RITA DOVE, GEORGE AUGUSTUS POLGREEN BRIDGETOWER
Y LAS SONATAS NEGRAS
Es indudable que Rita Dove (Akron, Ohio, 1952) es un gran referente en la poesía de Estados Unidos y en lengua inglesa. Posee el Premio Pulitzer, el Premio Wallace Stevens y muchos otros que han ido acrecentando su fama como escritora. Su libro Sonata Mulattica en la espléndida traducción de Pedro Larrea y publicada por Valparaíso Ediciones es una gran oportunidad para los lectores y escritores hispanos de acercarse a un libro singular y ambicioso. Su ambición radica en lo híbrido de la propuesta fundamentada en el lirismo. George Augustus Polgreen Bridgetower (1778-1869), violinista mulato, al cual Beethoven le dedicó inicialmente la Sonata, que posteriormente por malentendidos entre ellos, aparecería sin este contexto vivencial y artístico, es el detonante para la búsqueda y gran proceso de investigación que se originó para escribir esta poderosa obra.
Rita Dove para narrar y fabular la historia, las vicisitudes, las alegrías, los altibajos de este personaje ha recurrido a una polifonía de textos en raigambres diversas: poemas intimistas, narrativos, textos teatrales dando como resultado una obra majestuosa en su contexto épico personal que trasciende hacia lo artístico y con el anhelo de reivindicar lo africano en la música desde la poesía.
Según testimonios de su autora, la misma embarcó en una titánica tarea de rastrear documentos sobre la existencia del músico y haciendo notables descubrimientos y hallando gratas y coincidentes sorpresas.
Esta biografía-ficción poética por así decirlo posee el tino de la acuciosidad de su creadora y de sumergirnos en episodios memorables:
Pero estás aquí
por la historia. La historia que alguien escribió
con sed y con ira en una isla inexplorada y desierta,
y luego metió en una botella que ahora flota,
marsopa translúcida, ola tras ola, demasiado pequeña
para que alguien la encuentre…
Nuevamente el concierto y esa corporeidad de los sentidos y las vivencias:
Así que ¿por qué no todo y más,
y todo a la vez? Cuatro cuerdas en un acorde
con el silencio más allá, solo y coro,
el declamado y el susurrado;
todo lo que sé y sé que estoy perdiendo,
que he estado perdiendo,
que he perdido,
perdido…
Los lectores a través de la mano del hablante lírico van convergiendo como si de una sonata se tratara en los acordes de esté réquiem:
¿Lloraré por ti, Polgreen? ¿Prolongaré tu fin
aunque haga tiempo que pasó, aunque condujera
lentamente por
el lugar de tus últimos días y anoté
lo que sabía encontraría allá:
Rita Dove nos muestra con una gran belleza esta vida precipitada en un pentagrama esplendoroso de sonatas negras, en ese bullir de las melodías y de lo perenne:
esparcidos aquí y allá, encontraríamos
montones de niños negros arrancando escalas
a sus violines de juguete para que algún día
pudieran tocar lo imposible
la Sonata No. 9 en la mayor, Opus 47,
también conocida como La Bridgetower.
Javier Alvarado
EL REGRESO A VIENA DE LUDWIG VAN BEETHOVEN
Oh vosotros, hombres que pensáis o decís que soy malévolo, cabezota
o misántropo, cuán grandemente me dañáis…
––El Testamento Heiligenstadt
A tres millas de mi ciudad adoptiva
hay un pueblo al que vine buscando paz.
El mundo era allí un lugar tranquilo,
ni siquiera el gran Danubio era más
que un pálido lazo tirado al paisaje
por la mano descuidada de una niña. En esta quietud
se me había ordenado recuperarme.
Las colinas eran de oro con el verano tardío;
mis habitaciones eran dos y una pequeña cocina,
en el piso de arriba de la parte posterior de una casita
al final de la Herrengase.
Desde mi ventana podía ver el patio
donde un tilo se trenzaba al cielo
(umbilicus frondoso inclinado hacia la luz,
torcido en el mismo acto del anhelo)
y yo me alimentaba del sol como si eso sólo
desmantelase el silencio en torno a mí.
Al principio me enfurecí. Entonces la música se enfureció en mí,
creciendo tan deprisa que yo no podía escribir lo bastante rápido
para calmar la agitación. Me paraba
para encender una lámpara, y lo que me hubiera perdido
(alondras volando a su nido, campanas de iglesia, la canción
del pastor que a la tarde vuelve a casa) entraba como una tromba, y yo
me enfurecía otra vez.
Soy por naturaleza una conflagración;
antes saltaría
que sentarme y que me miraran.
Así que cuando mi orgullosa ciudad extendía
sus faldas de gitana, entré de nuevo en ella,
ardiendo hacia su luz mayor y constante.
Llamadme duro, gruñón, desaliñado; os cuento
que toda la ternura que jamás conocí
no ha sido nada
sino una frustrada violencia, un dolor
tan permanente y hondo, que el roce más leve
lo despierta… Es imposible
preocuparse bastante. He regresado
con una segunda sinfonía
y 15 variaciones para piano
que he llamado Prometeo,
como el Titán granuja, el medio dios
que sabía que el peor pecado es tomar
lo que no puede devolverse.
Sonrío y hago una reverencia, y el mundo es ruidoso.
Y aunque no me atrevo a inclinarme para gritar
¿No puede ver que soy sordo?
tampoco puedo dejar de escuchar.
8 VICTORY COTTAGES, PECKHAM, 1860
“Tot ist tot.”
No es cierto, lo que aseguramos los vivos lo lamentamos a última hora:
no hay recuerdos por los que merezca la pena llorar a lágrima viva, ni revolverse por el favor
delante de nuestros hijos, ni honor que se busque entre amigos.
La baba viaja inadvertida del cuello a la almohada mientras, suspendido
de las mantas, cuelga un muslo, sin culpa y desnudo.
La vergüenza ha perdido su aguijón en este penúltimo infierno,
estos días próximos a los últimos cuando todavía somos “nosotros mismos.”
No necesito vino, ni cotilleo, ni clima, no me importan un pimiento
calcetines de abrigo ni––no te rías–– la primera pera del verano,
una fruta que no he podido digerir en veinte años
y por la que he guardado luto tanto tiempo. ¿Qué es nada de esto
comparado a este drenaje de humores, esta asombrosa indolencia?
El dolor es una interferencia. El amor es engorroso. Pues sólo amé
lo que podían hacer mis dedos, e incluso ellos no me sirvieron
para siempre.
FIN, CON MAPQUEST
¿Lloraré por ti, Polgreen? ¿Prolongaré tu fin
aunque haga tiempo que pasó, aunque condujera lentamente por
el lugar de tus últimos días y anoté
lo que sabía que encontraría allá:
familias en adosados, un apropiado Vauxhall
mal aparcado en el garaje, detrás de la rejilla verde?
¿Te contaré, susurrando a nadie en particular
cómo hasta la placa de la calle parecía grasienta?
Y que llovía, claro, siempre que
yo intentaba concentrarme en la idea de ti
yaciente en una de esas miserables cabañas
(¡sin torretas, ni palmas doradas, ni meneo de regentes!)
Tenía que hacer algo, soltar un chiste o hacer
otra foto inútil de la Bellenden Primary School
pero, cuando giramos a la izquierda para rodear la manzana
por quinta vez, fue la visión perfectamente
funesta de un antro de comida rápida en la esquina,
Sam’s Kebabs, lo que me animó. ¿Lo entenderías?
Las letras de neón rojo y amarillo, chillando
como una banda de jenízaros, tan horteras que eran alegres,
coloridas porque no había ningún buen motivo
para tener miedo de gritar con el mundo entero
determinado a no escucharte,
aunque intentaran callarte todo el tiempo.
¿Me importa lo suficiente, George Augustus Bridgetower,
echarte de menos? Ni siquiera sé si me gustas.
No sé si tu interpretación era verdaderamente espléndida
o si sólo eras tú, el puro milagro de toda
esa oscuridad meciéndose lo bastante cerca como para tocar,
palmera y zambo y tigre reluciente
trazando círculos en aceite dorado. Ah,
Maestro B. pequeño gran hombre, dime:
¿cómo brilla una sombra?
Traducción de Pedro Larrea
Rita Dove (Akron, Ohio, Estados Unidos, 1952) Commonwealth Professor de escritura creativa en la Universidad de Virginia. Durante los años setenta, fue una estudiante modélica en su primera juventud, graduándose de la Universidad de Miami summa cum laude, realizó estudios en la Universidad de Tübingen (Alemania) con la prestigiosa beca Fulbright, y obtuvo su maestría en el selecto programa de escritura creativa de la Universidad de Iowa. Recibió el Premio Pulitzer de Poesía con su obra Thomas and Beulah. En 1992 fue nombrada Poeta Laureada de los Estados Unidos por la Biblioteca del Congreso, convirtiéndose en la primera persona afroamericana en obtener tal distinción bajo ese nombre. Perteneció al consejo del Associated Writing Programs (AWP) que luego presidiría de 1986 a 1987 y, de 2006 a 2012, fue rectora de la Academia de Poetas Estadounidenses, así como editora de poesía en 2018 de la prestigiosa The New York Times Magazine. En 2011, el presidente estadounidense Barack Obama le hizo entrega de la Medalla Nacional de las Artes, el mayor galardón que un escritor o artista puede recibir en los Estados Unidos. Muchos otros premios y reconocimientos de gran calibre trufan su carrera literaria.
Pedro Larrea (España, 1981) es autor de tres libros de poemas: La orilla libre / The Free Shore (Ártese, 2013; Nueva York Poetry Press, 2019); La tribu y la llama (2015); y Manuscrito del hechicero / The Wizard’s Manuscript (2016). Su poesía ha aparecido en prestigiosas revistas internacionales. Como ensayista, es autor del estudio Federico García Lorca en Buenos Aires (Renacimiento, 2015). Como traductor, ha publicado la edición en español de Book of Hours de Kevin Young (Libro de horas, Valparaíso, 2018) y su traducción de Una defensa de la poesía, de Percy Bysshe Shelley (Poéticas, 2019) junto a Las cuatro edades de la poesía, de Thomas Love Peacock. Su traducción de Sonata Mulattica, de Rita Dove, aparecerá este año. Actualmente imparte clases en la Universidad de Lynchburg, en Virginia.