NUESTRA FORMA DE VIDA
Diego vive en el mierdero
entre cartones de Coca Cola
fumando pasta base
es una esquina de Buenos Aires.
Muchos años atrás
fuimos buenos conocidos.
Era el hijo de un padre viejo
y una madre tardía.
Uno
de una familia desangelada
en tiempos canallas.
Cerca de una vía muerta
por el Bajo,
éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Se reía con ellos
los más grandes
la ladilla.
El padre murió pronto
la madre se juntó con un remisero
y Diego se sintió más solo
en una calle infinita
de noche
para los que jamás duermen.
Éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Alguna vez en la bailanta
de las estrellas de tres puntas
bailábamos y era una felicidad
la pista con esas muchachas dominicanas;
“argentino”, decía, “Diego como Maradona”
y reía con el alcohol perforando la sangre
y la música de cumbia triste.
Tiempo después
en nuestra historia
entra Ella
así con mayúsculas. Tenía nombre
pero no lo voy a decir. No puedo. Hace años murió de HIV.
Solo:
Cabellos Rubios Boca Ancha Dos Tatuajes
Uno Con Mi Nombre
El Otro Con Una Canción De Los Stones.
Ella fue la locura para Diego.
Se picaban cocaína en las venas de los pies
para que no quedaran marcas a la vista de los demás.
Diego y Ella
viviendo - muriendo su amor en Buenos Aires
cuando estaba repleto de infames
y en el patio trasero se cocinaba un crimen popular.
Éramos adolescentes
nos drogábamos
y era nuestra forma de vida.
Fueron los ’90, y eso ahora recuerdo
mientras por YouTube
pasan una horrible charla TED.
Inédito
LOS MUCHACHOS VENEZOLANOS
Esos muchachos venezolanos
que vagan con caderas ajustadas
y labios desaforados por la noche
se meten en baños públicos,
en casas abandonadas,
en los basurales,
esperando, esperando.
Esos muchachos venezolanos
con tacos como estiletes dorados
como flores pisoteadas en el mar
con una bella tristeza de clorhidrato
le piden a un Dios con chancros.
Esos muchachos venezolanos
de largas cabelleras negras
en la madrugada espuria
donde cuelga aquella luna
de bola de espejos
en la gran pista de baile
que es Caracas
Yo
si alguna vez…
Inédito
UN ÚLTIMO RECADO
Cuando ya no me quieras
Cuando los amigos no respondan
Cuando nadie me de techo
Un dólar
Una palabra (Que sane por unos minutos el dolor)
Cuando el sexo no sea suficiente para llenar el vacío
Ni la comida
Ni la risa
Ni el odio
Ni la ternura
Ni el trabajo
Ni los hijos
Ni la familia
Ni las nubes con estelas.
Cuando todo sea una transacción
Cuando el amor dure lo acumulado en tu cuenta
bancaria
Cuando las religiones no te den consuelo
Como las drogas
Estarás muerto.
Muerto.
Muerto.
Y nadie irá a tu entierro
Y los gusanos te comerán
Tu carne podrida
Pero finalmente
Volverás
Y serás una flor
Una begonia
Una manta
Una madreselva.
Y te darás cuenta:
Que dejaste
Aquello que sabías
Que dejarías:
Te fuiste de este mundo
No sin antes regalar
algo de poesía.
De Los románticos eléctricos, Sudaquia, 2020
Hernán Vera Álvarez, a veces simplemente Vera, nació en Buenos Aires en 1977. Es escritor, dibujante y editor. Realizó estudios de literatura en FIU (Florida International University). Imparte talleres de escritura creativa en distintas instituciones, entre ellas, el Koubek Center del Miami Dade College. Ha publicado Los románticos eléctricos, La librería del mal salvaje (Florida Book Award), Grand Nocturno, Una extraña felicidad (llamada América) y ¡La gente no puede vivir sin problemas! Es editor-at-large de Suburbano ediciones. Es editor de Escritorxs Salvajes (2019), Miami (Un)plugged (2016) y Viaje One Way (2014). Vivió ocho años como un ilegal en los Estados Unidos donde trabajó en un astillero, en la cocina de un cabaret, en algunas discotecas, en la construcción.