PALIMPSESTO DE LOS LLANOS
El silencio cae en otro rincón que ya no existe
con olor de llovizna tierna como elote.
Un viejo de piedra nos contó esa historia,
lo seguían peces nadando en el aire,
iban moviendo sus aletas detrás de las Susanas locas.
Como hombre era hijo del Padre,
de los vástagos que hicieron de la luna un círculo.
En olas de incesto se ahogaban las pavesas
de lo que ardió sin lumbre allá en Luvina,
de lo que miró crecer milpas y el olvido
donde los espectros bailan y matan las tormentas.
Díganle al zacate que se eleve más allá
de lo extraviado: pólvora azul,
yeguas cansadas, tierra dura.
Conjuren el fracaso que crece,
hierba santa, en lo que no decimos.
Coatlicue responde:
Voy en un taxi y te voy hablar del viento.
Es camaleón, luego acaricia
cuando hay algo tuyo en la galerna,
un soplo que desviste
lo que miro,
las cosas ciertas o irreales:
abulia y dolor de los peatones,
semáforos eternos cuando llueve.
También dos ángeles.
Será que apenas
nos sembraron el otoño
o porque tengo frío te converso.
Tal vez el viento es madriguera
de palabras con hocico,
silencio con pelambre rojo.
El taxista también
es un mamífero.
Sube el vidrio.
Me pregunta:
“¿Le molesta el aire,
Señorita?”
HAY QUIEN SACA HOMBRES DEL LODO
Hay quien abre la tierra
buscando el nido verdadero
donde dejar salir sus plumas.
Hay quien arroja semillas
de sensuales jacarandas
con tal de no escribir un epitafio.
Hay quien entierra un cuchillo
o su menstruo para ahuyentar la lluvia.
Hay quien deja oro sucio y caracoles blancos
en un cofre con papeles prohibidos.
Hay quien quema la columna de un pescado
y esconde una llave ensangrentada.
Quien sepulta un cáliz.
Hay quien dice que el campo es para eso,
para que el tiempo no encuentre lo que ha sido.
PLAZO FIJO
Acá está tu soledad, te la devuelvo.
Perdona que la haya torturado
antes de descuartizarla.
Fue presa fácil.
No hubo que esperar entre los lotos,
no hizo falta adormecerla.
Te la entrego por partes,
salada con el sudor
de las mujeres que te amaron.
Te la doy cruda.
No disfruté cazarla.
NÁUTICA DE COATETELCO
Porque el agua cobró un favor dorado
nos llevaste a navegar sobre el castigo
de la diosa de corazones en el cuello.
Se movía esa balsa como el perdón,
a veces brusca, a veces lenta.
Avanzaba sin llegar al resto de la luz sin frío.
Te daba miedo ese dolor de anguila,
esos peces grises debajo de nosotros,
triste ramo de nísperos sin rumbo,
unos cuantos ojos brillando
para la ofrenda de noviembre
después del sacrificio,
de lo que trae oscuridad y las serpientes
si el odio es una laguna,
maldición de algas saladas,
haz del ocaso también muerto
por órdenes de la Coatlicue.
Tú nos decías que con ese dolor crece la leyenda
y en los ojos de mi hermana la disputa
por el cañaveral se abría en su mente,
en sus manos con anillos rojos,
también en el corazón colgando como dije
que escondí en mi pecho.
Ahí, sobre las aguas
que perdían el oro y se volvían argentas,
aprendimos el poder de las faldas de serpientes.
Cuando desembarcamos,
éramos un par de espejos con melenas,
una historia de agua dulce
que te quitó la sed de un día.
TIEMPO DE ANÉMONAS
Te leo. Sé que un caballo es para ti un naufragio.
También estoy junto al mar,
pero ahogada en el derrumbe.
Miro el clóset. Hay cuatro camisas,
estaría bien que fueran tuyas.
Aunque todo vuelve a una hora azul de junio,
empaqué el amarillo y sus bengalas.
Si tuviera tiempo para anémonas,
te las describiría,
pero pesan los vestidos como escombros.
Tal vez tu abrazo de palabras suaves,
de peces o grullas, era la salvación en aquel plano,
en la carta que nadie acribilla.
Tembló aceleradamente,
con la furia de quien sabe acanalar el pecho,
irse un poco más en cada pausa,
irse a la noche y el fango nunca comprensible,
apenas dibujado en esas balsas que se estrellan
hacia dentro, así tembló.
No sé si una floración de rocas es lo que resta,
levantar la mirada para buscarnos,
pero la muerte es el blanco del cielo,
ni una nube que nos hable,
ni una gota que proteste igual
que el amor cuando no es una camisa.
También hay música sacra en el abandono,
en la conmoción del paisaje
y los palacios infantiles.
Jugaba a ser el lobo, el jabalí, el cerdo, el hada.
Quería ser Circe en medio de gravillias,
con la lluvia vegetal de sus colores obscenos,
con el vestido ceñido a la cintura.
Ahora, junto a lo que la ruina entrevera,
pienso en un caballo.
Si lo monto desnuda con mi nombre,
solo tú sabes por qué sigo perdida.
ÁLBUM NO DICHO
Digamos que en el sueño
ya no había más guerra.
Volvíamos juntos a la infancia.
Allá, con los guayabos.
Allí, con los huizaches.
Nadie herido.
El viento soltaba las ciruelas.
Las mirabas caer igual que música.
Me dabas cinco que no quería gastar.
Las guardaba para el futuro.
Yo sabía que los cuentos
de la abuela, que los jinetes
y los ángeles enloquecidos
llegarían cuando estuviéramos muy lejos.
Cuando soñara con jardines,
cuando el desierto diera pánico
y más melancolía.
Las ciruelas se pudrieron.
Se mancharon los vestidos.
Cada quien se fue a buscar palabras
en países blancos, ajenos.
Pero alguien se quedó escuchando
las trompetas de este apocalipsis.
EL PAÍS EXTRAÑO
Ven, están matando gente afuera.
Haremos de la sangre un recuerdo lejano.
Soy tu mujer imaginaria.
La golondrina de mi nuca es lo que resta
de las distancias antes de los frutos negados.
Te puedo hablar de lo que nunca sucede
con mi chistera en medio del terror y la pólvora.
Están matando gente afuera.
Deberías besarme y yo parar los juegos del granizo.
¿Quién va a salvarse de esta ceremonia oscura?,
¿con qué ojos sino los tuyos que alimentan
la conversación en Comala?
Sueño que vienes como el poeta que nada quería
más allá del adiós buscando
un país extraño y un río sucio.
Sueño que vienes, pero siguen matando gente afuera
y nos quedamos haciendo la vida al otro lado del ventanal.
Lo básico, eso te doy, flores ardiendo en la tormenta.
Mi mano si nos movemos entre cadáveres de niños.
Mi boca en tu mente que nos busca
igual que el náufrago a una bengala.
POR SI ACASO
Y si vinieran por nosotras,
iríamos, como la Woolf,
con nuestros libros en la mente,
con nuestro canto por delante.
Y si vinieran por nosotras,
iríamos sabiendo que soñamos lo imposible,
que no dejamos de sangrar porque quisimos,
que no abandonamos en la calle a ningún justo.
Y si vinieran por nosotras,
iríamos con las manos en la nuca,
con el orgullo en alto,
meciéndonos como banderas
con los senos libres de culpa.
Y si vinieran por nosotras,
iríamos porque marchamos,
porque fuimos la tierra,
el caldero,
el agua del rebelde
y el consuelo en la agonía.
Y si vinieran por nosotras,
con sus armas largas,
sus uniformes del crimen,
sus puños de patriarcas psicópatas,
iríamos porque entonces,
si vinieran por nosotras,
es porque habríamos vencido.
AUTOPSIA DE UN VESTIDO
Aquí se las llevan,
las despedazan,
las devoran.
Aquí, al centro,
las sepultan
o las arrojan heridas;
no es suficiente
con su costra en medio.
Aquí las levantan
y las explotan,
se las llevan a gritos
como el calor
se mata con un golpe
de agua fría.
Aquí nadie regresa
por sus cuerpos,
es un viaje sin retorno
ir detrás de ellas.
Aquí se las bañan,
se las entregan,
y se las devuelven
con un muerto
muy vivo en el útero.
Aquí nadie quiere
hablar en su nombre;
también las borran,
las ultrajan
con machetazos
de olvido,
pero antes se la llevan,
luego las despedazan
ante los ojos del mundo
quien lame sus restos
como una bestia.
Aquí las marcan
con una cruz,
con un discurso,
con otra a la que raptan.
Aquí a todas les nace
un negro apellido,
un rigor mortis
en forma de cuerno
y no se puede decir
lo que pasa con ellas.
Tampoco aplauden su poesía,
su derecho al sol
o la forma
en que miraron la luna.
Aquí las secuestran
de varios modos distintos:
las mutilan con lentitud
a pleno invierno,
a pleno verano,
ante los ojos del
padre, del hijo,
del novio,
del esposo,
del hermano.
Aquí quema el ácido
que las destruye.
Aquí en el pez, la voz;
aquí las letras
de un mar
de pancartas.
Aquí lo urgente
y lo inútil
como un papalote
en la tormenta,
como moscas gordas
sobre los cadáveres.
Alma Karla Sandoval. Poeta, periodista y docente. Obtuvo apoyos del FOECA y del FONCA en 1999 y 2001. En 2010 y 2018 se le concedió la Beca de Creadores e Intérpretes con trayectoria del PECDA. Premio Nacional de Periodismo, AMMPE, 2011, y los Juegos Florales de Cuernavaca, Morelos 2012, en cuento y novela corta. Premio Nacional de Poesía Ignacio Manuel Altamirano 2013. Recibió, por su primera novela, el Premio Nacional de Narrativa Dolores Castro 2015; y el Premio Nacional de Poesía “Noble y Leal Ciudad de Tepic 2015”. Es Premio al Mérito Periodístico 2019 y ganó el Premio Nacional de Poesía María Elena Solórzano 2019, también el Premio de Obra Inédita, en la categoría de ensayo, del Fondo Editorial de la Secretaría de Turismo y Cultura de Morelos, 2019. Es miembro de Sistema Nacional de Creadores desde el 2020. Cuenta con más de veinte libros publicados. Su obra ha sido traducida al inglés, francés, rumano, portugués y ruso.