les dice: quiero ser destejida por la oscuridad.

Y todo esto nos confunde

porque primero va la sombra, luego la lengua.

       Primero va la sombra arrastrada por la luz que filtran las ventanas.

 

       La sombra de la lengua no es un racimo

   pero es una cosa.

Una anquilosada cosa,

una cosa que tiende su espectro,

    su macabra desnudez en las superficies.

Superficies, superficies camuflan su presencia.

Ya no viste igual.

   Sus trapos descansan como esqueletos en urnas.
 

  O eso imagina cuando los ojos la suturan entera,
 

      torpe al trabarse sin justificación.

 

También imagina que es una multitud muda,

    que un panteón celeste aguarda en la profundidad de lo que barre.

Allí el sol como una luna cortada nace de la tierra,

    paciente para el mirar.

 

Luego olvida.

Luego fisura la mañana con ociosas preguntas,

    ¿soy una piedra?, ¿soy una piedra escrita

en un libro?,

¿soy una piedra ladrada en una página?,

¿soy una piedra repetida?

Ninguna piedra es igual a otra.

  ¿Acaso, tan siquiera, he entendido

a la piedra?

Al vagarla la he vuelto un crematorio de enigmas.

Parla, parla cuando desplaza por sueños al fumador

    en la boca de la puerta.

¿Con quién habla?, ¿qué le dice? 

      Este lunes hay tanto silencio.

 

Recoge tímida sus dudas.

         La lengua, como una tortuga, se esconde en sí misma.

 

De Rua São Paulo, 2019

 

 

CEMITÉRIO DA SAUDADE

 

a Saulo Marino

 

     Alabo el tigre que me observa cubrir la espalda de mochilas.
 

Sus pezuñas sobre la tierra.

  Su ojo multicolor salpicado en mi calavera estelar.

 

Detenido en Campinas, tras un vidrio celeste, deletreé: Cemitério da Saudade.
 

             El animal lamía sus garras pausadamente. 

 

El tigre como una línea de polvo.

 El tigre como una línea de pájaros bordando el camino.
 

               Me aguardó al bajar del bus.

               He regresado.    

 

Bienvenida, lluvia.

Bienvenido a este lugar.

 

   Entonces mis primeras pisadas en São Carlos se extendieron con la noche.

    Una chaqueta oscura, unas botas viejas para cubrir el canto de estrellas.

 

      De onde você é?

  

Era un palacio abandonado envuelto en mi cabeza, ¿no?

      Al fondo estaba el huerto, la pequeña estatua que relató para mí

                su danza de floresta.     

 

Iremos hacia la tierra de tu padre una mañana.

     Los niños saldrán a las calles.

     La estación de tren abandonada lucirá como la garganta de un fantasma.

     Desnudas estarán las puertas con tu grito.

 

     Mi padre sembró todos los árboles.

     Mi padre es un árbol soñando la noche que camina.

     Mi padre canta junto a mí.

     Esta lámpara ascendiendo en el espacio por mi voz.

     Esta lámpara que alumbra mi ojo silvestre,

              mi sed vidente de caminos.  

 

Ven a mi casa, las hojas del cuaderno esperan infinitas.
 

 Esperan, esperan. Palabras como claveles pronunciadas por el fuego.
 

      Palabras desatadas, roncas, despejadas en los campos.

Palabras como manos desordenando las tejas, preguntando a puntapiés

          el sentido de las cosas.

Palabras nómadas curando el sur de esta ausencia.

             

              Ven a Itirapina, hermano.
 

              Itirapina es un acordeón negro.
  

              Ven a mi casa, conoce a Adoniran Barbosa,

              su sombrero que bautiza la ilusión de mi juicio,
 

              sus notas gemelas al gravitar profunda esta visión.            

  

      Siempre estaremos aquí.

 

De Rua São Paulo, 2019

 

 

FISIONOMÍA

 

Poema anfibio, poema reciclado, en tu calle habrá un hombre solo. Poema vencido, por tus cañerías hablarás en otra lengua. Poema punteado al borde del jardín, pata de pájaro, polilla borracha soñarás. Soñarás pieles de barro, fábulas de soledad que te abandonan. Polilla poema comprensiva, ala amorfa del pardo río, ala adornada del siglo santo. Ven a mi casa, poema de zinc, tachadura sin rostro, noticia de mi santidad infame. Poema de males menores y amplias madrugadas como muertes, ¿quién es ese hombre? ¿Por qué su pelvis es caudal en lejanía? Asfalto de agua adormecido, poema de versículo roto, íntimamente viudo, íntimamente solo. Poema, anatomía del pez negro, diamante lateral, oído de mi tráquea, el sonido te permea. Poema de rasgada barba, de dientes amarillos, de pez angelical en las veredas. Poema sumergido, sal adherida al litoral siniestro, suspirando tus rocas, suspirando tus grietas soñarás. Soñarás una lápida marina con tu nombre desnudo, con tu aleta turbia, búfala de cabañas en el prado. Poema espectro, campo de adorno residual, tu ojo brilla como el de un tigre de agua. Poema radical, no ores por tu muro en otro idioma. Cantor del aire, el esqueleto de los peces tiene tu delgada forma. Tu aureola cromática unida al frío de esta calle me ilumina. Eres humilde, poema dorsal, gallo en flotación sin pulso, a contracorriente eres más puro. 

 

De Rua São Paulo, 2019

 

 

TRONCAL 858 KM

a Iván Arango

 

La voz de la selva parecía el cuerpo de una araña.

    Bajaba, como ella, de verde en vilo a estamparme en la aridez.

Me retuvieron, creí.      

 

Ha de ser ligero el cuenco para alimentar a quien no ha sido iniciado.

Bebí entonces agua del manantial.

 

      Pemón oía, oía el matrimonio del dorado Tepuy,

vagando caminos desiertos desde la otra frontera.

 

Mediocre fue el cuerpo para el ritual.

 

Leía a Rumi al lado de dos orfebres

reunidos al fondo de la edad

cuando sucumbió el accidente y la rueda se detuvo.

 

      Entonces quité el vaho a mi padre para conocer al verdadero.

 

Árido, árido girasol, coleccionista de piedras,
 

          ninguna palabra soportará el peso de lo que no guarda peso alguno.

Forma humana como noches ante la inmensidad.

Forma, cimas. Era yo, eran ellos.

                 Una fue flor furiosa arropándome con la historia de sus vidas.

 

La mano del orfebre parecía una gema clavada en la tierra.

Su mineral de agua, iris esclarecido para los muertos.

     En Santa Elena de Uairén la mano del orfebre alentaba su volante.

 

Es de noche en otro país para quien nunca ha partido:

flota la herida más allá del ala que interrumpe.

Callo y la señal se vuelve humo parco.

Vidrios, vidrios, carreteras, paisaje de la espina.

 

Inmerso encontré regocijo en la noche clara de la selva.

    Mi hueso fue luz, aunque impermanente,

            luz repetida entre las olas.

 

Gran Sabana, por la luz hojas cubren la cresta del viento y nos reflejan.
 

           Por la luz el cuerpo crece y la espada se detiene.

Por la luz el pan no duerme.

Por la luz sellé la puerta.

Por la luz pluma cuna del hombre me hice baraja en su destino.

Por la luz un ángel sonríe ante la planta.

Por la luz la planta es ángel mío.

Por la luz rompía esta fuente en mi cabeza.

          Uñas, cieno, trizas.

Por la luz mi anillo esparcí como un sol sin lengua.

Por la luz despedí a mis padres

    y contemplé siendo un pez negro

           una piedra acurrucada al fondo del mar.

 

Canté trasnochado para el orfebre,

brillante, brillante en mi castillo blanco.

 

     Mi madre sonríe, imagino.

Sus pies como gaviotas erosionan islas de casas huérfanas,

     caminos de hombres partidos en países por la luz. 

Luz entre los vidrios, lluvia, lluvia 

              o bramido de tigre, poema de fuga.

 

      Fuiste al pozo y formaste el agua,

solo lo invisible te habló

Era el inicio del amor.

Era la potencia del amor.

 

Boa Vista, 26 de febrero de 2018

 

De Rua São Paulo, 2019

 

 

MADRES

 

I

La lógica en lugar del vientre

             no partir

      flagelo

a la rama lustral

para blanquecido

 

ser murmullo

 

porque cuando fue suficiente

sentí la ruina

iluminar

 

y encontré a mi madre

en una ciudad

donde no sabía hablar

 

y mi madre

en su Libra dorada

era otra mujer

 

y allí todo abandoné

 

solo un gato

entre la hierba

de un patio

 

ser

 

sueño de mi madre

al miar
 

 

hijo

lávame desnuda

de pleamar

 

y cómo

podía yo lavar

con estas patas

con estas uñas

amarantas

 

cómo podía Zen

céntrico de collares

al fondo de la tierra

pronunciarme

más

 

si gato me amo

gladiolo

galeno

 

si gato me niego

 

todo es silenciar

 

mis hermanas cagan

alrededor

 

ahora tengo una familia de verdad

 

 

II

He jugado a ser mío

alumbrando

estos insectos en mi lengua

 

he afilado las garras

 

al final

no quise pensar en Ida Gramcko

 

el deseo puede ser culpable

también yo

 

mi madre

 

mi vacío

 

estanque

 

 

III

Nada tengo que explicar

qué otra manera

puedo tener

 

de ser este animal

con mis hermanas

 

de ser este vientre

de cabellos grisáceos

 

imitar lo que amo

 

ver a mi madre

regresar

 

verla

abrazar

 

mis lágrimas

como muñecas desnudas

 

Inédito

 

 

LOS ELEMENTOS

 

No hay sombra en el mirar

de las gatas de Bruna

 

enhebran su iris

en la tierra mojada

 

y los insectos chillan

 

y bondadosa

la tempestad

comienza a hacerme nudos

 

inevitablemente me convierto

en esa libélula que juega

a no morir entre sus patas

 

así son las gatas de Bruna

aire de añiles

abedules

 

así la lluvia con ellas

transparenta

los días

 

los que lejos transcurren

los que lejos arropan

 

con ramas mi pecho

 

lejos

como ahora

 

lejos me reciben las gatas de Bruna

 

Zazá

cosmos nupcial

 

Morgana

nacida de las aguas

 

videntes de mis noches seculares

cristales por mis tardes

 

simple es existir

 

latido en la hierba

 

movimiento

 

Inédito

 

 

Jesús Montoya (Mérida, Venezuela, 1993). Es Licenciado en Letras mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana por la Universidad de Los Andes y Magíster en Estudios Literarios por la Universidad Federal de São Carlos. Ha publicado Las noches de mis años (Monte Ávila Editores, 2016, Premio de Obras para Autores Inéditos) y Hay un sitio detrás de los incendios (Valparaíso Ediciones, 2017, I Premio Hispanoamericano de Poesía “Francisco Ruiz Udiel”). Su libro más reciente Rua São Paulo (Fundavag Ediciones, 2019) fue merecedor del II Premio Franco-Venezolano a la Joven Vocación Literaria. Forma parte del consejo de redacción de la revista POESÍA de la Universidad de Carabobo. Actualmente reside en Brasil, donde se desempeña como traductor y profesor de español.

 



Compartir