22 Nov 2024

250. POESÍA HONDUREÑA. SALVADOR MADRID

-20 Jun 2021
Poesía

 

DIALÉCTICA

 

Está el hombre joven

frente al hombre viejo de mi tierra,

y el hombre joven sabe que la única ventana

a la que puede asomarse en su vida

es el agujero en el pecho del hombre viejo.

 

Y porque así es el tiempo

hoy soy de los hombres jóvenes de esta tierra,

pero sólo siento un sabor a ranciedad

en estos años nuevos;

nada más oigo entre el vértigo

la deriva que cae por una escalera infinita

y arrastra en sus giros lo poco de alma

que les queda a esas cosas que nos pertenecen

 

No ha sido fácil recorrer este camino

por donde nos señalaron que se llega al amor.

No ha sido fácil decidirse a perderlo todo

para ganar un poco.

 

Y está el hombre joven frente al hombre viejo

y puede que alguien se acerque

a decirnos que debemos ser así,

mansos, de modales dulces

y que el hombre viejo es un ejemplo de vida.

 

No es necedad, ni asunto de conciencia,

pero poco vale este agujero

por donde quieren que vea la vida

y poco vale la vida

si un hombre necesita un agujero para verla.

 

 

BAJO EL CIELO

 

Antes, la poesía sintió mis heridas;

escríbase que me dolerá dos veces la muerte.

 

Las palabras del poema me fueron heredadas

por quienes dijeron adiós

y sabían al hollín de las promesas en los malos tiempos.

 

Las palabras del poema ya no son mías

aunque mí herida aún ilumine el vacío

que me causó la muerte al arrebatárselas.

 

Quisieron opacarlas

pero ya son de otros que tienen por oficio creer

y el hombre después de creer, lucha;

así que la justicia poética

ha cumplido al llamado de la humillación.

 

Entre estas palabras hay una verdad,

una orilla para edificar un paisaje a quienes huyen,

un traje de polen para endulzar el azogue de esta luz

demasiado hermosa para la ceguera.

 

 

SIN QUEMAR LAS NAVES

 

Pensar en la tosca virginidad de una tierra

junto a los cerezos salvajes

y a las uvas derribadas por su abundancia

y su inútil delicia.

 

Aunque a sus costas llegamos en el alba,

no es el país de la infancia, ni de los sueños,

es el lugar de una oculta expulsión.

 

Existe ahí el deleite de la somnolencia,

el árbol, su fruto

y la bestia.

 

No es una tierra ideal

sólo un lugar que aún aspira ser poseído,

con su dureza, su musgo y su ladera.

Insistimos en creer

que la perfección es intocable

y que para nosotros

lo imperfecto es el único destino.

 

 

MIENTRAS LA SOMBRA

 

Escucha la vasta caída del resplandor entre los riscos; los viejos arcos, las flechas que indagan las heridas sin ceder aún a la negrura de las palabras últimas entre los fuegos condenados a la ceniza.

Escucha. Escucha. Es la canción de los despojos.

Ley alguna no se ha cumplido en este sitio. No hay parentesco entre la vida y la justicia, sólo el pecho del hombre iluminando la ceniza.

Y esos ruidos que jubilosos se levantan, esas loas durarán menos que las argollas de bronce en los mausoleos de la historia.

Toma el instante por tesoro y ve el relámpago; abandona las sagradas ofrendas; no tomes fama, ni gloria alguna manche tu mano, sólo tu fuerza, la que aquí te trajo, la que hoy te impulsa. Ninguna promesa se parece a la esperanza.

Escucha y mira. Y no temas. Ni lástima guardes de este lugar. Abre los ojos. Si estás de píe, en las colinas o en las hondonadas, es que eres el vencedor.

Escucha guerrero, de nuevo te llaman en la nada imposible, el trofeo es el vacío de la razón, el resto, tu pecho, otra vez solitario.

 

 

PRESENCIA DEL LEJANO

 

Aún escucho mis pasos en la casona donde crecí,

desde el corredor de los geranios

hasta las habitaciones de camas envejecidas

donde los dioses destruían sus ojos cuando crecían mis manos.

 

He de contar de los zapatos que nadie usaba,

esa otredad al palpar las suelas

y recordar la vez que brillaban en una fiesta de buhoneros.

 

Hoy el recuerdo tiene un color amarillo,

a veces huele a melaza o a las sillas de los caballos

que llegaban a la casona al atardecer.

 

Soy un hombre cuyo signo

tiene la destreza del pescador de agua dulce.

Yo abrevé de los hombres en su dolor,

en su burbuja creciente

que cubría de levadura los ventanales.

 

Supe de mi linaje apenas;

dijeron que los míos vinieron a poblar la vastedad,

a formular ideas sobre acequias, ganados y casonas.

 

Mis costumbres nada tienen de fineza

y el abolengo que me nombra

es el vacío que hace dócil a mi corazón.

 

Algo se forjó en tu carne, me dijeron,

puede que seas del blanco maíz de la tierra negra

o de las huellas que amaron el barro de las despedidas.

 

Dolor le apodaron,

mi fundador le llamo yo

en esas noches cuando la Cruz del Sur

puede golpearse con una piedra

desde el techo de los poblados pequeños a los que pertenezco.

 

 

RENDIJA CON AEROPLANO

 

Recuerdo que la gente hablaba de la cercanía de diciembre

y que yo imaginaba diciembre

como un anciano de piel oscura con adornos fluorescentes

que pasaría frente a mi casa.

 

Cuántas veces le esperé en el portal,

cuántos viajes postergué para vivir ese instante,

pero sólo llegó a mi descanso un olor a pólvora

y a trajes nuevos

y a las comidas que se preparaban bulliciosamente.

 

Y también recuerdo

los aeroplanos a mil metros de altura sobre mi casa.

Mi padre me contó que en otros pueblos

los aeroplanos eran tratados como buenos animales,

que eran santos y que les daban un baño diario

porque siempre veían a Dios.

 

En las horas del alba

recuerdo los balbuceos de la luz

en los pechos de mis parientes

y el bosquejo de sus perfiles entre las sombras.

 

Nada sé hoy de esos hombres y mujeres;

algunos reparten el ganado en las sierras y en los valles,

otros cotejan listas de menesteres que son importantes

para los hombres de la ciudad.

 

Tengo por nobleza estos recuerdos.

Hoy a todo esto le llaman patria.

 

Yo nunca pude entender esa luz en los pechos;

algo sé del amor, aunque eso no es suficiente.

 

Quizás un día me decida a pensar

que el amor es un señor de piel oscura

como aquel que esperé durante mis primeros años

entre el ruido de la pólvora, el olor a trajes nuevos

y el banquete sencillo de mis gentes pobres.

 

 

OCUPACIÓN DE HACEDOR

 

Mi oficio es creer.

Mi oficio no está lejano de quien huye,

de quien cambia de nombre según el poblado que visita.

 

Mi oficio vela el silencio de los asesinados

que arrasan con sus ojos abiertos el campo

y los despeñaderos del lenguaje.

 

Ah heredad aprendida

entre las rendijas que dejan pasar la luz

sin solicitar explicación

y que sostienen la caída de las casas entre el abandono.

 

De calicanto y libros es mi oficio,

de hoja que cae,

de cuentero que la gente se quedó a escuchar

para reconocerse en las viejas historias.

De hombre con una piedra en la mano,

de calle que da a un río,

de arriero que descarga frutas entre la multitud.

 

Mi oficio es de día de frío

cuando nadie salió de las casas

y en los campos el silencio dobló los juncos;

es de desconocido que carga las encomiendas,

del filo que alguna gente poseía en sus ojos

mientras acariciaban el puñal

y escuchaban el rumor de la fiesta.

 

Mi oficio es creer,

es nombrar esa destreza

que no puede comprarse en los almacenes

y en los centros del comercio,

sino donde se derrumban los signos

que han dejado esparcidos los muertos,

los vivos,

las bestias,

los motores,

la luz tajada por la mitad un día cualquiera.

 

 

Salvador Madrid nació en Honduras en 1978. Ha publicado Visión de las cenizas (Levemente Odiosos Editores, 2004) la antología de poetas hondureños La hora siguiente (Il Miglior Fabbro, 2005), Mientras la sombra (Editorial Efímera, 2015) y Crónica de los despojos (Casa de Poesía, 2017), Los trabajos del tiempo (Ladrones del tiempo, Uniediciones 2019), y ha colaborado en docenas de libros sobre arte, literatura, lectura y escritura. Es considerado una de las voces más representativas de la literatura joven de Centroamérica y el mayor gestor cultural de su país. Fue fundador de PaíspoEsible, editor del proyecto de masificación de la lectura “Leer es fiesta” y actual director del Festival Internacional de Poesía Los Confines que se desarrolla en Honduras. Ha realizado una inmersión social por seis años en la zona rural de Lempira y con base en su experiencia conceptualizó las Bibliotecas Blue Lupin que implementa Plan International Honduras, consideradas una de las mejores prácticas de lectura creativa en América Latina.  Sus poemas han sido traducidos al inglés, francés, italiano, neerlandés y portugués. Ha sido invitado a festivales, congresos y encuentros de escritores en América Latina, EEUU, Canadá y Europa.



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