21 Nov 2024

70. POESÍA COLOMBIANA. PIEDAD BONNETT

-26 Sep 2020
Poesía

 

LOS IMPERTURBABLES

 

Un sentimiento incómodo la compasión

 

ese que se levanta

al ver que el  joven con el que nos cruzamos

el de la frente gacha

tiene los ojos húmedos

 

o que un anciano ciego tropieza y manotea

con los anteojos rotos y las rodillas rotas

y la cara turbada de los abandonados

 

que una multitud huye

cargando sus gallinas y el peso de sus muertos

 

La compasión confunde

                         (nos hace odiar y amar al mismo tiempo)

desata nuestras culpas

adensa entre las manos la moneda

con la que consolamos la  impotencia

 

y nos convierte en frágiles

seres sentimentales

tan oscuros a veces a las puertas del sueño

 

e incapaces de ir firmes y rotundos

como esos otros

                           los imperturbables.  

 

 

LAS CICATRICES

 

No hay cicatriz, por brutal que parezca,

que no encierre belleza.

Una historia puntual se cuenta en ella,

algún dolor. Pero también su fin.

Las cicatrices, pues, son  las costuras 

de la memoria,

un remate imperfecto que nos sana

dañándonos. La forma

que el tiempo encuentra

de que nunca olvidemos las heridas.

 

 

LAS HERENCIAS

 

Enfermedades en mi casa

PABLO NERUDA

 

Hijo mío, me duelen las herencias 

 

Esta culpa, zarza que arde y me quema,

y que no me concede saber cual fue el pecado

 

En tu inocencia se mira mi inocencia

como en un ojo de agua que me cuenta una historia

que ya  ha sido olvidada

 

y otros hablan entre tus voces turbias

y otros sufren de nuevo entre tus sueños

y en tu silencio sufren

otra vez más aquellos que están muertos

 

y tu herida

es una pena antigua que por mi sangre pasa

y estalla en las entrañas en que nadaste un día.

 

 

TERRESTRE

 

Soñé con un pájaro enloquecido

en una jaula del zoológico.

Desperté con la frente llena de sangre

llamando a mi madre,

pidiéndole, por dios, leche caliente de sus senos

para volver a ser niño.

Otros se despertaron y gimieron y suplicaron como yo

en las habitaciones vecinas.

Mis brazos y mi pecho estaban cubiertos de plumas

pero no había cielo hacia dónde volar.

 

 

VIGILANTE

 

Pinté un perro para que cuidara mi puerta,

un perro triste y feroz al mismo tiempo

que disuadiera a cualquier atacante.

Pero cuando fui a colgar el perro en mi puerta

vi que no había  puerta, ni ventanas.

Pasé mi mano por la pared rugosa buscando una grieta,

tal vez un agujero. Comprendí que yo era la pared,

que iba a morir sin aire,

que la única grieta estaba en mis adentros

y que por los agujeros de mis ojos

miraba un perro triste,

triste y feroz al mismo tiempo.

 

 

ORA PRO NOBIS

(Variación de Esta es la casa de los locos de Elizabeth Bishop)

 

por el sobreviviente

que viene de lugares tan hondos que no he visto; 

por el que mira al piso, como Pedro,

que hoy me dijo que lleva su mal como una culpa;

por el que ya no espera a nadie los martes y los sábados;

por Nelson, que se presenta como Margarita;

por el  soldado que hace del comedor una trinchera;

por Melco, que llegó aquí cuando tenía seis años;

por los que convulsionan y llevan cascos plásticos;

por el que nunca encuentra  la cuerda salvadora.

 

por los rotos, los crónicos, los tristes

a los que mira Dios desde su altura.

 

 

FUNDIDO A NEGRO

 

Cuando tenía tres años vi a mi madre iluminada

pero yo creí que ardía y lloré.

A los siete pinté un toro de grandes astas y me miré en sus ojos

sintiendo ya su herida.

A los quince, con la cara llena de granos, oí cantar la soledad en varias

                                                                                              lenguas,

y las entendí todas. Mi noche se llenó de pesadillas.

A los dieciocho

oí decir que estaba mal de la cabeza.

Yo me aferré con fuerza al leño podrido de la infancia

mientras  una raíz crecía entre mis cejas.

Tenía casi treinta

el  día en que mis hermanas, asustadas,

agitaron sus alas de paloma

y lavaron mi rostro con sus lágrimas.

Quise decir sus nombres. Quise gritar las quiero.

Pero alguien ya apagaba las estrellas.

 

 

EN EL BORDE

 

Lo terrible es el borde, no el abismo.

En el borde

hay un ángel de luz  del lado izquierdo,

un largo río oscuro del derecho

y un estruendo de trenes que abandonan los rieles

y van hacia el silencio.

Todo

cuanto tiembla en el borde es nacimiento.

Y sólo desde el borde se ve la luz primera

el blanco -blanco

que nos crece en el pecho.

Nunca somos más hombres

que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.

Nunca estamos más solos.

Nunca somos más huérfanos.

 

 

LA MALETA

 

En la casa todo seguía igual, hasta las flores

—aunque un poco marchitas—. Pero en las escaleras

nuestros pasos sonaron

distinto. Como golpes muy suaves

en un cuenco vacío.

Pusimos la maleta en un rincón

donde no nos mirara

con sus ojos tan tristes.

Pesaba esa maleta, tan vacía.

Volvíamos a todas nuestras cosas,

a la manta de fieltro, a las pantuflas, al pocillo

de mis tardes de té.

Quizá tendríamos que habernos abrazado. 

Pero mientras en aquel cuarto anochecía

todo lo que pudimos darnos fue silencio.

 

 

PIDO AL DOLOR QUE PERSEVERE

 

Pido al dolor que persevere.

Que no se rinda al tiempo,  que se incruste

como una larva eterna en mi costado

 

para que de su mano cada día

con tus ojos intactos resucites,

con tu luz y tu pena resucites

dentro de mí.

 

Para que no te mueras doblemente

pido al dolor que sea mi alimento,

el aire de mi llama, de la lumbre

 

donde vengas a diario a consolarte

de los fríos paisajes de la muerte.

 

 

Piedad Bonnett es licenciada en Filosofía y Literatura  de la Universidad de los Andes y fue profesora en esta Universidad de 1981 a 2010. Tiene una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia. Ha publicado ocho libros de poemas. Con el primero de ellos, De círculo y ceniza, recibió mención de honor en el Concurso Hispanoamericano de Poesía Octavio Paz; con El hilo de los días ganó el Premio Nacional de Poesía otorgado por el Instituto Colombiano de Cultura, Colcultura,  en 1994; con Explicaciones no pedidas, publicado en 2011 por Editorial Visor en España, ganó el premio Casa de América de Madrid de poesía americana y Casa de las Américas 2013.  En octubre de 2012 recibió el Premio de poesía Poetas del Mundo Latino Víctor Sandoval en Aguascalientes, México, por el aporte de su obra a la lengua española. Y en noviembre de 2016 recibió el Premio Generación del 27, en Málaga, España, por su libro inédito Los habitados. Tiene, entre otras antologías, No es más que la vida, publicada por Arango Editores, en Colombia, Antología, en Pequeña Venecia, Venezuela,  Lo demás es silencio, en España por Editorial Hiperión y Los privilegios del olvido, Fondo de Cultura Económica, Bogotá. Las herencias, fue publicado en diciembre de 2008 por  Editorial Visor, en su nueva colección Palabra de honor. Piedad Bonnett es autora, además, de seis obras de teatro montadas por el Teatro Libre de Bogotá,  de cinco novelas en el sello Alfaguara: Después de todo, publicada en 2001, Para otros es el cielo, en 2004,  Siempre fue invierno, en 2007 El prestigio de la belleza, abril de 2010, y  Donde nadie me espere, 2018, y de un libro de no ficción sobre la enfermedad y muerte de su hijo, Lo que no tiene nombre, 2013. Poemas suyos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, griego, portugués y sueco.

 

 



Compartir