24 Abr 2024

41. POESÍA ESPAÑOLA. SONIA BETANCORT

-09 Ene 2022

 

EL BESO

 

I believe in kissing, kissing a lot.
AUDREY HEPBURN

 

El beso gira sobre nuestras cabezas.

Empezamos por pensar el beso,

por amasar la figura oblicua de su roce absoluto.

 

Un beso se construye en la garganta del abrazo

o tierno pasea con zapatos de escuela

por la estrellita de una falda intermitente.

 

Un beso quiere comerse mi límite,

intercambiar el sabor de dos astrologías.

Y es tan triste el beso que no es

aquí parada frente a la sonrisa

enredada por el miedo.

 

El beso pronostica la trayectoria de mis labios

y tal vez profetiza contra un velero sin adiós.

Inmortaliza un tiempo fascinado,

ese momento de besar que se disuelve

bordado en el pecho frío de la eternidad.

 

Bella y durmiente espera esta hormiga

el beso que flagele su estatura,

cabe la muerte en ese beso,

crece la araña en su escondrijo,

en la caída toda lengua propone

su sapito de humedad.

 

Toma su puñal de luciérnagas el beso de Judas.

De la estatua se despierta el labio de Rodin.

Muero por ese beso fresco que sorprende

con una manzana en tu boca.

 

Alentado por esa madeja enrojecida,

vuela un atardecer a mi cuerpo que, por fin,

se desvanece con el beso.

 

 

FAKE DIAMOND

Potlach
ARTURO CARRERA

 

La moneda imaginaria

suaviza la carencia real.

La piedra preciosa, de beso escandaloso,

persigue la correa de un cuello

donde la belleza dibuja sus aleaciones.

 

El diamante puro es una falsificación de la sombra,

el tráfico insospechado de la desigualdad.

El diamante falso, al que puedo darle un bocado,

aleja mi libertad, pero encamina la alucinación.

 

Sueño con la moneda de chocolate,

soberbia de no aferrarme a todo,

novia besada por el desinterés,

cielo diáfano en el que la entrega

no coincide con la pérdida.

 

Sueño con vivir con menos

pero me interrumpe el cuerpo,

oh el cuerpo mimetizado en una hucha,

aquella lata coloreada con sonrientes niños

donde cabían los deseos de comprar.

 

Sé que no hay diamantes tras el escaparate lujoso.

No hay millones ni fortuna

ni la amargura de no tener, no hay nada.

Es irreal este valor,

este convenir de rodillas el juego del precio.

 

Pero no es suficiente con saber.

La moneda imaginaria

no suaviza mi carencia.

 

Coágulo dorado, cobre moribundo,

cínico imán, metal de cambio,

perdí la cuenta.

Perdí cuando olvidé

lo que de verdad quería.

 

 

YO NO SOY AUDREY HEPBURN

Put the blame on Mame, boys.
GILDA

 

Yo no soy Audrey Hepburn.

No me detengo en tu salón durante años

en un cuadro con marco triste y cristal roto.

Ese cristal inaguantable

que reproduce la leucemia del amor,

esa grieta uniforme, extravagante,

que se agranda con el tiempo

sin que nadie la toque. Ese tajo

que distorsiona los labios de la imagen,

esa imagen frente a la que dos se besan

y que va deshaciendo sus bocas

atravesadas por una enorme guillotina.

 

Yo no soy Audrey Hepburn.

No aparezco en tu infancia

como una actriz de los cincuenta,

ni te tomo de la mano frente a tu casa oxidada,

ni llevo hasta el olvido tu barrio tan doliente

de las afueras de esta ciudad.

 

Yo no soy esa fotografía

ni un guion con tachaduras

que nadie verá hasta que hayamos muerto.

Yo no soy la reina de nadie,

ni la princesa Cinderella,

ni un hotel de Las Vegas, con cama de agua,

donde enamorarme tres noches seguidas

de tres muñecos sabelotodo.

 

No tengo una casa en Roma

ni huyo a caballo en una película

rodeada de mansiones verdes.

Yo no sé cantar. Ni sobrevivir a una guerra.

Yo no sé vacunar a cien niños de Somalia

ni ver cómo se mueren mis hijos.

 

Sin embargo tú, estúpido,

prefieres acostarte con Gilda

y te levantas conmigo.

Tú, insoportable domador de mi ego,

te levantas teniendo en la mano

el cuerpo que inventé para el imán.

Y todavía me parece ternura eso que haces,

muchacho inoportuno,

cuando desnudas a esta niña con las uñas pintadas.

 

Yo no soy Audrey Hepburn, no soy la funny face,

la sonrisa perfecta, la alquimia, el verano.

No soy la felicidad ni la musa de ningún perfume

ni hablo francés, ni me casaré nunca.

Pero he logrado amarte antes de mi boca,

y créeme que cuando por un escaso minuto

la tibieza de ese amor

recorta ciertas fotografías de su marco,

cuando logro des-disfrazarme,

interrumpir el dramatismo del cristal roto,

cuando me entrego a la escena de salir de mí,

si supieras que sí, estúpido, si supieras.

Si supieras quién soy.

 

 

DESEO

 

Si yo pudiera desenmascarar

la media luna anaranjada

que duerme en el pico de los tucanes. 

 

Si supiera cultivar la perla

del cielo de Lima.

 

Si lograra reproducir un instante

la memoria de Shakespeare.

 

Si me despertara cantando

en un burdel de otra época

con medias deshilachadas,

cigarrillo en la boca,

y mi voz fuera suave y pura

como el llanto de Lady Day.

 

Si pudiera pintar de azul

los techos de las celdas,

robar de las trincheras

los artefactos del fuego,

limpiar de los atriles

las marcas del azufre.

 

Si pudiera dormir

en el vientre de las lobas.

 

Si mi boca despejara

las corrientes del océano.

 

Si administrara mi pecho

la fórmula exacta

de hidrógeno y helio del Sol.

 

Si encontrara las palabras justas

y fuera yo la bondad

que arrodilló a Beethoven.

 

Si yo pudiera

llegar a ti.

 

 

SOLA EN LA OSCURIDAD

el ojo no es inocente nunca
CHANTAL MAILLARD

 

Claro que he buscado la ceguera,

arrancarme los ojos, pensar

como los sabios, estar sola.

 

Pestañas postizas, eyeliner

para la que pasea sin sentidos

por lo que quiere ver.

 

Esta ciega es un símbolo,

su corazón alimenta

a los filósofos y a los carniceros,

su corazón que me mira desintegrado

cuando va a encontrarse contigo.

 

Toda mirada impone una ceguera.

Rota por la luz,

la que observa evita lo que no se ve,

la erosión de la superficie,

el vaivén de los muchos desarraigos del mirar.

 

¿Y la que ve, la que mira y ve lo oculto?

Esa tiene miedo, como los locos,

seres inválidos para pretender sus sueños,

niños, que chupándose el pulgar, recuerdan

cabalmente su dormir.

 

Por eso yo prefiero estar dentro del thriller,

fijar los ojos en los otros actores,

limpiar mi bondad y dejar que me besen.

El guion es perfecto: para huir de ti,

para mirar, para ver,

la ciega apaga las luces del mundo.

 

 

LA PERSEGUIDORA

 

A veces sueño que desaparece el lenguaje.

Mi boca es un depósito de tanques de guerra

y los hermosísimos soldados

abandonan la primera línea del paladar.

 

A veces sueño que el lenguaje huye,

una avería del corazón, el tumor pequeño

que al microscopio revela su caligrafía muda.

A veces sueño una lengua sin frases,

un accidente cardiovascular léxico,

letras que se despegan de la hoja

como patas torcidas, rebobinadas sin tino.  

 

No sé por qué temo morir

y que en mi cuerpo desvanecido alguien lea:

“ausencia de palabra”.

Por qué tanto recelo a la autopsia

de una vida sin idiomas. El mundo

sin su raquítica discusión de vocablos,

mutantes administradores del hueco.

 

Si no hay lenguaje, ¿qué duele?  

La lengua sin boca sorprende en los otros,

La boca sin lengua sorprende en mi cara.

 

No deseo las palabras sino su contrario,

persigo sin cansancio lo que no puedo decir.

 

 

Sonia Betancort (España). Poeta, doctora en Literatura, profesora de Lengua y Literatura. Formada en interpretación actoral en Buenos Aires y en Madrid, desarrolla diversas actividades de vinculación de la literatura con las artes escénicas. Publicaciones: Íntima Exigencia (2000), El cuerpo a su imán (2009), Contramantes (o la soledad del alfil) (2014), Para ver la llanura (2014), Seis poemas para Mary Jane (2014), Charco Verde (los primeros pasos) (2019) y La sonrisa de Audrey Hepburn (Colombia, 2012; Madrid-México, 2015), este último entre los diez mejores libros de poesía publicados en 2015 según El Cultural (El Mundo) y la revista Ínsula.  Centra su obra crítica en la narrativa y en la poesía española e hispanoamericana contemporáneas, autora del ensayo Oriente no es una pieza de museo. Jorge Luis Borges y la clave orientalista (2019).

 



Compartir