LLEGUÉ TARDE A BABILONIA
sus jardines colgantes ya no existían,
sus ventanas y puertas, yacían rotas, abiertas
al vacío, no eran más nada, sus ejércitos invencibles
no estaban, de todos sus reyes, ya no había memoria,
no quedaba más que polvo y ceniza, sangre quemada
ya no había dioses iracundos, en toda la ciudad.
No encontré más templos dónde adorar al sol,
llegué tarde siempre, como la húmeda oscuridad
que desciende desde las montañas; en otro carruaje.
Sin embargo, luego encontré, a la luna solitaria,
por casualidad, dibujada en una cueva,
le cantaban en la lengua de los sueños y del agua
su rumor es el fuego de la eternidad
sus adoradores cubrían su rostro coloreado de azul
con arbustos de cáñamo encendían hogueras
cada tarde, para alejarse del estío.
Llegué siempre tarde a todo en la vida,
al canto de las aves y el despertar de los faunos,
al surgir de una flor, en la otra orilla del tiempo,
sin embargo, los jardines siguen
creciendo fabulosos y eternos,
el agua recorría otros caminos,
galerías repletas de sonido,
infinidad de pasos hasta la gravedad del vacío,
las vasijas persas y griegas rebosantes de vino,
también rompieron su canto, alguna vez para mí,
el viento sopla, entre la arena, levanta en una tormenta
el nombre de todos los escorpiones de la tierra,
también el fuego de mi propio cognomen
se consume inevitablemente,
pronto seré inevitablemente olvidado.
LA DISTANCIA EN EL POEMA
no existe, no se nombra, no tiene palabras
rompe su espalda en un potro imaginario
es un pájaro incendiando el firmamento
la distancia entre un beso y el sol es sueño
de-construye los escalones del aforismo
lleva un espejo inverso entre cada palabra
el poema surge como lluvia tardía
es apenas el color amarillo, en una flor
la sed surge en cada paso, en cada eco
Soy el hijo de un pez milenario
que abre sus ojos frente al fuego
las salamandras corren
velozmente a las sombras
las amapolas huyen de sí mismas
llevo mis bolsillos repletos de ópalos
para vencer tormentas
EL AGUJERO NEGRO
es un pájaro muerto
sigue creciendo bajo mis pies,
espejos rotos en color lila,
una tormenta de libélulas
aguarda en tu espalda,
regresa cada noche,
en forma de espiral,
dibuja la forma de los tejados
de las paredes y ventanas
en una ciudad a oscuras
Todo nombre es un laberinto
para navegar sin corazón.
ESCUCHO CRUJIR LA MATERIA Y SUS MOLÉCULAS
los cristales del espejo son un laberinto
son escarcha y amapolas en tu boca
mis nudillos sangran, ópalos y cuarzos
mis dedos hechos jirones, olvidan su nombre
imitan la forma del viento, entre las ramas de un árbol
pájaros fantasmales deambulan por tu cuerpo,
en el tejado buscan refugio entre los ventanales
inician una hoguera solitaria para calcinar
cada palabra crepuscular, contra mi pecho
mis ojos son ventanas rotas y dibujan montañas,
que se ahogan en un pozo de luz violeta
hay un remolino de sombras en creciente
que acechantes vienen tras mi nombre
soy uno que no debo, un hombre invicto
que perdió la hora, el paso, el anonimato
DEJEMOS ABIERTAS TODAS LAS PUERTAS,
que hablen nuestros cuerpos,
no son necesarias las palabras,
vamos a encender una hoguera,
entre nuestros labios
a navegar un oleaje follajes y espuma
la luz se dibuja intensa, ardiente llama
contra nuestra carne.
HE ROTO TODOS LOS CERROJOS DEL TIEMPO
he leído sobre espejos y amapolas
he soñado y disfrutado en silencio
el blanco delirio contra mis fosas nasales
contra mi marcha lenta e invernal
Pequeña constelación de geranios
dibujando tus caderas
en el alejado jardín de nuestros cuerpos
Es nuevamente el tiempo
de dibujar escarabajos en la pared
UNA SALAMANDRA ROJA VIENE
hasta el alfeizar de mi ventana,
me observa, me llama hermano,
forma una nebulosa
con su lengua milenaria,
con su aliento de mandrágora
recorre lentamente, las sombras y la luz
cada una de las líneas de mis manos
dibuja con fuego nuevo la marea propicia
cada uno de sus movimientos
son tiempo y espacio sin fin,
el trazo exacto de una órbita sideral,
desde la distancia exacta del poema
toda mi piel y mis manos,
ahora son un ciclo lunar
cada destello, crece en intensidad lumínica
el humo del copal se eleva hacia la eternidad
como un jaguar que asciende la montaña
mi conciencia, se eleva, viaja de pronto,
entre arboledas de antiguos nombres
los sentidos se sobrecargan,
el nirvana abre sus puertas y avanza
sueño recurrente que olvido todos los días.
Rainier Alfaro Bautista (El Salvador, 1974). Miembro fundador de TALEGA. Durante algún tiempo mientras vivió en Honduras, ejerció la docencia universitaria en el área de literatura. Además como facilitador y gestor cultural codirigió Talleres de Creación literaria para niños y jóvenes en la "Escuela Mágica" labor que dio como fruto la publicación de carácter único de las antologías La memoria del viento, Habrapalabra, La Libélula y Tragapalabras. Fue el Director general del FIP "El turno del Disidente" en Honduras, desde el año 2011 hasta el año 2013. Vice-presidente de la Asociación Cultural ¨Trilce¨. Fue miembro de ASALHON (Asociación de Salvadoreños hermanos por siempre residentes en Honduras). Ha participado en los festivales internacionales de poesía de Xelá en el 2010 (FIP), "El turno del Ofendido" en 2009, 2011 y 2014; participo en 2017 en el festival mundial de poesía 100 voces con Monseñor Romero en El Salvador. En 2014 copilo la antología de poetas de los pueblos originarios de Honduras En la quietud de los altares publicada por Metáfora Editores de Guatemala como parte del proyecto internacional “Poética”.