26 Dic 2024

46. JEREMY PADEN. MARIO MELÉNDEZ

-12 Sep 2021
Crítica

 

Instrucciones para leer Esperando en ochenta alusiones literarias o menos

 

El título Esperando a Perec, uno de los poemarios del poeta chileno Mario Meléndez Muñoz, es un collage que sirve de homenaje tanto a Samuel Beckett como a Georges Perec. Curiosamente, pese el halago del título ni Beckett, ni Perec figuran entre los muchos escritores que entran y salen del poemario. Esto nos deja saber dos cosas. Por una parte, dado estos antecesores, sabemos que el mundo confabulado por este libro será absurdo, uno donde la ficción y la poesía le guiñan el ojo a la filosofía y a la teología. Por otra parte, como pasamos todo un poemario a la espera de un Perec que nunca llega, sabemos estar en un mundo lúdico, donde el poeta no sólo es vate sino también embaucador.

Los poemas son cortos, ceñidos, concisos. Son joyas de humor macabro pulidas y engarzadas en la noche, noche en la que Dios vaga por calles oscuras en busca de su hijo. El paisaje onírico podría bien ser la noche oscura del alma por la que San Juan de la Cruz deambula, o bien el París del Spleen de Baudelaire o de los pasajes de Walter Benjamin, podría ser los arrabales de ese Buenos Aires de Borges o la Jerusalén del primer siglo. 

En Esperando a Perec el poeta es un bricoleur que ensambla su obra con referencias al arte, la música, las películas, la cultura pop y con referencias a otros poetas y escritores. Como la obra de Fernando Pessoa, quien sí aparece en estos poemas, el libro se escribe bajo pseudónimo, el de un fabricador de urnas sin nombre que anota sus visiones desconcertantes.  

El lenguaje, empero, es lacónico y aforístico. Recuerda la franqueza de otro poeta, ese carpintero, canastero, piloto de embarcaciones e impresor autodidacto que fuera Antonio Porchia. A diferencia de Porchia, Meléndez posee un conocimiento enciclopédico de la poesía. No sólo esto, el lenguaje depurado muestra también la influencia del giro contemporáneo hacia una poesía influenciada por el zen. Hay que recordar que el koan budista hace uso de lo absurdo. Uno podría decir que el lenguaje empleado por Meléndez es el de un estilo internacional. Y si el lector notara vasos comunicantes entre el estilo de Meléndez y el de poetas como Mark Strand, Edmond Jabès, W.S. Merwin, Roberto Juarroz, el Neruda joven, César Vallejo y Nicanor Parra no estaría equivocado. A la vez, el mundo que estos poemas ensueñan es tan barroco como el mundo de Lezama Lima, Alejo Carpentier y Gabriel García Márquez.

 

Jeremy Paden

 

El inconsciente es un manicomio

con vista al mar

 

Cada pez que sale del agua

trae camisa de fuerza

 

11

 

Vi a la muerte llorar en el entierro de Cervantes

La gente gritaba: “Compañero Miguel”

“Presente”, decían los gusanos

mientras lo bajaban a su última morada

A pocos metros de ahí cremaban el cadáver de Dios

 

 

17

 

Ojalá tuviéramos algo de Rimbaud

aunque sea una pierna menos

 

Vi a la muerte entrar a un hotel sin espejos

Vi al conserje cerrar una puerta al infinito

Vi a Dios salir del brazo de Rimbaud

Vi a la muerte abordar el tranvía

Vi en el lobby: Cerrado por duelo

Vi llegar la policía, vi fotógrafos

Vi una vieja ambulancia llevarse un cadáver

Vi al conserje desnudo en esa ambulancia

Vi su cuello tajeado, vi sangre

Vi sus ojos de buey camino al matadero

Vi su nombre escrito en la frente de Dios

Se llamaba Verlaine

 

 

24

 

Vi a Picasso montado en un caballo verde

llevaba camisa de fuerza y una máscara africana

Sus mujeres lo seguían (a pie) por un desierto de sal

cargaban sus cuadros al hombro y un paraguas

          de Matisse

El caballo lucía una extraña peluca

sus patas ortopédicas se abrían hacia todos lados

desesperando a Picasso que lo golpeaba con un palo

          de ceniza

Aburrido bajó del caballo

y comenzó a trazar en el suelo figuras amorfas

líneas arrancadas de un alfabeto imposible

Aquí cavaré la tumba de Dios, se dijo

los gusanos jamás me perdonarán

Y ordenó a sus mujeres cortarse las venas

mientras él pintaba su caballo de eternidad

 

 

29

 

Vi a Sinatra en la máquina del tiempo

Soñaba interpretar sus grandes éxitos

arriba de un tiranosaurio rex

Pero llegó a una aldea de pescadores

en el momento exacto

que un sujeto marchaba sobre las aguas

Deja tu voz y sígueme

                                   le dijo

desde hoy probarás mi palabra

Ante tal ofrecimiento

                                  Sinatra dio media vuelta

y partió hacia el futuro

Sólo avanzó unos segundos

y vio al mismo tipo ahora crucificado

Canta para mí

                      le suplicó esta vez

y te llevaré al reino de los cielos

Entonces nuestro héroe

comenzó a masticar un extraño gemido

una especie de lamento gregoriano

que dejó a las piedras del Gólgota

temblando de eternidad

Quédate con nosotros

                                  pidió el centurión

y serás el protegido de Roma

Pero Frankie tenía una espina atravesada

quería grabar a dúo con el hijo de una sirena

Lo siento

               respondió

                               debo volver a casa

me espera el fantasma de mi madre

para darme las buenas noches

Se despidió de allí firmando todos sus discos

mientras la máquina del tiempo

reproducía los acordes de My way

 

 

41

 

Si no es pariente de Dios

no se acerque por estos lados

el cielo es una bolsa de gatos

 

Vi a Dios por el espejo retrovisor

mientras salíamos de un túnel transparente

 

Viajábamos a toda velocidad

vestidos para una fiesta de cenizas  

 

Cada quien llevaba una máscara

y una piedra atada al cuello

para lanzarnos en el primer río

 

Vagamos toda la noche por un desierto de sal

delirando con la tierra prometida

 

En el asiento trasero las musas bostezaban

sacaban sus pechos por la ventana

como si fueran restos arqueológicos

 

Los gatos que olvidamos en la cajuela

nos habían predicho el futuro

 

Ninguno verá el amanecer, confesaron

con una certeza que nos paraba los pelos

 

En la última gasolinera compramos tabaco

y alimentamos los gatos antes de abandonarlos

 

Maullaban a un lado del camino

cuando encendimos motores

 

La luna era una trenza de ajo

pegada al parabrisas

 

las estrellas semejaban estacas

que añoraban nuestro corazón

 

Con los primeros rayos de luz

comenzamos a desaparecer

 

Razón tenían los gatos, dije

subiendo el volumen de la radio

 

mientras veía a los Sex Pistols

por el espejo retrovisor

 

 

42

 

Vi a Dios en una foto de infancia

peinaba a sus muñecas en un patio

          abandonado

 

Su madre yacía de espaldas frente

          a un espejo roto

 

Un perro saltaba una tumba vacía

 

¿De quién era el cadáver sentado

          en el columpio?

 

¿De quién el gato negro que lamía

          sus heridas?

 

 

Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Entre sus libros figuran: Apuntes para una leyenda, Vuelo subterráneo, El circo de papel, La muerte tiene los días contados, Esperando a Perec y El mago de la soledad. En 2013 recibe la medalla del Presidente de la República Italiana, concedida por la Fundación Internacional don Luigi di Liegro. Durante el periodo 2014-2016, dirige dos colecciones de poesía latinoamericana para Raffaelli editore, en Rímini. Una selección de su obra apareció en la prestigiosa revista Poesia de Nicola Crocetti. Al inicio de 2015 es incluido en la antología El canon abierto. Última poesía en español (España). En 2017 algunos de sus poemas aparecen traducidos al inglés en la mítica revista Poetry Magazine de Chicago. Es editor general de la Fundación Vicente Huidobro desde el 2018.

 



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