ES DE TONTOS EL REGRESO
A Carlos E. Aguasaco
Las cenizas de tu linaje
fueron barridas por una tormenta
colosal como la muerte
y ese dolor te acompañará
más allá de tu memoria
Qué de lo tuyo
quedó en la espera
no habrá juicio eterno
que devuelva los cimientos
que la tibieza de tu saga
sembró algún día
Ya ha acabado todo
y si regresas
no será al solar de juegos
ni a la morada
que hubo de guardar los aromas
de tu infancia
Es de tontos el regreso
cuando el camino fue borrado
y la tarde tiene el plomo
fincado en el horizonte
y ya no será más
Deja que tus latidos
busquen el eco
en la lejanía
pues no hay sitio que te espere
y el compás del mundo
enloquece
con el clamor de ausencias
que los muertos
aúllan en las noches
No has de regresar
Ni siquiera
has de repetir la travesía
que hubo de borrar las huellas
sin despedida
la encrucijada
se plantó a tu espalda
cuando la sangre
abrió la brecha
de tu sendero
Es de tontos
fingir el regreso
cuando el deseo
se ha peleado con la nostalgia
deja tu camino
y no te detengas
que muchos tontos
hemos de verte aún
en la lejanía
EL PAÍS MÁS TRISTE DEL MUNDO
La ciudad nocturna rumorea
y murgas de abandono
recorren audaces
la maraña de calles y avenidas
plagadas de mujeres deliciosas
que comparten sus caderas
al sonoro retozar de los tambores
y hombres ebrios
cansados
pero expertos en la rutina
de compartir un lecho de tarde en tarde
La juerga vespertina
devora con avidez al silencio
La fiesta
el jolgorio
hacen más oscura
la procesión de almas
que sueñan acaso el sosiego
mudas
como invasoras
de tierras ignotas y hostiles
Hubo cantos
olvidados ya
pero sé que los hubo
que hacían noble el dolor
y hermanaban al hombre con los pájaros
Tiempos en que la madera viva
reverdecía tranquila
al sol de los venados
Danzas hubo
que susurraban sonoras
el galope de las listadas cebras
en sabanas lejanas y candentes
y cueros que trepidaban
en el centro del bosque
y la eternidad
La sangre de mil colores
recuerda acaso
que la sierpe fue la hermana
y el lobo
y el babuino
mientras
la lengua se extravía
y la mudez heredada por el plomo
agota el sueño que olvidamos
antes de la aurora
El país de las ciudades
repite constante y pertinaz
las comandas de la prole
aristocracias de remedo
que alientan la caterva
y la alegría del sábado
ha convertido en máscara festiva
la mueca horrorosa de la muerte
que vive a expensas
de nuestra vida
Es el país más triste del mundo
el que desvanece el llanto
en noches alocadas
tan cobarde
como el olvido de sus muertos
AUC
Será la sangre más fértil
que la hierba en el desierto
plagado de ruinas y de tumbas
Los crucifijos
son pasto de ganados
enajenados por el dolor
que escapó como alarido
de las gargantas desgarradas
por el inmundo hierro de los esbirros
Quién será la peste
que nos libre
del suplicio
de la blasfemia
de la mentira a gritos
que proclama certidumbres
tan alocadas
como el fragor de los traidores
en la tumba de los caídos
aun cuando
la vergüenza
huye aterrada por los campos
Miles de extravíos
se regodean
pero las puertas de emergencia
han sido clausuradas
para evitar una estampida
¿Habrá más obscenidad
que presenciar impávidos el acto
del payaso sangriento
que nos aterró en la infancia?
El grotesco de la muerte
cínico se posa
a nuestra diestra
y su carcajada
hiela la sangre del más temerario
Oh corazón
Cómo he de evitar
que la agonía yazca ridícula
en la feria estruendosa
de mi cobardía
y las palabras
como ruedas locas
siquiera perturben
la insolencia
He de abandonar mi voz
o lo que me queda de vida
y que se disloque aún más
el estupor
a la metralla…
El horizonte
la mirada
y yo en medio del infierno
YA MIS ARMAS HAN CAÍDO
mi pecho sudoroso resopla
la angustia del pronto deceso
Has de aligerar tu carga
pues no hay bastimento
ni paciencia
para soportar la rémora
de los vencidos
Empuña la lanza
Que tus acerados músculos
rasguen el aire
y el zumbido veloz
de la fraguada pica
sea la fanfarria postrera
de mis carnes laceradas
por el llamado de la muerte
No mires tras de mí
Bástete este ser que se ofrenda
y no busques tras mi sombra
pues tan sólo hallarás
a quienes me enviaron a tu encuentro
y de mí retienen acaso
el fulgor de un recuerdo
turbio en el destierro de su memoria
aún más lejano que la esperanza perdida
Aquellas figuras
que ves
como lóbrega extensión
tras de mi sombra
me han lanzado a tu presencia
sin más escudo que mis ojos
y mi boca
las armas más tenaces
y también las más temerarias
pero ni así la victoria
vino a tropezar
con mi trasegar perdido
Reúne entonces el vigor de tu cuerpo
y arroja la pértiga
como si desearas romper
de un solo tajo la densidad de la noche
Pues mi vida
ahora no vale más
que el susurro de mi último aliento
No te lo impida pudor alguno
que ya no hay sustento esencial
para mi canto
Si fui guerrero
me he extraviado
y aunque mis pasos
buscaron muchas sendas
el destino de la derrota
impávido me condujo a esta arena
Si mi nombre fue legión
ahora no queda más que la soledad infinita
al abrigo de mi agonía
No mires más
tras de esta lúgubre sombra
ya la noche me cobija
y se hace tarde para tu regreso
ISIDORO VELÁSQUEZ
Mi abuelo fue un niño que llegó sin nombre
a una casa en medio de una vereda
También llegó a mi mente
sin presencia viva, mas como una historia
contada a medias
porque las historias tristes
se cuentan a medias,
son más importantes los silencios
Mi abuelo nunca me acompañó
ni jamás supe la certeza de su partida
tan solo habitó una pared de mi casa
En una foto en sepia con una anciana rubia
que supe fue mi abuela
así mismo yo me escondo
del mundo que cierra sus puertas y me deja afuera
como un invitado a un festín
de un poblado ajeno
A él le regalaron un nombre y una casa
Pero esa brecha entre el linaje y el bautizo
fue en su historia tan ancha
como el silencio que jamás pudo
acallar de la ciudad la algarabía
y así el lastre de la anonimia
se plantó en el futuro de mi casta
Hay amores que el amor no cura
Los sepulcros tienen nombre
y si son anónimos, necesitan el recuerdo de las masas
como héroes sin rostro
como soldados sin tierra
como etéreas sombras
que sostienen la penumbra de las tristezas
Mi abuelo fue un niño que llegó sin nombre
y a pesar de su nueva casa
jamás, creo, que se sintió asentado en esa tierra
Pues hay historias que recitan en secreto
los pecados de la saga
y esa oscuridad se lanzó al futuro
y me ha lanzado a mí mismo
a la soledad como marisma
Necesito forjar su nombre para recordarme
No el que su lápida borrosa hubo de contener tras su deceso
no el de la tumba que nunca conocí
pues mi padre mismo olvido el camino
y la ciudad devoró su cripta
para asentar una autopista
Ese nombre es mi nombre
que se me ha perdido
ese nombre que me llama desde lo desconocido
ese nombre que me condenó al destierro
para buscar errante mi destino
para encontrar su huella
en los senderos del mundo
en los caminos de la noche
Soy ese niño que llegó sin madre
a una casa desconocida
y de ella me he escapado para encontrar
acaso la sombra de su nombre
para que mis pasos
por fin tengan el peso de un cuerpo vivo
y no ser nunca más un rumor
un susurro incorpóreo
que no tiene forma concreta en el recuerdo
Tal vez el día del reencuentro nunca llegue
y muera pensando que mis múltiples nombres
el desconocido, el prestado y los inventados
son un directorio deshojado por el tiempo
y nadie me recuerde
como estertor de una saga perdida en el desierto
Mientras, he de proseguir en la faena
mordiendo el miedo de enterarme en sueños
el azar de provenir de una saga de asesinos
o el ser la rama perdida de un reyezuelo provinciano
o de un artesano ebrio que perdió su heredad en la concupiscencia
¿Cómo puedo encontrar mi nombre?
Si detrás de su bautismo no hay madre real
ni comadrona que atestigüe
que aquél niño bajó del cielo
como un mesías sin tocar la carne
Tengo que perdonarlo y perdonarme en él
hasta que el amor de la bisabuela sane
como sanan las heridas avivadas
por el ácido olvido
cuando la verdad se baña en luz
y así se nos permite retornar a casa
EL PROFUNDO ABISMO DE MI SOMBRA
A Carl G Jung
Esta incólume unidad se desbarata
como una marioneta en un molino
cuando cae la noche
cuando inadvertido
mi ser se esconde en las penumbras
Y es allí cuando esta sombra asoma
de mí como un coloso
se alimenta de todas mis vergüenzas,
los pesares ajenos son acaso su deleite
y yo sin beber elixir me desdoblo
en un engendro sin rostro
Es mi cuarto la mazmorra
que encierra una encarnizada bestia
y este corazón que lo presencia
se parte en astillas de pudores silenciosos
Cada noche, cada tarde
cada minuto en que las miradas
se alejan de mí por el hastío
Una marejada de magma milenario
puja por brotar entre mis poros
y llenar este mundo de tufos y de pestes
Ese tremor que de mí se siente
vibra en cada hermano que me mira
cuidándonos de nosotros mismos
y de lo oculto
que nace obsceno en el laberinto del secreto
No es el infierno, es otra cosa
que bulle con más poder que las galaxias
profunda y nutrida por el miedo
ha de explotar en las manos del incauto
Mi sombra es una amiga traicionera
profunda como la arcana historia de una saga
que vive adentro de mis días
y se solaza en la moral de los beatos
A plena luz, esta sombra es refulgente
un antibrillo de la oquedad
que descansa en las columnas de mi alma
de mi psique locuaz en improperios
No verbales, mas con gestos
gruñidos, instintos vergonzantes
en constante festín de lo innombrable
Cómo arrancar de mí
esta oscura, pulsante, milenaria
Si es la misma vida que palpita adentro
y sin ella me quiebro como un guiñapo
como un universo muerto
El mundo se abre en recovecos
Cada persona con sus máscaras
que ven bajo las mantas
los fardos del dolor, de los oprobios
tan profundos como el galopar
de los deseos
Yo no lo sé pero lo presiento
que esta sombra es más grande que mí mismo
Mi vigilia es tan pequeña
que mi vida que transcurre por las calles
es el murmullo de un infante
remedando a un asesino
Y yo vivo de esa vergonzosa sombra
fuente de la que manan mi deseo
entre antifaces y lúbricas morales
apenas escapando a lo innombrable
Ella, unas veces resurge con indómita violencia
y otras se duerme como un dragón al caer la tarde
EL ESBIRRO Y EL HIJO PRÓDIGO
Y en el recodo de todo camino
la vida me depare un bel morir
“Canción de Sergio Stepansky”. LEÓN DE GREIFF
Las cuchillas salientes del peñasco
donde han arrojado lo que quedó de mi regreso
se elevan al cielo inalcanzable que
mis ojos muertos imaginan sería mi morada
Cada recodo, cual fiera agazapado
a dar la última cuchillada
fue mi ocupación por siglos
Hasta que el turgente sopor del cansancio
me condujo a campo abierto
asqueado por la brisa que resecaba mis sudores
¿Es este el arte de los dioses
o el remedo de un canto acanallado
como la turba soez que clama la muerte de los mesías?
Lo sabré cuando el último picotazo de los buitres
arranquen el cordón de plata que unía esta carroña con el éter.
He muerto víctima de mis propias artimañas
por las manos que mi abominación adiestraron
como eficaces armas de la falange
El acecho, la sorpresa, la emboscada
el golpe certero y el eventual gozo
por la agonía de la víctima
tan sola como mi abyecta gloria
entre los muertos
He sido el más fiel esbirro de amo ignoto
Aquél revestido de rumores, maledicencias y mentiras
las mismas que alimentaron mi locura.
Perversiones y promesas viles han servido
de viandas efímeras en mi mesa
Por ello el hambre fue otra placa
de las inmundas corazas
que hicieron silente me acechanza
La sangre de aquellos que osaron el regreso
se me secó árida en las venas
De allí el olor metálico de mi aliento
y la herrumbrosa mirada en lontananza
¡Cuántos banquetes de reencuentro
habré deshecho de un zarpazo!
Nunca quise distinguir en la presa la hidalguía
pues el embate es más doloroso en las tinieblas
y también se esconden
virtudes y ponzoñas en los ropajes.
El corazón se ablanda si la mirada
tiene el eco de dulzón de la hermandad
De grandes apuestas se plaga el mundo
y la mía se pagó con heredades
Ajenas como mi infancia perdida
trocada por la irredenta sorna de la sumisión
Mas cuando solo una moneda me quedaba en saco
la pieza tintineó como un desvelo,
volver al patio de las arcadias
y desvestir mi piel de la lujuriosa muerte
Ahora yazgo en la hondura del acantilado
Ya las aves se lanzan sobre mis carnes
mi memoria se desvanece como la tarde
y jamás he de recibir perdón alguno
ni la tibieza del abrazo de mi padre.
Carlos Velásquez Torres (Colombia) Poeta, traductor, músico y académico. Magister en Literatura y Estudios Culturales, realizó un doctorado con especialización en Literatura Latinoamericana, cine y teoría literaria en la Universidad de Arizona. Poemarios: Versos del Insilio y Es de tontos el regreso (Ganador del Premio Internacional de Poesía Revista Hybrido). Es editor general de la colección Rambla de Mar de Artepoetica Press. Es co-director de The Americas Poetry Festival y trabaja como miembro del cuerpo profesoral de City College of New York, Queens College and College of Mount Saint Vincent.