ENSEÑANZA 9
Me duelen los versos
que no escribo
las dedicatorias
a rostros invisibles.
Descifrar la tristeza
de la metáfora de nieve
intuir la irrevocable
tarea del absurdo
en el poema.
Entonces
enciendo la lumbre
caliento la leche
para perdurar
en el olvido.
Menguar el pájaro de sangre
que me acecha
en cada figura de pan.
ENSEÑANZA 13
Un hombre mira al horizonte
en el vientre de una rana.
Un hombre señala el límite
en la lengua de una mosca.
Un hombre observa el vacío
desde un vaso.
Un hombre para salvarse
requiere la firmeza
de la mantequilla
la benevolente dirección del clima
y la correcta perspectiva del observador
que contará su historia.
ENSEÑANZA 39
Ya no decir
solo mirar
y que la escritura
nos sobreviva
como un acto de derrota.
(Del poemario Enseñanzas, 2019)
MADRE,
la noche es una navaja que corta mis heridas.
Hice crecer animales deformes con mis huesos.
He matado a mi padre cuando fue niño.
Te liberé a ti cuando fuiste niña.
Y a mí, me metí en el mismo cuarto
porque siempre quise que seas tú,
tú la que me salves.
Entonces
aprendí
que las madres
no quieren ser dioses.
MADRE,
no siempre estoy triste.
No siempre las mariposas son sarcófagos de mi vientre.
No siempre el sol es un alambre eléctrico en mis intenciones.
A veces, escarbo mi nombre oculto en la tierra
y me llevo a un perro muerto como compañía.
Sonrío mostrando los dientes, que son de lobo viejo
que devoró a su manada, como subterfugio de supervivencia.
No siempre soy concha frígida que busca a un hombre.
Soy lirio abierto y lloroso que usa sus dedos
para descomponer al mundo en la psicodelia del amor propio.
Apunto flechas en contra de los árboles
para enseñarles que la humanidad puede destruir
/todo lo que no le duele/
No necesito que nadie me sane.
Todo cabe en el límite superficial de nuestras manos.
Si abres mi costado derecho, un animal salpicará tus ojos
con la sangre que consume de su mano.
Si abres mi costado izquierdo, una niña enseña a rezar
a un dios muerto de miedo.
La muerte exhala en esa vena y yo le inyecto clonazepam
para que siga pretendiendo su delirio de vida.
No siempre estoy triste, madre.
También puedo contabilizar mis óvulos
y parir el gesto cotidiano de la felicidad
casi como un aborto espontáneo.
Como un orgasmo que llega al rozar muy fuerte
una mano perdida en el transporte.
Después de todo, la felicidad
consiste en soportarse cotidianamente.
Se trata de entender que todo cabe
en el equinoccio y el ritmo circadiano
de la vagina.
(Del poemario Conversaciones nocturnas con la sombra de mi madre, 2019)
Sara Montaño Escobar (Loja-Ecuador, 1989). Licenciada en psicología general. Poemas publicados en revistas y fanzine nacionales e internacionales. Relatos publicados en la revista impresa Kinkies (México) y en el libro cartonero “Pasaporte” (Dadaif Cartonera, 2017). Consta en las antologías Sensaciones oníricas (2017), Liberoamericanas-80 poetas contemporáneas (2018), Exilio y otros desarraigos (2018), Alas púrpuras (2018). Colaboradora de la revista internacional La Ninfa Eco, Bitácora de vuelo ediciones y de la revista el Humo (México). Publicó la plaquette Génesis de ausencia (2017), La ruta del espejo (2018). Poemarios publicados: Enseñanzas (2019) y Conversaciones nocturnas con la sombra de mi madre (2019). Recibió mención de honor en el Festival de poesía Ileana Espinel Cedeño.