22 Nov 2024

245. POESÍA HONDUREÑA. HELEN UMAÑA

-06 Jun 2021
Poesía

 

CRÓNICA DE LA INFAMIA[1]

 

I

 

La sangre impregnó hasta las piedras.

 

Su voz clama en el desierto:

 

Que nada quede oculto.

Que se escudriñen los recuerdos.

Que se ubiquen los fragmentos soterrados.

Que surja la palabra

y restaure la memoria.

 

Sólo así

se apaciguarán los huesos

violentamente desgajados.

 

Sólo así

la sangre llegará al lugar de su quietud.

 

 

II

 

Antonio Ciani, dirigente estudiantil.

En busca de sus señas

naufragó la cordura de su madre.

 

Ricardo Juárez, politólogo.

Hablaba de la ópera

con un punto de luz en la mirada.

 

Beatriz Charnaux, ingeniera.

Vislumbró espacios

en donde el hombre no aplastara al hombre.

 

Guillermo Toralla, comunicólogo.

Descifró en el signo

las huellas de la infamia.

 

Abner Recinos, estudiante.

Entró a la muerte

cuando su hijo único nacía.

 

Guadalupe Navas, abogada.

Unió la pasión por la poesía

al compromiso ético de lucha.

 

Ramiro García, artista.

Fino ariete

el rebelde trazo de su tinta.

 

Gonzalo Mejía, profesional de las letras.

Ignoro si su madre

—sola, anciana, enferma—

resistió el vendaval de su partida.

 

Sonia Calderón, periodista.

“No permitiré que me atrapen viva,

le tengo pavor a la tortura", decía.

La realidad arrasó con el deseo

y confirmó el infierno presentido.

 

Rita Navarro, licenciada en letras.

En la poesía de Otto René Castillo

comprendió la alternativa:

o la palabra que retorna hacia sí misma

o el estilete del signo-compromiso.

 

 

III

 

A golpes de metal

caen los sueños.

Se astilla la esperanza.

 

Caudas de dolor al rojo fuego.

 

Nombres. Nombres y más nombres. Listado infinito.

 

Aunque los años engullan a los años,

Guatemala,

en ti,

la herida nunca cicatriza.

 

 [1] Cada nombre responde a un compañero o compañera de trabajo en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Un homenaje a su recuerdo.

 

 

SERPIENTE QUE SE MUERDE LA COLA

 

Vamos patria a caminar

pero cómo engañar a los Señores de Xibalbá

y no escuchar sus risas estentóreas

se burlan de Rogelia Cruz y sus pechos cercenados

de Nora Paiz Cárcamo

soportando la baba del chacal y su prole

incinerada viva

junto a Otto René Castillo

veintiocho cadáveres arrojados al mar

quizá no estén muertos todos los cadáveres

de la rebelde Mamá Maquín

y los 130 hombres y mujeres de maíz

masacrados en la plaza de Panzós

amontonados como leños

en la carrocería del camión militar

borrosa pero impactante fotografía

tal vez los guerrilleros fueron

miles de brazos

protestan

y levantan un rojo clavel

frente al palacio verde

de los uniformes verdes verdes verdes

incontables como cien mil zompopos

que se comieron los maizales verdes

de San Francisco Nentón

cuatrocientos hombres y mujeres y niños

descendientes de los cuatrocientos muchachos

compañeros de Hunahpú e Ixbalanqué

que trabajaban amaban y soñaban

hasta que el sueño por la tierra

exigió su tributo en pesadilla

y el pueblo se fue colmando de ayes

parte oficial

ningún sobreviviente

en la oscurana del 17 de julio de 1983

el tractor aplana el nuevo cementerio clandestino

campesinos crucificados

devorados por animales de rapiña

aún antes de exhalar el último suspiro

política de tierra arrasada

440 aldeas sobre las que cayó el Apocalipsis

Chacalté/ Juil/ Joncab/ Tziajá/ Pal/ Chel/ Santa María Uspantán/ Juá/ Xeputul/ Cabá/

Anacchel/ Xejuyeu/ Xamán/ Xacboc/ Xolchichén/ Chajul/ Bisich/ Santiago Atitlán/

Chisec...

los ríos tornaron

al viejo Xequijel de la conquista

qué importa

si sólo eran indios

por millares se refugian en México

150,000 huérfanos de guerra

los kaibiles son máquinas de muerte

acostumbrados a beber sangre de animales

y de hombres sembrados en estacas

en escudillas

dejaron restos del cerebro de sus víctimas

mujeres grávidas

con el hijo extraído por e1 filo de las bayonetas

a golpes de odio

destruyen los comales las ollas

las piedras de moler

complicidad del silencio

silenciosos se deslizan los automóviles sin placas

amenazantes

los ojos tras los vidrios polarizados

con anteojos oscuros

hay un sospecho en la esquina

mejor no salgás

sale roja la sangre que jamás se olvida

nunca

tanta sangre flotando sobre el piso de la Facultad de Ingeniería

los masacrados serán vengados

al agente del G-2

lo arrastran de aula en aula

la gasolina

el fósforo

y la tea humana

alucinan la noche

más ametrallados en el Paraninfo

niños y artistas

mueren

las flores en las coronas

de la capilla ardiente

en la Embajada de España

alaridos

desde la televisión

en directo y a todo color

treinta y nueve hombres y mujeres

encendidos

quemados vivos

agarrotados como troncos calcinados

por el rayo del fósforo blanco

Gregorio Yujá

único sobreviviente

debajo de la pila de cadáveres

secuestrado en el hospital

y lanzado ya cadáver en los predios de la "U"

hicieron bien en enterrarlo

allí

en la Central Nacional de Trabajadores

secuestraron a veintidós dirigentes populares

cómo es posible si a dos o tres cuadras

está una estación de policía

comed caca utilizando el logo de la coca

la efigie del Ché desde el alto muro

por qué será tan triste su mirada

en la televisión          

el close up del asesino

predicando

chorrea sangre          

ojos inyectados de sangre    

fauces relamiéndose la sangre

los frijoles y fusiles

predicando

otro secuestro masivo en la sede cristiana de Emaús

no sabés a quién desaparecieron ayer

qué bárbaros

no me he despegado del radio

desde que oí

que ametrallaron

la parada de autobuses de la universidad

hija mejor váyase del país

y mi padre libraba

su inútil batalla contra e1 cáncer    

luchamos por una patria digna

noches en desvarío

ruidos sospechosos que nos roban el sueño

quizá los gatos en celo

seguramente

el esbirro que se acerca

derribará la puerta

imagino

mi posible escape por las terrazas vecinas

ni los zapatos me quito para dormir

en alucine      

me arrancan las uñas

la capucha de gamezán

el golpe en los testículos

la picana en el sexo

violan

se masturban

en las cámaras de tortura

en los barrancos de Ciudad San Cristóbal

botaderos de cadáveres

caras desfiguradas

y quemadas las yemas de los dedos

que mis hijos no salgan conmigo

que a ellos nos les pase nada

es peligroso

contagiarse de sueños

arde el pensamiento

en las hogueras libros en llamas

tengo que deshacerme de ese boletín

del Ejército Guerrillero de los Pobres

que encontré en el inodoro

pensar es subversivo

me da miedo

asistir a ese entierro

la funeraria está así de orejas

mis alumnos en la escuela

sólo dibujan soldaditos y guerrilleros

filas de puntitos

hormigas apresuradas

y dicen que son balas

no digás nada por teléfono

los controles son estrictos

hijo no te metás en nada

mamá no hable tan alto

miedo animal bajando por las venas

miedo derramándose como río incontenible

me deslizo

hacia el fondo

de una pesadilla sin fin

Dulce Guatemala, te asesinan los buitres...

 

 

LA ESPIRA DEL MIEDO

 

Los sueños

subterráneos ríos de lava

colándose

por las fisuras de la noche.

 

Ominosos.

Desde blancas mansiones,

rostros sin rostro

fraguan cuchillos en el hielo.

 

Sus emisarios

—hidras de mil ojos alternos—

están a la vuelta de la esquina.

Acechan a las puertas.

Socavan la densidad de las paredes.

 

Sin temblor en el pulso

cercenan el color tierno

y derraman

cal y ceniza

sobre los huesos dispersos.

 

Con el resplandor de la sangre

han anegado la ternura

dosifican,

de centímetro a centímetro

la exacta cuota de miedo.

 

 

Helen Umaña. Nace en la ciudad de Ocotepeque, en el departamento del mismo nombre en Honduras en 1948, pero a la edad de dos años sus padres huyen exiliados por motivos políticos al país de Guatemala, ahí pasa su juventud y se gradúa de licenciatura en lengua y literatura española en la Universidad de San Carlos de Guatemala, donde también fue docente. En 1981, a la edad de 39 años, Umaña regresa a Honduras ya que Guatemala atravesaba una crisis política. Fue docente de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras. También fue directora de la sección cultural Cronopios de Diario Tiempo y La Prensa. Actualmente Umaña ejerce como crítica literaria.

 



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