FIRST SERIES
LA VENTANA
Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Plantaré un árbol en medio de la calle, y crecerá ante el asombro de los paseantes: criaré pájaros que nunca volarán a otros árboles, y se quedarán a cantar ahí en medio del ruido y la indiferencia. Crecerá un océano en la ventana. Pero esta vez no me aburriré de sus mares, y las gaviotas volverán a volar en círculos sobre mi cabeza. Habrá una cama y un sofá debajo de los árboles para que descanse la lumbre de sus olas.
Voy a construir una ventana en medio de la calle para no sentirme solo. Así podré ver el cielo y la gente que pasa sin hablarme, y aquellos buitres de la muerte que vuelan sin poder sacarme el corazón. Esta ventana alumbrará mi soledad. Podría inclusive abrir otra en medio del mar, y solo vería el horizonte como una luciérnaga con sus alas de cristal. El mundo quedaría lejos al otro lado de la arena, allá donde vive la soledad y la memoria. De cualquier manera es inevitable que construya una ventana, y sobre todo ahora que ya no escribo ni salgo a caminar como antes bajo los pinos del desierto, aun cuando este día parece propicio para descubrir los terrenos insondables.
Voy a construir una ventana en medio de la calle. Vaya absurdo, me dirán, una ventana para que la gente pase y te mire como si fueras un demente que quiere ver el cielo y una vela encendida detrás de la cortina. Baudelaire tenía razón: el que mira desde afuera a través de una ventana abierta no ve tanto como el que mira una ventana cerrada. Por eso he cerrado mis ventanas y he salido a la calle corriendo para no verme alumbrado por la sombra.
De El cielo que me escribe (2002)
LOS CANALES DE PIEDRA
Vine a Venecia a ver a Marco Polo pero su casa estaba cerrada. El segundo piso lo vi desde una góndola y le tomé una foto a los geranios de su balcón. El agua del canal es de un verde raro, tal vez sea una combinación del tiempo, los vientos, y la tenue luz de sus callejones de piedra. Vivaldi aquella noche estaba dando sus clases a las niñas del coro. Corelli fue su invitado de honor. Después de uno de sus conciertos del cura rojo nos fuimos a la plaza San Marcos a beber vino en El Florián. Marco me decía que no permaneciera por mucho tiempo en ninguna parte del mundo.
El mundo es como la plaza de San Marcos, murmuraba, hay que cruzarla miles de veces para que puedas ver las verdaderas aguas del tiempo. Al otro lado de la plaza está la vida escondida con el vino derramado por la muerte. Venecia es nuestra solo por esta noche: después hay que abandonarla como a las mujeres de Rialto. Siempre hay algo extraño y hermoso en los geranios púrpuras del Mundo.
Yo solo escribo lo que veo, por eso camino. Sigamos hacia la cumbre para ver los canales desde el cielo de la noche. Después pasemos a la Basílica a poner unas velas a mi madre: ella está viva, tiene la memoria de los ríos. A veces imagino ciudades, como tú, una ciudad dentro de otra, una plaza es mejor que todos los rascacielos del mundo. San Marcos es mi plaza, mi vida, o sea como las alas de las palomas.
Esta noche no daré clases a las niñas del coro en el Hospicio de la Piedad dijo el cura rojo. Entonces, Marco, veloz como de costumbre nos dijo: naveguemos mejor por los cuatro ríos sagrados esta noche. Busquemos el pecado, pidamos perdón a los cielos por no habernos bebido todo el vino y amado a todas las mujeres de Venecia.
Venecia, 17 de julio, 2007
BRYANT PARK
Mi nuevo canto patina sobre un sol que busca su hueco entre el viento blanco.
Camino radiante por el parque soleado lleno de tiendas tomándome un té negro
para no desfallecer de frío.
Rascacielos izan su corazón impuro a las alturas.
Nazco por la corriente que canta alegre la ciudad: las muchachas a coro endulzan
el aire con sus botas largas y sus hermosas cabelleras tiritando bajo cero.
Camino radiante con la poesía del brazo por el Parque Bryant repitiendo la
composición azul-gris para comparar sus efectos: agua y flores han inundado el
parque, como la música glacial se inicia la primera variación del invierno.
Manhattan, enero 5, 2013
MI CORAZÓN DEVASTADO
Mi corazón es el país más devastado, decía Ungaretti. Por eso, más que el dolor físico del otro o del Mundo, el corazón es el que mira nuestras heridas y arrastra al dolor hasta la cima propicia de la esperanza. Voy a hablar de la esperanza ante una fila de muertos bailando una canción de cuna. Miro la palabra que se clava con la luz en la ventana soleada: la palpo con la sombra en el umbral que no se dice. Nadie reconoce los ángeles de los pobres, el paraíso de su alegre vestidura. Palpo la poesía en una ventana cerrada, en la hermosa espalda de mi doncella mordiéndose los labios entre canto de pájaros, y bajo el raudo oscilar de sus cabellos escribo el sabor del caribe en sus pezones.
LOS MUSLOS SOBRE LA GRAMA
Escribo por la muchacha que vi correr esta mañana por el cementerio, la que trotaba ágilmente sobre los muertos. Ella corría y su cuerpo era una pluma de ave que se mecía contra la muerte. Entonces dije que en este reino el deporte no era bueno solo para la alegría del corazón sino también para el orgasmo de la vista. Al verla correr con sus pequeños shorts transparentes deduje que los cementerios no tenían por qué ser tristes, el galope acompasado de la chica daba otra perspectiva al paisaje: el sol adquiría un tono rojizo, su luz tenue se clavaba dando vida a la piel, los mausoleos brillaban con su cabellera de oro, y volví a pensar que la muerte no era un tema de lágrimas sino más bien de gozo cuando la vida continuaba vibrando con los muslos sobre la grama.
EL ÁRBOL DE LA DICHA
Para Rose Shapiro, in memoriam
El árbol de la dicha te dice al oído:
escucha mis hojas/ remece mis
ramas/ piensa en el ciprés y sus
brazos de viejo sabio/ siente
el pájaro que se posa en mi rama
y lee los salmos de la vida leve/:
el río baja y no deja sombra,
sus arcos se sostienen a pesar
de la lluvia y la tormenta/
Este cáliz se levanta
y roza el infinito/
nunca morirán las hojas ni dejarán
de volar los pájaros/
el cáliz y la cesta con frutas vivirá
en la boca de los vivos/
el viento susurra palabras de agua/
y el cielo como la arena nunca para
de insistir en la calle de la pupila/
solo el aire sabe del río y de su bruma/
el agua que corre incesante en busca
de tus manos
UNO SE CANSA DE ESTAR SOLO
Uno se cansa de estar solo delirando
con su ventana en medio de la calle,
entre la nieve que arrastra
su blancor por los callejones olvidados.
Uno se cansa de salir a buscar la
misma mujer con el cabello
largo hasta los pies.
Tal vez en eso consista el arte de la soledad:
escribir repetidas veces la isla con su cielo lila
y la esbeltez del faro que derrama su luz sobre
nuestro cabello alborotado.
Tal vez sea sólo eso: una brújula sin memoria
para el tiempo que vendrá.
Miguel-Ángel Zapata, poeta y ensayista peruano, es profesor de literatura comparada en la Universidad de Hofstra, Nueva York. Es Doctor en Filosofía y Literatura por Washington University, habiendo estudiando antes en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Lima, donde obtuvo su Licenciatura en Letras. Ha publicado recientemente: Cancha de arcilla. Poemas en prosa 1983- 2019. Madrid: Fundación Miguel Hernández/ Instituto Cervantes, 2020, Un árbol cruza la ciudad (Lima: Máquina Purísima, 2019 (México: El Tucán de Virginia, 2020), A Tree Crossing the City (New York Poetry Press, 2019), Chopin invitado a casa (Edición bilingüe) (Ultramarina, Sevilla, 2019), y varias antologías de su poesía: Con Dylan Thomas volando por Manhattan (Buenos Aires, 2019), Hoy dejó de ser invierno por un día (Buenos Aires, 2017), La nota 13 (Bogotá, 2015), Hoy día es otro mundo (Granada, España, 2015), la traducción de su poesía selecta al italiano: “Uno escribe poesia camminando” (Antologia personale 1997-2015), trad. de Emilio Coco (Roma, Ladolfi Editore, 2016). También destacan los poemarios: La ventana y once poemas (México, 2014), La lluvia siempre sube (Buenos Aires, 2012), Fragmentos de una manzana y otros poemas (Sevilla, 2011), Ensayo sobre la rosa. Poesía selecta 1983-2008 (Lima, 2010), Los canales de piedra. Antología mínima (Valencia, Venezuela, 2008), Un pino me habla de la lluvia (Lima, 2007), Iguana (FCE, 2005), Los muslos sobre la grama (Buenos Aires, 2005), El cielo que me escribe (México, 2002), Escribir bajo el polvo (Lima, 2000), Lumbre de la letra (Lima, 1997), Poemas para violín y orquesta (México, 1991), Imágenes los juegos (Lima, 1987), entre otros. Su poesía ha sido traducida al inglés, francés, italiano, portugués, árabe y ruso. Ha traducido también al castellano a poetas de habla inglesa como Theodore Roethke, Mark Strand, Charles Simic, Charles Wright, Louise Glück, William Carlos Williams y Dylan Thomas. En su obra crítica y ensayística destacan: Degollado resplandor. Poesía de Blanca Varela (1949-2000) (Santiago de Chile: Ed. Universitaria/ Fundación Vicente Huidobro, 2019), Vuela un cuervo sobre la luna. Muestra de poesía española contemporánea: 1959-1980 (Nueva York: Hostos 2014), La voz deudora. Conversaciones sobre poesía hispanoamericana (Con Ilán Stavans) (Lima- México: Fondo de Cultura Económica, 2013), Vapor trasatlántico. Estudios sobre poesía hispánica y norteamericana (Lima-México: FCE-Universidad de San Marcos, 2008), Asir la forma que se va. La poesía de Carlos German Belli (Lima: Universidad de San Marcos, 2006), El hacedor y las palabras. Diálogos con la poesía de América Latina (Lima- México: FCE, 2005), Miradas de la voz. Notas sobre poesía hispanoamericana contemporánea (Lima: UNMSM, 2002), Nueva poesía latinoamericana (México: UNAM, 1999), Metáfora de la experiencia. La poesía de Antonio Cisneros (Lima: PUCP, 1998), entre otros.