DUDAS
No sé si voy o vengo,
si subo o estoy bajando,
si crezco o disminuyo,
si me quedo o me voy
… y si acaso regreso.
Ignoro por completo
si con mis uñas crece
un destino rastrero
o si el vello en mis brazos
es señal de mis alas
emplumando. O si no
cuanto me queda de ellas.
Es todo tan inmenso
que miro microscópica
(o cuántica si bajo
la noche de mis párpados)
la diferencia que hay
entre la Vía láctea
y mi humilde persona.
REINO DE LOS CIELOS
l`innocent paradis, plein de plaisirs furtifs
CHARLES BAUDELAIRE, Las flores del mal
Reino de niños es el reino de los cielos.
Tiempo cuando avanzábamos a velocidad
de la vida: adelante siempre. Sin detenernos
ni voltear nunca atrás. Cuando todo quedaba
diseminado en el olvido (pues aún no existía
el pasado) y constante futuro era el presente.
Hasta que a fuerza de las horas la memoria
nos fue dejando atrás. Convirtió el asombro
de los primeros días, en rutina, en secreto
que a fuerza de saberlo se nos desvanece.
Así guardó en su saco del olvido el Reino
y poco a poco fue acortando y convirtiendo
en enigma los siglos primeros de mi niñez.
INCURSION NOCTURNA
Y no había más luz que la luz de tus nalgas, Leticia Nazareno.
GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ, El otoño del patriarca
Entré sigiloso. Y desde el umbral
de la alcoba abierta al sueño lejano
me acerqué al lecho y la vi desnuda.
Dormía sobre sus pechos. Y el rostro
de perfil sobre la almohada era ajeno
a mi estupor total. Quedé suspendido
y atrapado también por el encrespado
caudal de la rizada melena que a mares
resbalaba por su mejilla cuello hombros
y espalda hasta encharcarse en la sábana
que como fondo azul de un bello cuadro
enmarcaba una fuente cuyo esplendor
se alzaba desde el bronce de sus caderas.
Di gracias al Dios de mis noches –Hipnos–
por la gracia que obtuve al ser yo el primero
en rozar con mis labios la mariposa extendida
en su boca cercana, a la espera –la antigua
crisálida– del beso, la sonrisa y el largo
y estirado bostezo, para alzar el vuelo.
ALGUIEN CRUZÓ LA LÍNEA Y DESPERTÓ
Alguien cruzó la línea y despertó
en mi sueño. ¿Yanet por su cabellera?
¿Sofía en el andar? No. Es ella ¡al fin!,
la esperada por mi centuria tomando
mis manos y colmando mis labios.
Ella también soñando.
Ustedes allá solo la miran dormir
sin sospechar siquiera del suspiro
acompasado en su rostro ausente
atento nada más al pulso que corre
por sus venas en este hipersensible
lugar en que se encuentra. Porque
aquí su boca es más roja y su sexo
más seguro y cualquier cosa huele
a placer inmenso. O a monumental
pesadilla (hablo ahora del doloroso
adiós de sus dedos alargados hacia
los míos en el muelle como amarras
deshilachadas contra la despedida).
¿Hacia dónde se fue? ¿Alguien más
la habrá visto? ¿Será que se ha perdido?
O acaso ¡oh Dios! ¿de nuevo no pudo
quedarse eternamente dormida?
CREPÚSCULOS
I
El anillo con el cual la noche se abraza
con el día está hecho de auroras y ocasos.
De orto o lubricán es el arete precioso que
cuelga de esta esfera. Una laguna caribeña
desespera en la noche tras una madrugada
de perla. Y en pos de un atardecer de rubí
gira en un día toda la portentosa geografía
del Brasil. Deslumbrantes topacios esperan
en Hinojosa y fúlgidos minerales de jacintos
aguardan en Ceilán. Todas estas gemas están
esplendorosamente engastadas en las pestañas
del astro. Son rizados parpadeos crepusculares,
zonas iridiscentes a través de las cuales nuestro
planeta rotando en sí mismo entra melancólico
a la sombra y entero y jubiloso sale al otro lado:
al matinal crepúsculo que precede al amanecer.
II
Gira la Tierra hacia lo obscuro.
Al llegar al misterio, el reluciente escote
del atardecer se desvanecerá de nuevo sobre
los tejados, la noche se echará encima y el turno
de guardar silencio entre las sombras habrá llegado.
Pero tú, mi amor, no temas con enmudecer. Antes
de enlutarse a lo lejos el fulgor evoca desde la playa
aquel inolvidable atardecer lacustre. ¿Recuerdas cómo
el horizonte, la línea azul, el borde imaginario, la juntura
entre los dos matices –el plomizo del lago (lo cercano)
y el pizarra del cielo (lo infinito)– se desvaneció poco
a poco por completo cuando ambos tonos del gris
se fundieron en uno solo? (Kafka atestigua igual
fenómeno en sus Meditaciones). Con tal imagen
de pantalla frente a tus ojos podrás bajar la noche
de tus párpados y, en posición horizontal, estirar
hacia los cielos los pulgares de tus pies y esperar
que la pavesa inflame puntual, con el rubor del iris,
el mechón encrespado de las tinieblas. No te cuides
más de los agujeros nocturnos. Tampoco te retuerzas
del llanto con cada uno de los amaneceres. Ya no temas.
Poco dura el espanto. Sólo tensa otra vez hasta el límite
el arco aéreo de tus pulmones y con calma espira lento
el aire nuestro de cada día, porque, amor mío, ya corres.
ALQUIMIA DE LAS PALABRAS
(fragmento)
Porque era necesario que todo esto
se ennegreciera para poder encenderse
nuestras profundidades y adivinar el color
que el falso resplandor ocultaba. Era preciso
interrumpir el paso a la energía. Dejar de súbito
a solas la noche en toda la casa y cerrar nuestros
contornos al espacio—tiempo a la trampa de luz
al imantado olor de los cerezos. Y al ruido. Sí
trancar por dentro las puertas contra el mundo
que espanta del pecho esta lumbre que se apaga
con el día. Y dejar a los otros —en el último adiós—
que claveteen por fuera nuestra ventana al alba.
Así no escapará el sueño y continuará el viaje.
Sin eterno retorno. A salvo para siempre.
HORNILLO DE ATANOR
(alquimia)
Trenzados en el alba alambicamos
por frotamiento por roce alquímico
buscando encontrar la quintaesencia
la crisopeya la sustancia indispensable
para el brinco de la chispa en el hornillo.
Es la naturaleza haciéndose en el espacio
que nos corresponde. El cielo y la tierra
rayando en nuestras carnes su horizonte.
La transmutación de la carne al éxtasis:
ese lugar adonde el pensamiento corre
para empozarse en el olvido absoluto
solo logrado en la cumbre del placer
o en la hondura infernal de la tortura.
La ofrenda carnal de apagados suspiros
en donde pocas —y a veces sucias— palabras
alcanzan: el sitio en el cual la carne gesticula
su quejido su grito anudado mientras socava
intentando escapar a la profundidad del ser.
Hasta encontrarnos. Hasta alcanzar
nuestra capacidad máxima de sentirnos
de imprimirnos del mundo —con nuestras
propias manos con nuestras bocas juntas—
y rebosarlo colmado de nosotros mismos.
Amasados por una misteriosa sensación
que nos arranca—en físico y espiritual
estremecimiento— el oro potable la efusión
prodigiosa el secreto de la piedra filosofal
el milagro de la especie que oculto en ti
y solo en ti oh mujer bajo tu piel germina.
FOTO CASI FEBRERO
A Claudia Gordillo
Pulsó un fotógrafo el botón digital
de su cámara. Se revolvió entonces
el obturador en su rosca y gracias a
la complicidad de un cegador destello
—el flash— de golpe fue arrancada hacia
el interior de la pequeña caja nocturna
una copia epidérmica de paisaje terrestre.
Aunque algo más que siempre se mueve
en las afueras, en eterno acecho de sombras
y de profundidades, aprovechó la toma y veloz
se coló con la imagen hasta la cámara obscura.
Y ya dentro, antes de cerrarse de nuevo el lente
raptó de un manotazo tenebroso, corto y perfecto
su jugosa porción de sombras. Y en ese instante
–lo repito–: antes de cerrarse de nuevo el lente
de un salto escapó afuera vertiginoso. Mírenlo
cómo regocijado bajo la tormenta nocturna
lleva en su hocico la presa, sin importarle
que arriba se retuerzan rabiosas –hasta
coger fuego– las venas del cielo.
DISTRACCIONES EN UN RECITAL
…habiéndome retirado yo mismo bajo las escotillas (…)
dejando solo a mi hombre externo en el timón.
HENRY D. THOREAU, Walden o la vida en los bosques
Sí. Algo extraño sucede con este poeta
en su recital pues aunque sigue leyendo
se le mira de pronto cómo lo arrebata
el pensar y se queda sordo a su propia
lectura. No interesa saber qué medita.
Baste conocer quién será el misterioso
acompañante que cuando nuestro aedo
(frente a su público o leyendo solitario)
se enrumba algunas veces por senderos
de reflexión, entonces automáticamente
ese ser secreto es quien toma el mando
y a igual velocidad y con la misma voz
se le separa y en solitario corre en pos
de cada letra y a leguas de nuestro vate.
Aunque al llegar al final del texto voltea
buscando al bardo que hace rato dejó atrás.
Es así como se sorprende al saber que está
afuera en soledad y tan lejos. La distancia
lo espanta y mejor de un gran salto regresa
a la página en el punto y momento exactos
donde el otro —el artista— de adentro vuelve.
Álvaro Rivas Gómez. Granada, Nicaragua. Poeta y editor. Con su libro Guaca obtuvo Mención Honorífica del Premio Internacional de Poesía Rubén Darío 1981, con el libro Guaca. Premio a la excelencia en Periodismo Un siglo de la ciudad de Bluefields en la costa Caribe, Desde la década de los ochenta es editor de Wani, revista científica sobre el Caribe, publicación de la Bluefields Indian & Caribbean Uiniversity.