por Javier Alvarado
En El Salvador la violencia no será tan sólo
la partera de la Historia.
Será también la mamá del niño-pueblo,
para decirlo con una figura
apartada por completo de todo paternalismo.
ROQUE DALTON
Las palabras pueden ser contradicciones. El Salvador es un pequeño país centroamericano con un nombre que remite a la redención (ya sea espiritual o la del cuerpo). Se acordó llevar a El salvador del mundo a muchas tierras, a edificar iglesias, a revestir viejos caminos con el asfalto de ese nombre, avenidas y hasta nombrar así, a un país con loroco y con volcanes. Un paisito que te llama “vení vení vení y tú sudando amor amor” o un valle donde se pueden colgar hamacas, donde se puede vivir un día en la vida o donde puedes encontrar a caperucita en la zona roja como esas tres grandes novelas de Manlio Argueta. Allí un pueblo salió a caminar la muerte de uno de sus guías espirituales y fue baleado; los zapatos de la multitud quedaron en la calle para caminar otras historias y para contar el asesinato de Monseñor Romero.
En los viajes que he realizado al país de Doña Ana o cuando los poetas de ese jardín de dulces canas verdes del maíz, salen de las milpas enjundiosas del territorio salvadoreño, el discurso oral y en muchos casos, el poético, está acentuado en la desesperanza y desde la violencia, que es el yugo de la cintura de América. Roberto Sosa dijo de Tegucigalpa que por las noches es una ratonera; Roque Dalton dijo que la violencia es la partera de la historia y Diana Morán dijo que Panamá ardía como un maizal en llamas con los asesinatos estudiantiles del nueve de enero. Las palabras siempre tienden a revelar la historia personal y colectiva y también suelen plagiarse en su creador. Tuve conocimiento de que hay un poeta llamado Luis Borja tras haber recibido en España un accésit del Premio Jaime Gil de Biedma. Me sentí regocijado por el hecho de que una voz latinoamericana, centroamericana, desconocida hasta entonces, se reconociese en ese ámbito y sobre todo con un poemario que es el espejo crudo de las vivencias de todos y digo de todos, pues somos testigos de lo que sucede en las crónicas rojas y que esa materia prima tan abrumadora, haya alcanzado a través del testimonio poético ese valioso premio, donde se contaba entre el jurado, las grandes poéticas de Antonio Colinas y Pere Gimferrer, poetas que nos hablan del dolor también, de la nieve, de los rubíes y los reyes, de los ojos de las muchachas y de los caballos que se liberan desde los sepulcros de Tarquinia, me parece algo digno de mencionarse. Arte y un premio para reflexionar.
Sorprende como la temática, el tono coloquial, las metáforas crudas, las imágenes escarlatas y negras, el matiz desesperanzador como la muerte del niño en la noche (remontando un verso del sureño Gonzalo Rojas) hagan de esta poesía heredera de los malditos franceses y latinoamericanos, un disparo al aire -no en vano- sino también a la sensibilidad de lo que vivimos y tenemos que, de alguna forma, detener; pues el libro de Luis Borja, es una crónica de una violencia pasada y anunciada.
En mi más reciente viaje, peregrinando con varios poetas jóvenes del continente en un Festival de poetas, pude conocer de casualidad al poeta, bajo el calor telúrico de Santa Ana, en las múltiples caminatas por los parajes salvadoreños. Nos reconocimos y me contó como el Disparo fue irónicamente una salvación para su vida entera y es que la poesía, nos rescata y nos redime, es una balsa en el magma. Se escapó luego a la bohemia de la noche y allí me contó algunas anécdotas sobre su escritura. Creció mi avidez por conocer el poemario y leerlo y así me lo hizo llegar, revestido por el negro de las portadas de Visor. Su lectura fue rápida como un zarpazo. En sus poemas, Luis Borja, se propone la velocidad y la crudeza, una enumeración caótica de nuestras realidades:
Soy un país moribundo
Me nació el hijo entre la pólvora
Un país muerto en medio de una constelación de países muertos, invocando a Raúl Zurita, un hijo en medio de la pólvora que ha de seguir contemplando la violencia. En ese introito hay todo un registro existencial de aquellos que huyen, que se plantean un sueño americano por llegar a Estados Unidos, como si eso fuera el oro de los días. También hay drogas, prostitución y tráfico humano. La ciudad en una gota de sangre. Impactante el poema de Luis Borja que nos remonta a los textos escritos por los beats en estados alucinógenos, donde nos hace inhalar la cocaína de las imágenes:
Inhale
Absorba el mundo con su nariz
El poeta contempla quizás la cima de algún volcán la derrota del mundo, la derrota de la humanidad, los países que se ofrecen a las guerras, al olvido, a los políticos corruptos. La poesía social que entona su reclamo, como lo hizo Leonel Rugama en su antológico poema La tierra en su satélite de la luna:
Los hijos de la gente de Acahualinca no nacen por hambre,
y tienen hambre de nacer, para morirse de hambre.
Bienaventurados los pobres porque de ellos será la luna.
La luna tan determinada por los artistas y artesanos de la palabra, bienaventurando esa condición de ser pobres, de padecer el hambre, pero un hambre de justicia y de equidad que ya se vuelven lugares comunes y aún así por esa repetición de la repetición, parece ser que nos curamos de esa herida que es el testimonio más cercano a lo que somos, a lo que nos hemos convertido. Hay un país, el país de Luis Borja donde él nos dice:
Vivo en un país donde la bala sale
como un beso que te manda la muerte
Es lo cotidiano. Es el pan. Es la pupusa dolorosamente muerta. Ni la vieja Francisca del cuento del cubano Onelio Jorge Cardoso parece que saldría aireada de la violencia en El Salvador. Terrenos y migrantes, siguen allí. Y sigue la interrogante, parodiando el cuento de Salarrué “¿Será que semos malos?”. Ojalá que no. Recordemos que el poemario se subtitula Cuentos de Barr (i) o. La poesía sigue siendo la partera de la historia y partera de poemarios, Roque. La humanidad ha de volver al amor y ha de nacer de nuevo entre unas piernas. Así lo quiero imaginar y quiero ser testigo de ello en una volcánica letanía:
POESÍA:
por la gente de Ahuachapán RUEGA POR ELLOS
por la gente de Santa Ana RUEGA POR ELLOS
por la gente de Sonsonate RUEGA POR ELLOS
por la gente de Usulután RUEGA POR ELLOS
por la gente de San Miguel RUEGA POR ELLOS
por la gente de Morazán RUEGA POR ELLOS
por la gente de La Unión RUEGA POR ELLOS
por la gente de La Libertad RUEGA POR ELLOS
por la gente de Chalatenango RUEGA POR ELLOS
por la gente de Cuscatlán RUEGA POR ELLOS
por la gente de San Salvador RUEGA POR ELLOS
por la gente de La Paz RUEGA POR ELLOS
por la gente de Cabañas RUEGA POR ELLOS
por la gente de San Vicente RUEGA POR ELLOS
por la gente de El Salvador RUEGA POR ELLOS
por la gente de Centroamérica RUEGA POR NOSOTROS
Hay una tendencia a creer muchas veces que en España no se apuesta al riesgo. El libro de Luis Borja se arriesga en su fondo y su forma. Riesgo en lo que se dice y Cómo se dice. Un libro crudo. Poesía desnuda y cruda para la sobrevivencia. Jorge Debravo de Costa Rica dijo que “A pesar de la muerte y de la guerra, el amor bajo el hombre está creciendo”. Quiero imaginar que El Disparo ha de quedarse allí, disparando poesía, para que el amor en línea paralela siga creciendo y para que este poeta se convierta también a través de la palabra y del trabajo de sus manos y brazos, en uno de los muchos carpinteros y albañiles que han de levantar, en medio de la paz, las nuevas casas.
4 de octubre de 2015
El texto anterior fue escrito a raíz del merecido accésit de Luis Borja en el Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma y no ha sido publicado hasta entonces. Ayer, miércoles 3 de marzo de 2020 nos llegó la abrupta noticia de la muerte de este gran poeta salvadoreño, perteneciente a nuestra generación. Nuestra Centroamérica pierde a un creador entregado a su oficio. Rendimos homenaje a su persona, a su humildad, a su palabra.
Selección de textos de diversos libros de Luis Borja
HIJOS, TENGO UN GUSANO EN EL CORAZÓN
Para Anne Sexton
He pensado en pronunciar toda palabra
Sangre
Ceniza
Y humo
Pronunciarla como una madrugada tortuosa
Pero hijos
Hoy por la tarde he arrugado todas las caricias de mis años
Le he cantado a mi almohada todos los versos fúnebres
Como se le canta a la sangre cuando conoce la agonía
Cariños
Cariñitos de melancolía
Pájaros del viento y de la piedra
Sangre de la herida y la plegaria
Huesos del vientre y de las penas
Al final he querido decirles lo mucho que los quiero pero no he terminado el poema
Sin embargo ustedes sabrán entender que
“Los suicidas poseen un lenguaje especial”
MI CUARTO ESTA LLENO DE MOSCAS…
A Leopoldo María Panero
Leopoldo, mi cuarto está lleno de moscas
Se posan sobre los libros que están en ella
Se comen los muertos que yacen en esas páginas
Derriban esos muros de tinta y vuelan gloriosas sobre los sueños muertos de los poemas
Leopoldo, veo a mis amigos crucificados por las moscas
Pero, adiós Leopoldo
te vas a donde perteneces a ese país atascado de gusanos
el festín de las moscas se ha hecho en tus ojos
te vas donde los orines te dan ese baño que deseabas
¿Leopoldo te ahogarás en la desnudez de tu madre?
¿seguirá siendo el mismo sapo al que odiabas por su crueldad ante la locura?
Las moscas hacen el festín Leopoldo
Las moscas se regocijan cagando tus sesos poeta maldito
¿Leopoldo es tu poema muerto al que cantan?
PÁJARO Y ARENA
Sé que es muy difícil pensarte con las manos heridas por la nostalgia
aun así me imagino cómo cantan tus palabras a la ternura
La regocijada voz sangrada con que imitas a los pájaros
Los latidos de tus dedos desgranando la distancia
—Creo que en ese arpegio resumes toda tu tristeza—
A veces creo que sos una melancólica palabra que se le pierde a las tardes
¿Te parece extraño pensarte así?
Y es que en vos a veces también es fácil percibir la soledad moderna con que maldices
las calles
El terrible golpe con el que rompes los vacíos.
Quizá te preocupe la mediación que existe en el muerto y el arma
Quizá te preocupe la cariada sonrisa de los niños perdidos
Quizá te preocupe la delineada frontera apilada de muertos
Por eso me encuentro en vos
Porque es fácil ver en tus ojos la desbordada ternura de la que hablamos
Y eso es lo único que nos salva de la muerte
Tengo que terminar diciéndote
Que a veces cuando te pienso
Te imagino pájaro y arena
Y vieras qué tierno me imagino en tus manos.
MAQUILA
Soy la mujer con el pulmón agujereado
Con mis manos hilvano los cuatro puntos cardinales
Soy la madre sosteniendo el humo con la angustia
Soy la artritis gastada en la madrugada
soy yo
la madre de la maquila
la madre de todos los trapos
con mis ojos gastados voy buscando la luz en este camino
encadenada sobre la banca soy el despojo de mi carne
Soy todas las mujeres con los vientres rotos
Soy todas las mujeres podridas que adornan las maquilas
Clotilde ha quebrado sus brazos a la hora del fastidio
Sus dedos son hebras para tejerles pupilas a los niños
A todos los niños muertos que se van acumulando en este paisaje
A los niños que desprenden la sangre de nuestras faldas
Angélica fue una
Con el rencor mascado vomitó toda la sangre
Abrió sus piernas como una flor marchita
Y rodó el niño alborotando todos los violines
¡Ay! el retrato estremecido de todos los días
¡Ay! la emoción amarga del descanso
¡Ay! la angustia a la hora del receso
soy yo
¡la madre de la maquila!
¡la madre de todos los trapos!
Con mis manos sangradas estoy tejiéndole a la luna todo el silencio
EL BELLO LEGADO
Soy un país moribundo
Me nació el hijo entre la pólvora
me nació en la trinchera escondida en el beso de la muerte
Me nació el hijo en el escondite
en la alambrada inerte que tejimos como barricadas
Me nacieron los hijos muertos
estrellados
mutilados
Corriendo hacia el abismo que les ofrece el nuevo siglo
Me nacieron los hijos sueltos
volátiles como el suspiro de un disparo
Me nacieron los hijos desaparecidos como el pulso de un latido tuerto
Como la práctica onanista de un país que se pudre
De un país que se queda mudo
con la garganta cercenada de disparos
Me nacieron los hijos ciegos
Me nacieron los hijos mudos
Agonizantes
cabizbajos
cohibidos
Me nació el eructo de un beso prohibido en la frontera de los sueños
Los hijos junto a los sueños se me pudrieron
Me nacieron inmigrantes con la plegaria del sueño americano
Con la agonizante ceguera de convertirse en lavaplatos
en constructores
En mendigos colectores de sueños
En limpia mierda sin temblarle el pulso ante la injuria del yanqui
en venado escapista de trenes
en alma nostálgica ante el himno nacional
Y sin embargo la plegaria insiste en convertirlos
en prostitutas en plena frontera
en el alma del coyote
ese mismo coyote que ahoga los sueños entre sus colmillos
dicen que el mar se ha vuelto más violento
dicen que el mar está a punto de vomitarlos
dicen que el mar esconde la palpitación imbécil de sus sueños
dicen, a mí no me lo crean
ni a este país que parió los hijos desaparecidos
prostituidos
secuestrados
abandonados en el desierto con la frente sudorosa
con la boca muda sin pronunciar su nombre
con la garganta agónica en busca del sueño
con la adeudada caricia de las madres invocando su angustia
rogándole a los santos que intercedan en su ascenso a los infiernos
me nacieron los hijos hambrientos del sueño americano
me nacieron analfabetos
caóticos
delincuentes
me nacieron roedores habitantes de una ciudad testaruda
me nació la ciudad agobiada transpirando el olor de las cloacas
las calles y su aturdida manera de mostrar el sarro de los orines
me nacieron los somnolientos bostezos de un niño huele-pega
del niño habitante mudo abstraído en su sueño urbano
del niño adorado rey de alcantarillas
me nació la suplicada nariz llena de coca
me nacieron los niños dibujando los sangrados círculos de sus vidas
me nacieron aspirando la inclinada línea de los años
me nacieron galopantes los gritos por el crack
por la temblorosa agonía de escaparse un rato
por la temblorosa sonrisa perdida
por la temblorosa mirada que cicatrizan las heridas
temblorosas también las piernas líquidas de una niña en las calles
de la niña vendiéndose ante la fría liturgia del sexo
me nacieron las niñas raptadas
la decapitación incesante de sus senos
la mutilada forma de abotonar las noches
el laberinto carnal de construir los cuerpos
el asolapado misterio del sexo
Me nacieron los cansados días en el mercado
la agobiante tarde en busca de un muerto
la oxidada rutina de verme desnudo y sin cinco
me nació la hipotecada ilusión de una casa
la deuda externa facturada con mi nombre
la cansada tradición de hilvanar los sueños en una maquila
Me nacieron los hijos traficantes
Me nació el lavado de dinero
Me nació la corroída mueca del narco
El diplomático parpadeo de los políticos
La inflamable historia de los corridos
La triste canción de un tiro
La estoica versión de raptarse a los niños
La detonada travesía de traficar con el hambre
Me nacieron las temblorosas manos del sicario
El ajuste de cuentas tiñendo las calles
La bala perdida
Cae
La bala perdida te busca
La bala perdida tiene tu nombre
La adjetivada muerte de los niños
El desaforado destino de la muerte
Me nacieron las pandillas
La pactada muerte entre sus dedos
La tatuada cicatriz de un país sin memoria
La agobiada mutilación de los días
Los cementerios clandestinos
Y la agonía de salir a las calles
Las apiladas caricias de los cráneos sueltos
La decapitada mueca de los muertos
Me nacieron cansados los parpados
Los crucificados brazos del silencio
la agonía de pegarme un tiro y entrar como un dios a los despojos que me dejó la
postguerra
DE UMIT
I [SE]
Todo comienza amando la madrugada
Amando el canto de los gallos que buscan un nombre de luna
Todo comienza en la ternura de las flores y sus pétalos de sangre
Todo absolutamente comienza amando la saliva
Porque de la saliva y el barro somos
Somos la jícara y el destino de la tierra
Todo absolutamente comienza con la tibieza del día
Con la sonrisa caliente de todos los astros: el nacimiento del padre y el fuego.
Yo
Que soy saliva y barro, planta y ternura
Comprendo que somos bebidos por la luz y el día
Pero también, mi hermano, somos de la noche
De la oscuridad y la luna: la madre.
Todo comienza en la sonrisa de la jícara y de la raíz
En la plegaria de sangre que cantamos
Todo comienza en la tierra y el sudor
En la semilla que nace en la palma de la mano
Todo comienza en la nocturna sonrisa del delirio
No, no callamos la locura ni la muerte
Ni el disparo que quebró los huesos de la tierra
Y de los huesos que nacieron como piedras
Todo comienza pues, con la ternura entre las manos y con el odio entre los dientes
Todo comienza, mis hermanos, en el sueño de los pájaros y su grito de sangre
Luis Borja (Ahuachapán, El Salvador, 1985-2021). Poeta y profesor del Departamento de Letras de la Universidad de El Salvador. En 2014 obtuvo el Accésit del XXIV Premio Internacional de Poesía Jaime Gil de Biedma con su obra El Disparo. Cuentos del Barr(i)o, publicado en 2014 por la editorial Visor. Otros poemarios son: Letrosis (2013), Pus (2014), La herida del poema (2015), Mi hombro es una lágrima (2016), Un labial para las muertas (2017) y UMIT (Ediciones Diputación de Salamanca, 2019). También realizó la antología Subterránea palabra (2016). Miembro fundador del Taller de poesía del Parque (Ahuachapán), en 2006 ganó el Certamen de Poesía Universitaria y, desde entonces, ha participado en diversos festivales celebrados en países centroamericanos. Poemas suyos se han difundido en revistas de España y México, y en las antologías Invisible. Antología de poesía joven salvadoreña (Venezuela); Las puertas de la madrugada. Antología poética Cuba-El Salvador (El Salvador-Cuba) y En el nombre de hoy (Visor, 2015). Con UMIT se alzó con la VI edición del prestigioso Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador.