18 Abr 2024

239. POESÍA MEXICANA. ANTONIO OJEDA

-06 Jun 2021

 

QUIEN ME HABITA

 

Nunca fui el hombre que me habita,

jamás he sido el nombre

que las golondrinas han buscado

en los nidos deshechos y perdidos.

 

Nunca he sido llamado,

jamás fui quien encuentra

las perlas a razón de sus virtudes.

 

Ella me encontró,

me sostuvo entre la cama hueca

y la vieja habitación.

 

Yo que nunca fui más

que las voces de quien nadie son,

suyo fui:

 

aunque me abandone cuando

a ella así le place;

aunque me abandone
cuando a ella así le plazca. 

 

 

DESVÁN MELANCOLÍA

 

Fuimos perfectibles.

 

Te extrañé en las calles

y también en el desván,

en esa voz que cantaba

alejando a las sirenas:

 

porque te quiero, amor mío.

 

El viñedo lo supo todo,

el teatro, sus museos,

la terraza, el café,

la tierra y también el cielo,

incluso se enteró de ello

el aire.

 

Cada vuelo era directo,

todo verso se escondía

entre tus brazos cuando

caminabas y no estaba ahí

para verte.

 

 

SAINT JOSÉ

 

Juan, no recuerdo ya

haber dormido aquella tarde

cuando papá llegaba hasta la noche.

 

En este pueblo de palomas y casas,

de adobe abandonado que se cae

como el trigo de los riegos y las cintas,

he dejado mi desayuno

                   entre los surcos de la milpa

después de un trabajo que solo tú terminas.

 

Habrá sido un sueño

         donde las golondrinas duermen.

será el carpintero de las plantas y ciudades

o la muchacha de la sonrisa trasatlántica

o el día de mi bautizo en nombre del padre

o los dos pares de huellas

         que pronuncian tu nombre, que te hablan

                                      con los ruidos de la vida;

 

O serás tú, Juan. Por las tardes, por la mañana

visitando el madero que hoy hice mi casa

y que apartas, que abrazas.

 

Le conté a papá que un día viniste,

que te habías quedado.

Le dije que su mejor amigo

salvó mi estirpe, y me dio

                                      aún más motivos.

 

 

PADRE

 

Padre, caminar para mí

nunca ha sido el acto

que la mayoría de las veces

desplaza mecánicamente

la normalidad del cuerpo.

 

Has sido tú, que me enseñaste

a escribir sin las manos.

Ha sido arrastrarse en los cimientos;

volar y rodar,

sentir cada grano,

cada gota;

las piedras de Guanajuato,

la búsqueda de la solución en Silao;

la presencia en tu nombre en la torre

ante el nuestro que nos expía.

 

Viajar por la mar y suspenderse

en el firmamento cual gaviota

frente a un horizonte inmenso,

a una ausencia posible,

de una pena inevitable

                   que lo vale todo.

 

Padre, es tu hombro toda mi fuerza

en la pequeña gloria

y en el más grande fracaso,

así como en todas mis flaquezas.

 

 

AÚN EN EL DESIERTO

 

Aún no pueda abrazarte,

aún con toda esta voluntad

                   ―y que hoy no es posible―

he de extender mis brazos a tu fuerza,

a mi yo testigo,

adonde tus ojos miran como lo hacía tu nombre

y las pestañas los abrazan de la forma

 como lo hizo tu apellido.

 

Aún sea en el desierto

y haya arácnidos del polvo,

 

Aún esté tan lejos, estando

frente tuyo.

 

 

CALANDRIA

 

Tu voz, cual fugaz gorgojo

comienza a olvidar

el significado de los glifos.

 

Al sostenerme, tiernamente

me explicas cómo tus manos

comenzaron a temblar

y yo me inquieto

y me cuesta toda la fuerza

mantener las notas sostenidas

en el aire.

 

Dicen que en el sur

aves como tú no toleran

la vida entre las jaulas;

y tú cantas

         y tú cantas;

tratando de hacer memoria

jugueteando con una servilleta

en el comedor de soledades

tarareando una canción que,

         estoy seguro,

desempolvas desde los cascos

empedrados, de los ríos y agua clara

de nieves y volcanes aún vestidos.

 

Un último día,

un último reposo

es todo lo que tengo

y, de la casa de mi madre,

darte tan sólo un momento

que cabe en esos ojos

grises por dos dígitos,

por un par de horas.

 

         Abrázame,

 

aunque me desplomes así de un tiro.

 

Recuerdo vivir en libertad

antes de que tenga que callar

ante los silencios de los nombres

condenados y cautivos.

 

 

Antonio Ojeda (México, 1997). Es egresado la Licenciatura en Lengua y Literatura Hispánicas por el Centro Universitario UAEM Amecameca. Ha publicado poesía en diferentes revistas electrónicas como Altazor (Chile), La libélula vaga (Suecia), Liberoamérica (España/Argentina), Santa Rabia Magazine y Revista Kametsa (Perú). Es fundador y director de Hiedra | Revista Electrónica de Literatura y miembro de consejo de la revista y editorial Norte/Sur. Cuenta con dos poemarios en proceso de edición.

 



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