El título Esperando a Perec, uno de los poemarios del poeta chileno Mario Meléndez Muñoz, es un collage que sirve de homenaje tanto a Samuel Beckett como a Georges Perec. Curiosamente, pese el halago del título ni Beckett, ni Perec figuran entre los muchos escritores que entran y salen del poemario. Esto nos deja saber dos cosas. Por una parte, dado estos antecesores, sabemos que el mundo confabulado por este libro será absurdo, uno donde la ficción y la poesía le guiñan el ojo a la filosofía y a la teología. Por otra parte, como pasamos todo un poemario a la espera de un Perec que nunca llega, sabemos estar en un mundo lúdico, donde el poeta no sólo es vate sino también embaucador.
Los poemas son cortos, ceñidos, concisos. Son joyas de humor macabro pulidas y engarzadas en la noche, noche en la que Dios vaga por calles oscuras en busca de su hijo. El paisaje onírico podría bien ser la noche oscura del alma por la que San Juan de la Cruz deambula, o bien el París del Spleen de Baudelaire o de los pasajes de Walter Benjamin, podría ser los arrabales de ese Buenos Aires de Borges o la Jerusalén del primer siglo.
En Esperando a Perec el poeta es un bricoleur que ensambla su obra con referencias al arte, la música, las películas, la cultura pop y con referencias a otros poetas y escritores. Como la obra de Fernando Pessoa, quien sí aparece en estos poemas, el libro se escribe bajo pseudónimo, el de un fabricador de urnas sin nombre que anota sus visiones desconcertantes.
El lenguaje, empero, es lacónico y aforístico. Recuerda la franqueza de otro poeta, ese carpintero, canastero, piloto de embarcaciones e impresor autodidacto que fuera Antonio Porchia. A diferencia de Porchia, Meléndez posee un conocimiento enciclopédico de la poesía. No sólo esto, el lenguaje depurado muestra también la influencia del giro contemporáneo hacia una poesía influenciada por el zen. Hay que recordar que el koan budista hace uso de lo absurdo. Uno podría decir que el lenguaje empleado por Meléndez es el de un estilo internacional. Y si el lector notara vasos comunicantes entre el estilo de Meléndez y el de poetas como Mark Strand, Edmond Jabès, W.S. Merwin, Roberto Juarroz, el Neruda joven, César Vallejo y Nicanor Parra no estaría equivocado. A la vez, el mundo que estos poemas ensueñan es tan barroco como el mundo de Lezama Lima, Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez.
Jeremy Paden
El inconsciente es un manicomio
con vista al mar
Cada pez que sale del agua
trae camisa de fuerza
11
Vi a la muerte llorar en el entierro de Cervantes
La gente gritaba: “Compañero Miguel”
“Presente”, decían los gusanos
mientras lo bajaban a su última morada
A pocos metros de ahí cremaban el cadáver de Dios
17
Ojalá tuviéramos algo de Rimbaud
aunque sea una pierna menos
Vi a la muerte entrar a un hotel sin espejos
Vi al conserje cerrar una puerta al infinito
Vi a Dios salir del brazo de Rimbaud
Vi a la muerte abordar el tranvía
Vi en el lobby: Cerrado por duelo
Vi llegar la policía, vi fotógrafos
Vi una vieja ambulancia llevarse un cadáver
Vi al conserje desnudo en esa ambulancia
Vi su cuello tajeado, vi sangre
Vi sus ojos de buey camino al matadero
Vi su nombre escrito en la frente de Dios
Se llamaba Verlaine
24
Vi a Picasso montado en un caballo verde
llevaba camisa de fuerza y una máscara africana
Sus mujeres lo seguían (a pie) por un desierto de sal
cargaban sus cuadros al hombro y un paraguas
de Matisse
El caballo lucía una extraña peluca
sus patas ortopédicas se abrían hacia todos lados
desesperando a Picasso que lo golpeaba con un palo
de ceniza
Aburrido bajó del caballo
y comenzó a trazar en el suelo figuras amorfas
líneas arrancadas de un alfabeto imposible
Aquí cavaré la tumba de Dios, se dijo
los gusanos jamás me perdonarán
Y ordenó a sus mujeres cortarse las venas
mientras él pintaba su caballo de eternidad
29
Vi a Sinatra en la máquina del tiempo
Soñaba interpretar sus grandes éxitos
arriba de un tiranosaurio rex
Pero llegó a una aldea de pescadores
en el momento exacto
que un sujeto marchaba sobre las aguas
Deja tu voz y sígueme
le dijo
desde hoy probarás mi palabra
Ante tal ofrecimiento
Sinatra dio media vuelta
y partió hacia el futuro
Sólo avanzó unos segundos
y vio al mismo tipo ahora crucificado
Canta para mí
le suplicó esta vez
y te llevaré al reino de los cielos
Entonces nuestro héroe
comenzó a masticar un extraño gemido
una especie de lamento gregoriano
que dejó a las piedras del Gólgota
temblando de eternidad
Quédate con nosotros
pidió el centurión
y serás el protegido de Roma
Pero Frankie tenía una espina atravesada
quería grabar a dúo con el hijo de una sirena
Lo siento
respondió
debo volver a casa
me espera el fantasma de mi madre
para darme las buenas noches
Se despidió de allí firmando todos sus discos
mientras la máquina del tiempo
reproducía los acordes de My way
41
Si no es pariente de Dios
no se acerque por estos lados
el cielo es una bolsa de gatos
Vi a Dios por el espejo retrovisor
mientras salíamos de un túnel transparente
Viajábamos a toda velocidad
vestidos para una fiesta de cenizas
Cada quien llevaba una máscara
y una piedra atada al cuello
para lanzarnos en el primer río
Vagamos toda la noche por un desierto de sal
delirando con la tierra prometida
En el asiento trasero las musas bostezaban
sacaban sus pechos por la ventana
como si fueran restos arqueológicos
Los gatos que olvidamos en la cajuela
nos habían predicho el futuro
Ninguno verá el amanecer, confesaron
con una certeza que nos paraba los pelos
En la última gasolinera compramos tabaco
y alimentamos los gatos antes de abandonarlos
Maullaban a un lado del camino
cuando encendimos motores
La luna era una trenza de ajo
pegada al parabrisas
las estrellas semejaban estacas
que añoraban nuestro corazón
Con los primeros rayos de luz
comenzamos a desaparecer
Razón tenían los gatos, dije
subiendo el volumen de la radio
mientras veía a los Sex Pistols
por el espejo retrovisor
42
Vi a Dios en una foto de infancia
peinaba a sus muñecas en un patio
abandonado
Su madre yacía de espaldas frente
a un espejo roto
Un perro saltaba una tumba vacía
¿De quién era el cadáver sentado
en el columpio?
¿De quién el gato negro que lamía
sus heridas?
Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: Apuntes para una leyenda, Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec y El mago de la soledad. En 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Durante el periodo 2014-2016, dirige dos colecciones de poesía latinoamericana para Raffaelli editore, en Rímini. Una selección de su obra apareció en la prestigiosa revista Poesia de Nicola Crocetti. Al inicio de 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (España). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. Es editor general de la Fundación Vicente Huidobro desde el 2018.