LUZ SOLAR
No tengo grandes noches
de cerezas, de uvas,
de pasos sin camino
como ausencia de aguacero.
No soy el abrazo de una madre
con dolor en la raíz sin vientre
o la delgada garza
que bebe espacios en agua amarga.
No tengo sombra, o manos que sostengan
tanto anochecer al día.
No tengo grandes noches
de pueblos fantasmas
con forajidos en sus calles muriéndose de pena.
No soy el que necesita el mundo.
MONÓLOGO DE JOAQUÍN RONDEROS
En el pabellón de cancerosos
alguien grita
y nadie asiste.
La enfermera anda cabizbaja
buscando unos ojos compasivos,
un cuerpo que advierta su existencia inmaculada.
El anestesiólogo es un hombre cansado
de cargar en los huesos la pequeña muerte de Dios.
Duerme el abandono,
el día blanco.
Los párpados callan, las lágrimas callan.
A lo lejos del pabellón,
cerca de mí,
el pétreo fragor de los truenos.
LA ESCRITURA INVISIBLE
Nosotros,
único estruendo posible
en el tímpano de Dios.
THELONIUS MONK
En la tarde en que los paraguas relamieron la humedad de Catalpa,
un forastero visitó la posada de Lorenzo Cercas.
Decía llamarse Thelonius Monk.
Pasaba por allí buscando estribillos de guerra,
viejas partituras de algún pájaro hechicero.
Sostenía
un clavicémbalo en cuya asonancia
se empozaba el aire con fugacidad.
Alguna vez,
en la plaza Isaura,
tres ejes estallaron de improviso.
Sin conmoverse,
Thelonius extrajo de su sombrero las llaves del desamparo
y ajustó los ejes
que ya pendían de un tallo de olivo.
La música es hija de la fatalidad,
dijo,
y continuó pulsando las clavijas.
SOBRE PÁJAROS, ÁRBOLES Y SOMBRAS
En un festival de poesía
de cuyo nombre no quiero acordarme
le mencionaba a Balam Rodrigo
que desde el siglo de las colonias
la poesía está infestada de pájaros, árboles y sombras.
— ¿Cómo no cantarles a los pájaros?, me dijo.
Sobre los pájaros escribió Prévert que
Para hacer el retrato de un pájaro
primero debe pintarse la jaula con la puerta abierta
y segundo esconderse a la sombra de un árbol
hasta que llegue el pájaro;
lo tercero ya no lo recuerdo
pero sí recuerdo que hablaba
sobre la arquitectura del árbol
o de todos los árboles juntos,
o del viejo sicomoro donde Ann Sexton
recogía el tiempo antes de la asfixia,
o quizá en ese poema se leía que Novalis
pedía a gritos reencarnar en algún pájaro
para volar dentro de sí mismo.
¿Qué decir entonces
sobre los odiados espantapájaros?
Ya lo advertía el ornitólogo José Manuel Arango
En ellos se esconde la muerte
mientras el viajero se calza para el camino.
Árboles, pájaros, sombras.
Hablando de caminantes,
el maestro chino Hsu Ning, de la dinastía Peng,
transcribió en un pergamino perdido
en las murallas que
Ese árbol seco, sin hojas, nos ha visto envejecer.
Más sabio fue el poeta español Rafael Alberti
que vivió tanto como una secoya californiana
y trabajó un tiempo como aserrador
en el Puerto de Santa María,
cuando, al talar un árbol, confesaba
Como un niño, le he desenterrado de su cuna,
rotas las dulces piernas.
Cada noche vendré a cerrarle los ojos.
Mejor, digo yo, es cerrarle los ojos a Cósimo
en la novela “El barón rampante”
de Italo Calvino,
porque el pobre Cósimo
suele aún quedarse dormido
en los árboles de esas páginas
y no desciende de ellos porque
Abajo hay animales raros, como ratas de campo
y hombres.
Mejor, digo yo,
es escuchar las canciones húngaras
donde tiemblan los espinos solitarios.
Sombras, árboles, pájaros.
No hay poeta que no haya escrito
sobre la sombra.
Humberto Ak’abal decía que
Es una noche pequeña;
la austriaca Bachmann que
Es el agua en tierra extraña
y dentro de un agua extraña su sombra,
es decir, una sombra en una sombra;
lo único que quería tener en los bolsillos
Alda Merini
era el sonido de la sombra;
Musset decía de la sombra que
Solo existe por la luz;
sin embargo Jun’ichirō Tanizaki
es el dios de los escritores a la sombra
y de su elogio podríamos hablar
otro siglo de las luces
o un siglo más de las colonias
sin detenernos a pensar en su reflejo.
En un festival de poesía
de cuyo nombre no quiero acordarme
escribí el último pájaro,
el último árbol,
la última sombra.
Hellman Pardo nació en Bogotá, Colombia. Entre sus reconocimientos se encuentra el Premio de Poesía del Festival Internacional de Poesía de Medellín y el XIX Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus, concedido en 2017. Sus libros más recientes: Reino de Peregrinaciones (2018); la antología He escrito todo mi desamparo (2019), y la novela Lecciones de violín para sonámbulas. Es editor de la Revista Latinoamericana de Poesía La Raíz Invertida.