MÁSTILES Y VELAS
El tiempo señor de mi cuerpo,
ha hecho de él su paraíso.
En los pliegues de mi corazón desvencijado
donde las honduras del alma
han hecho nido.
Un cuerpo alucinado y seducido
por el espacio sin medida de su vida interior
invadido de sueños
hasta llenar el cielo del alma,
donde la magia y la aventura
es un viaje sin fin
por la ruta del corazón.
A veces en noche de silencios
me hundo en estos sueños
con música de mar entre mis dedos
y en oleaje incansable de la sangre
hasta el límite de estos sueños
hasta el desgarre del tiempo.
Y ahí postrada de hinojos
maldigo las sombras, el dolor
la tristeza y el vacío,
el desorden de los sueños
y la confusión de los presagios
la acumulación del llanto
cuando dobla al sauce y lo sacude.
Pero Juglar comprometida con la vida
tomo mi cometa de cola errante
y vuelo por la luz de mis ojos,
me asomo entre los labios húmedos
y siento el sabor ruidoso de un volcán
el olor de los tigres al acecho
y como maga soltando los hechizos
me voy y soy viajera por mi cuerpo,
varita mágica en el umbral de mi vida
esperando la otra orilla, la ribera,
los mástiles y velas de mi esperanza,
compruebo una y cien veces más
lo fuerte que mis piernas me sostienen,
muslos de corredora,
con un corazón de atleta lento en su palpitar,
navegante del mar de la espuma,
borrascoso y terrible en el amor
en sus borbollones de sangre
impregnando y manchando
la pantalla atiborrada de mi vida.
Pero mujer, mujer al fin,
paridora de sueños, de poemas y de hijos
regreso, espíritu fugitivo
a mi endemoniada lucha por la vida
a mi cielo encendido
a mi Francisco de Asís
a mi Enrique, mi Camilo,
mi Gloria Marimelda,
a mis jardines de tigres y jaguares.
El tiempo señor de mi cuerpo,
ha hecho de él su paraíso.
EN EL RECUENTO DE ESTA VIDA
He buscado la luz que Dios nos dio,
en el corazón del ser humano.
He encontrado la trascendencia de la soledad,
la palidez del follaje al amanecer,
la penumbra que deja un día triste
y la ternura exquisita de una tarde de silencios.
Yo he dormido con el corazón entre las manos,
y he caminado al horizonte donde esa luz alumbra.
He oído apagarse el eco de la noche
y he querido atrapar el tiempo y sus distancias.
Soy viajera en este barco
y siempre he tenido un cielo con presagios.
A veces grito mi nombre: Gloria,
y escucho dulcemente el batir suave del limonero de mi casa.
Todo es tan hermoso como el sonido de una castañuela
“Gloria a Dios en las alturas”...
y se conmueve y susurra mi jardín
y pasa el viento cadencioso en su plegaria,
la plegaria del sol al penetrar las tardes en el mar.
En el recuento de esta vida
paso esta página en limpio
y marco presurosa mi imaginado territorio.
VUELVE CONMIGO
¡No te me pierdas para siempre, vuelve!
No continúes sólo este camino por la vida.
Voltea la cabeza y mírame.
Soy Sancho Panza en busca del Quijote,
de su daga, de su lanza, de su escudo protector;
ya no temas a la mujer de Lot, estatua de sal,
que ya no mira hacia atrás, sino de frente.
La transgresión dispara directo al corazón
y te devora como medusa poco a poco.
Un silencio perdurable para salvamos.
Amémonos pecadoramente como quieras
donde quieras, Adán y Eva y su paraíso.
Déjame purificarte con mis lágrimas,
lavarte y enjuagarte de perdón y olvido,
manos, lenguas y pupilas listas
para que nuestras almas no sigan errantes,
eternas peregrinas de la vida.
En la copa la oscuridad y sus demonios.
Un viento levantó y arrastró las cenizas:
ven, que se me escurre el alma entre las manos,
quiero envolverme con tu nombre
y vestirme con tus ojos;
ya han crecido las plegarias
enredaderas voluptuosas en torno de mi cuerpo
y emergen hojas de esperanza de mi oído,
de mi boca y de mis uñas.
Siente el olor de estas plantas “no me olvides”,
“vuelve, ven conmigo”.
Ciérrame las cicatrices con tus dedos
desbórdame los ojos,
no te pierdas para siempre, vuelve!,
no sueltes el hechizo
y atrapa los lazos de mi cuerpo,
amárrate con ellos y verás luces de colores
que mi sangre destila,
saltemos al espejo,
descubramos mundos nuevos,
pasemos al arco vencedor y al misterio,
estoy aquí con los brazos abiertos
desnuda para tu hoguera, para tu cielo,
para tu reino de fantasía, ven!
Que se cumplan los juramentos.
Vuelve. Ven conmigo
A CAMPO ABIERTO LATE MI CORAZÓN
Le entregué mi alma al Amor.
Soy pasto de sus llamas.
Vivo alegremente acosada,
alimentando esta debacle.
A veces Odiseo al elevarse
en la punta de la espuma,
me tiende su mano conmovido,
no sea que me hunda
y conmigo el arcoíris.
Sigo aquí misma,
plantada al pie de esta selva.
Ni adelante ni atrás del aire,
ni adelante ni atrás del eco,
en plena ebriedad de los sentidos.
Corriendo tras la risa obscena y bandida,
que inicia siempre el conteo por la vida.
A campo abierto late mi corazón.
A campo traviesa van mis sueños,
sin alas que los lleven lejos,
al contrario, grillos y grilletes apretados
al pensamiento lujurioso de un ángel
escapado del paraíso eterno.
Ahora me tomo la vida a pinceladas.
He atravesado limpiamente el bosque y he llorado.
Pasé por la fiesta de luces de bengala
guardé mis alas de mariposa rotas
en el corazón de una concha marina
las tiré al mar, en un barco errante y tristón.
Nací ave, fruta y torrente,
libre como las márgenes de un río salvaje,
y no quiero ahora corregir el curso de nada,
ni me arrepiento de mi nostalgia
ni me arrepiento de mi ansiedad por nada.
Ya he visto volar el tiempo presuroso
en las alas de las gaviotas
a una estrella saltar de la chistera del mago,
y teñirse de rojo mis ojos por mi rebeldía.
Mi casa es mi corazón,
y mi cuerpo su templo mañanero!
Le entregué mi alma al amor
¡Y soy pasto de sus llamas!
Pero llegaré hasta el final
como un barco con destino
porque ahora tengo mi nave anclada,
junto al azul del Sol al amanecer.
MUJER
Soy mujer, luna y nube.
Pelo al viento y ojos a la vida.
Soy mujer, simplemente mujer.
Cotidiana de gloria o de agonía,
acuario por el movimiento de los astros,
feudal en el amor y planetaria.
Soy Selene, Venus, Nube con pantalones;
en eterna búsqueda del cielo o del infierno,
de infame y celoso corazón,
carne sagrada de mi carne,
mujer desde las yemas de mis dedos
hasta la última gotita de mi sangre.
YO LLEVO MI CASA A CUESTAS
A mis hijos Enrique Faustino, Camilo René
y Gloria Marimelda
Yo llevo mi casa a cuestas
y es el pequeño cielo
que Dios me dio del paraíso.
Es ruidosa y colorida, llena de fantasía.
Tiene su mar, sus ríos, sus oleajes,
tiene tierra madre y verde de esperanzas.
En ella doy la batalla y tengo mis guerras
y hay fuego en las rosas
envenenadas de sangre como las de Rilke.
En mi casa hay capacidad para sufrir,
para amar y seguir de pie,
fuerzas para ponerle vallas al viento
y detener ese golpeteo interminable,
de cuando se agita, corre y se alborota.
De entender la vida, anverso de una moneda,
la locura, los sueños y la muerte, reverso de la moneda,
capacidad para anhelar la intimidad
y dejarse llevar al torbellino de la soledad o sus días de fiesta.
Bajo ese cielo crecen mis pájaros y mis ángeles.
Enrique: ciprés rodeado de agua clara, silencioso y solemne,
primer poema que me rompió el vientre,
borrando como oráculo de Apolo cicatrices y desventuras.
Camilo: río borrascoso, fuerte como crudo invierno
y a veces tranquilo como estanque.
Y un ángel que comprende, inunda y desborda la casa,
luz que incesantemente abre las primeras rosas,
Marimelda, Música Extremada del abuelo poeta,
invento y hechura a imagen y semejanza del padre
en lo más hondo de la noche.
Y el Padre, mi tormento, mi mar y mis sueños,
el que arranca sonidos a mi guitarra
suspendida siempre en el tiempo,
bajo el peso de la melodía y la nostalgia,
en relámpagos, en la vastedad del universo.
Ah! Mi casa, el pequeño cielo, que Dios me dio del paraíso.
ORGULLO DE MUJER
Yo no quiero ser otra mujer
ni blanca, ni oscura: morena quiero ser.
Yo no quiero despojarme de mi ropa
ni limpiarme el cuerpo hasta los huesos,
quiero mi propio corazón descuadernado
y este espíritu retozón lleno de brasas.
Yo no quiero cambiarme
quiero ser yo misma
sin ayuda de nadie, renca a veces,
llena de cicatrices
o de marcas,
con ganas de vivir o morir viviendo
renaciendo con cielo o con infierno.
Quiero ser yo la misma que sueña sueños,
que ofrece ofrendas a sus dioses,
incienso, oro y mirra a los amigos,
y que al amado no olvida,
que puede luchar mañana y siempre
sin ventajas, sin traición, sin quejas
hermana, amiga, compañera
con la mano en el pecho promete y cumple.
No me niego la pasión ni la ternura
y por mi edad, mujer al fin,
desde mi engendro, orgullosa de mí.
UN PUNTO SEGURO
EN QUE DETENER SUS SUEÑOS
Hay que descansar el alma,
esconderla de la luz de los ojos
para que el viento que empuja la tristeza
pase lejos, errabundo y tintineante
y se lleve para siempre el mar de lágrimas.
Sí, que descanse el alma un tiempo
para que el corazón disfrute de la lluvia
sin hoy, sin mañana, sin ayer.
Que disfrute del colorido devorador
del deslumbrante paisaje que nos rodea,
del olor de la tierra madre que nos cobija
del olor de su propio cuerpo:
del olor de su cabello y de su boca,
del olor de sus axilas y de su sexo
que se embriague de sí y para sí
y cuando despierte libre de Nínive y Babilonia
sienta su corazón tiernito lleno de luna,
preso del verdor, humus de la tierra,
ofreciéndose a la luz libre de pesares
para ver al final del arcoíris
un punto seguro en que detener sus sueños.
Del libro Mástiles y velas
Gloria Gabuardi. Poeta, Pintora, miembro de la Junta Directiva de la Fundación Festival Internacional de Poesía de Granada, Nicaragua. Ganadora del Premio “Ricardo Morales Avilés” de la Unión Nacional de Escritores (1982) por su libro En defensa del amor, también ha publicado el libro Mástiles y velas (1984). Su obra ha sido traducida parcialmente al inglés, alemán, italiano, rumano y turco.