20 Abr 2024

301. POESÍA PERUANA. JORGE PIMENTEL

-19 Sep 2021

 

CHILLA POR JUAN GONZALO ROSE

 

Usted se equivocó, los labios alargan sombras,

las sombras mueven túneles, y los túneles

ahogan, no dan reposo, atormentan, piden ron.

Revientas en la penumbra y ahora sí nadie se mueva.

No hay sitios mejores, solo estos.

Cruces que gritan más dolor y horas consumadas.

Otras esquinas hablarán mañana.

Pero hoy quedará en el poema sin dientes, amarillo.

Y le doy el Vistobueno de la caída.

Le doy solo trocitos de su hacer endiablado.

Revientas en la penumbra y ahora sí nadie se mueva.

Pero hubo hora y media de trenes.

La fugaz víspera donde se destruyó.

Y bombardearon a discreción esas habladurías,

mañaneros polacos en el argot chinesco,

abrevedando pasteurinas y conejitos,

abrevedando almuerzos y esa jaqueca imbécil de la tarde,

cholos pal caldo, mostaceros, arrunáteguis y apesteguías

y la habitación en los 10 meses sin cancelar

y los hipos, el mal humor y la colcha ensangrentada

los hijos de puta, carajo, faltó alegría

hasta con la fornicación y ahitá, 5 chinas, 6 zambas

y 4 trenes dejándote callao en 5 rayas.

Maricones, quiero verte, perdición, mejor no digo nada,

y cielos rojos y vísperas de pisco y jazmín.

Ahora quiero verte, 3 sapos, 3 patos, psicoanalistas

de pus, lapiceros babeados, cultura, oración, Che Guevara

y palomillas multiplicados, al hombro jadeantes y masticados.

Y yo lo lloro, Juan Gonzalo, repuchos trágicos y flagrantes

delitos cocidos, un tanto hazañas, salpicón de máscaras

y ritmos, cartílagos, conejitos y niños, niños sin camisa,

sin zapato, arrebatos, no sé qué cosa, una peña,

un millón, mucha soledad, mucho humor, al costado, aquí

junto,

y 3 patos, 4 cuadras, 5 cuadras, aquí juntito, también humor,

tampoco cariño, también amor, está bien, tiene que seguir,

para adelante es la cosa, esa playa de estacionamiento,

gordito pelao para meterle cabeza frente al Superba,

y las cruces que gritan más dolor, más sufrimiento,

(el ron se pone a 8 mil, la cerveza a 3,500)

las deshabitaciones y este largo berrinche, y no es su culpa.

Las 3 de la mañana.

Las 5 de la tarde.

Las 6 del desprecio.

Las disyuntivas de ojos.

Y microcosmos, miradores, desposeídos, huraños,

solitarios, vagabundos, pobres, tísicos, muertos, asesinados

Perú gritan sus pulmones y sus branquias amor.

Las 34 y media.

Las 89 y media.

Y 3 zambas, 3 chinas, 4 trencitos.

Talán, talán, talán, la misa, los maletines culpables,

la defensa de la sierra, de los cerros poblados,

y zambas, más zambas, más encierros, más balas, más sogas,

y usted ya no ya, usted ya no

cara a la muerte, pero antes al hospital y después

el desafío al lento carromato fúnebre que lo espera.

Que para qué estoy aquí y no los cuervos.

Que para qué, para soñarlo y no los cuervos.

Estoy aquí para besarlo, y nadie se mueva.

La noche tragó después el alma.

Pero ese ya es otro poema.

 

 

RIMBAUD EN POLVOS AZULES

 

Rimbaud apareció en Lima un 18 de julio de mil novecientos

     setenta y dos.

Venía calle abajo con un sobretodo negro y un par de

     botines marrones.

 

Se le vio por la Colmena repartiendo volantes de apoyo a

     la huelga

de los maestros y en una penosa marcha de los obreros

     trabajadores

de calzado El Diamante y Moraveco S.A., reapareciendo en

     la plazuela

San Francisco dándole de comer a las palomas y en un

     cafetín donde rociaba

migajas de pan en un café con leche mientras entre atónito

     y estupefacto

releía un diario de la tarde. Las personas que lo vieron

     aseguran que denotaba

cansancio y que fumaba como un condenado cigarrillo tras

     cigarrillo.

 

Pálido como una Hermelinda, de contextura delgada, entre

     las manos portaba

un libro de tapa gruesa. Luego hizo un ademán con la

     mano pidiendo la cuenta.

 

Pagó 13 soles y 50 ctvos. y luego partió y una muchacha al

     reconocerlo le tendió

la mano y le ofreció posada y su cuerpo a lo que él respondió

     invadiéndola

de luces anaranjadas. Llovía. Y las pocas personas que en

     esos momentos

contemplaban la escena —serían unas 15, de 20 no pasan—

     reunidas bajo el toldo

de la chingana armaron un tremendo barullo llamándolo

     Arturo, Arturo Rimbaud.

 

Y sus pasos fueron lentos mientras enrumbaba por el Jr.

     Leticia hasta la calle Caquetá

en el Rímac. Casi todos los que se encontraban reunidos

     coincidían en afirmar

que su aparición podría traer funestas consecuencias al

     sistema y al orden

establecido y que mejor era dar parte a la policía. La

     descripción que de él

dio un político coincidía con las que se dan para atrapar a

     un maleante.

 

La del empleado del Ministerio de Educación fue que en su

     abundante cabellera

pendía un turbante turco y una argolla de bronce aparecía

     en una de sus orejas.

A lo que un joven estudiante de San Marcos prorrumpió

     amenazadoramente aseverando

que todos ellos estaban siendo alienados y que más bien

     había que cumplir

al pie de la letra la aseveración de Juan Nicolás Arturo

     Rimbaud «Hay que cambiar

la vida» para lo cual había que destruir todo un sistema

     inhumano injusto y atroz.

 

¡Linda manera de hacerse oír!, terció la voz de un anciano,

     y un muchacho

de secundaria dijo: ¡Buena tío!, y la muchacha que fue

     invadida de luces

anaranjadas extrajo un lápiz de labios de su cartera

     corriendo hasta llegar

a un muro donde inscribió esta significativa palabra:

 

     FIN

 

 

EL LAMENTO DEL SARGENTO DE AGUAS VERDES

 

Nací para el lado que da a la calle Plateros

entre la niebla diluyéndose en gritos y el meridiano

de las noches blancas donde mi único sueño era

llegar tan lejos hasta convertirme en el rey de estas calles.

 

Lo único que me mostró mi tiempo fue un color indefinido

de bardos o cantantes criollos cubriendo la ciudad

con sus voces sonoras narrándonos historias

envueltas en un follaje malogrado y perjudicial.

 

Ya cansado de una vida sin posibilidades

a los 18 años parecía un hombre ya acabado

y la prueba de ello es que vagamente recuerdo

los rostros de mis seres queridos mis compañeros

de infancia los lugares recónditos donde mi alma

vagaba solitaria y tantas y tantas cosas sabe usted.

 

No pararía de contarle amigo sobre mi vida.

Es cierto que esta cerveza babeada ha servido

para barajar para borrar la parte oculta

de una vida de 64 años.

 

Y

 

qué cosas fue las que no hice amigazo

cuando cumplí los 15 años, muchachito

pipiolo sabe usted, mis familiares me condenaron

a vivir por mi propia cuenta y riesgo.

 

Fui mozo de restaurante en La Victoria

cargador de bultos en La Parada

reencauchador de llantas en un grifo perdido

por veinte soles me dejaba agarrar la pinga

comí arroz con huevo sobre un periódico

que luego utilizaba para limpiarme el culo

para qué más puede servir un periódico hoy en día.

 

Y

 

me vi envuelto en un torbellino de horrorosas tentaciones

francamente no sé cómo estoy todavía aquí conversando

     con usted.

Largos años son los que me he salteado pero a la memoria

me viene una mujer con la que conviví durante años

y que ya no he vuelto a ver.

Ella era una esbelta morena de abajo el puente

su padre tenía una encomendería en la calle Petateros.

Tenía la cara triste y el culo alegre con el cabello

que le llegaba hasta los hombros.

 

La amé como un condenado a la zamba

y luego la tuve que abandonar.

Es la ley de la vida, hombre.

Le hice un hijo que no conozco y huí.

En el 41 hubo eso del conflicto con Ecuador

Tumbes Jaén y Maynas sabe usted.

Yo estuve allí en las tropas del Mariscal Eloy Ureta

y me arrojé en paracaídas

en Aguas Verdes agarré un fusil por primera vez

pero más que matar cantábamos y escribíamos cartas

y componíamos valses dentro de una trinchera

que nos salvaguardaba de una bala perdida

de una granada de la metralla que retumbaba

a diestra y siniestra. Allí hasta el más valiente se despintaba.

Una vez terminado el conflicto me licenciaron con el grado

de sargento.

 

Ahí mismito empezó mi calvario mi verdadera vía crucis.

Al regresar un día a casa donde mi Amanda

nadie contestó a mis llamadas, toqué y toqué

la puerta del callejón hasta que salió el padre de ella

diciéndome pestes de su hija, que lo había abandonado

que era una canalla sin consideración para con su pobre viejo

que era una desalmada. Punto.

 

Todo era ya inútil

todo era ya demasiado tarde

cuando decidí encontrar a mi Amanda.

La busqué indagando por un ser querido

en hospitales de caridad

en prostíbulos de Lima y provincias

en asilos para locos

en conventos

ciudad tras ciudad del interior

viviendo con rufianes de la peor calaña

indagando por ella en los lugares más increíbles.

Bajo la sombra de un árbol grabé a los cuarentiocho años

un corazón con nuestros nombres

cada día que amanecí tirado en una callejuela

de mala muerte, cómo te necesité Amanda.

Amanda, Amanda, regresa ¡es preciso que regreses!

Ven, ahora más que nunca te amo.

 

Parece como si en sueños un día te hubiese conocido

parece como si la tierra te hubiese tragado.

Ni un vestigio tuyo aparece

ni la huella de tu zapato

ni el leve rumor sobre tu paradero.

Es la ley de la vida, hombre, me repito

y en la noche bajo la luna, Amanda nunca vendrá.

 

Y así muchos fueron los motivos de mi perdición

el alcohol bajo cuya sombra gris viví

no permitiéndome jamás ver la luz que se me ofrecía

gratuitamente, bastaba tan sólo con levantar cabeza

mas nunca lo hice, temí a esa luz clara fresca diáfana

que se ofrecía a todos, temí enfrentarme a esa luz con su sol

radiante y su verde gramilla me asustaba, porque no sé quién

me dijo que la luz desnudaba y cada vez sentía que me jalaban

hacia cuevas sin luz y sin amor y por ende a la soledad

a la destrucción.

 

Como le digo muchos fueron los motivos de mi perdición

y aunque no culpo ni señalo con el dedo

¡que levante la mano quien no sumó su grano de arena a

       mi ruina!

(Todos me han cagado, carajo, perdón)

La gente me fue olvidando

los amigos si te ven no te conocen

y sin mujer

y sin hijos

y sin chamba

mi vida es el triste y célebre triángulo

cuando la vida de otros es redonda

con una abertura y muchas perspectivas.

Vivo con dos hermanas del segundo matrimonio de mi

       padre.

Ellas a duras penas me dan una pensión y me alimentan.

 

Veinticinco años que busco trabajo, jefe.

Sabe, intenté en lo de los licenciados del ejército

para trabajar en los bazares que ellos tienen

y me ofrecí de empleado, en realidad me vengo

ofreciendo desde hace mucho tiempo, pero visto

mi historial, afuera de nuevo, sobre la vía al trago

a recitar poemitas de enamorado colegial, a ser

el payaso de las mesas a hacer reír a los parroquianos

con mis poemitas de colegial enamorado, con mis historias

del conflicto con Ecuador, con Aguas Verdes y mohosas

para llorar por mi pasaje en ómnibus a las 3 de la mañana

para reír porque alguien se compadeció de mí y me ofreció

un cigarrillo

para ponerme serio mientras sorbo mi trago mojándome

       los bigotes.

 

Y yo ya no quiero

y yo ya no quiero

pasarme toda mi vida entre las cenizas

arrodillado por lo que me pasa

con mi terno lustroso, mi camisa asquerosa

toda mi vida ansiando un trabajo digno

toda mi vida no va ser un eterno lamento

y ya no quiero seguir envenenándoles.

Mi lamento embelesa sólo al ruin y al bobo.

 

Soy un sinvergüenza

soy el mal ejemplo

que los niños deben ver para apedrearme y escupirme

yo sólo soy un lamento de colillas de cigarrillos

para que usted vea mire cómo se me salen las lágrimas

mire usted cómo me han dejado, hecho mierda.

¡Qué he hecho de mi vida, por Dios!

Me llamo Pedro Sifuentes Calderón, 64 años

(Al) Sargento de Aguas Verdes, para servirlo.

 

 

¡OH! EQUIVOCADO, ¡OH! CONFUSO,

¡OH! AGONIZANTE

 

I

 

Eres hierba, eres pétalo de esa flor.

   Un trozo de esa agonía, de ese grito,

      de esa carta, de esos marsupias y esos

         gansos blancos y esas lombrices azules.

 

II

 

 

Oh! equivocado, oh! confuso, oh! agonizante,

   ya tienes los años de un buey enfermo.

      Convéncete, pero no niegues a los girasoles.

         Aunque esas gárgolas te pidan lo inútil

            guíanos a pesar de la oscuridad a través

               de los campos repletos de cadáveres.

 

 

III

 

Oh! equivocado, oh! confuso, oh! agonizante,

  remóntanos hacia colinas y desiertos y

     la espesa maleza; cuida que no caigamos,

        que no tropecemos en trampas, que nuestras

            carnes no las convirtamos en una mercancía.

 

 

IV

 

Oh! equivocado, oh! confuso, oh! agonizante,

   cuídanos de canallas, gente sin piedad,

      cuídanos de una audiencia de dioses,

         de dioses para matar, de dioses particulares

           ajenos a este mundo, de dioses que agonizan,

              que no dieron soluciones, que no acertaron

                a explicar, que nunca dieron respuestas,

                  que llegaron a tener la edad de la tierra

                     y sobrevivieron hasta ahora repitiendo lo

                       enunciado en un principio, dioses que

                         propiciaron las matanzas, la muerte, el

                           hambre, ídolos que nos condujeron a

                             buscar refugio en la agonía de la noche

                               nombrándonos tierras estériles,

pozos de

                                              agua inexistentes, falsos nombres

de mujeres.

 

 

V

 

Oh! equivocado, oh! confuso, oh! agonizante,

   aparta de mí toda frivolidad, aparta de mí

      la cobardía, el egoísmo; sostenme con una

         verdad y con una certeza, la certeza de ser poeta.

 

Y

 

antes de rodar, de ser fábula, no dejes

que me invistan de arañas, de alacranes.

Prodígame en las inmensas bondades.

Prodígame de lluvias, de la luz del sol.

Prodígame de cantos, prodígame de manantiales,

de océanos, prodígame de esos cerezos

que me hagan descubrir una vez más la vida,

prodígame de noches, de cuerpos, de unos

árboles, de esa nube diminuta, prodígame de

una luna y un viento siempre, donde me pierda,

donde me encuentre, denme una oportunidad,

no me abandonen,

               todavía

                             danzo

                                        danzo

                                                     danzo.

 

 

CAMINO PEDREGOSO

 

Camino pedregoso que te alzas ante mi vida no sé

qué hacer sin ti eres parte de los deshielos y de los

abismos eres parte de los labios que me hicieron

infeliz, parte de la pesadumbre del mundo, mitad y

fragancia de una pierna estirada en los follajes.

Camino pedregoso qué más da para este invierno

te tengo este poema y una muchacha que se lleva las

calles en su bolso. Y sé que no esperas nada de mí

camino pedregoso. Tocaré la flauta acompañado de

un perro negro como lo único que supe hacer en esta

vida, como todo encantador que sólo lleva en los

bolsillos globos rotos pedazos de alambre y bordes

de agua tiernamente agradecidos. Camino pedregoso

tu desolación es un eterno remolino, un beso del que

meriendan los que van hacia el viento desnudos a

plantar un cardo o una oración para así servirse de la

hierba que en ti no crece y eso nos enluta camino

pedregoso. Eres tan inservible que siempre acudirán a

ti aquellos hombres alabados en el silencio por

grillos, por hormigas, aquellos hombres que

rompieron sus ojos inútilmente aguardando la ola que

los elevara y nunca más los vimos. Camino pedregoso

refugio de los que no tienen un cuarto para acostarse con

una mujer, ni un cesto de campanas, ni luna que piense

en ellos, ni nube que los recoja, sólo el olor de fogatas,

de hogueras, de vagabundos que quisieron tu sombra

sin desnudarse, camino pedregoso. Y fueron inútiles tus

esfuerzos de plantar un arbolito, te pedían demasiado al

entrar en la noche. Tú estabas seco cuando nosotros

nacimos. No tuviste tiempo de esconderte de lagartijas,

tus habitantes inauditos, tus más cercanos parientes;

los aborrecidos, los que atisban la lluvia imperturbables,

los que lamen piedras calientes y danzan con luz de

luciérnagas. Camino pedregoso, camino que recorrí,

tú me tejiste una esperanza cuando los hombres se

aniquilaban mostrando tu palidez de almendra, tú

me hiciste hombre abrazando tu sequedad, tus surcos

como manos implorando unas gotas de amor, unos

himnos que se oían lejanos, camino pedregoso me diste

sólo el trébol blanco que exprimió el rocío como única

herencia y me marché hacia lo inaudito,

lo inconmensurable, lo llorado, lo terrible, y comprendí que

estábamos solos tú y yo camino pedregoso tan solos

como la flor que te ama en el silencio de esas hojas

tendidas que quisieron abrazarte y no hubo un viento

que las enlazara. Camino pedregoso, estaré tan unido a

ti a tu pesar muy a tu pesar, seré una premonición del

infortunio, de la pobreza, sin un hijo, sin una casa. Soy

de los que se dejaron tumbar sin comprender. Soy de

los que se dejaron engañar y sólo se hicieron preguntas.

¿Adónde fue a parar tanta tibieza tanta ternura? ¿En

qué túneles nos estará aguardando la mariposa que

tanto quisimos? ¿Cuál de los túneles será el que nos

conducirá finalmente o fatalmente? ¿Cuál de mis

manos penderá como una estatua hacia el final? ¿Cuál

de mis ojos será el lucero que cace el pájaro en su

recorrido hacia ti? Camino pedregoso que te alzas ante

mi vida cuando los ejércitos se aprestan a prenderte

a iluminarte y ése no es el fuego que tú quisiste sino la

luz de un extraño silbido del viento, quisiste

una tenue brisa en un río de retamas, caminos siempre

de moras, de hojas silvestres, de cantos de mujer, de los

solos que brotan cada tarde prendiéndole fuego al agua.

Camino pedregoso no abras cuando toquen voces de

destrucción, no te tuerzas con golpes, ni con gritos

ni con el terror de guerras y matanzas. Sólo así

permaneceremos como hasta ahora camino pedregoso.

Te fallé como trapero, como amanuense, como jilguero,

como payaso, como lo que la vida hizo de mí, mas no

como poeta. Camino pedregoso que te alzas ante mi vida

no sé ya qué manjares servirte.

Vive el tiempo que me queda.

Para siempre será este canto

 

 

TROMBOSIS

 

En los esfuerzos desesperados

el individuo se desmemoria,

pierde la cabeza, se distrae, se destripa,

se demuestra, se desmantela, se desprovisa,

se desmorona, se desinfla, se ríe de sí mismo,

se perfila, se desatmosferiza, conmigo, con ella,

con todos, y se sitúa en el nombre del dolor

que sabe a calle, sin suplicar nada a nadie,

y se hunde, se entumece,

suplica, se agacha, llora,

con su pasión propia, con la suya,

sin pedirle permiso a nadie, se retuerce,

numera, pasa lista, no está,

rumia, se calla, se avienta, se pisa,

pierde la cuenta, se desarrolliza,

y a sus robos y a sus marcas y a sus chairas

 

                + un PIP - un GC

                - un avión + un ómnibus

 

mutilado, cegado, firme, estoico, valiente,

sano, gordo, calvo, iridiscente,

soñado, importante, está siendo,

está amando, hace 3 días que,

suma y suda, hace 10 que multiplica y divide,

saca su cuenta, ta’ mal ta’ que cholea, computa,

muerde y se estrella,

también por su culpa los suplicios,

también por su culpa sus hijos y su esposa

y los 3 meses que debe

de luz, de agua, de colegio, de comida,

no viene a dormir a su casa y se esfuerza

chupa con los amigos, con los de la esquina,

y se muerde las uñas, desarregloso como es,

en sus vapores-sensaciones

en sus temblores-alumbrones

 

                UYY - AYY

                AYY - UYY

 

centuplicando la ausencia,

cuantificando la derrota,

energumizando lo poco que tiene,

lo poco que le queda, hoy, mañana,

basuridizando aun cuando cama,

aun cuando cama, camastro camarones, maricones,

hijos de puta, y se lo cargan y se lo llevan

a un hospital, a un hospicio, a la cárcel,

y le pegan y se cae y se vuelve a parar

y le vuelven a dar en el rostro,

en el torso, en sus partes, lo torturan,

lo ciegan, le sacan sangre

de la boca, le rompen la cabeza

y se lo tiran y se termina y se acabó.

 

Inédito

 

 

Jorge Pimentel (Lima, 1944) Cofundador del Movimiento Hora Zero junto con Juan Ramírez Ruiz. Ha publicado los libros Kenacort y Valium 10 (1970), Ave Soul (1973), Palomino (1983), Tromba de agosto (1992 -segunda edición, 2020), Primera muchacha (1997) y En el hocico de la niebla (2007).



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