TODO INCLUIDO
Santo Domingo encanta a los desprevenidos
tiene un azul obstinado
una fragancia
muchedumbre de palmeras
pórticos como danzantes.
The great escape dicen los turistas
en las noches de azogue del malecón.
De oferta a cuerpo
en el pudridero de los arrecifes
la negra de pechos desbordados
el adolescente de pecho indefinido
mendicantes malabaristas
cada uno con su pedazo de sueño en el bolsillo
con la botija de sonajas y caracoles muertos
ensartados para la ceremonia y el trueque.
Esta es la ciudad azul azul.
Que vengan los que den más
a golpe de cálculos hemos aprendido a saciar
sus apetitos.
Para unos las fuentes y los jardines
el cundeamor dorado y el moriviví
que crece sin presentimientos.
Para otros la botella de cocuyos recogidos en los
caminos del amanecer
monumentos y retablos sombríos.
Que nadie dude de nuestros dones
ni de la fortuna de este presente ciego.
Hemos dejado atrás agravios y deslealtades
nada recordamos
y los días por venir importan menos que un puñado
de cenizas.
Vivamos.
Esta es la ciudad azul azul
y estos son los fastos de su muerte.
RITUAL
Era apenas un agujero en la media de seda que envuelve la piel,
pero en segundos la abertura corrió por las piernas
y fue un presagio en este día que había comenzado perfecto:
los pájaros y la luz asomándose a la ventana, el olor del café,
la tibieza del agua como sábana, y en la luna del espejo
tu imagen de mujer invicta, de mujer que ha domado sus fieras.
Tendrías que dar vuelta sobre tus pies y cerrar la sentina de sombras
donde yace horriblemente viva la muerta que nunca serías,
la que acuna espantos y arrastra su historia
con los tobillos hinchados como madera náufraga,
la sonrisa rancia en el rostro desollado por la soledad
y el estuario envejecido de los muslos
tras la media rota.
¿Será ella o eres tú la que en la luna del espejo
empuña el pincel como pistola, tras la huella del insomnio
el rímel el lápiz rojo y todas las razones del vestido mortaja
que espera para salir como cualquier transeúnte
por las calles que regresan de ninguna parte?
¿Será ella o eres tú la que veo pasar en este día perfecto,
sin extraviarse, hasta el final del laberinto?
PRIMER ENCUENTRO
Marco mi territorio con la lengua,
la tierra de carne y hueso donde retoña el instante
hasta abrir los cauces de la eternidad:
alto pelaje nocturno poblado por mis huellas,
escrutable en sus orificios,
en el gozo presentido que asciende por celajes de temblor
como pez en vorágine de líquenes y arenas tibias.
No hay reparos que no deshaga mi lengua
ni espacio intocado que no explore
este lento acariciar mamífero en la noche del primer fuego,
hombre y mujer descubriéndose,
olisqueándose donde crece una flor viva
y la sed abreva en pozos y estalactitas íntimas.
Aquí hueles a cardumen y médanos tibios,
aquí rezuma un dulzor que extiende su espesura
y se derrama como ofrenda en la planicie esférica del vientre.
Movimiento miscible. Desgarradura de velámenes.
Yo oigo el ir y venir del tiempo en su marea,
dejándome ir me encuentro conmigo en lo que abrasa
–entraña henchida de goce y soledades–
y entre un latido y otro
acezante
la infinitud de la pequeña muerte.
DESEO INCONCLUSO
(Fragmentos)
Lo peor no fue el dolor en medio del pecho como disparo
el manotazo
la dentellada del desamor marcándome hasta el hueso,
salir por los tejados en la noche insomne
aullando como perro huérfano en busca de la soga que le ate,
repetir tu nombre hasta quedarme muda
hasta arrancarme de la lengua del vientre
hasta la última de sus consonantes,
y emborracharme
y abrir la blusa en espera del corte en la guillotina.
Lo peor era despertar cada día con la musiquilla enamorada
vestirme de rosa rizarme el pelo las pestañas
perfumarme y salir entre nubes tercamente feliz
por la ilusoria posibilidad de encontrarte:
“buenos días sol, buenos días congestión del tráfico mendigos,
vendedores en las esquinas góndolas del supermercado”
mundo mío de colofones derrotados
prodigiosamente florecido porque lo abrazo tiernamente
con lo mejor de mí como si fuera a ti a quien abrazara
en el umbral de la puerta
al regreso a casa después de un largo día de trabajo.
Lo peor era la dicha de imaginar lo que no era:
lo peor era la esperanza.
****
Este deseo que vino de ninguna parte,
secreto como un mantra
rotundo como moneda
tenaz como anillo de fuego
ciego como la raíz del miedo.
Este deseo que venció la muerte
para matarme lento
que me hizo hermosa y con alas áureas
me echó a volar para arrastrarme por el suelo.
Este deseo que despierta conmigo
que me viste me desviste me penetra
que me hace llorar como la huérfana sola que fui
y escarba y roe adentro como bestia.
Este deseo marea que todo lo arrasa
este deseo perro que aúlla
este deseo daga que hiere:
No se lo perdono a Dios
ni a ti
ni a mi soledad.
****
Nadie lo sabe
pero lo supo el viento que me vio llorar
y secó mis lágrimas con su pañuelo fino,
lo supo la arena
en la que escribí tu nombre con un pedazo de coral,
el mar lo supo
porque en sus profundidades quise ahogar la nada que me diste
y mis muertos
lo saben mis muertos
a quienes suplico librarme de tu recuerdo.
****
Una puntada sigue a otra puntada
y pronto habré de olvidarte.
La helada apagará la llama que incendió el verano
cubrirá los días otra vez sin huellas
en el desecho de escarcha,
y no habrá cobijo para abrigarme ni espejo
en el que me mire
con puertas para atravesar al otro lado.
Inclemencia de lo que sin querer
resistiéndose embiste
y al igual que un soberbio animal acorralado
exige su remate.
Que sea, pues: que el cielo vuelva a ser inalcanzable
el corazón músculo contráctil
el mar únicamente una masa extendida de agua salada.
Demasiada figuración para salvar la escena,
demasiado alimentar la fábula para al final
llegar renqueando a un pozo seco,
en el labio estéril todas las preguntas sin responder
y prendida en el pelo la flor del ridículo.
****
Tanto esperé que vinieras a la puerta
de mi casa,
que ahora sentada solo espero
ver el cadáver de mi amor pasar.
Soledad Álvarez. (Santo Domingo, 1950). Poeta, ensayista. En 1980 obtuvo el Premio Siboney de Ensayo con el libro La magna patria de Pedro Henríquez Ureña. Ha merecido el Premio Nacional de Poesía en dos ocasiones: en 2006, con el libro Las estaciones íntimas y en 2016 con Autobiografía en el agua. En el año 2015 le fue otorgado el Premio Caonabo. Como poeta, además de los libros mencionados, en 1994 publicó Vuelo posible. Como ensayista ha publicado Complicidades. Ensayos y comentarios sobre literatura dominicana (1998), De primera intención. Ensayos y comentarios sobre literatura (2009) y República Dominicana. Paisaje. Cultura (2013). En colaboración, El siglo XX dominicano. Economía, política, pensamiento y literatura (Codetel, 1999) y Cultura y sociedad en la República Dominicana (El Siglo, 2000). Como antóloga ha publicado los libros La ciudad en nosotros (2008) y Santo Domingo. Visiones de la ciudad (2010).