HUELGA DE SILENCIO
Ese día empezó una huelga especial. Huelga de palabras. Ana empezó
a tragarse sus palabras. ¡Cómo duele lo no dicho! dijo, muda.
Es que no hay chamán que cure un empacho de palabras. Y Ana estaba empachada.
Hacía seis meses que no escribía nada. Nada,
ni un twitt. Ni un poema. Ni un cuento. Ni una carta.
Eso sí, no dejó de anotar en su mente cada coma, cada verbo que se le cruzaba; cada punto, cada coma. Tenía adjetivos y verbos guardados, por si un día, volvía a sonar.
El silencio, apretaba cada día más, como si tuviera capullos en la boca.
—Huelga de palabras— sentenció; abriendo la boca por primera vez, dejando escapar algunas vocales y adjetivos sueltos.
De inmediato sindicatos, gremios, asociaciones de puntos suspensivos, comas y letras empezaron a invadir sus cuerdas vocales, demandando sus derechos. Hubo un feroz forcejeo; qué historias deberían ser narradas. Qué desesperanzas. Qué agujeros. Qué sueños.
Mientras las verdaderas historias volvían a escabullirse en sus silencios más oscuros. En lo no dicho. Ahí, Ana esconde canas que no atisban y recuerdos que no recuerda.
Ahí, Ana colecciona besos clausurados, y noches prohibidas.
Otra vez el eco; “Descansa vida mía, ya pasará mi cielo, descansa niña mía, ya pasará mi cielo...”
Silencio
Huelga de silencio
y un ya pasará
que no llega, que nunca llega.
“Descansa niña mía duerme, descansa, ya pasará mi cielo, descansa vida mía”
El cántico persigue las veredas de barro, calles sin loseta y miedos con lombrices.
La voz infante, murmura cosas que nadie entiende.
Mientras palabras, adjetivos, y verbos se rebelan a esta huelga de silencio que la cordura impone. Y, a pesar de todo, este relato logra escapar de su memoria en huelga.
Huelga de palabras, sentencia.
Ni desasosiegos, ni Vallejadas, ni tigres ni espejos. Nada.
Huelga de silencio.
El sindicato de puntos, comas y otros gremios afines piden tregua.
Pero una huelga es una huelga.
Una huelga de silencio siempre es larga, dure lo que dure.
El silencio se rompe.
Una huelga es un silencio muy largo, dure lo que dure, asiente Ana.
Un silencio es un secreto que proteger de la mirada ajena.
Y ella lo sabe.
TACOS
Tomo café oscuro, y sin azúcar. Tengo besos a montones, pero hay que desatarlos. Tengo que advertir que en mis ratos libres siembro dudas y desconciertos. Última advertencia, tuvo usted la malísima suerte de toparse con una mujer armada de libros y caderas. Ecuación difícil. Pero no se me desaliente, o desparrame, porque si —a pesar de todo— lo logra puedo asegurarle desvaríos inimaginables.
LA CREACIÓN
Y de tanto buscar a Dios un día sintió su olor.
Olía a mujer, y de su panza preñada nacieron mares,
ríos, espadas, y ombligos.
Gracias Dios, dijo.
Y ella asintió.
PUNTUACIÓN
A los muertos se les perdona sus miserias sus deshonras sus maldades cotidianas sus mentiras de todas las horas a los muertos se les perdona todo hasta la falta de comas.
ES ELLA
Hoy golpeó de nuevo, es ella, la conozco,
viene a atizar miedos
viene a llevarse mi pan, mi cena, mi risa.
Viene a hurgar viejas heridas.
Viene, la muy puta, a llevarse mi alegría.
(Soledad, esa señora.)
ACERA DE LA DESMEMORIA
Dos mujeres, un café y una acera destartalada
Primer sorbo
y casi ochenta años por silla.
Segundo sorbo
ya no hay carmín rojo en sus labios.
Tercer sorbo.
Ojos opacos,
bocas gastas.
El relámpago de algún recuerdo olvidado
apaga el recuerdo que vuelve a su sitio oscuro; la desmemoria.
Último sorbo.
Esperan.
Estoicas arremangan huesos, dolores y canas.
La avenida enciende sus vestidos raídos
Vuelven a sentarse.
Ya nada importa
los hijos ya se fueron
los nietos, se irán.
Las luces de los autos prenden ráfagas de recuerdos que ya no recuerdan.
Hay cierta paz en este café batido.
Hay un poema atrapado entre esas dos mujeres.
Un poema que merece ser escrito -digo, y empiezo.
Hoy me monto en ella
La siento en mi boca. Su brío ilumina amenazas, de una, se cuela en mi falda.
Aviesa me atraviesa. Me pone linda.
No hay maquillaje que le llegue a los tobillos. Ni tarjeta de crédito que la compre.
Escarba en mi pelo y me desata.
Me crecen alas. Mi niña comportada se sube a tacos invisibles e invencibles.
Salgo a la calle.
Resuelta.
Segura.
Hasta el viento tiembla.
Me trepo en ella;
Ya digo;
La risa es subversiva.
CAFÉ CALLADO
Me ofreció un café, debí suponerlo, a esta altura debería haberme ofrecido un vino. El café se puso turbio cuando llegó. Debió haberme ofrecido un vino -pensé-luego, miré el café, y -sin siquiera darle un sorbo siquiera- me levanté como un viento. Hay un abismo entre un vino y un café -pensé- y lo dejé con las ganas de decirme adiós.
Patricia Gutiérrez Paz: es escritora, periodista, y guionista. Es máster en Escritura Creativa en la Universidad de Salamanca/ España (2019) y autora de varios libros de poesía. Sus libros más destacados son: Arte Palabra, Una palabra que no digo y A través del Cuerpo. Su escritura es un desacato. Su prosa irreverente hace parte de varias antologías; destacamos: Antologia della Poesia Boliviana D’oggi (ed. Emilio Coco), y la Antología de Poesía boliviana (Visor).