TIRESIAS
El lenguaje es el límite de lo humano
y qué importa si estos dedos solo sirven
para mentir.
Cuando escribo voy en contra:
el poema avanza y cae como una piedra cae
como cae la noche.
Cuando escribo estoy tan ciego
que las palabras me leen a mí:
no hay espejo sino puente dinamitado
camino pedregoso, pie descalzo
contra el vidrio.
Toda escritura es una lucha entre el yo
y su ceguera: a veces lo desconocido
se hace carne y arranca sin parar
a veces no sé decir basta
y nombro hasta doler.
No hay oráculos ni ritos.
Cuando escribo le abro los párpados
a la palabra ojo
mi poema mira sin piedad.
THÉNON FOTOGRAFÍA A SCACCHERI
Hay que mirar de cerca la nervadura de las cosas
hacer foco en el deseo para apagar lo que quema.
Te veo como quien escucha con los ojos
como me gustaría ser mirado por los tuyos
y reconstruido después escombro por escombro,
palabra por palabra como quien sabe que la memoria
está cerca y nosotros lejos, que en mi recuerdo
estás cayendo todavía como tantas otras veces
(como siempre)
que la distancia es esto:
escribir la mano sin poder robarle un poco de verdad
al mundo
enjaularte en un flash tan efímero como dios
como las piedras.
Estás cayendo y me violenta la hermosura
porque el mundo acaba donde empiezan las palabras.
Tu belleza hace fuego en mi costado
es el paisaje quien se mueve:
estás cayendo y no quiero salvarme
si eso significa quedar de pie frente a tu cuerpo
NIÑO Y LUNA
Están sentados.
Uno al lado del otro, corazón adentro.
El amor arde porque está vivo y el cuerpo
es el martirio de un cáncer insufrible, precioso.
No hay fuerza para mí
en las palabras incapaces de condenarnos
a la pérdida o al olvido.
Están sentados.
El niño dirá una palabra para temblar
la noche: su nombre.
Va a escribirlo en una piedra.
Con el tiempo a eso va a llamarle perdurar,
sin percatarse de que todo se borra
incluso este recuerdo.
Sin entender que crecemos
en la medida en que aprendemos
a no morir
y que ninguna palabra basta
para plantarnos de cuajo
en la memoria.
Un día están sentados.
Al siguiente nunca más.
ME GUSTA CUANDO EN LAS FOTOS NO ME PAREZCO A MÍ
Cada vez que me veo en el espejo uno de los dos
está de más. Detesto mi nariz, mi lado izquierdo
y la forma de mis manos. Soy a veces la casa que habito
y también el escombro que se amontona en la vereda
no sé sacarme a pasear ni acariciarme el lomo
y a veces hasta olvido darme de comer.
Quisiera ser hermoso, que me mires sin piedad:
siempre quise preguntarte
cuántas veces me nombraste frente a otros
qué pensabas cuando me veías venir de lejos.
Nadie nunca me miró como quise ser mirado
nadie nunca trató de curarme con los ojos.
Me gustaría no saber que la poesía
es lo que queda cuando juego a perderme
y el mundo se desarma en mis manos
me gustaría dejar de escribir poemas y empezar
a decir la verdad: no hablar más de esta ventana
de las palabras que no digo ni los días que no pasan
no usar más la palabra ruina
reescribir mi poema sobre la distancia de las cosas
y acortar los kilómetros que me alejan de vos
tachando con fuerza la palabra nunca
me gustaría que al morir alguien diga que mi vida
fue una búsqueda de lo incompleto
que siempre me quedó grande este yo
DIALÉCTICA
A Claudia Masin
Me arranco vivo en el gesto de permanecer.
Yo quedé pensando que quedarse no es persistir
que la historia de la casa comienza cuando se vacía
que el primer recuerdo es siempre después.
No escribo esto como quien se va
sino como quien nunca supo irse
como quien descubre (por las malas)
que la belleza lastima casi tanto como la sed.
¿Construir una casa nos hubiera salvado de nosotros?
ni vos ni yo quisimos nunca una casa
pero la escribimos
escribimos hasta hacer una casa el llanto
y hasta pareciera que correr la herida basta
para no morir demasiado.
Los niños sentimos cuando llega el olvido.
Sabemos el momento exacto
en que la niebla comienza
a partirnos. Esto es también la inocencia
decir la palabra incorrecta
en el momento adecuado:
el niño murió de escribir el fuego
que lo hizo trizas
la luz recuerda el dolor que ocupamos.
PEQUEÑAS FUGAS
Se me escapa de las manos todo aquello
que alcanzo a escribir.
Mis dedos son tuberías rotas
caños herrumbrados por el caudal
de los días.
Ya no lucho contra la pérdida
ni la insistencia del goteo
y quisiera poder enmarcar su abolladura
en estas piedras.
Tendría que nombrar
(por ejemplo) la fuerza del impacto
y la verticalidad de la caída.
Tendría que escribir su ruido
y también su persistencia.
Sería inútil:
todos los poemas son palabras
a mitad de camino.
Escribir la escritura es mi única certeza.
De La jaula del hambre (inédito).
ROMPER UN VASO
Estaba al borde. Lo juro. Casi imperceptible,
atento a la ruina como a punto de darse muerte
como sabiendo el lugar exacto dónde hacer fuga.
Estaba al borde.
Tuve un amor alguna vez. Era como vivir de la sed,
darse contra el mar hasta romper el cuerpo.
Pero no era mi cuerpo lo que se fragmentaba
en la caída,
no esta vez. El vaso caía por el peso de su nombre,
dije vidrio y no necesité más para cortarme.
La poesía hace estas cosas.
APARTADO SOBRE LA ATROCIDAD
a Lucas
El niño dice tiempo y le sangra la boca
grita como queriendo arrancar de golpe
el gesto muerto de un dolor
demasiado inútil
la columna torcida de sostener
el peso de otros años
unas manos donde nadie espera
para la terrible ceremonia de mirarlo caer
no debería el miedo caminar descalzo
un paso y otro a la intemperie,
descenso transversal al agujero de los días.
el niño dice tiempo y le sangra la boca
un romperse contra toda luna
contra toda intensidad
De Los días de Babel (México, 2015).
Pablo Romero nació en Tucumán, Argentina en 1999. Es poeta y editor. Autor de Los días de Babel (México, 2015) y La jaula del hambre (inédito). Compiló junto a Rosa Berbel la antología Orillas (2015), una muestra de poesía joven argentino-española. Desde el 2019 codirige junto a Enrique Solinas Aguacero Ediciones, editorial de poesía y traducción con sedes en Buenos Aires y San Miguel de Tucumán. Residió en Eslovaquia como estudiante de intercambio de Rotary International y traduce poesía del eslovaco. Actualmente cursa el Profesorado y la Licenciatura en Letras en la Universidad Nacional de Tucumán, donde reside.