HEMINGWAY
La terrible depresión empezó a hablar
de una forma bellísima.
Ah Ernest peligroso y maligno.
Viniste a mí
cuando estaba sediento de realidad.
No querías separarte para recuperar tu lucidez.
Quieres entregarte, perderte.
La caza no fue negar tus mundos poéticos.
Cuando alzaste la escopeta seguro que parecías un niño.
Pudiste destruirte,
pero no destruir mi fe en ti. Anduviste por todos los lugares
y la suavidad de tu pecho no adormeció tu dolor.
La riqueza y la violencia de tu boxeo nos abrumaron.
Ernest Hemingway, soñaste muchos días seguidos.
Demos gracias por tus golpes.
LAS VÍBORAS
Una víbora se alegra de volver a verme
cuando estoy leyendo:
“La costurera de Montgomery
espera y espera
al autobús en la avenida Cleveland.
Se sube, fila cinco”.
Otra víbora adormilada
llega de lejos y sin hora, el corazón
me palpita rápido sin saber
si podrá
hacer frente a todas las exigencias.
Va por todas partes.
Me siento un poco avergonzado
de mí mismo
por haberla hecho
venir desde tan lejos. Finge la víbora estar encantada,
es extraña y muy sensible. Continúo leyendo:
-Una mujer que cree que es digna
de todas las cosas posibles. Piedad. Gracia. Bondad.
Tanto si lo crees o no, no ha venido a la Tierra
para tocar Ring Araound Your Rosie
en tu circo ambulante de transporte público-
No puedo menos de observar
cuando se va,
que llega una tercera víbora,
¿cómo explicas eso?, me pregunto.
Se dispone a hacer alguna travesura.
Cabizbajo, vuelvo a mi tarea.
Mientras trabajo
me pregunto cómo y dónde podré conseguir “La Universidad Desconocida”,
de Roberto Bolaño
para, audaz, releer aquellos versos de la página 85:
“En los caminos de hielo
cuando ya todo parece más claro
y cada instante es mejor y menos importante
con un cigarrillo en la boca y con miedo
a veces
los ojos verdes Y 26 años Un servidor”.
Acelerado el Apocalipsis hace que se una
a la reunión
una cuarta víbora,
aunque yo no soy víbora,
se queda aquí conmigo.
¡Ay, ay!
Estoy en aprietos.
Demasiadas víboras
aunque una se marchara
con la boca cerrada.
Ellas me rodean y aun así me siento
capaz de cualquier cosa,
sobre todo
si depende de mi ingenio.
Las víboras siguen conmigo
cuando me marcho, no reina la calma.
Parecen mayores que yo, no las reconozco.
Llegan víboras de todas partes
al entrar en casa, en el ventilador,
en las puertas, en las ventanas.
Hay víboras con una falsa cordialidad.
Los modales de las víboras son magníficos,
sobre todo
el de los escritores.
Cuando yo fui
la víbora Marguerite Duras
escribí este verso:
¿Por qué no? ¿Por qué este pudor de pronto?
Si solo se publicara lo que se escribe hoy
y no lo de ayer, no habría escritores que vigilaran todo
desde muy cerca.
Dijo la víbora Tabuchi:
“La poesía entra en todas partes y es siempre casual”.
Dijo la víbora Karma: Por ti revelaría mis ansiedades,
temores, culpas y descontentos
sin abandonar la sonrisa suave y tranquilizante.
Las víboras
que quieren silenciar
que arrastran infortunios
dicen que es feliz
quien no lo sabe y se queja.
Las víboras
están acostumbradas,
como los barcos,
a zozobrar
una y otra vez.
Mantén seca tu fuente de ingresos,
dijo la víbora Despilfarradora.
Las víboras sin signo filosófico
lo pasan
en grande
no entendiendo nada.
La víbora Sartre me explica todos los esquemas,
me hace saber cuáles son los enemigos aunque ellos no lo sepan.
Envejecida víbora,
quiere que la chispa se siente en mi mecedora,
como si estuviera en mi casa de campo.
Las cosas que le han pasado a la víbora Precipitada
se mantienen firmes como una roca.
La víbora Esperanzada me saluda y estamos mirándonos unos minutos.
Dijo la víbora pessoana:
“Nuestra finalidad está en dar a su lugar un resplandor cálido”.
Víboras, víboras pálidas y enfermizas,
combatirán contra mí en sus propios términos.
La víbora Modiano está atenta a la víbora Roth.
“No, no odio esto, ni lo desprecio”.
Víboras que se humedecen de la emoción.
Dijo la víbora Sentenciosa: “¡Estoy preparada!”.
Dijo la víbora Adaptada: “Mi salud es más de plomo que de hierro”.
Víbora esperando la llegada de más víboras ¡Una a las tres!
La víbora Wim Wenders habla realmente curioso del estado de las cosas.
Hay víboras Extasiadas
que no quieren
amanecer.
Sangre en la noche, luces cazadoras y tramperas.
Víboras, víboras.
La víbora Lúcida puede que sea inteligente,
pero le falta
algún tornillo.
La víbora Peter Handke
lo dijo:
“Mi amigo de la infancia, el que no tenía en mente llegar a nada,
sí llegó a ser algo,
aunque, como él mismo me dio a entender
en más de una ocasión,
sólo fuera algo de cara al exterior”.
De cara al exterior actuamos como un imán
y quien no nos conoce se pega a nosotros
como empaste de hierro.
La víbora Inolvidable
es como una especie cariñosa y me hace relativizar todo muy intensamente.
Las víboras en un período celestial
a punto de acabarse. Las víboras son coquetas. ¡Qué asamblea!
LA RIADA
El dique ansía destruir la pureza.
El agua habla con gran excitación.
El Rey de la Chatarra llora dentro
de su loca impaciencia.
Rostro delgado y ávido.
Rehúsa subir al autobús local
aunque va a ser
la riada que más martillazos dará,
como un demonio,
y dejará astillas cayendo por doquier.
Todo el mundo corre a los carros.
Su vida es tan fría como el vientre
de un sapo.
Mujer, no finjas hacerte la muerta,
no recojas ni te pongas en marcha
ni vayas a un lugar más alto,
no seas una fría máquina.
Azotado por el viento, oscilo delante
y atrás como un sauce joven.
La riada se lanzará como toro enfurecido,
Rasgará, acuchillará, gritará.
¡Todo lo que poseo es tuyo si lo pides!
Estados de ánimo, abrazos, roces de labios
si se derrumba el dique y nos desenganchamos
en este mundo salvaje.
EL MUCHACHO CAMBIA SU LÍNEA DE TRABAJO
Aquí tiene la vida,
mírese en ella como en un espejo (Lihn);
La mansión está tranquila, limpia, ordenada.
No se rinde para fundirse
en lo universal sin perder el yo.
Los pensamientos repentinos
tienen un presupuesto que no renquea ni cecea.
Oh, brumas
(empeñadas en que tenga los ojos fijos
en Querida mía.)
ESTOY SOLO
Estoy solo y relato mi Obra con detalle.
Sopeso los pros y los contras. Con esfuerzo consigo serenarme.
Me quisieron sacar unas muelas, el tío de las púas
me siguió con las manos extendidas como un ciego.
LAS LENTES DE BOLAÑO
Bolaño, amigo, cuanto más viejo me hago, más se resuelven las cosas. Ojalá no seamos los olvidados y nos sentemos en un sillón de respaldo alto, pero sin ser reyes. No echo de menos lo que se fue, no me capturó la Gestapo ni me torturaron. No estoy muerto. Trato de comprender. ¿Quién soy? Todos lo saben, es curioso. Encuentro mi unidad mística con la literatura, charlo, sueño, me siento junto al río. Bolaño, amigo, vuelvo sobre mis pasos, remiendo mis camisas hawaianas. Me reconozco. ¿Qué será de mí ahora? ¿Por qué esta noche no carece de voluntad? Los jóvenes de hoy en día no son centinelas ni nada esperan. ¿No me oyen? Si grito, ¿no me escuchan? Bolaño, amigo, oh Bolaño, amigo, veo las estrellas brillar tras unas puertas enormes. Oye bien, soy el gato cuya vida de analista le desgasta. Soy capaz de no comer por analizar. Necesito hablar de lo que veo. Todo soy si escribo. El odio se burla de nosotros, Bolaño. La lluvia limpia los cristales y todo es un placer mental.
Miguel Ángel Gómez (España, 1980) poeta y crítico literario. Licenciado en Filología Hispánica. Ha publicado poesía: Monelle, los pájaros (2016); La polilla oblicua (2017); Lesbia, etc (2017), obra ganadora del XXXI Premio Cálamo de Poesía Erótica; Pabellón de ciervos (2017); Sombra (2017); Canciones acusadoras (2018); Gato encerrado (2019); Puertas de la ira (2019); Las lentes de Bolaño (2020); en aforismos: Caída libre (2019), El aro de latón (2020) y diversas misceláneas donde se entremezclan alusiones literarias y vivenciales: Ardides (2019) y Días de 2020 (2020). Obtuvo el premio Dafne 2015 con Atenido al espejo. Llevó la sección de El Imparcial: Fracasa mejor.