EN LA BLANDURA DEL AGUA RESIDE
la exacta medida de su intransigencia
si la caricia se propina, si
se inflige
el gesto
de Sostiene lo que
INSTANTE
¡Si yo habitara de la mosca, el ojo
el cuerpo recurrente del gusano
o pudiera extinguirme
mariposa!
Mas
transcurre mi ser
por la vibrátil línea
de conciencia.
de Sostiene lo que
YO/ HIJA DILECTA DE LA DICOTOMÍA
criada por padres separados
al amparo de lo que debo y lo que puedo/
de lo que es y lo que imagino
con un pie en tierra y otro pie en la suspicacia/
y otro más aún en lo que es bienvisto
(dependiendo claro está de lo que bienver
se considere)
yo/ que agito la síntesis como un pez urgido por el aire
y que creo y descreo y me pregunto
y sopeso los pesos que me atan/ y digo
lo contrario o una parte
y me reservo
de La Mujer Omnímoda
KAPURTALA
Decía Kapurtala, y lo decía
como quitándose una moneda de cobre de la boca
Barco decía/ o anémona/ o naufragio
y era la curvatura del sonido la parte suya que rodaba hacia mí
Decía pez pero poco
Decía más bien lo que queda en tierra
Y arpón o trayectoria de arpón
decía y era ay!
cuando no decía
de La Mujer Omnímoda
HÁLITO
luz
la noche
espejo de agua
el goce furibundo y sus monedas
¿Quién dijo que las cosas le entregan al sol
su borde de oro, que aguardan mansamente,
que no perecen no son otras al estallar el nuevo día?
No hay vigilia inocente no hay inocente sueño
para las cosas que duermen o que velan:
lo que se quiere y lo que no se quiere, lo que se desea
y sus monedas cayendo en el espejo de agua de la noche.
de La Mujer Omnímoda
PERO TAMBIÉN ES CIERTO QUE HAY UNA NOCHE EN CIERNES
y no por un acto de la voluntad o la tristeza sino
por esa ineludible condición de las cosas.
Siempre conviven el amor y la muerte/ y está la noche
como una noche en ciernes, aquella sobremesa en cuyo derredor
sentamos la impostura de alguna necesaria ceremonia
que llevar adelante por ejemplo fingir que el tiempo no nos toca.
Parados a la vera del amor y la muerte, o entre medio de ambos,
sin lograr dirimirlos porque la noche a ambos les concierne,
repetimos los gestos del arraigo: la hora de almorzar la inclinación
exacta de la copa al beber/ la intensidad del beso o del reproche.
Reducidos por fin al amor y a la muerte, sabiendo ahora
que aquella ceremonia de repetir no impedirá que el tiempo
al fin nos toque/ quizá ahora entonces aquello que irremediable
se termina pueda llegar a ser no obstante menos feroz más dulce.
de La Mujer Omnímoda
Y FUE LA LUZ UN HACHA CORTANDO CABELLERAS
el filo de un animal que embosca y decapita. Yo
llegada que había sido y de tanta oscuridad
munida no vi en medio de la luz
su rostro de quimera su ardor de diente.
de La Mujer Omnímoda
GUARDÁBAMOS SECRETOS EN EL ANVERSO DE LOS MUSLOS/
campos minados alfileres
doscientos arcos tristes y una sangre en el bolsillo para calmar las ansiedades.
¡Ah no haber nacido para la belleza, no haber crecido para lo dúctil!
Y sólo por matar el tiempo jugábamos con la crecedura de los pelos
a dejarnos ciegas, nuestro último ojo de magnolia a punto de trizarse.
¡Ah no haber nacido para lo dúctil, no haber crecido para la belleza,
no haber sospechado de antemano, dejarnos caer así en la ronda!
La ceguera es el ojo de un pez fuera del agua,
su fatal y brevísima emergencia.
Como una exhalación mi cuerpo se detiene/ no
con una ingenuidad de animal doméstico/ no
con una alegría de animal doméstico sino
con el asombro del pez que ha sacado su ojo fuera del agua.
Y quien saca su ojo saca el cuerpo entero/
en el ojo está todo el ojo es un cuerpo.
Ver y mirar tocar las cosas con los ojos/ crearlas.
Soy este ojo que se apaga y el mundo entonces una incertidumbre.
Y si lo incierto es por definición, lo que no puede ser aseverado
y si lo que no puede ser aseverado, no existe
¿en qué río habrá de nadar éste, mi pez, el que sacó su ojo fuera del agua?
¿qué dios perverso lo sustrajo del fondo, inclinó de su ojo la voluntad
hacia la superficie? ¿Será la superficie el límite, la trampa?
Poseer un anillo de diamante para rayar la superficie de las cosas y
poder decir/ determinar “por esta línea se habrá de producir el daño”.
La dureza abriéndose camino en la otra dureza,
aquel caparazón que encierra y cubre.
Como hizo mi pez, cuando quebró el agua para sacar su ojo.
Inédito
Laura Ponce: Poeta nacida en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires en 1964. Ha publicado: “Sostiene lo que” (Tahiel Ediciones 2013) y “La mujer omnímoda” (Ediciones La mariposa y la iguana 2018)