GLORIA GERVITZ: MIGRACIÓN DE POEMAS Y DE CLAVELES ROJOS
En la historia de la Literatura Universal se pueden hallar referentes de libros únicos que han contribuido al enriquecimiento cultural de los pueblos y que han dado esplendor a sus autores. En nuestra Centroamérica podemos mencionar el caso de La estación de fiebre de Ana Istarú, cuya temperatura erótica sigue manifestándose en nuevos lectores y estudiosos; Helechos del salvadoreño Rolando Costa que es un enorme canto desde el lenguaje; más al sur, en Venezuela, Jesús Sanoja Hernández con La mágica enfermedad. Académicos y críticos citan a Whitman, a Saint John Perse en cuanto al trabajo de ensanchar su obra como si de un solo libro se tratara. Enumerando estos casos, hay un libro ya enigmático, llamado Migraciones de Gloria Gervitz, que resulta ser un “work in progress”:
La primera vez que escuché su nombre fue en el empleo de un epígrafe por parte de una poeta en un recital y luego en una enumeración de poetas mexicanas y en uno de mis viajes a México, en casa de la poeta y editora Jocelyn Pantoja y del poeta y abogado Manuel de Jesús Jiménez pude leer algunos fragmentos y palpar varias ediciones del citado libro. Posteriormente preguntaba a Elva Macías o a Minerva Margarita Villarreal sobre la autora y me relataban sobre las sucesivas ediciones y los viajes de Gloria, lo cual nos satisfacía mucho.
Luego de varias búsquedas y de contar con la existencia en catálogos de librerías de España con ventas por Internet, llega a mí el ansiado tomo que he leído con gran deleite.
Gloria Gervitz, creó y seguirá creando (ya sus lectores están acostumbrados a ello y creo que así lo esperan) a trabajar este gran poema desde los años y con los años. La edición que poseo realizada por Libros de la Resistencia señala (1976-2020) como punto de partida y de ¿culminación? No lo sabemos. La propia autora manifiesta en una entrevista no tener certeza de ello.
Este libro de singular belleza y que combina lo torrencial con momentos pausados, poemas de largo aliento, textos breves, juego de formas, imágenes, colores, llamados sensoriales, referencias místicas y de varias culturas es una “fiesta del sentido” como dijo en un soneto la gran poeta mexicana Concha Urquiza.
Según Gloria Gervitz: “en el libro han ocurrido migraciones de versos y de poemas todo este tiempo”. La voz lírica sostiene un diálogo vehemente con la madre que irá decreciendo e interrogándose a sí misma de acuerdo a contextos culturales y vivenciales, que van desde la nostalgia, el deseo y placer eróticos, el dolor, las pérdidas, el escudriñar en los intersticios del espíritu y el sosiego ante la aceptación de la muerte y de permanecer en todos los instantes, viva.
La lectura de Migraciones ha sido para mí un encuentro con un poema poderoso, un libro enigmático y de culto para los lectores de poesía. Hay tanto que agradecer a Gloria Gervitz por esta obra maestra de nuestra lengua.
Espero algún día conocerla y quitarme el sombrero frente a ella y extenderle un ramo de claveles rojos, eternamente migratorios y decirle:
sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha
Javier Alvarado
MIGRACIONES
en las migraciones de los claveles rojos donde revientan cantos de aves picudas
y se pudren las manzanas antes del desastre
ahí donde las mujeres se palpan los senos y se tocan el sexo
en el sudor de los polvos de arroz y de la hora del té
flujo de enredaderas a través de lo que siempre es lo mismo
ciudades atravesadas por el pensamiento
miércoles de ceniza
la vieja nana nos mira desde un haz de luz
respiran estanques de sombras
llueven morados casi rojos
el calor abre sus fauces
la luna se hunde en la calle y una voz de negra
de negra triste canta y crece
incienso de gladiolos
y tus dedos como moluscos tibios se pierden adentro de mí
estamos en la fragilidad de la corteza del otoño
en el parque rectangular
en la canícula
cuando los colores claros son los más conmovedores
después de Shajarit
olvidadas plegarias ásperas
nacen vientos levemente aclarados por la oración
bosques de pirules
y mi abuela tocaba siempre la misma sonata
una niña toma una nieve en Chapultepec
la hiedra se enreda en la niebla
se fractura la luz
y la ropa está tendida al sol
impenetrable la sonata de la abuela
tú dijiste que era el verano oh música
y la invasión de las albas
y la invasión de los verdes
abajo gritos de niños que juegan
vendedores de nueces
respiración de rosas amarillas
y mi abuela me dijo a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha
bajo el sauce inmerso en el verano sólo la impaciencia se demora
dóciles nubes descienden hacia el silencio
el día se disipa en el aire caliente
estalla el verde dentro del verde
bajo el grifo de la bañera abro las piernas
el chorro del agua cae
el agua me penetra
se abren las palabras del Zohar
quedan las preguntas de siempre
y yo me hundo más y más
en el vértigo de Kol Nidrei
antes de comenzar el gran ayuno
en los vapores azules de las sinagogas
después y antes de Rosh Hashaná
en lo blanco de la lluvia
mi abuela reza el rosario
y al fondo precipitándose
el eco del Shofar abre el año
en la vertiente de las ausencias al noreste
desembocan las palabras la saliva
los insomnios
y más hacia el este
me masturbo pensando en ti
los chillidos de las gaviotas el amanecer
la espuma en el azoro del ala
el color y el tiempo de las buganvilias son para ti
el polen quedó en mis dedos
tu olor de violetas ácidas y afiebradas por el polvo
las palabras que no son más que una oración larga
una forma de locura después de la locura
las jaulas donde se encierran los perfumes
las alegrías interminables
la voluptuosidad de nacer una vez y otra
éxtasis inmóvil
muévete
muévete más
no tengas miedo
y las fotografías despintándose por la fermentación del silencio
los corredores abiertos
la fiebre enrojeciéndose en otros cielos
las terrazas lustradas oscureciéndose con las acacias
y en la cocina los platos recién lavados
fruta y almíbares
en la crecida de los ríos
en la noche de los sauces
en los lavaderos del sueño
en ese vaho de entrañas femeninas
desprendiéndose inconfundible y anchuroso
te dejo mi muerte íntegra intacta
toda mi muerte para ti
¿a quién se habla antes de morir?
¿dónde estás?
¿en qué parte de mí puedo inventarte?
y los milagros apilándose en la iglesia de Santa Clara
y el atrio llenándose de lágrimas
flores de tinta en un hebreo luido
saliéndose de los rollos de la Toráh
resbalándose despacio
van perdiéndose los días
los va prensando la migraña
no me encuentro
ni siquiera tengo cirios para velar mi muerte
ni siquiera sé las palabras del Kadish
no tengo brújula
¿dónde se rompen los latidos?
¿con qué se desprende este último pedazo de sueño?
y la casa amarrada a un árbol amarrada al viento
las hojas y su sombra de ópalo
espiral de ecos
reverberación
somos lo que pensamos
pensamiento atrás del pensamiento
regresan las grullas
abren con sus alas el silencio
instantáneas flores blancas en un cielo vacío
en las ciudades al mediodía
más y más al sur
cuando el calor rodea la respiración de las montañas
siempre hacia el sur
prefiero seguir aferrada a lo que invento
y no entender lo que sí existe
mejor soñar que estoy muerta
y no morirme de los tantos sueños que me inventan
me vuelvo a dormir y ya no sueño
y la luz atropellándose en el filo del día
y el grito de los árboles ensordeciéndose
y la tarde sólo dice lo mismo
no abre esa pausa entre lo real
único espacio habitable
geometría momentánea
insomnio lento y cerrado
el alba desaguándose
un sol de abejas rompiéndose
y llueve mientras mi abuela reza el rosario
y llueve mientras dicen Kadish por mí
y cada día estoy más lejos y no sé qué hacer
no puedo salirme de mí
y sólo en mí conozco y siento a los demás
invención que comienza cada mañana
monótono aprendizaje de despertar y volver a ser yo
¿y si despierto para siempre?
se disuelve la mañana
lapsos de silencio caliente
espacios afilados
estructuras instantáneas
rectángulos
puedo ver fragmentos casi los aromas
cada nivel tiene su propia irrigación sanguínea
mi nana está conmigo mientras guardo mis cosas para irme
palomas alrededor del cuarto aleteos
abro la ventana
pequeñísimas fisuras duelen atrofian
inflaman la tarde
no siento lo que soy
soy lo que fui
y lo que estoy queriendo ser
en el vuelo de las ercilias de centro abierto a la penetración
en el contorno apenas
las amigas se acarician
porque siempre es la primera vez
porque hemos nacido muchas veces
y siempre regresamos
y las flores abriéndose
y los altos altísimos pájaros deteniéndose en su vuelo
rasgándose entre las nubes
y las llovidas nubes llenándose de alas
en la amplitud del sueño
despierto y casi es noche
entro a un cine
está nevando en Nueva York
entro a otro cine
el presente es sólo una circunstancia
desciendo
son casi las ocho de la mañana
y es enero
transcurrimos dentro de nosotros
estoy viviendo superposiciones de instantes en una perspectiva plana
me extiendo sobre tardes que no existen más que para mí
afuera de las ventanas queda el tiempo de hoy
este día no lo conozco
estoy agarrada de mis otros días
estoy agarrada de mí
estoy aferrándome a mí
y aún así aún así todo se acaba
hasta lo de para siempre se acaba
hasta las costumbres de siempre acaban acabándose
pequeños momentos saturados que se distienden
se alcanzan en la disolución
mientras siga encerrada en este cuarto
mientras siga lloviendo
mientras todavía pueda sentir que siento
mientras todavía me obligue a seguir sintiendo
y el miedo me obligue a salir del miedo
y yo me obligue a salirme de mí
pero por qué creer esto si al otro lado del mar
florean todo el año geranios
y los grandes baúles pesados de aromas resinosos y cálidos
se derraman en habitaciones desconocidas
y los ungüentos y los jabones de avena y de leche de cabra
los polvos de trigo la pasta de dientes con sabor a chicle
y aquellos enjuagues para desenredar el cabello en días largos
persianas requemadas del sol verde de Cuernavaca
una niña se mira el sexo en el ardor del mediodía
espeso de insectos y lagartijas
no estoy segura si dormir es estar despierta
las manos me estorban no sé dónde ponerlas
lenta la lluvia casi se detiene
todo se detiene me aprieta pero llueve
se abren ventanas
abajo médanos
y más abajo parten los navíos como una exhalación
hacia las muchachas de los frescos del palacio de Cnossos
muchachas de agua y cal
y la piel se desata
y atrás un sol de polvo
y más adentro pájaros
y nunca llegamos más que a nosotros mismos
pero todo el año allá en la memoria florecen los geranios
y las persianas verdes también están allí en esa memoria
latidos que se fijan en un daguerrotipo
¿dónde laten?
¿en qué parte?
algo se desliza va hacia una cesación
estoy lejos de las mañanas
lejos de los hombres y de las mujeres
lejos de los hábitos y las costumbres
me dejo caer
la atmósfera se cierra
irrecuperable el amarillo
la caída tenue
pérdida del color
rompimiento
obstinación del blanco
y se inscriben las primeras palabras de la Toráh
en la expiación del blanco
en la angustia del blanco
en la neutralidad del blanco
estoy aferrada a la vida
ráfagas de sol
a ráfagas la lluvia
ramificaciones casi azul
el cabello deshecho y ese olor
ese olor que sube desde la infancia
queda una línea de amarillo
aletea reaparece
ahora ondula larga
de muy lejos casi parece un principio de girasol
ahora se disloca apenas percibiéndose del blanco
otra vez perfora la substancia de la nada
otra vez comienzan los sueños aferrados a la línea casi todavía amarilla
no voy a ninguna parte aquí está todo aquí está allá
siento una identificación profunda con el polvo
paisaje hueco amplio inconstante agudo
no puedo atravesar el aire
comienzo a vivir de brisa
quisiera rezar y no sé rezar
ni siquiera sé qué es lo que quiero decir
todo está anegándose
no hay bordes
hay apaciguamiento
hay lo que no entiendo
y es que yo no inventé a esa muchacha
ella forzó su existencia dentro de mí
oscurísimas rosas germinándose en la memoria
las mujeres trenzándose los cabellos perfumándose las axilas
el olor del sexo madurándose
y en las juderías altas y bajas escondidas en las mañanas de Segovia
los romances de las niñas judías y los caballeros cristianos
todavía acechan desde los puentes
y los relatos de la Hagadá creciéndose
mientras espero desvelada en los corredores de los aeropuertos
en los paisajes de neuronas casi en el umbral del oráculo de Delfos
sólo hay una primera y única respuesta
no hay explicación inmediata
apenas la incisión
y mi madre y algunas amigas juegan bridge
y fuman un cigarrillo tras otro
y el perfume de las señoras mezclado al blanco
se oscurece
a través de las ventanas casi olvidados los pirules
pálido el viento
vaho de mimbre en el porche deslavado
la casa se deshace
eternidad de los jardines de arena
perseverancia del aire
se doblan las hojas inician el regreso
despierto y las amigas tiemblan entre los sauces
la veranda sombría fresca en el bullicio del lino
peino tus cabellos castaños
casi no nos movemos
el polen cubre aquella memoria de espejos
todavía me arde me toco estoy sola
albas de los otros diluvios
querida lejana
la complicidad de la voz
su persistencia
y yo soy lo que está cayéndose
ahora estoy en un paisaje de cenzontles
cada vez estoy más cerca
cuando posea esa inmensidad
apenas tendré fuerza para despertar en la brevedad de la muerte
la luz golpea el aire
estamos donde los colores se abren
son días largos y apretados como la migraña
y todo se repite
los árboles desamarrándose
la noche deshaciéndose
¿y después?
lo único verdadero es el reflejo del sueño que trato de fracturar
y que ni siquiera me atrevo a soñar
continuo plagio de mí misma
y el lugar del encuentro es sólo tiempo
todo no es sino tiempo
allá donde unas cuantas buganvilias en un vaso de agua
bastan para hacernos un jardín
porque morimos solos
y la muerte es apenas el despertar
de este sueño primero de vivir
y dijo mi abuela a la salida del cine
sueña que es hermoso el sueño de la vida muchacha
se oxida la lumbre de las veladoras
y yo ¿dónde estoy?
soy la que fui siempre
lo inesperado de estar siendo
llego al lugar del principio donde comienza el comienzo
éste es el tiempo
es el tiempo de despertar
la abuela enciende las velas sabáticas desde su muerte y me mira
se extiende el sábado hasta nunca hasta después hasta antes
mi abuela que murió de sueños
mece interminablemente el sueño que la inventa
que yo invento
una niña loca me mira desde adentro
estoy intacta
SIENTE
sí puedes
siente
¿sientes?
inunda
penetra
duélese
allí
en su belleza
duélese
en ti
dice:
tómame
ábreme
ábrete en mí
y la alegría
doblega
profundo
duele
duele su belleza tosca
su silencio
duele
y el cielo de septiembre
baja
hasta mí
cálido
y cubierto de niebla
y yo
que un día
moriré
estoy aquí
en este instante
que es todos los instantes
estoy viva
Gloria Gervitz (México) es una poeta descendiente de judíos de Ucrania. Actualmente reside en Estados Unidos. Graduada en Historia del Arte, ha traducido al español obras de Anna Akhmatova, Lorine Niedecker, Marguerite Yourcenar, Samuel Beckett y Clarice Lispector. A los 26 años comenzó a escribir un poema largo, Migraciones, que fue publicado por primera vez en 1979 y que continúa en proceso. Desde entonces han ido apareciendo nuevas versiones del poema en ediciones ampliadas y revisadas. Migraciones es la obra principal de la poeta y ha sido comparada con otros poemas largo aliento como Los Cantos de Ezra Pound, Cántico de Jorge Guillén, la Poesía Vertical de Roberto Juarroz o la obra de Saint-John Perse. En 2019, recibió el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, otorgado por el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile.