LOS IMPERTURBABLES
Un sentimiento incómodo la compasión
ese que se levanta
al ver que el joven con el que nos cruzamos
el de la frente gacha
tiene los ojos húmedos
o que un anciano ciego tropieza y manotea
con los anteojos rotos y las rodillas rotas
y la cara turbada de los abandonados
que una multitud huye
cargando sus gallinas y el peso de sus muertos
La compasión confunde
(nos hace odiar y amar al mismo tiempo)
desata nuestras culpas
adensa entre las manos la moneda
con la que consolamos la impotencia
y nos convierte en frágiles
seres sentimentales
tan oscuros a veces a las puertas del sueño
e incapaces de ir firmes y rotundos
como esos otros
los imperturbables.
LAS CICATRICES
No hay cicatriz, por brutal que parezca,
que no encierre belleza.
Una historia puntual se cuenta en ella,
algún dolor. Pero también su fin.
Las cicatrices, pues, son las costuras
de la memoria,
un remate imperfecto que nos sana
dañándonos. La forma
que el tiempo encuentra
de que nunca olvidemos las heridas.
LAS HERENCIAS
Enfermedades en mi casa
PABLO NERUDA
Hijo mío, me duelen las herencias
Esta culpa, zarza que arde y me quema,
y que no me concede saber cual fue el pecado
En tu inocencia se mira mi inocencia
como en un ojo de agua que me cuenta una historia
que ya ha sido olvidada
y otros hablan entre tus voces turbias
y otros sufren de nuevo entre tus sueños
y en tu silencio sufren
otra vez más aquellos que están muertos
y tu herida
es una pena antigua que por mi sangre pasa
y estalla en las entrañas en que nadaste un día.
TERRESTRE
Soñé con un pájaro enloquecido
en una jaula del zoológico.
Desperté con la frente llena de sangre
llamando a mi madre,
pidiéndole, por dios, leche caliente de sus senos
para volver a ser niño.
Otros se despertaron y gimieron y suplicaron como yo
en las habitaciones vecinas.
Mis brazos y mi pecho estaban cubiertos de plumas
pero no había cielo hacia dónde volar.
VIGILANTE
Pinté un perro para que cuidara mi puerta,
un perro triste y feroz al mismo tiempo
que disuadiera a cualquier atacante.
Pero cuando fui a colgar el perro en mi puerta
vi que no había puerta, ni ventanas.
Pasé mi mano por la pared rugosa buscando una grieta,
tal vez un agujero. Comprendí que yo era la pared,
que iba a morir sin aire,
que la única grieta estaba en mis adentros
y que por los agujeros de mis ojos
miraba un perro triste,
triste y feroz al mismo tiempo.
ORA PRO NOBIS
(Variación de Esta es la casa de los locos de Elizabeth Bishop)
por el sobreviviente
que viene de lugares tan hondos que no he visto;
por el que mira al piso, como Pedro,
que hoy me dijo que lleva su mal como una culpa;
por el que ya no espera a nadie los martes y los sábados;
por Nelson, que se presenta como Margarita;
por el soldado que hace del comedor una trinchera;
por Melco, que llegó aquí cuando tenía seis años;
por los que convulsionan y llevan cascos plásticos;
por el que nunca encuentra la cuerda salvadora.
por los rotos, los crónicos, los tristes
a los que mira Dios desde su altura.
FUNDIDO A NEGRO
Cuando tenía tres años vi a mi madre iluminada
pero yo creí que ardía y lloré.
A los siete pinté un toro de grandes astas y me miré en sus ojos
sintiendo ya su herida.
A los quince, con la cara llena de granos, oí cantar la soledad en varias
lenguas,
y las entendí todas. Mi noche se llenó de pesadillas.
A los dieciocho
oí decir que estaba mal de la cabeza.
Yo me aferré con fuerza al leño podrido de la infancia
mientras una raíz crecía entre mis cejas.
Tenía casi treinta
el día en que mis hermanas, asustadas,
agitaron sus alas de paloma
y lavaron mi rostro con sus lágrimas.
Quise decir sus nombres. Quise gritar las quiero.
Pero alguien ya apagaba las estrellas.
EN EL BORDE
Lo terrible es el borde, no el abismo.
En el borde
hay un ángel de luz del lado izquierdo,
un largo río oscuro del derecho
y un estruendo de trenes que abandonan los rieles
y van hacia el silencio.
Todo
cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Y sólo desde el borde se ve la luz primera
el blanco -blanco
que nos crece en el pecho.
Nunca somos más hombres
que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.
Nunca estamos más solos.
Nunca somos más huérfanos.
LA MALETA
En la casa todo seguía igual, hasta las flores
—aunque un poco marchitas—. Pero en las escaleras
nuestros pasos sonaron
distinto. Como golpes muy suaves
en un cuenco vacío.
Pusimos la maleta en un rincón
donde no nos mirara
con sus ojos tan tristes.
Pesaba esa maleta, tan vacía.
Volvíamos a todas nuestras cosas,
a la manta de fieltro, a las pantuflas, al pocillo
de mis tardes de té.
Quizá tendríamos que habernos abrazado.
Pero mientras en aquel cuarto anochecía
todo lo que pudimos darnos fue silencio.
PIDO AL DOLOR QUE PERSEVERE
Pido al dolor que persevere.
Que no se rinda al tiempo, que se incruste
como una larva eterna en mi costado
para que de su mano cada día
con tus ojos intactos resucites,
con tu luz y tu pena resucites
dentro de mí.
Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,
el aire de mi llama, de la lumbre
donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte.
Piedad Bonnett es licenciada en Filosofía y Literatura de la Universidad de los Andes y fue profesora en esta Universidad de 1981 a 2010. Tiene una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas. Con el primero de ellos, De círculo y ceniza, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz; con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura, en 1994; con Explicaciones no pedidas, publicado en 2011 por Editorial Visor en España, ganó el premio Casa de América de Madrid de poesía americana y Casa de las Américas 2013. En octubre de 2012 recibió el Premio de poesía Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval en Aguascalientes, México, por el aporte de su obra a la lengua española. Y en noviembre de 2016 recibió el Premio Generación del 27, en Málaga, España, por su libro inédito Los habitados. Tiene, entre otras antologías, No es más que la vida, publicada por Arango Editores, en Colombia, Antología, en Pequeña Venecia, Venezuela, Lo demás es silencio, en España por Editorial Hiperión y Los privilegios del olvido, Fondo de Cultura Económica, Bogotá. Las herencias, fue publicado en diciembre de 2008 por Editorial Visor, en su nueva colección Palabra de honor. Piedad Bonnett es autora, además, de seis obras de teatro montadas por el Teatro Libre de Bogotá, de cinco novelas en el sello Alfaguara: Después de todo, publicada en 2001, Para otros es el cielo, en 2004, Siempre fue invierno, en 2007 El prestigio de la belleza, abril de 2010, y Donde nadie me espere, 2018, y de un libro de no ficción sobre la enfermedad y muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre, 2013. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, griego, portugués y sueco.