16 Abr 2024

94. POESÍA CHILENA. ROSABETTY MUÑOZ

-24 Oct 2020

 

HAY OVEJAS Y OVEJAS

 

Las que comen de cualquier pastizal

y duermen con una sonrisa de satisfacción

en los potreros.

Las que caminan ciegamente

por los caminos acostumbrados.

Las que beben despreocupadas

en los arroyos.

Las que no trepan por pendientes peligrosas.

Esas van a dar lana abundante

en las esquilas

y serán sabrosas invitadas

en las fiestas de fin de año.

Hay también

las que tuercen las patas

buscando campos de margaritas

y se quedan horas y horas

contemplando los barrancos.

Esas balan toda la gran noche de su vida

encogidas de miedo.

Y hay, por fin,

las malas ovejas descarriadas.

Para ellas y por ellas

son las escondidas raíces

y los mejores y más deliciosos pastos.                                                                                         

(ya no vienes a iluminarme)

 

El preferido de mi corazón pronunció mi nombre

una tarde sin quebraduras.

Dijo “nunca cambiaría la casa de mi padre por ti”.

Y yo soñaba que era el más grande

porque no lo vencía una muchacha.

Pero el asalto del mal astilló cada uno de los sueños

desató techos con soplidos de animal sacrificado.

El viento arrecia. Corren niños despavoridos.

El mundo fue tan grande como para perdernos.

 

 

BUTACHAUQUES

 

En el sueño

mi hijo se cruza con carapintadas

que allanan poblaciones.

Reconozco sus arcos y flechas infantiles

y lloro encogida

mirando el blando cuerpo

             lloverse, recibir el embate del odio

             tan desprotegido de mí.

 

 

NO SE CRÍAN HIJOS PARA VERLOS MORIR

 

                                     Cuando el mar se llevó a sus tres hijos

                                     Ella estaba acodada en la puerta de

                                     su casa, pensando en ollas aladas y repletas.

                                     De pronto cayó en un vacío del que surgió

                                    vieja y encorvada. No necesitó entrar para

                                    vestirse de negro. Ya estaba recogiendo flores

                                    cuando salió su hombre con la radio en la

                                    mano, desamparado y tembloroso.

 

Ella es una sábana flotando sobre nosotros.

Nada detiene el remolino que alienta su vuelo.

Desde su vientre deshabitado

los ovarios violeta se abren como flores nocturnas.

La ansiedad es un arrecife

donde acerados corales hieren los cuerpos amados.

Sin hijos bajo sus ojos

quisiéramos las madres

ofrecerle un trozo de pañal

para vendar sus muñones o un arca

donde recoger los salados restos.

 

 

DESEO

 

El deseo es un barco poderoso

arriando anclas y cadenas

en medio de la noche.

 

Estallando con el estrépito

          de las posibilidades.

Bajo el silencio crispado

el ansia apenas perceptible.

 

Es también, el despliegue de luces

en las islas de canales tan angostos

donde un barco, más que navegar,

          acaricia.

 

 

DESPRENDIMIENTO

 

La gran explosión

nos condenó a lo singular

 

solitos     flotantes     mínimos

 

sumergidos en el caldo absoluto

deseando otra vez

               el Enlace.

 

 

ESPESOR DEL INSTANTE

 

En días como éste, se vuelve a inundar el patio de la infancia. El barro donde chapotean las gallinas, se vadea con tablones puestos uno a continuación de otro. La madre junta valor durante el día para enfrentar la oscuridad de la noche que se anuncia especialmente dura. Afuera estallan ventarrones fortísimos, truenos y relámpagos pero los niños de sus ojos tenemos permiso para ser felices y desarmar todo el orden doméstico: la cocina se convierte en una carpa de circo con las colchas y frazadas. El trapecio cuelga del techo y mi hermana se balancea en calzones a los que hemos pegado papeles brillantes. Soñé tanto con estar trepada allí alguna vez con el pelo flotante y un traje de pedrerías. Pero lo mío era mirar. Y de algún modo, todavía estoy debajo de la mesa contemplando a mis hermanos y sus faenas riesgosas. Desde el lavaplatos a la mesa de la cocina, el palo de la escoba para los más osados o una tabla también sacada de una cama, permiten el lucimiento de los equilibristas.

 Y otra vez una sonrisa me atraviesa de parte a parte cada vez que la lluvia empieza a tupir y se adivina el temporal. Porque la vida sigue siendo como esa improvisada carpa de circo. Mi madre en las sombras; su mano que no se ve, contiene el hilo de todo y ha dejado que cada uno se despliegue  según un tejido que tal vez no entiende pero confía porque es un hilo que viene de lejos sin cortarse, desde su madre y las otras más antiguas. Mis hermanos siguen de lleno atravesando pruebas como si jugaran y yo aquí, deseando atreverme, agazapada un poco, ahora tras las cortinas .La sonrisa, ahora como entonces, no logra borrar el remiendo de las sábanas. Siento, eso sí, un aire de término y sospecho que no desfilaré en el gran final con tacos altos y medias caladas.

 

 

YO, PIEDRA       

 

Recuerdo exactamente el día que encontré la piedra escondida debajo de un montón de lamilla en la playa. Estaba cubierta de una capa oscura, algo viscosa, que me llevé a la nariz como si fuera el mar entero en el hueco de mi mano. Y yo tuve la culpa por frotarla hasta sacarle brillo. Enseguida se hizo una reunión en la escuela para instalar el motor de la luz eléctrica. Yo no sabía lo que podía provocar la piedra así es que la andaba trayendo en el bolsillo de mi delantal y cuando estaba sola, me gustaba sacarla y pasarle un paño hasta que despedía unos destellos luminosos. Así, cada vez fue llegando el retén de carabineros, la lancha grande del maestro Ciro, la ampliación de la escuela. Cuando me di cuenta de los poderes de la piedra, mis vestidos me quedaban chicos, casi toda la gente andaba con zapatos y muchos jóvenes se habían ido ,para siempre de la isla. Entonces, tomé el ágata maravillosa – ojitos de gato – y la envolví en un trapo negro, después la metí debajo de una tabla suelta del piso, pero ya era tarde. Su efecto se había desatado y, por inercia, la velocidad del tiempo ya no paró más.

 

 

A RIMBAUD

                     

                              “Para volver a vernos mañana,

                                     como siempre”

                                     (Inscripción en Nicho 31, Cementerio de Valdivia)

 

Si supieras, Rimbaud

cómo está la vida en estos días

volverías a irte

y con los nuevos adelantos,

le darías unas cuantas vueltas

a nuestro pobre mundo.

Porque es verdad que todo es difícil.

Es verdad que solemos pasear nuestra precariedad

en los colectivos, gritando por la salvación del alma.

Es verdad que nuestros cementerios crecen

los llenamos de flores

y mandamos a escribir las esperanzas en cemento.

Y es verdad también

que necesitamos fuerzas como la tuya

para tomar por asalto la poesía.

 

Sí, seguimos sufriendo por las mismas cosas.

Pero tú elegiste meterte de cabeza en el engranaje

Declarando inalcanzable la maravilla

y nosotros sólo desearíamos

que hayas estado equivocado

o que algún resabio de perversidad

te haya hecho callar otra verdad definitiva.

Porque Rimbaud,

el hombre no puede ser tan poca cosa.

 

 

LA FLOR DE LA DICHA

 

Aquí, a orillas de la mesa

con la ventana entreabierta

y una tetera silbando monocorde,

el instante despliega su andamiaje.

 

Descanso el rostro sobre el brazo

y me dejo recorrer por esta paz.

Ya antes de todo, ahí

                      en ese sitio

estaba concentrada la plenitud.

 

El fuego, la luz, los objetos amados

reunidos en capullo

          se abren  sin aspavientos.

 

Es la flor de la dicha

        que estalla unos segundos

y perfuma, al extinguirse,

        los demás momentos del día.

 

 

Rosabetty Muñoz Nace en Ancud, Chiloé en 1960. Desde su titulación como Profesora de Castellano ha ejercido labores de docencia en distintos establecimientos educacionales de Chiloé y participado activamente del desarrollo cultural del sur de Chile. Ha publicado Canto de una oveja del Rebaño, Ediciones Ariel, Santiago (1981); En Lugar de Morir, Editorial Cambio (1987); Hijos, Editorial El Kultrún, Valdivia (1991); Baile de Señoritas, El Kultrún (1994); La Santa, historia de su elevación. Lom ediciones (1998); Sombras en el Rosselot, LOM ediciones (2002) Ratada, LOM ediciones (2005) En Nombre de Ninguna (ediciones El Kultrún, Valdivia, 2008 )y Polvo de Huesos (Ediciones Tácitas, 2012); Chiloé, ovejas en la memoria (Quito, Ecuador, 2016); Hijos (Ofqui Editores, 2016) Ligia (LOM Ediciones, 2019) Técnicas para cegar a los peces  (Editorial UV, 2019) Misión Circular (Lumen, 2020) Santo Oficio (Ediciones UDP, 2020). Ha recibido distinciones por su trabajo, algunas de ellas son: Premio Pablo Neruda, por el conjunto de su trabajo (2000); Beca Fundación Andes (2000); Premio Consejo Nacional del Libro por Sombras en El Rosselot, como mejor obra inédita (2002); Nominada al Premio Altazor (2009) por el libro En Nombre de Ninguna. Premio Regional de Arte y Cultura (2012). Premio Altazor 2013 por la obra Polvo de Huesos. Obtiene Beca para escritores profesionales para escribir libro de ensayos El Hueso expuesto (2014) Miembro de la Academia Chilena de la Lengua (2014). Premio Manuel Montt de la Universidad de Chile y Fundación Manuel Montt por Ratada ( 2018) Ha participado en numerosos Festivales de Poesía, Ferias del Libro y presentaciones literarias en países como México, Argentina, Venezuela, España, Polonia, Francia, Inglaterra, Irlanda, Italia. Alemania y otros.

 



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