En su condición de poeta, Jaime Jaramillo Escobar vivió para ser no solo distinto, sino único. Él fue el centro mismo de ese laberinto del que hablaba cuando proponía al libro como “trampa que existe para cazar espíritus”. Su vida y obra siempre se escurrieron en medio del secreto, más por discreción que por oscuridad. X-504 fue su seudónimo y podría pensarse en el apartado postal de algún pueblo fantasma, en la matrícula de un avión de los que no avanzan sobre líneas rectas o como diría el propio Gonzalo Arango: “su seudónimo de placa de carro se debe a su desprecio por la popularidad”.
Lo que sí sabemos a ciencia cierta es que Jaramillo Escobar fue uno de los fundadores del reconocido movimiento nadaísta hace más de 60 años, aportando una propuesta de vanguardia que cambió la percepción de la literatura en Colombia. Aun así, en contraste con el perfil impetuoso de sus compañeros, la reserva de este creador y estudioso de la poesía resultó su marca de distinción; sobriedad en la que construyó un universo literario singular y poderoso reconocido como el mejor de todo su grupo.
Hoy se eleva, ave errante, lanzando piedras que conjuren el tiempo.
Amarú Vanegas.
AFRENTA DE LA MUERTE
La Muerte, acompañada de sus seis hijos…
Evangelio de Bartolomé. (Recensión copta)
He aquí que de repente aparece la Muerte acompañada de sus seis hijos,
de los cuales tres son varones y tres son hembras.
Yo la miro fijamente y la escupo a la cara,
y ella me lanza una palabrota por debajo de su manto raído.
–Mala Muerte, mala Muerte:
si yo te preñé seis veces
te puedo preñar las siete.
Cuando yo estaba enfermo vino el Gran Visir a mi alcoba con sus seis amantes,
de los cuales tres son varones y tres son hembras,
y abriendo la puerta a las tres de la madrugada,
los arrojó desnudos sobre el tapiz, a los pies de mi cama,
y cohabitó con ellos al borde de mi fiebre.
Después yo tuve que ponerme a pelear con la Muerte, hasta que se estuviera callada.
–Mala Muerte, mala Muerte:
si te preño siete veces,
puedo preñarte las nueve.
El día que llegué al puerto para tomar posesión del barco en que habría de dar la vuelta al mundo,
la Muerte, con su pañuelo rojo atado al brazo, quiso echarme al mar por la pasarela,
y tuve que darle una patada en la boca.
Pero ella me esperaba siempre en los cuatro puntos cardinales
acompañada de sus seis hijos, de los cuales tres son débiles y tres son gigantes.
–Mala Muerte, mala Muerte:
si te preñé en Nueva York
te preño en Alejandría.
La Muerte me perseguía por toda la cordillera de los Andes con su maletín negro en la mano.
La muerte andaba detrás de mí por los pasillos del Banco de Londres & Montreal Ltda.
La Muerte me acechaba en las avenidas de Río de Janeiro disfrazada como un vendedor de esencias.
La Muerte, llena de impaciencia, mordía uno a uno los ciento veinte dedos de sus seis hijos,
de los cuales tres son bizcos y tres tienen el labio partido.
–Mala Muerte, mala amiga:
si yo te preñé de noche,
puedo preñarte de día.
La Muerte me manda paquetes postales ahumados al apartado de correos 5094,
la Muerte introduce amenazas anónimas por debajo de la puerta de mi casa, en el número 4 de la calle 14,
la Muerte me espera en las escaleras, en las bocacalles, en los grandes almacenes de especias,
la Muerte me manda razones con el juez, me escribe insultos con carbón en las paredes.
–Mala Muerte, mala esposa:
vivo o muerto da lo mismo,
te empreño de todos modos.
La Muerte les habla mal de mí a los vecinos, me empuja en el metro, me espera a la salida de los cines,
la Muerte me oculta las recetas del médico, me derrama la leche, me esconde las medias,
la Muerte manda sus hijos a que me tiren piedra, que se burlen de mí, que me muestren la lengua,
la Muerte obstruye las cañerías de mi casa, se orina en el zaguán, abre goteras en el techo.
Es evidente que la Muerte me persigue. ¿No les parece a ustedes?
Jaime Jaramillo Escobar (Pueblorrico, 25 de mayo de 1932 - Medellín, 10 de septiembre de 2021) Escritor, editor, traductor, coordinador de talleres de creación literaria y publicista colombiano. Cofundador con Gonzalo Arango y otros escritores del nadaísmo en Colombia. Fue reconocido con las distinciones literarias: Premio nadaísta de poesía Cassius Clay, 1967, Premio nacional de poesía Eduardo Cote Lamus, 1983 y Premio nacional de poesía Universidad de Antioquia, 1983. Poemarios publicados: Los poemas de la ofensa (1968), Sombrero de ahogado (1983), Poemas de tierra caliente (1985), Poesía de uso (2014), además de incontables antologías personales y en conjunto con otros autores.