Tuve la oportunidad de conocer a Guadalupe Grande en el Festival de Granada, Nicaragua en 2013. Ya había oído hablar de ella a otros poetas refiriéndose a que era hija de dos enormes escritores, Francisca Aguirre y Félix Grande. Después de una lectura en la plaza, la vi en un gesto jovial dirigirse a mí y dispuesta a platicar y a compartir la cena. Después de ese momento, siempre estuvimos dialogando junto a otros colegas sobre el oficio de escribir, recordando anécdotas y demás. Una noche en la cual también bailamos palos de mayo, tuvimos la oportunidad de conversar a la orilla del gran lago y allí le pregunté sobre ese fabuloso libro de su padre, Blanco Spirituals, el cual había ganado el Premio Casa de las Américas y esto se dio, a que durante un tiempo, el concurso permitió la participación de poetas españoles. Le dije que tenía muchas ganas de leerlo y que no disponía de ejemplares y que solo sabía de él por referencias. Me prometió mandarme un ejemplar y así lo hizo. La dedicatoria resultó hermosa: “A Javier Alvarado, nuevo y viejo amigo” F.G.. A las pocas semanas él partió y en el 2019, se nos iba Francisca Aguirre y empezando este 2021 la noticia de la muerte de Guadalupe Grande ha conmovido a poetas de diversos países, quienes la conocieron, leyeron y trataron.
Ella tenía un sentido de la calidad poética muy exigente. Me di cuenta de ello de inmediato. Su poesía tiene la contundencia de una nevada y la brevedad de un aleteo de colibrí; pero de un aleteo que se puede multiplicar velozmente y sumirnos en ese dolor y en esa fugacidad de la belleza. Hay angustia, inquietudes e incertidumbre en sus versos; una apología del caos y de lo que nos subyuga actualmente. Su palabra es contundencia, memoria de los días y de la vida como bien dijo.
Sea esta breve muestra de su trabajo un homenaje a la poeta entrañable y respetada, a la amiga y a una de las inolvidables compañeras de baile que me ha dado la vida y la poesía.
Javier Alvarado
EL VUELO
La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta
Y sobre todas las tristezas
el vuelo ensimismado del trapecio
-pronuncié tu nombre más solitario
tu nombre hecho de ausencia
mínimo conjuro de sílabas que nombra
la falta sin límites de tu tamaño
palabra inhóspita que lleva
a una región de aire
en la que el equilibrio es un calvario
-conozco bien esta vocación de aire
esta opulenta miseria
este esplendor de la tristeza
este ultraje de las redes y del tiempo
Conozco bien el desatino
de las palabras que nombran las ausencias
Huir es regresar eternamente
EL RASTRO
Somos materia de extrañeza
quién nos lo iba a decir nosotros
que hemos sufrido tanto
Pero nuestra memoria no arde
y ya no sabemos morir
Memoria de la vida,
memoria de los días y la vida,
cuchillo que abre el mundo
esparciendo unas vísceras que no consigo descifrar.
Memoria de las tardes y la luz,
alumbras la mirada
eres el vigía implacable,
la brújula severa, el testigo carcelario
que anuda el tiempo en su mazmorra.
Qué buscas, memoria, qué andas buscando.
Me sigues como un perro hambriento
y tiendes a mis pies tu mirada lastimera;
husmeas, perniciosa, en el camino
el rastro de los días que fueron,
que ya no son y que jamás serán.
Te arropan los andrajos de la dicha
y la desolación te ha vuelto precavida;
memoria de la vida, memoria de los días y la vida.
MEDITACIÓN
Aturdidos de tanto saber
y de no entender nada
las cenizas de la memoria
se esparcen en el aire
Una cucharada más de polvo,
tan sólo otra cucharada de nostalgia.
Abre la boca, niña, come y calla.
Cruel alimento es la nostalgia,
naufragio desolado de la vida,
espejo injusto e insaciable.
Otro bocado más, niña, mastica y traga.
BODEGÓN
Las nueve y la cocina está en penumbra:
estoy sentada ante una mesa tan grande como el desierto,
ante unos alimentos que no sé cómo mirar,
y si les preguntara, ¿qué me contestarían?
Son naranjas de una cosecha a destiempo,
mandarinas sin imperio,
acelgas verde luto,
lechugas verde olvido,
apios sin cabeza,
verde nada,
verde luego,
verde enfín.
(Bandejas de promisión
en el condado del desamparo.)
La tarde se dilata en la cocina
y aquí no llega el sonido del mar.
La soledad de las naranjas se multiplica:
no hay pregunta para tanta opulencia,
aquí, en la serenidad de esta banqueta de tres patas,
rodeada por una muralla de mandarinas huérfanas,
una legión de plátanos sin mácula,
un bosque de perejil más frondoso
que la selva tropical.
Alimentos mudos y sin perfume:
os miro y sólo veo una caravana de mercancías,
el sueño de los conductores,
una urgencia de frigoríficos
y un rastro de agua sucia atravesando la ciudad.
LETANÍA SIN NOSOTROS
Es en este tiempo incierto, intacto,
es en este instante desnudo,
sin palabras, sin nosotros, tan sólo
tendido suavemente en el olvido.
Es bajo esta lluvia muda y ciega,
esta lluvia sin nosotros,
esta hora sin nosotros,
Este agua sin sed.
Es. Es sin siempre, es sin memoria,
es sin llanto y sin risa,
es sin miedo y sin gracias te sean dadas.
Es, como si eso fuera poco,
sin causa y sin remedio,
a pesar nuestro,
Y es, desde luego, sin calles ni avenidas,
sin fuentes ni estaciones,
sin la tristeza que da mirar el firmamento.
AZOGUE
Vivimos de costado
pasamos de puntillas
Gracias a dios nadie quedará para recordar
en nombre de quién
habrá de dirimirse la venganza
Cuando el tiempo se escapa sin rostro de las manos
dejando un polvo amarillo en el azogue
es menester estar atentos.
Cuando los días huyen a hurtadillas
despreciando nuestro estupor
(mientras se pudre el grano en el almiar)
es menester ser precavidos.
Cuando la vida se oculta en los rincones
y no hay perro de caza que pueda hallar su rastro
solícitos acudimos a las puertas del miedo.
El bosque de certezas ardió hace tres noches.
Y yo he venido a pregonar
la escarcha de la duda.
JUNTO A LA PUERTA
La casa está vacía
y el aroma de una rencorosa esperanza
perfuma cada rincón
Quién nos dijo
mientras nos desperezábamos al mundo
que alguna vez hallaríamos
cobijo en este desierto.
Quién nos hizo creer, confiar,
—peor: esperar —,
que tras la puerta, bajo la taza,
en aquel cajón, tras la palabra,
en aquella piel,
nuestra herida sería curada.
Quién escarbó en nuestros corazones
y más tarde no supo qué plantar
y nos dejó este hoyo sin semilla
donde no cabe más que la esperanza.
Quién se acercó después
y nos dijo bajito,
en un instante de avaricia,
que no había rincón donde esperar.
Quién fue tan impiadoso, quién,
que nos abrió este reino sin tazas,
sin puertas ni horas mansas,
sin treguas, sin palabras con que fraguar el mundo.
Está bien, no lloremos más,
la tarde aún cae despacio.
Demos el último paseo
de esta desdichada esperanza.
OFICIO DE CRISÁLIDA
Durante un tiempo estuve muerta:
hubo hambre y cansancio,
y el sonido del mar y el aroma de los alimentos
y la luz de la vida poblándose, reuniéndose;
pero algo estuvo muerto.
(nada existe más allá del instante
nada germina nada surge
las horas pasan sin hacer ruido
niebla que empaña cuanto toca)
Fue imposible rastrear los pasos en el tapiz
y ni siquiera hubo obstinación,
pues lo primero que un muerto pierde es la memoria;
comencé a olvidar sin ningún plan ni itinerario
y no hubo signo premonitorio
que advirtiera la llegada de esa calamidad.
(acariciaste mi sombra afanosamente amor
pero entonces ya estaba muerta
hilachas de deseo en la piel y espuma muerta en
la boca
que estar muerto es triste y dura mucho e indigna a
quien lo presencia)
Durante un tiempo estuve muerta
como una crisálida guardada en una caja de cartón,
detenida en el umbral, olvidada del gusano y de la mariposa.
Instante perpetuo, cómo duele despertar de tu sosegada indiferencia,
de tu dócil y atónita bondad.
La vida nos sabe a poco
el mar no nos basta
Somos un signo de interrogación
que ha perdido su pregunta
GATAS PARIENDO
Así escuchas las cosas de tu vida como el maullido de un gato al fondo del jardín
Te despiertas de madrugada y oyes al fondo muy al fondo ese remoto maullido de gato
recién nacido
Y un verano y otro y luego otro más hasta llegar a esta noche
al fondo jardín al fondo
Así escuchas las cosas de tu vida así escuchas las cosas del
mundo
a oscuras de noche palpando el susto de no entender o el de no querer hacerlo
y ese gato que no para de maullar y es una pequeña herida no sabes de qué no sabes de
quién pero ahí está insistiendo clamando de hambre y noche al borde del peligro al borde
del abismo al borde del jardín Un coche un faro luego nada
Y continuarán los maullidos más obcecados que tú y si no al tiempo al próximo verano
hasta la próxima canícula sonido desvalido como una onomatopeya tan poco lírica que no
la puedes escribir
Qué pensaría nadie y quién es nadie al leer esa onomatopeya tan líricamente escrita tan
ridículamente sonora tan de viñeta de posguerra
pero suena suena cada noche
y tú para bordear la herida dices que así empezó todo con una onomatopeya con un
sonido tan innombrable como ahora el insistente maullido del gato recién nacido
convocándote a dónde pidiéndote qué
O quizá algo peor tal vez nada te convoque y tan solo te despiertas en medio de la noche
para ser el precario testigo que no puede traducir una onomatopeya Eso te dices para
bordear la herida
Escuchas el maullido del gato Has visto un hombre sin brazos al borde de la limosna has
rozado la pierna perdida del animal en el pantalón doblado sobre el muslo has
comprendido que la muerte es un ramo de rosas de plástico atado a un farol
y te has preguntado qué palabra no es una onomatopeya indescifrable, una persecución
en la sombra
Un verano y otro al fondo de la vida al fondo del jardín al fondo del sonido
Y las gatas siguen pariendo sin parar y paren onomatopeyas que al fondo del jardín
resuenan como las tablas de la ley.
LAS ESTACIONES Y EL PÁJARO AFILADOR
Hace extraño en las primeras lluvias
esto nadie lo sabe, pero siempre hace más verdad
en la sabiduría de las terceras nieves.
Pero dónde entonces la marca del herrero.
Llega el invierno y los que se aman
acuden al frío como acudieron al vuelo
los cormoranes en tiempo de guerra.
Es difícil seguir vivos, amor mío
pero es más triste aún abandonar la casa de las palomas ciegas.
No es en la tarde de los cuadros
donde dejamos la caja fuerte de las pérdidas
sino en la cuchara de palo
que regalamos al afilador.
Nada salpica nuestra inocencia
salvo la casi certeza de que regresará el verano
a la hoguera del frío
y habremos de ocuparnos de quienes más nos necesitan.
Guadalupe Grande Licenciada en Antropología Social por la Universidad Complutense de Madrid, era hija de los poetas Francisca Aguirre y Félix Grande y nieta del pintor Lorenzo Aguirre. Publicó los libros de poesía El libro de Lilit, Premio Rafael Alberti, La llave de niebla, Mapas de cera y Hotel para erizos. Sus poemas figuran en revistas así como en antologías de ámbito nacional e internacional. Junto a Juan Carlos Mestre realizó la selección y traducción de La aldea de sal, antología del poeta brasileño Lêdo Ivo. Fue invitada a recitar en la I Muestra Iberoamérica de poesía, Manizales (Colombia, 2003), Encuentros Culturales, Pereira (Colombia, 2003), Universidad de la Sapienza (Roma, 2004, 2006), Festival Internacional de Biscra (Argelia, 2005), Festival Internacional de Poesía de Medellín (Colombia, 2006), Festival Internacional de Poesía de Bogotá (2007), Instituto Cervantes (Cracovia, Varsovia, 2007) y Roma (2008) Festival Internacional de Poesía de Sarajevo (2008) e INVERSO 2011 (Festival de poesía independiente de Madrid). Como crítica literaria colaboró desde 1989 en diversos diarios y revistas culturales, como El Mundo, El Independiente, Cuadernos Hispanoamericanos, El Urogallo, Reseña, etcétera. En 2008 obtuvo la Beca Valle-Inclán para la creación literaria en la Academia de España en Roma. En el ámbito de la edición y la gestión cultural trabajó en diversas instituciones como los Cursos de Verano de la Universidad Complutense de Madrid, la Casa de América y el Teatro Real. Desde ese año, comienza a experimentar con la fotografía y el collage. En sus últimos años fue responsable de la actividad poética de la Universidad Popular José Hierro, en San Sebastián de los Reyes, Comunidad de Madrid. Fue muy activa en la cultura de Madrid, y en su barrio de Chamberí hasta su muerte. Falleció en Madrid el 2 de enero de 2021.