BIOGRAFÍA MÍNIMA DE UN PALABRERO
Para Vito Apüshana,
palabrero mayor.
Abuela me enseñó el misterio que habita en las palabras.
Imponía su silencio en medio de la noche
para que yo, niño aún, la escuchara pronunciar:
candil, desierto, tempestad y chinchorro.
Me enseñó que dentro de la palabra raíz
un corazón se agita para llenar de esperanza
los días del hambre
y en la palabra voz
están contenidas todas las músicas del mundo.
Ella dijo: profundo, en la palabra abismo,
arde toda la luz que buscan los pájaros.
De ella aprendí que la palabra cosmogonía
lleva en cada letra la historia de todos nosotros.
Viví como quien encuentra en las palabras
la cartografía secreta de un viejo buhonero.
Cada día fue un redoblar de tambores en la acequia.
Días hechos con sonidos de letras indomables.
Nunca supe qué hacer con ellas.
Hoy, cuando los años reclaman los secretos de la infancia,
invoco a Abuela y su fantasma
para que revelen el misterio de las palabras que olvidé.
Inédito
POEMA PARA UNA MUCHACHA DE PROVINCIA
Sin importar ese ruin
y herrumbroso universo en que crees,
muchacha, has de saber que en un país empobrecido
un hombre quiere ser todos los hombres para ti.
Muchacha, lo que debes aprender
no es que mercachifles y payasos
aseguren que el mundo acabará en 2022,
ni que en el balance del debe o del haber
el amor se trafique con dinero.
Lo realmente importante es
que un hombre se oscurece adentro
al respirar un aire que no trae
tu figura con la brisa de la tarde.
Muchacha, tal vez, olvidé decir
que ese hombre te pertenece
desde aquella mañana de navidad
en que te vio pasar y maldijo la calle descascarada
que se cruzó en sus caminos.
Lleno de miedo escapó al resplandor de tus sentidos
y tomó el sendero que conduce a la cartografía de las sombras.
Hermosa muchacha de provincia,
hoy debes saber que ese hombre
persigue mujeres que no fueron para él.
Recuerda siempre que no tenía ojos, solo cuencas vacías,
y en el lugar donde debió estar su corazón
le han plantado un pájaro de fuego.
Muchacha,
el monstruo que lo habita algunas noches
decide salir y hacer estragos en su vida.
No olvides, entonces, si te traiciona debes matarlo.
Del libro Correo de la noche (2018).
FANTASMA DEL VIENTO
Bajo la sombra tutelar de la nostalgia
veo una mano, un cuerpo arqueado, otra sombra.
Me reconozco en medio de la sala
y pienso entonces en días más felices.
Me descubro siendo el mismo hombre
que nunca ha volado y jamás cruzará el mar.
Sé que soy un aprendiz de la luz y el movimiento,
apenas un hombre de provincia
que no puede hablar de altos edificios,
de luces de ciudad,
y elegantes prostíbulos con olor a menta.
Sé muy bien que las autopistas
y los vendedores de marihuana me son ajenos
y el ruido ensordecedor de la guerra me es propio
porque mis huesos hacen parte de este país de ausentes.
No conozco las montañas
ni puedo distinguir los nombres de los árboles.
Soy de pueblo,
apenas salgo al traspatio de la casa
a ver en las cuerdas de la ropa
una gota sujetarse a la vida.
Mi viaje más largo ha sido a la Plaza de los Negros
donde gentes pobres venden cuerpos y maíz.
Conozco, a ojo cerrado, los callejones de la Plaza de Mercado
sé a qué huelen pisos y paredes
y puedo entrar de espaldas en la vieja biblioteca.
Soy un hombre encerrado en sus palabras.
Prisionero justo de mis miedos.
Emperador del polvo, del silencio, del ayuno.
Tomo aguardiente en cantinas
donde mi padre sentiría vergüenza
y juego el juego ruin de los reproches.
He dejado el alma en un camastro
y he besado a la belleza en los tobillos.
Soy un hombre simple
que amenaza al odio con palabras,
que sale cada día a quitar las vendas a los muertos,
a curar heridas en los brazos de mis hijos,
a limpiar cuchillos que manchan las calles
de este triste barrio de provincia.
Estoy aquí
bajo el dintel de mi puerta —sin cerrojo—
sin más amuletos que estos versos,
ofendiendo los recuerdos,
escuchando un coro de ángeles que desconozco.
Estoy aquí —Fantasma del viento—
observando en los alambres del patio
una gota temblar mientras se sujeta a la vida.
LOS HUÉSPEDES SECRETOS
Es agosto y llueve sobre la ciudad.
Camino solo por el viejo estadio y observo
(bajo los puentes o en los parques)
enamoradas parejas que se olvidan del mundo
y eso no logra estremecerme.
Veo pasar una alegre muchacha
y su presencia no logra intimidarme.
Bebo el vino de los días
en un solitario bar del centro
donde la ausencia de los amigos es presencia.
La delgada voz de Edith
no logra remover tanto acero de mis días.
Llego a casa
el correo trae noticias de un libro,
de la muerte de un amigo
y siento la presencia de los huéspedes secretos.
Hace meses invaden mi cuerpo, la casa,
los inservibles utensilios de la cocina.
Me niego a alimentarlos
a dejarles una hendija,
a abrirles una puerta.
Ellos ganan terreno
se albergan en las camisas,
los encuentros bajo el sombrero,
tras los cuadros desteñidos de la sala,
en las volutas del cigarro,
en rincones donde una vieja pelota
me despierta melancolías en desuso.
Cambiarlo todo:
el beso de Andrea en una plazoleta de Milán,
el cortejo de una muchacha en la exposición de Antonio,
mis poemas publicados en España
la triste voz de Edith
o las alegres páginas de un amigo.
Cambiarlo todo
por patear una pelota
y sentir correr la vida
en una cancha de barrio.
EVALUACIÓN PERSONAL SOBRE MI CUERPO
Yo comprendo: he vivido
un año más, y eso es muy duro.
Ángel González
Qué interés, puede tener
ocultar las arrugas y las barba cana
dejar atrás la vida de bohemio,
resistirme a creer en mi ceguera
Si igual, este intruso, entra en la casa
usa mis camisas, ensucia los platos,
y duerme en el sofá.
Es inútil salir sin que se entere
pierdo el tiempo si juego a esconderme.
Tras mi sombra están
las tabernas tardías de mi vida
llenas de vendedoras de flores y puticas,
los cuartos de hotel y sus fantasmas,
las calles desiertas en la madrugada
y los taxis amarillos que las cruzan.
Cuando regreso, ebrio o con insomnio,
y por casualidad me veo en el espejo
puedo conocer mi rostro rejuvenecido:
la mirada ardiente de las viejas fotografías,
la risa de dientes de conejo
y la voz ronca de jazzista.
Inevitablemente recuerdo el pasado
y maldigo al intruso que se apodera de mis días.
De qué sirve evitar el cigarrillo y el licor,
adaptarse a una dieta,
tomar la pastilla contra el insomnio,
correr una hora o cenar pescado…
si con dificultad puedo perderme
en el humo negro de los bares
y huir del inquilino y no dejarme atrapar por sus temblores
para poder comprar un poco de cariño en las esquinas.
Es cruel y violenta la imagen de la mañana.
El espejo dice que ya no tengo chispa
que los tenis sucios y los bluyines rotos
resultan ridículos cuando se vive
en la edad de los helechos.
Del libro Los huéspedes secretos (2015).
SALMO PARA DESPUÉS DE LA GUERRA
Tal vez la poesía, […]
puede ser la prueba irrefutable,
o cabeza de un prontuario definitivo
de que Dios existió alguna vez.
HÉCTOR ROJAS HERAZO
Señor,
ahora somos frágiles…
los años de la derrota (aunque hayan quedado en el olvido)
habitan entre nosotros. Por eso hoy el poema es bálsamo
Señor de los remendados,
ya no podemos elevar oraciones:
conjuros para ahuyentar enemigos y pestes,
tal vez un Poema que sirva de diálogo
para diluir tantos miedos acunados en viejas plegarias.
Señor,
como tus llagas,
las nuestras son huellas de fe en medio de la ola de siniestros.
También hemos caído y nos hemos levantado
para espantar los pájaros de la angustia
que anidan en nuestras lágrimas.
Señor de los fragmentados,
redime con tu sabia mudez a tus hombres y mujeres,
herederos ambos del miedo,
para que la fragilidad se desvanezca y
retornen a nuestra voz y nuestros sueños
y nuestras casas las Bienaventuranzas.
Así sea.
CANCIÓN DEL BULEVAR
Hay hombres
que se dejan seducir
por las luces de neón de una avenida.
Hombres que ríen con carcajadas rotas
en medio del bulevar
porque el viento en fechoría
levanta la falda de una muchacha
fresca como mayo.
Hombres-niños
deslumbrados por los senos de candil
de una adolescente distraída.
Hombres que se piensan hombres
y reaccionan como críos ante el dolor.
Ellos, arrastran, por calles y teatros,
por iglesias y oficinas una sombra de derrota y amargura.
Sus gastadas voces de payaso no logran redimirlos.
Cada día rasuran su barba pobre, anudan su corbata,
limpian sus anteojos, cuidan sus bolsillos
y sueñan con la felicidad
emergida de los ojos de una colegiala.
Hay hombres-pájaros
—Inocentes y torpes—
que gastan su vuelo miserable
en odiar hasta la muerte al esquivo amor
que los ensombrece y los corroe.
Hombres, en fin,
que se inventan (cada tarde en la taberna)
a otros hombres más felices
para que les ayuden a engañar sus simples vidas.
Del libro Los amigos arden en las manos (2010).
VOCES DE GEPPETTO
Llevas por memoria un bosque entre las manos. Con los ojos cerrados dices: cedro rojo, negro chanul o pino amarillo; basta que tus dedos se posen sobre la madera para nombrarla. No conoces, no puedes conocer otro lenguaje sino el silente idioma de los árboles donde las raíces son historias sin escribir y las hojas plegarias de aves que cantan en mayo. Entre el guayacán y el ébano realizas la más humilde de las tareas: convertir la madera en utensilio. Cada uno lleva en las manos su destino y tú heredaste de Geppetto y de José la tarea de tallar la Copa de la Alianza. Tú, que das forma al candelabro medieval, a la silla celta o a la mesa francesa no olvidas guardar leña para los fogones del tercer mundo. Hoy escribo para ti Nelson, para tu oficio de carpintero con el cual llenas los rincones de nuestra soledad a cambio del pan de cada día. Cada uno lleva en las manos su destino, ahora lo sabemos, ahora cuando la memoria nos olvida como a una vieja melodía que en la distancia toca un violinista bajo el viento de enero.
VENDEDORA DE SOLES
Una flor en las manos de una niña es una lámpara, lo supo entre campos de margaritas silvestres, era la época del maíz y del café. Después la guerra y el horror, el espanto y la huida. Sus manos acostumbradas al trigo maduro y al agua limpia no supieron hacer otra cosa, y la soledad de las calles la arrojó al silencio. Vende flores en el parque central. Una noche, sus manos —iluminadas por un girasol— resplandecieron en la cantina y Don Alfredo conoció el amor. Ella le ofreció un ramillete de astromelias y él quiso comprarle su amarga sonrisa de días sin pan. La mujer vende flores, flores que en sus manos son heridas de una historia que no eligió vivir.
Del libro Noticias alrededor de un fogón. 2010
Juan Carlos Acevedo Ramos. Manizales - Colombia. Poeta, ensayista, Divulgador cultural. Ha publicado los libros de poemas: Correo de la Noche (Secretaría de Cultura de Caldas. 2018) Los huéspedes secretos (Universidad Central del Vale 2015), Noticias del Tercer Mundo (Caza de Libros Editores. 2011), Los Amigos arden en las manos e Historias alrededor de un fogón (Editorial Universidad de Caldas 2010), Sus poemas también hacen parte de varias antologías colombianas e internacionales y ha sido traducido parcialmente a varios idiomas entre ellos el inglés, el griego y el búlgaro. Ha obtenido El Premio Nacional de Poesía Carlos Héctor Trejos Reyes, 2009, el Premio Nacional de Poesía “Descanse en Paz la Guerra” convocado por la Casa de Poesía Silva en Bogotá. Fue finalista en 2015 del Premio Nacional de Poesía del Ministerio de Cultura de Colombia y obtuvo recientemente el segundo lugar en el Premio Nacional de Poesía Ciudad de Bogotá.