04 Dic 2024

25. JUAN CARLOS OLIVAS. DAVID MARADIAGA

-06 Feb 2021
Crítica

 

LA MÚSICA DE UN ANIMAL LLUVIOSO LLAMADO DAVID MARADIAGA

 

Por Juan Carlos Olivas

 

Los casos de genialidad prematura en la poesía no son pertinentes nada más que a épocas remotas y a otros continentes. Si bien es cierto, muchas veces el ambiente donde se desarrolle un poeta llega a interferir con su producto final, ciertamente no es necesario nacer en un lugar específico para escribir gran literatura. Los genios pueden venir de donde sea y en cualquier época; sin embargo, y lamentablemente, no siempre son reconocidos en su tiempo. A veces pasan largos periodos en los cuales no se sabe nada de ellos y son sistemáticamente minimizados por el status quo prevalente, en aras de ensalzar otros productos que a la postre no son sino flor de un día en el pedestal de las modas imperantes. A pesar de dicha premisa, quizás el mismo tiempo se encarga de situar cada cosa en su sitio, y cuando nos enfrentamos a la verdadera poesía, con la distancia necesaria y libre de prejuicios, somos capaces de reconocer su brillo inmarcesible. Sucedió así con Milton, con Baudelaire, con Blake, con Góngora o con Eunice Odio, por citar a algunos autores que fueron redescubiertos algunos siglos después por los lectores y hoy son, a su modo, figuras de un parnaso en el que no todos entran.

La poesía de David Maradiaga pertenece a este grupo de poetas que prevalecen a pesar de ellos mismos, de su historia personal o del contexto socio cultural en que se desenvolvieron. Nacido en Managua en 1968, vivió y produjo su obra poética en Costa Rica, donde murió en 1995 a la edad de 26 años, por motivos que nunca quedaron claros. Fue un activista, ecologista y poeta, integrante de la Asociación Ecologista Costarricense (AECO), la cual, en 1994 había ganado una batalla contra intereses forestales, madereros y narcos en la zona sur. Tres de sus miembros desaparecieron misteriosamente y según allegados del poeta, éste había recibido amenazas de muerte en repetidas ocasiones. Es sabido también, que el poeta luchaba con problemas de alcoholismo; quizás por este motivo, no se encendieron las alarmas cuando lo vieron salir por última vez el 13 de julio de 1995 de un bar de San Pedro, en San José de Costa Rica. No fue sino hasta el 4 de agosto de ese año, que el Organismo de Investigación Judicial confirmara que había sido encontrado un día después de su desaparición en un parque de la capital, fallecido de un supuesto “paro cardiorespiratorio debido a los altos niveles de alcohol” que encontraron en su sangre. Sea cierto esto o no, el caso estuvo plagado de anomalías que los mismos amigos, familiares y activistas denunciaron e hicieron públicos, sin dar luz de lo realmente ocurrido y empapando de impunidad, lo que a la postre parecía la crónica de una muerte anunciada.

Según cuentan sus amigos, David era un poeta que leía mucho, escribía mucho y publicaba poco. Dejó a su haber tres libros de poesía, que en 1999 los escritores Guillermo Fernández y Alfonso Chase publicaron en el Departamento de Publicaciones del Ministerio de Cultura y Juventud de Costa Rica, bajo el título Música de animal lluvioso y otros poemas, que incluyen sus libros Música de animal lluvioso, Pasos en la madrugada, Canción del extranjero, y Poemas dispersos, que sus amigos y colegas se esmeraron en rescatar. Este libro fue el testamento que nos dejó el poeta que para muchos fue considerado como el Rimbaud centroamericano, pero es muy difícil conseguirlo, ya que dicha edición está prácticamente agotada desde hace años.

Por ese mismo motivo, traemos a colación esta muestra de algunos de sus más notables poemas, donde la lluvia resuena, como el más furioso de los animales salvajes y nos entrega su música, su piedra luminosa que los arqueólogos recogerán años después para figurarse cómo fue el mundo, cómo lo concebíamos antes de nuestra ausencia final y definitiva.

 

 

ANIMAL LLUVIOSO

 

Soy un andante en el Dédalo del tiempo

animal lluvioso

que agarra la palabra y la blande frente al hastío

 

Vivo en medio de estos montes

ni dichoso ni infeliz

en cruel comercio de gases con mis vecinos de

                                                 / piedra

 

Tengo las manos del jardín

deshechas por flores muertas

una estación de trenes en el encierro

un desordenado cuarto en armonía con el caos

 

Tengo una plantacalamar

que me abraza y me oscurece y me libera

 

La hierba azucarada y la cena de las bengalas

para golondrinas y tortugas

Tengo

baúles abiertos

bocanadas de clarín

que arrinconan a los belcebúes de la casa

 

Pongo a crecer el vuelo y asesino el muro

Grito para que me oigan en épocas

dobladas como bodoques

y puestas como cuñas en los resquicios del tiempo

 

Amo a las mujeres pintadas en rotos almagestos

Idolatro sextantes herrumbrados

astrolabios y pirámides

 

Busco arcángeles para sembrar sobre baldosas cotidianas

Manos para dejar en ruinas la ruina

Gallos para matar la muerte

 

Animal lluvioso me declaro

seguro del sol

que un día nacerá de mis pálidas gotas

 

 

LE PETIT PRINCE

 

 

Desde el primer grado de tu caída

para siempre en la arena

fue perdiendo dicha nuestra infancia

Nos quedamos sin el cordero

Nos quedamos sin la rosa

Desconcertados y mustios pasamos a la casa

de los ebrios    los contadores     y los reyes

Un baobab     sopor de caminata sin arribo posible

nos corroe

llena el día de mil crepúsculos

corta esa calle luminosa de amores   de cítara

de

abrazo

 

Mucho tiempo hemos esperado bajo la estrella

en las dunas del Sahara interior

la fosforescencia redentora de tu pelambre

 

Noches y noches preguntamos a los astros

por tu paradero    inquirimos a esos aviadores

avergonzados ante ti de sus máquinas absurdas

Hemos buscado en todas las cosas

                      por pequeñas infinitas

el fin de tu exilio

 

Pero no vienes

heredero de todas las ternuras

Es tan inexpugnable la casa de la felicidad

 

Porque hacia ese lugar partiste

enhiesta la más profunda y tierna inocencia

oriflama de tu asteroide

 

 

IRAZÚ

 

Qué bella nos queda

la veraniega tarde de la provincia

con este clarísimo gigante de lava

y sus antenas de hierro

sobresaliendo de la soledad y el silencio vegetales

 

Cómo no sé qué es sombra

ni qué es pena   ni qué es anoche

 

Cómo sé sólo que me ha tendido una mano

y su mirada amable como un puente de flores

Me ha tendido su confianza

como un lord cansado de modales

 

 

LA ESPERANZA DE LOS MIGUELES 



Corran a las cimas 

que las llanuras acuden a la llamada maternal del abismo 

Celebren el cónclave oportuno 

con creaturas frescas y canoras 

 

El tranvía de los faunos no vuelve por nosotros 

no nacerán más desquiciados 

queriendo ponernos el paraíso en el patio 

Y como se van los coches sin conductor en las pendientes 

los gritos vivificantes de Rodez 

los cantos del gringo loco encadenado 

libélula sutil 

de la luna y los poemas escritos sobre el lago 

se van también 

Se pierden mientras los pólipos de plástico y el ántrax 

nos crecen en las fosas nasales 

o nos solidifican sobre las sillas y escritorios 

y los bares consabidos 

Dense cuenta que los lápices 

ahora pesan quintales y quintales 

y el sol pierde su lucha con la inflación 

y el precio del dólar 

 

Hay un dios 

que se está manifestando vulgarmente 

en los últimos modelos 

Proyectando una sombra perniciosa 

en los cuerpos que desnudos inician la comunión de la transparencia 

dejando caer sobre las mentes 

el veneno de sus luces publicitarias

 

Vayan a las playas 

y sepan de una vez 

que el globo azul que usufructuamos 

aún tiene sus fiestas 

y nos invita a correr desaforados entre sabinas 

y se atavía de luces 

y de seres insondables y alucinantes 

hechos para los bardos y sus mujeres 

 

Suban a los cometas cual polizontes 

y hagan crecer sus mástiles 

para alegrar la esperanza de los migueles 

 

No den tregua a los cercos:

enciendan la tenaza de los actos libres 

Anestesien al amor 

y extírpenle los gajos de pudor y medialuz 

 

Ya tendremos nuestro día 

cuando las voluntades que echemos como fuego sobre la estupidez 

nos visen los pasaportes hacia la plenitud 

Y ahí 

en esa mesa donde conversaremos largo y tendido 

sacaremos nuestras bitácoras embebidas de dioses 

siglos y odiseas 

palabras vueltas a su opalescente origen 

y con la voz tonante la mano de vidente 

                                              / desafiando la oscuridad 

“qué bien” diremos 

“hablábamos exactamente de los mismo”

 

 

WE ARE THE CHAMPIONS, MY FRIENDS

 

Freddy

algunos creen que la oscuridad es el color de la muerte

Y no sé si será cierto

pero de ser así lo estarás mirando

como un intervalo del espectáculo

que te pagó la noche

como un ojo que te miró siempre

desde el fondo de tu pasión

 

Hoy pienso en el tránsfuga que fuiste

evadiendo ese nefasto y al mismo tiempo

vital compromiso

cuando en los primeros años de la década pasada

te escuchaba con negligencia en la casa de Roberto

cuando los muchachos no necesitaban digerir tus sombras

para sentir el temblor de tus vocales

surgir desde sus propias almas

Y de repente caigo en la cuenta de ciertas cosas

en medio de las cervezas y la incertidumbre

de que soy maldito como tú

Y comienzo a escucharte

necesitado del amor de alguien

que seguramente hallaste como la ruda confirmación

de que estabas condenado a ello

y para colmo de males

a esos sonidos y temblores que en la semidesnudez

tu corazón te hacía ejecutar en el concierto

 

Nosotros somos los campeones Freddy

pero de otros será la vida que nace de

nuestras bocas

 

 

DIOS BENDIGA ESTE HOGAR 



Esta luz proviene de los sueños 

Es el manojo de astillas que queda 

de los hálitos nocturnos 

originando lluvias de piedras contra la negación 

 

El antídoto puede ser 

contra este humo que avasalla los ojos en la mañana 

 

La cancha de básquet y el bus amarillo 

la reciben en medio de las voces 

de algún rock de turno que aún subsiste

 

Esta luz ¿algo tendrá de otra mujer?

Una polvorienta calle de la infancia 

las casitas de la pendiente y Dios bendiga 

este hogar 

 

Esta luz eso sí sé 

quebró algunos puñales 

aplacó el enojo de las sombras 

porque en los matorrales no sólo se gestan las hierbas 

Algo deseara retener el río desbordado del recuerdo 

 

El proceso de fusión 

entre las calles del Edén 

Hatillo    San Miguel   y   Zapote 

 

 

REUNIÓN  

 

Oh, no preguntes qué es

vayámonos a hacer nuestra visita

T.S. ELIOT  

 

Han puesto un ala gigante de mariposa

sobre el tren como bandera

y han decidido venir

Han tomado sus alforjas

cargadas con la luz vespertina y tranquila

de las provincias

y otros la luz opaca de los lunes

tristes de la urbe

Han echado tardías prehistorias e infancias

y animales fantásticos de esas infancias

por los cuales la fauna

se hizo invulnerable

 

Los vagones rebosan

con las guirnaldas polícromas

de bellas mujeres insulares

con el corpulento árbol de Líbano

los profundos y deliciosos ojos de Alicia

el sombrerero irreverente de Charlot

y los fuegos de obús

cantados por Apollinaire

 

Ellos tienen sus corazones

habitados de frutas y palmeras

y el cabello oculto de amores y nostalgia

 

Han partido tras el vuelo

de avecillas gaseosas

la máquina levantando un polvo transparente

que hecho canción fue a posarse

muy quedamente

sobre las hojas que tupen los cercos

 

Ellos son más incontables

que todos los sueños de la Tierra

su sexo múltiple

su credo y su color único

 

En los carros revolotean sus ojos

ajenos al baile de hoy a las cinco de la tarde

ajenos al desgarramiento atroz

que sufríamos corriendo tras un bus

o soportando todas las hambres

como mares secos

 

En esos carros en que se ojean diarios amarillos

que sueltan sangres seculares y batallas

y se miran negligente pero amorosamente

los habitantes de Macondo

arrastrando un halo perdidoso como los muertos

que nunca se murieron aunque llegaron sin vida

en otro tren a la playa

 

Aquí vienen los abuelos

abanicados por fantasmas y novias postergadas

Los que dejaron su casa

para morir por amor y por dolor

en cruces extranjeras

Tantos hombres de tristes figuras

atribulados en entuertos galeotes y bachilleres

 

El obrero de Lima

con su reumatismo sacramental

la vendedora de flores de Bogotá

el niño ambulante al que San Salvador

provee de modernas pesadillas

la carretonera de Managua

para frente al lago por mucho tiempo

mirando los muertos del terremoto

muchos de los cuales tienen su asiento aquí también

los saqueadores de Sao Pablo

hablando con un poeta querible y barbado

que cantó a la Barca de Brooklyn

y a una rara mujer de una ciudad extraña

el muchacho mesiánico

que encendió todos sus fuegos para cambiar la vida

y en París se dio cuenta de su estación en el infierno

 

Tantos otros muchachos

que no tienen nombre sin que eso importe

 

La sonrisa

los voladores que salen del alma

para hacerse sonidos e imágenes

enloqueciendo la tinta

el amor precipitado y a deshora

la calma por la cual el paraíso es intuible

y pone en los ojos las extraordinarias naves

del cielo y el mar

La embriaguez

y sus desaforados sueños

sus taxis y sus largas cuentas

 

Pero más que eso

colma los carros una savia

que nos es común

una savia de saber que somos los elegidos

de esta reunión

una savia obligada a recorrer estrechas venas

y que un día revienta y lo inunda todo

hasta ahogar todos los insectos

del aire filoso

 

Y es que para el espacio

que esta noche destiné a cierta gente

he dispuesto todas las canteras celestes

todas las aguas purificadas

por mis crucifixiones

las mesas largas y

el tiempo que le quede al universo. 

 

 

CANCIÓN DEL EXTRANJERO 



Cuando sea grande 

a la medida del ocaso 

en las tardes del café sadificante 

y me corresponda crecer con las raíces 

y enroscarme como eterno 

quisiera ser el extranjero profundo 

del otro valle 

 

Que llegue un momento 

impenetrable para los hilos de los lunes 

el taxi desesperado 

y la noche reventada en los bares difusos 

no puedo evitarlo 

 

Otra mujer me invitará a la cama 

y sus labios me amenazarán hasta la madrugada 

Y no podré dejarla 

mientras me haga volar 

entre los cocoteros rojos de un barrio embrujado 

Meterá sus dedos en cada una de mis partes

y me pedirá que olvide todas las playas 

y las frutas y todos los largos viajes en bus 

con una novia adolescente 

Me mostrará un sol equivocado 

una guitarra eternamente virgen 

los premios de todas las resacas 

y las caras burlonas de mi gente 

 

Otra ciudad me alojará 

y no me tendrán temor sus habitantes 

Sin cuidado dejarán abiertos los perros 

y en huesos los candados 

 

En las huertas tendrán a bien que 

haga el amor con las gusanas 

Y en los bares nadie castigará el oprobio 

con los que me entregaré a los venenos más brutales 

 

Habrá desidia por todos mis actos 

por mis carísimos hipocampos 

y mis mentiras antológicas 

Nadie me dirá dónde vives 

ni importará si soy ateo o pandereta 

si mi padre es rumano o panameño 

si mi apariencia ha sido correspondiente 

a lo que entraño 

 

Sabrán que estoy de paso 

que las maletas siempre estarán 

prestas a unas manos torpes 

que el pasaporte lo tendré tatuado 

en todos los gestos 

Sabrán que estaré regresando todo el tiempo 

a los ojos que un día de setiembre 

me revelaron la verdadera identidad de mi patria

 

De Música de animal lluvioso y otros poemas; Departamento de Publicaciones del Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. San José, Costa Rica. 1999

 

 

David Maradiaga (Managua, 1968 – San José, Costa Rica, 1995). Poeta, ecologista, activista social y cultural. Murió de manera aún no esclarecida. Formó y perteneció a varios grupos literarios, entre ellos Taller de Poesía Activa Eunice Odio y Octubre Alfil Cuatro. Dejó tres libros de poesía inéditos, Música de animal lluvioso, Pasos en la Madrugada y Canción del Extranjero. En 1999 el Departamento de Publicaciones de Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes publicó Música de animal lluvioso y otros poemas. Sin embargo, mucha de su poesía continúa dispersa e inédita.

 

 

Juan Carlos Olivas (Turrialba, Costa Rica, 1986). Se desempeña como docente. Ha publicado los poemarios La Sed que nos Llama (2009), Premio Lisímaco Chavarría Palma 2007; Bitácora de los hechos consumados (2011), Premio Nacional Aquileo J. Echeverría de poesía 2011 y el Premio de la Academia Costarricense de la Lengua 2012; Mientras arden las cumbres (2012), Premio de Poesía UNA-Palabra 2011, El señor Pound (2015), Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 2013, Los seres desterrados (2014), Autorretrato de un hombre invisible (Antología personal) (2015), El Manuscrito (2016), Premio de Poesía Eunice Odio 2016, En honor del delirio (2017), Premio Internacional de Poesía Paralelo Cero 2017, La Hija del Agua (2018), El año de la necesidad (2018), Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, Colección Particular – Antología personal (2018) y Las verdades del fuego (2020). Su obra ha sido traducida parcialmente a 18 idiomas.

 



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