RITUAL MATUTINO
Nos hemos convertido
en dioses atrapados
por nuestros propios miedos.
Nuestras heridas
continúan oliendo
a jaguar y ocarina,
atadas a rutinarias cuerdas
de vicio y de desdén.
Las cifras desiguales,
con más ceros que sueños
nos incluyen a todos:
al crónico indigente, al Papa,
al embrión que se agita
en el útero de una adolescente,
y al iluso magnate
que ordenó destruir
las torres de Babel.
Tanto fantasma estúpido
transita a nuestro lado,
dejando su locura
y su pétalo mordaz
en la misma estación.
La túnica que estamos arrastrando
es demasiado densa…
Mientras en las iglesias
los corrosivos ángeles
inclinan sus campanas
al ritual matutino,
solariegas cigarras
se mutan en asfalto
y neón plastificado.
Un día somos dioses
inventándolo todo,
y otros somos heraldos
avanzando rabiosos
hacia nosotros mismos.
¿Dónde gravita la fe horizontal
de tantas golondrinas?
BLUES
El blues me llama siempre
desde cualquier neblina.
Desde este ozono
gris y nauseabundo
contaminado de odio
penetra hasta dolerme,
desguaza muy despacio
a cada araña sobria
que se teje en mi boca.
Los girasoles, todos,
son un charco de miedo
temblando en estas cuencas
que perdieron los ojos.
Pero el blues se acurruca
como un niño muerto
al lado de mi tumba.
Me llama desde entonces,
desde antes,
desde siempre.
Dice que esta atmósfera
no le es suficiente
para sus coordenadas.
Repite que los buitres
nos secaron los huesos,
y que inventaron nombres,
líneas distorsionadas,
colores cibernéticos
y pantallas de plasma
con pájaros y niños
empapados de sangre
y de demencia.
LUNES
Es lunes otra vez
y qué importa el mes
que lo sustenta.
Pudiera ser agosto,
febrero,
nacimiento
por no decir setiembre.
Artificial arroyo
de agua putrefacta
siempre oliendo a muerte,
a químico,
a progreso,
a intermitente plástico
que anuncia Noche Buena.
Los buitres están por todas partes
con sus picos sangrando
y su locura a cuestas.
¡Ellos se creen dichosos!
¡Pudiera ser la muerte!
ÉXODO
A Eunice Odio.
Esa niña que siempre me habita.
Niña de trapo y miedo,
aterrada en tu cuarto menguante
sobre un charco de plomo y de letargo
todavía respiras.
Las paredes cobardes
atropellan tus ojos.
El pulso vaga solo
y te araña las sienes
en un éxodo exánime
sin reptiles de luz,
sin Dios,
sin golondrinas.
Niña de trapo y lágrima,
escalando los hilos del insomnio
oyes caer las sombras
con sus grillos de muerte
en cada esquina,
en cada aguja estática
en cada hora maldita.
Y la máscara agoniza
aterrada entre culpas.
Jaula sola desde todos los siempres:
nada cabe en tus alas
tristes y desguazadas,
solo la contracción,
la guerra de latidos
que encadenan el dolor de la vivir
a ese pozo que dejan
los pájaros suicidas.
Niña de trapo y sangre,
trémula,
desterrada…
LOS NOMBRES DE LA LUNA
Tiene nombres que amé en otras vidas.
Nombres imperdonables:
ceiba, amaranto o ruda.
Nombres de diosas fértiles,
de guerreras
y de reinas egipcias.
Otros la llamaron salvaje,
hechicera de aguas pasionales,
Hécate, bebedora de sangre.
Pero ella se hace llamar Selene,
mujer de ojos grandes,
cabello azul profundo,
casi negro,
ninfa de cinco puntas,
salvadora…
¡Mentirosa!
Su ambición no concibe la muerte,
pero llega,
cada vez que amanece,
inexorable llega
y la luna,
condenada al cadalso
huye como ladrona.
A CONTRAPELO
La vida es este instante –me repiten los ecos,
y yo sigo corriendo, buscando en cada ojo,
en cada signo,
en cada flor que se abre la señal de salida.
Alguien me quiere hablar de sus veinte años,
de los pétalos rotos que esconde entre su falda,
de los sueños que antecedieron siempre a las posibilidades.
Mientras yo camino indiferente
tropezando entre las hojarascas
y en el tacón mordaz del boom de los charoles.
He dejado el instante
en el cansado quicio del cansancio.
He envuelto con gasa mis talones
y he tomado en mis brazos el corazón del viento
para correr entre las avenidas
y entre los vendedores de manzanas,
de luces importadas, de diciembres…
El carnaval a veces me convoca,
después me deja ebria
en esa esquina que tampoco existe.
La vida sigue atenta la dirección del polvo
que levantan mis pasos;
con su boca ya seca,
y su mareada brújula,
corre detrás de mí, a contrapelo,
tratando de alcanzarme.
Se vuelve perra fiel, hambrienta loba,
quiere beber la savia de mis huesos,
quitarme el antifaz, la piel, la lágrima,
esta sonrisa de esfinge que no es mía.
Pero yo sigo nómada, solipsista metáfora,
cláusula impersonal
buscando alucinada la cábala,
o el ángel que se atreva a estremecer la piedra,
la meta y su cintilla.
La vida se desnuda de pronto en mis pupilas...
Lucía Alfaro. Nación en San José, Costa Rica. Es graduada en Administración de Empresas y Bachiller en Filología Española de la UCR y egresada de la Maestría en Literatura Latinoamericana. Es miembro fundadora y tallerista del Grupo Literario Poiesis, en el que realiza la actividad de gestión cultural desde el 2007. Es editora y promotora cultural de Poiesis Editores desde enero de 2015. Fue Coordinadora del Festival Internacional de Poesía – Casa de Poesía desde el año 2010 hasta el 2017. Es la presidenta de la Fundación Jorge Debrado, fundada en agosto 2017. Ha sido invitada a representar la poesía de Costa Rica en once encuentros internacionales de escritores en diferentes países latinoamericanos. Ha publicado 6 libros de poesía. Obtuvo el segundo lugar de poesía en el certamen Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica – Sede Pérez Zeledón (2013), y el segundo lugar en el certamen Hispanoamericano de Hikus organizado por Némesis Perú (2019). Parte de su obra se ha publicado en varias antologías, periódicos y revistas nacionales e internacionales, tanto virtuales como impresas. ha sido antologada en diversas compilaciones en Costa Rica y en las antologías de los Festivales Internacionales a los que ha sido invitada: México, Nicaragua, Panamá, Cuba, Colombia, Uruguay. Poemas suyos han sido musicalizados por renombrados cantautores costarricenses. Poemas suyos han sido traducidos al portugués y al inglés.