EPÍTOME DEL CAPITÁN AHAB
A la amistad de Frank Ruffino
He conquistado un territorio
bajo el mar
donde las nubes no dibujan horizontes
y el sol no palpita en sus laderas.
Un lugar donde la soledad
construye ciudadelas
suspendidas en el silencio,
habitadas de peces que hablan
un lenguaje de plancton
y las actinias
danzan en el aire
del agua profunda.
Las algas se extienden
entre sombras siniestras,
mariposas respiran
adheridas a las superficies
que alguna vez
fueron las montañas,
donde azules amantes
se insinuaron
alrededor de los estanques.
Expulsado del paraíso,
propicié mi destino marino,
desnudo y sin ocaso,
sin otro impulso
que el recuerdo
en la profundidad del mar
para sitiar las murallas
y conquistar las tierras
vírgenes que habrían de surgir.
Llevar una bandera
sobre el lomo negro
y silencioso de mi nave,
blanca ballena invisible
que todo lo maldice
y lo rescata,
sonriendo al abismo.
Oculto he de estar
tras cascadas secretas
donde doncellas sublimes
florecen sus cuerpos,
mas, soy imposible al abrazo,
aunque mis remos
desafíen la tormenta:
aspiro a convertirme
en el guerrero
que troca sus armas
por poemas presentidos
del fondo marino,
indiferentes a los campanarios fatuos,
recordando atardeceres
de un luminoso Porvenir.
Me señalan por ser la remota voz
del místico crepúsculo
agotado sobre el mar,
una oscura leyenda
habitando un libro
donde la espuma
resplandece antes de oscurecer,
de un silencio azul y absoluto.
Entonces brotarán tesoros
convertidos en semillas,
las gaviotas vendrán hasta
el largo ojo de mi nave
para relevar al viento,
y contar la epopeya.
MISMO SUEÑO
De tanto caminar a su lado
me he acostumbrado a mi sombra,
a su deforme silencio perpendicular
a su ahogo de mediodía,
a decir dos veces que te quiero
y acabar negándote tres veces,
como todo amanecer arrepentido
donde pierdo la fe en lo que vendrá
temeroso a seguir naufragando,
en el mismo sueño.
NO SOLO LAS HIENAS
A tu lado siempre fuimos extraños.
Cuando nos alejamos
la proximidad se convirtió en un pétalo
ahogado por la lluvia.
Mirarnos a los ojos tantas veces,
descansar el dedo índice sobre tus labios,
el hervor de la sangre en un beso.
Arder, para continuar siendo extraños
de todos los sueños que cruzamos
cuando cambiábamos de almohada
y de lugar en la cama.
Después de todos esos atardeceres
que atravesamos desnudos
sin darnos cuenta,
de la lluvia que lavaba las ventanas
y borraba el paisaje,
desembocamos en una muralla de niebla
donde nos perdíamos,
entre sonrisas de admiración
y abrazos de reencuentro.
No solo las hienas saben mentir
mientras sonríen,
Nada más ominoso
que fingir conocernos,
sabiéndonos extraños.
PERFILES
Todas las ideas sobre mí
son erróneas como falsa
es la luz del amanecer.
La fruta prohibida nos fue dada
para consumirla en ayunas
y con mal aliento.
El amor no sabe a dentífrico,
la saliva tiene mayor oleaje
cuando arrastra la noche
hasta la otra garganta
y se consume,
aferrada el corazón.
SI DIGO MUJER
Si digo
mujer no tires esa piedra,
no quemes los puentes
no derrumbes el templo
ni cuestiones la rosa,
sus pétalos
no son culpables del llanto
tampoco de la música
que brota de tus lágrimas.
Si digo
tu libertad tiene alas propias
aprende a desplegarlas,
no cortes el vuelo del árbol
porque en sus ramas te sostienes.
Deja correr el agua,
el murmullo del riachuelo
no tiene la culpa.
La libertad es una lucha interminable
tiene los ojos de la música,
el canto de los pájaros,
el sonido del viento,
el abrazo de todas las mujeres
sobre el asfalto de los días.
Si digo
tu futuro estará incompleto
sin la sombra en el verano
y solo habrá desierto
cuando acabes con el bosque,
créeme
mujer
porque el hombre
nunca será el enemigo.
SILENCIOS
Octubre se desangra río abajo,
me cortaron el aliento tus labios
salpicados de lluvia,
el viento agita los árboles
sugiere fantasmas,
desconsolados de indiferencia.
El monje de los jaúles
despliega sus tatuajes agoreros,
cuenta la historia de la niebla
donde los amantes se confunden
entre la hierba que los disimula
desnudos
verdes
escasos de ropa,
pero cubiertos de incendios imperceptibles.
Todos descendemos la colina
hacia la muerte redentora
que aguarda entre las magnolias.
Los perros ladran,
acechan lo que somos incapaces de admirar,
saben que los puentes han desaparecido
pero nos queda el vacío,
para atravesar el ritual de la tarde
y cantar con el silencio.
TEMPUS FUGIT
Esta mañana descendí los escalones nuevamente
para reencontrarme con un ayer
que ya no se queda en la cochera.
Salimos a buscarlo entre las calles,
las alamedas floreadas
y sus pájaros indiferentes.
Ya nada será igual,
nos decimos todo el tiempo
aunque no dependa de nosotros.
Atravesamos la última esquina del confinamiento,
hasta toparnos con las calles vacías,
las casas abandonadas,
los demás escondidos en un bosque de sombras
asustados de sí mismos.
Así seguimos, descendiendo hacia el lugar
donde se extraviaron los últimos abrazos.
Desde los balcones,
las palomas nos miran indiferentes.
Las nubes calientan la lluvia,
con que refrescan las tardes,
y construyen la arcilla de las hormigas.
Aquí todo sigue igual,
menos nosotros.
JUSTICIA
Tengo un arma,
para dispararle a la soledad.
Ruge como una canción de Spinetta,
reniega de la vida en su oscura indiferencia.
Con ella apunto a los pájaros que ya no cantan,
quema los dedos cuando aprieto el gatillo
y la pólvora penetra las entrañas,
incendiando el silencio de las nubes
sobre las magnolias del recuerdo.
Tengo un arma
poderosa y siniestra
me hace sentirme protegido
de mí mismo,
la llevo a un costado de mi pecho,
la acaricio con mi piel gastada.
Temo activarla,
pero desafío a mi sombra
y la amenazo.
Tengo un arma
y pienso en los Beatles cuando dicen
“la felicidad es un arma caliente”,
entonces admito
que ahora soy la víctima
y también el victimario.
Víctor Hugo Fernández Umaña. San José, Costa Rica (1955). Poeta, narrador y ensayista. Posee una Licenciatura en Filología Española y una Maestría en Literatura Comparada por Penn State University, USA. Ha ejercido el periodismo cultural y la crítica de danza en medios costarricenses y cooperado con revistas internacionales. Miembro fundador del grupo Literario Sin Nombre, que reunió a otros poetas y artistas de su generación en torno al movimiento de promoción del arte en espacios urbanos, con excelentes resultados de público y crítica. Fue director del Suplemento Cultural Ancora que publica el diario La Nación entre 1989 y 1996 y desde allí desarrolló una amplia labor en beneficio de la cultura, logrando la consolidación y el realce de los premios Bienales Ancora de la cultura, que se entregaron en diferentes géneros y prácticas artísticas y científicas, destacando la obra de comunidad creadora e investigativa nacional. En novela ha publicado Los círculos del cuerpo (REI, 1992), En relato ha publicado La Reina del Ácido (EUNED, 2017), El amante y la chica depresiva (WG, 2018) En Poesía ha publicado Calicantos (Mesén editores, 1982), Las siete partes en que antiguamente se dividía la noche (EUCR, 1991), Escala en Santa Rosa y otros trenes (BBB, 2014), Genealogía de mi sombra (WG, 2016), Canciones para un Minotauro (WG, 2018), No todas las naranjas cantan igual (WG, 2019). Dulces blasfemias (WG, 2020) Su obra ensayística es amplia. Es director fundador del proyecto Planeta Musical -música y poesía por radio en Internet-, por medio del enlace: www.planetmusicradio.com