POEMA DE TRÁNSITO
Me vienen las ganas de gritar, pero callado
DANTE LIANO
Quiero escribir un poema de tránsito
que sepa recorrer la quietud y el quebranto
hacia todos los puntos y los vientos
en la inmensidad de la página blanca
un poema que corone la paz desnuda
sin arrepentimientos
con risas
que rememore la camándula de olvidos rutinarios
y nunca ensalce nombres
ni artilugios
un poema que abarque lo plural y lo indecible.
En tránsito el poema nace en un lugar
afable
mortuorio
incierto
así en la tierra como en el cielo
claroscuro y atípico
por eso en un poema de tránsito caben lustros y decenios.
Otros poetas han inventado
lugares imaginarios en poemas imaginados
¿Y si inventamos un lugar que reúna calendarios,
donde podamos nacer y renacer en un solo misterio?
¿Y si inventamos un lugar donde al interior
de nuestra voz suenen otras voces, vivas, agónicas y muertas?
¿Y si inventamos un lugar de tránsito para hablar en muchas lenguas
y dialogar con la abeja que es resurrección y llamamiento?
I
Podríamos cambiar de voz y ser Germen
en un mundo bestial e inclemente.
No seríamos uno, dos o tres
seríamos todos:
Mi nombre es Germen y hablo desde la cárcel.
Estoy en una celda ardiente y oscura en Zacatecoluca,
me carcome la llaga indolora de la sífilis
me desnutre la locura de hablar a todas horas con la culpa.
II
Podríamos cambiar de voz y ser Libertina en una calle
a media noche.
No seríamos una, dos o tres
seríamos todas.
Mi nombre es Libertina.
Visto una falda negra antes de la muerte
hablo con el miedo de un último beso
en un hotel de mala muerte.
Por si acaso
nos despedimos un lunes
una de la otra,
me despido de la calle y del suplicio.
Nunca olviden que también soy brazos, manos, dedos.
Nunca olviden que soy latido, hálito, sudor y saliva.
III
Podríamos cambiar de voz
convertirnos en Semilla
fumando hojas o telarañas.
Nadie sabría que somos carne mutilada
nos reconoceríamos descendencia.
Mi nombre es Semilla.
Crezco
soy un árbol en la proximidad de la Avenida Circunvalación
recibo el sol que es alimento
bostezo la ilusión desfigurada.
Un poema de tránsito no es un relicario
ni una bandera.
Recorre la quietud y el quebranto con una voz que a todos devora.
Yo he muerto cien veces en un poema y resucitado en otro después de una tonada.
Declaro:
todavía no conozco toda la profundidad del tránsito.
Un poema es un vaticinio.
Todo lo dicho es apelable.
LA MALETA
Pero la muerte llegó antes.
Murió como mueren los negros,
como han muerto los negros de todos los tiempos,
sin conocer la paz del beso
MIGUEL ÁNGEL ESPINO
AHORA
todo cabe en el paréntesis de lo indecible
en nuestras manos de vidrio
en un esternón repleto de agravios.
No he terminado de beber
el veneno que fabricamos en la esperanza
la ruta desconocida del calendario
no ha querido revelar fechas de encuentro.
Vamos de peldaño en peldaño a pintar casas vacías
cruces
pozos
cementerios
murmullos de lenguas desaparecidas
labios desaparecidos
bocas completas
desaparecidas
desaparecido
nuestro anhelo futurista de perpetuarnos en una canción.
ASÍ
interminable
tu vientre semienterrado ignora
que han crecido abrojos sobre sí.
¡Ah, desmentida suerte que tuviste por destino, hija!
¡YA!
nos fuimos
no quedará vestido
ni ira
ni lamento
ni promesa que renazca
entre los muertos.
Solo el epitafio rendido ante una cruz desolada:
«¡BUSQUEN, busquen entre el monte y dentro de la basura!
Llevaba una maleta
es probable que las aves
no hayan desfigurado
al menos
su fotografía»
PEDRINA
Cómo será tener,
de golpe, el cuerpo dividido
y el corazón entre las manos
EUNICE ODIO
Soy la hiedra
pecadora de las aguas convulsas de una época en suplicio
habito el río delirante del estupor
la bofetada espumante
de los milagros, el credo inconcluso del arcoíris
y el color del escarnio en los acantilados,
¡mírenme pusilánimes!
soy brazos soy piernas soy invento
Soy la hiedra
no he terminado de lavar el odio
en los resquicios de la ciudad
soy labios
esta ciudad atolondrada de voces ajenas
no sabe pelear conmigo a puño limpio
—ni los gigantes apellidos del siglo XX pudieron contra mi figura—
soy manos
soy la indeseable
la que llora con el acorde blanco de la luna
solo la noche me sabe pronunciar: misterio
en frente, vos, como el río
lleno de flores y sangre
en frente, vos, cuenca
adolorida y vacía
en frente, vos, hierro
pesado hasta la tortura
soy arteria
emerjo de la geografía del duelo
cuelgan de mis hombros los hijos del tugurio
y por ellos hablo
y con ellos
soy carne
el milagro del agua hecho costumbre
soy costilla
la sirena que consuela desde la profundidad
a las reumáticas lavanderas de la angustia.
Este cuerpo mío de puñales, cicatrices y dramas
prohibido hasta la tierra
ha cargado su cruz y se ha negado así mismo.
NOVIA DE PRIMAVERA: AFTER PARTY
hasta ahora, nadie sabe el misterio que aloja el regazo transparente. Es un secreto. No hablo de espacios que mitigan la sed de lo imposible, sino de las figuras que ocupan el silencio. Hay entre párpados horas que ofician maravillas, levitan sobre la comisura de los dedos voces que alumbran la distancia y la vigilia, repitiendo unísono un estribillo: Besó una copa llena de cenizas, me miró. A saber. En estas avenidas cualquiera jura por amor o por miedo.
¡Báilame! ¡Báilame!
un par de cuerpos caminan después de la fiesta de las alucinaciones. Fuego, humo y ceniza en las calles de «La Heroica». Pobres sombras que mueren en el infinito encuentro de la caricia. No saben que la soledad sostiene el amanecer con la punta de la lengua. Lo ignoran. Sus dientes son armas de grueso calibre que se esgrimen sedientas en la despedida. Te amo mujer, con las mismas palabras de Dostoyevski: Tengo un proyecto, volverme loco. No me murmures ni me cites, la palabra es un espejo donde se retratan los artificios. Dos que se saben suyos, poco saben sobre la teoría del riesgo que permea la ciudad.
¡Quédate! ¡Quédate!
la luz que atraviesa el parabrisas adolescente de los seres, revela la poca sobriedad de las promesas. La vida es un minuto de silencio. Oremos. Ofrezcan otra canción insurgente para los supersticiosos. Los que mitigan el suplicio de su desvarío en el cuerpo de un extraño, son llamados a nombrarse prójimo. No saben de edad ni de imposibles. Santa Ana es una habitación, un camposanto donde los vivos y los muertos conjuran el ayer en el rostro de un anciano. La vida es, entre otras cosas, un número. ¿Cuánto vales, amor?
¡Despiértate! ¡Despiértate!
2:30 am
tan cerca estás de la primavera.
DEYSI ESCRIBE SU EPITAFIO SOBRE UNA LÁPIDA INMENSA
pero los muertos nada saben,
ni tienen más paga.
ECLESIASTÉS 9:5
Ha caído el último pesar
sobre tus hombros
la muerte.
El cuervo ha conversado con tu risa
ayer hoy y siempre
ha dicho: ¡hazlo ahora!
¿quién no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño?
He ahí el epitafio
no hay mausoleo erigido
es en el suelo donde se heredan las silabas
el vuelo no sabe pronunciar las emociones
ojos
manos
pies
al acantilado de la suerte
en tu corazón roto late una ciudad
neciamente célebre, de carne triste
construida
tus labios secos son un nido de serpientes
que vierten su veneno bajo la lluvia frente al Teatro Nacional
¡tan triste es la sombra en una lápida, mujer!
Hoy vendrá Mallarmé a resoplar al oído triste de todos
el poeta despierta con su desnuda espada
a la edad que no supo descubrir.
Era una reina, así
como en los cuentos.
William A. Morales (El Salvador). Poeta y Docente en Universidad de El Salvador. Ha publicado sus textos en diversas antologías, en revistas, como: INVISIBLE (Venezuela,2013); Deudas de Sangre (Anamá Editores, 2015); Subterránea Palabra (THC Editores, 2016); Revista CULTURA (El Salvador, 2018); Plaquette Ruta 202 (Highway Records Editores); Siete voces para retratar el rostro detrás del silencio (Imago ediciones, 2020).