Si bien el presente año se ha anunciado como un parteaguas de la historia, también es cierto que en medio de este drama de pandemia, los seres humanos hemos sido capaces de meditar y de actuar, teniendo muy presente la condición perecedera de la carne.
No quiero decir que nuestra especie no haya sentido esto en otro tiempo o en otras circunstancias, tal vez en mayor medida, pero la COVID 19 llegó en un momento en el que el porvenir era, más que una promesa o un elemento importante en todo eslogan, un paradigma, una forma de tocar el mundo.
Vencido el andamio, necesariamente la angustia se ha hecho evidente en los trabajos del espíritu. Y como parte de este alcance están la visión y el hecho estético. Quiero referirme aquí a un ejemplo concreto: Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989 – 1999), propuesta antológica de Zel Cabrera, poeta mexicana nacida en la década de los 80.
Esta propuesta ha surgido desde el sello Los libros del perro, que dirige también Cabrera. Es decir, que estamos ante la inauguración de un sello editorial y su primer lanzamiento. La apuesta de este proyecto es la distribución gratuita, como un gesto de generosidad con el lector de poesía actual, sin otro interés que no sea el de completar el proceso de comunicación literaria específico que se plantea en su título: mujeres jovencísimas, pero con una voz bien articulada en el escenario de las letras nacionales.
Escribo esto apenas unos días después de la liberación del libro en la página web de la editorial y se ha anunciado que van más de 1500 descargas; lo que permite darse una idea de lo atractiva que resulta la iniciativa de juntar a 28 mujeres poetas del presente.
¿De qué autoras se trata? Sin duda de aquellas que están en movimiento, no sólo en soportes editoriales de importancia en México, sino en otras plataformas de mayor alcance, dedicadas a la difusión de la poesía escrita en español. Lo que permite advertir la investigación previa a la selección; pues no se trata de una reunión fortuita. Es, más bien, un documento que se piensa indispensable, por su seriedad y por la coyuntura en la que surge.
Queda claro que es un momento de reivindicación femenina, de propuesta y apuesta, de sustancia y trascendencia. Novísimas traza un signo sobre el mapa mexicano, ocupa todo el escenario y no se queda girando en un punto central. Las poetas de esta muestra pertenecen a diferentes estados de la República Mexicana: Aguascalientes, Sonora, Veracruz, Guerrero, Jalisco, Nuevo León, Sinaloa, Baja California Norte, Baja California Sur, Nayarit, Yucatán, Oaxaca, Puebla, Estado de México, Michoacán y Chihuahua.
Es así como Anaclara Muro Chávez, Andrea González Aguilar, Giselle Ruiz, Julia Piastro García, Ariana Ibáñez, Andrea Muriel, Lucía Cornejo, Valeria List, Brianda Pineda Melgarejo, Xel-Ha López Méndez, Ana Velarde, Nadia López García, Elizabeth Camacho Lara, Clyo Mendoza, Frydha Victoria, Katia Rejón, Moriana Delgado, Selene Ángeles Díaz, Irma Torregrosa, Argentina Linares, Nicté Toxqui, Mariel Damián, Priscila Palomares, Cristina Bello, Estefanía Arista, Rebeca Favila Montana, Lucía Rueda, Cindy Hatch, Silvia Castelán y Melissa del Mar, en un libro electrónico de 159 páginas diseñadas por Joel Ossorio, horadan el país de su nacimiento, mientras sus voces, a manera de viento novísimo, viajan por la red, con la poesía como insignia de combate, contra el paso del tiempo y la omisión.
Sin más, hago la invitación a conocer este proyecto editorial inquietante, con la promesa de próximos lanzamientos igual de decisivos; pues, una vez lanzada la primera piedra al agua, se espera que la segunda triga consigo la misma fuerza. Asimismo, comparto algunos versos de cada poeta reunida en Novísimas, como una manera de tocar la puerta de nuevos lectores.
El odio no es triste ni feliz / el odio es escaso
se esconde detrás de los muebles
en las orillas de las ventanas
detrás del cuerpo que pertenece.
Una mujer carga dioses bajo el brazo,
pasaportes y actas de nacimiento,
lo necesario para no volver
al lugar donde adiós cabe en un bolso
pero ya no en la memoria.
La voz en la contestadora
duermes con ella en mente
y despiertas queriendo generar
un cambio de modulación,
el estímulo que haga chirriar
su tono gélido
contra el auricular
Somos retazos
de ciudades y pueblos
zurcidos al azar.
Nos cubrimos el pelo
con paisajes prestados.
Cualquier gajo de tierra
es amargo y ajeno.
la dificultad
para decir las cosas que lastiman
también las que al placer se refieren
a mí me gusta bailar
besar a mis amigas
y encontrar eso que se llama hogar
en su abrazo en su aliento
Dicen que el amor es de todos los días
pero yo no sabía que los cactus pueden llegar a ahogarse.
Pensé́ que cuidarlo era ponerle más agua.
Siempre me ha costado entender cuánto es suficiente.
Me quedo ciega en cada lugar
donde decido detenerme. Dependo del tacto.
El presente es una superficie, una huella.
Ni siquiera el paisaje
contiene toda la hojarasca.
Hace falta tentar el crujido.
Discuto con amigos sobre Borges
(acaso más bien discuten ellos
y yo hago intromisiones).
El diálogo fluye rápido
me siento como una niña
esperando el momento indicado para
saltar a una cuerda en movimiento.
La historia en mí se repite
no sé quién soy, ni qué terror
mueve a máscara en mi sangre.
mi abuela de ser más sincera
diría que la primera vez se siente horrible
que la primera vez es horrible
pero luego uno se acostumbra
al dolor
hasta que muere
las manchas de sangre casi nunca se quitan
al menos yo no sé quitarlas
siempre queda un rastro
siempre
queda
una forma de la sangre
El miedo tiene rostros
que aún no conocemos.
Tiene maneras distintas
de comernos la cara
y la voz.
Río de lava fluída
no pude sino imitar tu imagen:
piedra que es lanzada para
juzgar a la mujer del diablo
y jugar en el río, mientras observa
ahogada, hundida
cómo la familia feliz se va a su verdadera casa.
Soy Caballo, nací animal y tengo la sensación de ser yo mismo como todo. No sé qué es el amor de los hombres porque siento lo mismo por cada ser y cosa que ocupan un lugar en este mundo. Obedezco al soldado no porque le deba, sino porque le temo y porque para mí él es una parte mía y yo soy suyo.
No lo sabes
pero compartimos el llanto
y el miedo a la memoria
compartimos el mismo cuerpo enfermo
nuestros engranes genéticos
diseñados para el dolor
Yo nací un lustro después de tu ruta,
y tardé cuatro para alcanzarte,
para compartir con alguien
un planeta diferente al mío
un dolor bilingüe.
No digo es tarde para llegar tarde
aunque haya algo de lago en las cosas que se esperan
Digo hace mal tiempo que las estrellas no se buscan
ni se dicen verano Digo las cosas son palabras
y no me dicen mucho.
Y adentro,
en el ocaso de un esplendor,
la desesperanza.
La imposibilidad
de salir
girando la perilla
de alguna puerta.
Una foto con la cara de mi padre trozada por una tijera. Había otra quemada por una de las esquinas. De mi padre quedaba lo que hay después de un vaso roto en la cocina. Astillada con su nombre, mi madre desangró sus mejores años en una tarde, mirando hacia la única ventana que había en nuestra casa.
Te daré sobre la arena
un lugar de reposo.
No zarparán barcas amarradas.
Son más los bellísimos mares,
las playas sin nuestras huellas.
Serán muchos los istmos,
océanos cruzados por barcos de asoleados mástiles.
mi dolor tiene una cartografía
en la parte más angosta
arde hasta la rajadura
en su extremo superior
termina en sangre seca
a la que dedos y uñas se
contagian, tiñen
someten
Ya en la fosa profunda de los adentros, descubrir el cenote del llanto ahogado de las vocales, sumergirte en el primer sonido humano de las palabras y mover las manos como aletas hasta hallar de nuevo la superficie. Flotar y escribir entonces, la revelación líquida del cuerpo.
Nos mutilaron. Diseccionaron la carne. Mapa intangible.
Tinta que marca territorio. Países que separan la memoria
colectiva. Fragmentada. Dos sexos que comparten raíces.
No historias. Y pensar que de niña creí que éramos iguales.
Mi nombre entonces
es tan sólo la carnada de los pececillos, ella dice:
hay que cambiar el agua de las peceras cada cierto tiempo,
hay que cambiar la voz cada cierto tiempo,
hay que inventarnos nombres
Volvemos siempre a los instantes
en los que dejamos de ser felices
buscando lo que nos han quitado:
los pavorreales que forman el nombre de Ana,
la taquicardia que tienen mis piernas,
los meses donde las sillas de oficina
sí fueron para traer la infancia
a casa.
Creer en un ser omnipresente y todopoderoso
me parece una gran habilidad,
como lanzarte al barranco sin protección
y con los ojos cerrados.
En los bolsillos el recuerdo
del sueño donde mi mamá soñaba que me esperaba
para decirme que estaba soñando con el pasillo
donde al final no era ella, sino la mecedora
que se había aprendido su voz al final de las escaleras
La primera en parir fue la más valiente.
Pero Dios, a diferencia del hombre, no perdona.
Y nosotras, menos.
Hipótesis catorce: el 28 de marzo de 1951, Virginia Woolf hizo de sus bolsillos casa para piedras como tú (lisas, filosas, pesadas) y caminó en zigzag a donde el agua abrió su bolsillo para que ella pudiera reposar, al fin, en una habitación propia.
Revientan de ti los tallos,
que consigo trae la alborada,
y nos unen a todas como tus hijas,
hermanándonos a cada brote
bulbo, campo,
semilla.
Aquí pueden descargar, de manera permanente, Novísimas. Reunión de poetas mexicanas (1989 – 1999).