EL TEMPLO DE BAOGUAN
Los foráneos vieron
que los pájaros
sólo habitaban en los templos.
Ninguna calle los contenía,
ningún otro
cielo a lo largo de la ciudad.
Sólo en los templos.
Su trino se desdoblaba desde la entrada,
su aleteo era bienvenido
en donde el paso
del hombre tenía que detenerse.
Eran ellos los que recibían la reverencia
dedicada al Buda.
Los foráneos se quedaron quietos,
vaciándose para que los pájaros
pudieran entrar
en ellos, en sus cuerpos oscuros
como cuevas, lisos como un valle
sin montañas
pero no hubo pájaro que hiciera
en ellos su morada.
MAL DE OJO
En la orilla de la calle Monsi
se exponen las frutas de temporada.
Yo paso evitando los charcos que hizo la lluvia
e inhalo profundo,
la mujer que vende las frutas me mira
mordiéndose el labio y tocándose el rostro,
pensando que mi inhalación intrusa
alcanzará el espíritu de todas sus sandías,
condenándolas a madurarse
en el mundo de los muertos.
Mira hacia la esquina, esperando ver un fantasma,
un espíritu que avale sus sospechas.
Camina dos pasos y acomoda el espejo.
En cuanto mi paso está lo suficientemente ausente
la mujer suena una campana 4 veces,
una por cada rincón de la tierra,
y limpia el aire de mí.
Inmediatamente siento el olor de sus sandías
abandonarme
de tajo
siento
su vacío
el
hueco
de sus duraznos
en mi pecho
pero más profundo aún,
siento la insondable oquedad de sus naranjas.
TETEO INNAN
—La madre, la semilla divina, el portal de donde surgió la vida.
I
Igual que a ti, me falta un nombre,
desde la otra orilla te gritan
—recién cortada—
Te llaman —funámbula—
y tu piel es la cuerda tensa
bajo tus pies.
No nos dieron nombre,
al mirarte en este charco
te llaman —la descocida—
y se quedan quietos
mientras intentas
desanudarte las piernas.
II
En la nueva tierra
preparan la hoguera
con goterones de queroseno.
Estás quieta, sentada sobre tu charco,
viéndote ese cuenco de incubación
que tú tampoco entiendes.
Cuando está lista la hoguera
te gritan —lodosa—
y ambas volteamos
con las entrañas en fuego
y en aire
y en agua.
III
Hemos andado mil años sin nombre.
En este Valle se aprovechan,
te gritan —ven, fragua—
y empiezas a caminar hacia la hoguera,
hacia tu bautizo.
—Acércate, desunida—
Con tu paso crece la laguna
entre tus muslos,
de donde brotó el mundo entero.
—A purificarte ven, vacua—
No es sombra de nube
la oscuridad que vemos,
es tu agua arrancándonos la sequía.
IV
Ven,
para que seamos nuevas, mujer socavada,
para seguir en movimiento, ven
melodía del comienzo.
Aunque nadie sepa nuestro nombre, ven
para que nos vean al fin, fuente lóbrega,
para entenderlos, semilla celestial.
Dejemos nuestra casa y crucemos,
para encontrarnos,
madre,
crucemos tan sólo para encontrarnos.
Rossy Evelin Lima (Veracruz, México), es doctora en lingüística, traductora y poeta galardonada internacionalmente. Tiene tres poemarios publicados y dos libros para niños. Su trabajo poético ha sido publicado en numerosos artículos literarios, periódicos, revistas y antologías en España, Italia, Canadá, Estados Unidos, el Reino Unido, México, Venezuela, Chile, Colombia y Argentina. Recibió el premio de Poeta del año por The Americas Poetry Festival of New York (NY, 2018), el Premio Internazionale di Poesia La Finestra Eterea(Milan, Italia, 2017), el International Latino Book Award(EEUU, 2016), el Premio Orgullo Fronterizo Mexicano por el Instituto de Mexicanos en el Exterior (EEUU, 2016), el Premio Internazionale di Poesia Altino(Venecia, Italia, 2015), y el Premio Nacional Gabriela Mistral por la Sociedad Honorífica Hispánica (EEUU, 2010), entre otros. Sus poemas han sido traducidos al italiano, portugués y serbio. Es la presidente y fundadora de Latin American Foundation for the Arts, fundadora del Festival Internacional de Poesía Latinoamericana (FeIPoL), directora del consejo de Latino Book Review, fundadora de la editorial Jade Publishing. Ha participado en TEDxMcAllen exponiendo su experiencia como escritora inmigrante en los Estados Unidos.