DEL TIGRE Y TU MEMORIA
Al primer fogonazo de la fiebre
el tigre te saltaba del fondo de los párpados
La asfixia de sus zarpas en la noche sin ángel
—sin miradas
Era la sombra que acechaba tras el día turquesa
El rostro atravesado de gestos oblicuos
La risa tarántula de las visitas
Nadie salvaba tus ojos reventados
detrás de las endijas del postigo
cuando pasaba lento
el cortejo del mundo ya sin máscaras
Sin embargo es ahora
Para siempre es ahora cuando no acude nadie
y el tigre del vacío
—es tan real.
Poemas en blanco y negro, 1994
SABER PERDER
Acaso nada se pierda
ni la vida cuando en verdad
nada antes teníamos
Ni el amor
que nunca fue completamente nuestro
Espejismo salvaje
una costumbre más
un sueño menos
Saber perder
saber pasar sobre las cosas
camino de la nada
Saber ganar
bajo tanta pérdida aparente
Saber vencer
en el despojamiento de uno mismo
Todo olvido
todo fracaso
—única y última
victoria posible.
Poemas en blanco y negro, 1994
TRENO POR LOS MUCHACHOS MUERTOS
Para Javier Ángel y Diego Alexánder Estrada, en memoria
Su silencio es herida mortal, oscuro labio
que condena la luz de una ciudad que, como pájaros
los vio pasar y caer sobre sus calles
una noche, una tarde, una mañana cualquiera…
Dónde están hoy sus rostros de estrella medular,
sus ojos de inquietud, su fuego, su deseo insaciable?
...Sus gritos, ¿a qué fondo, a qué altura,
a qué extrema frontera se lanzaron?
La noche los acogió bajo su ala de cuervo
y entre estallidos cósmicos sus voces
melodías eléctricas modula con la mecánica estelar
Pero sólo el asfalto aquí abajo
piedra de sacrificio
sólo el perfil danzante de la nube
en lo alto de la casa, ese rincón donde alguien
que los amó los recuerda
Sólo el libro, la flor que nuevamente se abre
en el pequeño jardín, la música y las fotografías
en el álbum guardadas, son vestigios
de su paso apurado por la tierra
ángeles adolescentes súbitamente desaparecidos
En otras bocas, otros ojos, volverá a moldearse
acaso su milagro, pero quién nos dirá
qué verdad, qué grandeza, qué mundo irrepetible
se ha perdido
se ha ofrendado
—al abismo.
Fatum, 2000
OTRA CASA
Para Javier Naranjo
Habito después de todo la casa
construida en sueños, la casa
levantada en la región translúcida
en el deseo inmensurable
Sus cimientos se afianzan en la niebla
junto al acantilado de la nada se yergue
Y sin embargo
por sus pasillos me extravío
en sus profundos salones silenciosos me refugio
Crezco, vivo y espero tanto
detrás de sus ventanas, bajo su techo cóncavo
descifro la luz famélica del mundo, la imagen
y el lenguaje sin edad del vacío…
Sus paredes no ocultan
—revelan mis secretos
al sol furtivo que las hiere
Mas no está en sitio alguno nomenclada:
mi casa soy yo mismo
—heredará la muerte sus jardines.
Fatum, 2000
PAÍS DE SILENCIO
Alguien se atreve a preguntar por el que no ha vuelto
y las sombras le contestan: nada, nadie, ninguno
Alguien deambula husmeando los últimos pasos
los ayes que dejó en el aire, las voces que aún
se cuelan debajo de las puertas. Alguien
bajo las sábanas húmedas de la medianoche
no logra conciliar el sueño, espera hasta la alta
desolación del alba esa noticia, ese ya, ese basta
—Ese grito final que restablezca el curso de los días
y desate la voz sobre el vacío
excavado por años de silencio
—y miedo.
Oscura edad, 2006
DE LA MUCHACHA ASESINADA
Ante quién
por mis manos y pies hechos polvo
mi rostro en su primera lozanía, calcinado
por mis pechos cercenado esa noche
—clamaré restitución
Ante quién
por los días más bellos arrojados al fuego
por la risa de la mañana, aniquilada
la fuerza de mi sangre sembrada entre piedras
—tasaré la pérdida
Ante quién
del amor destruido, los sueños bajo tierra
la belleza reducida a un montón de vísceras abiertas
el deseo mutilado
del grito y el sollozo sólo oídos
por las potencias indiferentes
—pediré respuesta.
Ante quién
por la palabra todavía crédula o apenas ingenua
de la vida y el espanto que la ahogó
—obtendré explicación.
Oscura edad, 2000
SE LLAMA POESÍA
Homenaje a Aldo Pellegrini
Se llama poesía todo aquello que cierra
la puerta a los imbéciles, sí. Todo aquello que abre
en cambio, la visión y el secreto del mundo a los inocentes
a aquellos que lo apuestan todo a nada
los que no guardan, no se cuidan, no acechan
no calculan y sin embargo están siempre a punto
de encontrar como por casualidad
incluso el amor, la muerte, la vida misma
Se llama poesía todo aquello que tira los pies
tras lo imposible, lo que revela el otro lado de las cosas
lo que canta al final del desastre sin motivo alguno
lo que te avienta inclemente fuera de tu ser
o invade en silencio —marea extraña
el interior hasta ahogarte los ojos
Se llama poesía todo aquello que estalla
de golpe en la palabra sin aviso y sin lógica
lo que no puede explicarse propiamente a los listos
a los que siempre tienen la razón
Se llama poesía todo aquello que vuelve luego del exilio
la derrota, los miedos. La luz que un día retorna
a los cuartos cerrados de la vieja memoria
la antigua, recuperada simplicidad de los días
el viento que reaviva una llama en la noche
lo que nos sobrevive
lo que siempre nos queda más acá de la herida
la pérdida más honda
como una última, callada
—oculta fortaleza.
Oscura edad, 2000
MIENTRAS CIORAN ENMUDECE
En las cimas de la desesperación
también el silencio
la ebriedad del silencio
En las cimas de la lucidez
también la alegría
de no ser nada
En las cimas de la soledad
también la risa
la máscara de la risa
En las cimas del vacío
la rotundidad de un cuerpo
el deseo
En las cimas del deseo
también la rotundidad
—de su vacío.
Poemas de Otra/parte, 2012
LA RUEDA LENTA QUE TE MUELE
Esa quemadura
esa luz que cava y revienta
silenciosa por dentro
Uñas rasgando desde el fondo
como si alguien estuviese asfixiándose en ti
o buscando salir de ti
Tal vez el que eras hasta ayer
quizá el que serás mañana
Entonces es afuera igual la náusea
antes de escalar el vacío
Aferrarse a la rueda lenta que te muele
segundo por segundo
silenciosa, eficaz
Mientras cierras los ojos e inclinas la espalda
ensordecido, perfectamente
aleccionado
—en el terror.
Locus solus, 2013
ANTIORACIÓN
Que la vida me agarre confesado
boca arriba del miedo
aleteando en el azul
Una sola canción
una palabra sola
—dioses desconocidos
cantaré para vosotros
No pido ningún cielo
no ignoro vuestro infierno
Sólo este instante es mío
no lo carguéis de eternidad
Dejadme ir cuando quiera
no me atéis
no pidáis mi fidelidad
—Mi fe última
Esa apenas me alcanza
—para el día.
Monodia, 2015
Pedro Arturo Estrada nació en Girardota, Colombia, en 1956. Ha publicado los libros: Poemas en blanco y negro (Universidad de Antioquia, Medellin 994); Fatum (Colección Autores Antioqueños, Medellín 2000); Oscura edad y otros poemas (Universidad Nacional de Colombia, Bogotá 2006); Suma del tiempo (Universidad Externado de Colombia, Bogotá 2009); Des/historias (Cuadernos Negros Editores, Armenia 2012); Poemas de otra parte (Cuadernos Negros Editores, Armenia 2012); Locus Solus (Sílaba Editores, Medellin 2013); Blanco y Negro (Selección de textos, Amazon, NY., 2015), Monodia (Amazon, NY. 2016); Quién juntó la ceniza (Seshat editores, Bogotá, 2020); Canción tardía (Ediciones Grainart, Bogotá, 2020) y Palabras de vuelta (Antología personal, Editorial Universidad de Antioquia, 2020). Es premio nacional Ciro Mendía (2004) y Casa Silva (2012) entre otros. Textos suyos aparecen en distintas antologías del país y del exterior, con traducciones al inglés, francés, portugués, rumano y árabe.