TRÓPICO AMOR
Para Marisel Jiménez,
que lo conoce como yo...
El gran trópico amor huracanado
nos tira por la borda del espejo,
haciéndonos caer en el desuso
como ateridos postes de telégrafo.
Es el trópico amor,
el que nos vuelve náufragos del fuego.
Es el trópico amor cantando tropos,
psicotrópico amor de los boleros,
porque el cielo tisú nos pertenece
y el loco frenesí nos presta vuelo.
Es el trópico amor, el que transgrede
a todos los desdenes y los celos.
Es el trópico amor del extravío,
diván de tul, jardín deshabitado
(el as bajo la manga del olvido).
Es el trópico amor de la quimera
donde vive el otoño de mi rosa
en una despiadada primavera.
Es el trópico amor de lo imposible,
clandestina verdad que me subyace,
me engatusa con místicas lujurias
y me abre el esternón en litorales.
Es el trópico amor de mi tristeza,
la mariposa azul que me circunda.
Es mi trópico amor,
la fiebre ecuatorial en que se besan
mis dos polaridades más nevadas:
el gran trópico amor, el repentino,
ese intruso voraz que nos dispara
atinándole siempre al desatino.
TRÓPICO EUNICIANO
Y no tenga yo que irme y dejar mi gran voz,
y mi alto corazón
de piedra en flor.
EUNICE ODIO
Yo no puedo cantarte, Eunice.
Sólo puedo cantarme y decantarme
en versos que convergen en ti.
Sentarme ante el papel y hacerlo espejo
de tu luz atonal, significante.
Sentarme ante el olvido
a refulgir tus ojos transmigrados,
tu nocturna sonrisa primigenia.
Yo sólo sé sentarme en esta silla insomne
a exprimirme tu corazón
hasta la última hipérbole del gozo,
hasta la última gota de abandono.
Yo sólo sé sentarme ante mis ojos
a pedirte que poses para mí,
que me permitas autorretratarte
con tu ramo de espléndidas heridas
y tu collar de ausencias cultivadas.
Y hablar contigo en mí,
hablar conmigo.
Yo sólo sé saber que soy quien eres:
la enamorada ilógica del logos.
II.
Arcángela incendiaria
-por la que San Miguel
quiso hacerse una vez
varón terrestre-
tenías dentro de ti
un pasadizo oculto
por el que ibas
del mambo al ditirambo,
de la uña roja
al plano trascendente.
Será por eso
que tu lírica es épica
(gracia de verbigracia).
Taumaturga guerrera,
alma de carne viva,
caleidoscopia lúcida.
III.
Eres como uno de esos aguaceros soleados
del trópico húmedo
cayendo grecolatinamente sobre el verbo.
Eunice.
Suma poética,
poesía multiplicada.
Hirsuta de colibríes nutricios.
Exégeta de asombros.
Altiva, leal, irónica,
sensual degustadora
de las mieles secretas.
Dispendiosa de sí.
Aguda, pertinaz, apabullante.
Imperiosa, sutil, epigramática,
perturbadora incólume.
Insobornable, prístina, doliente.
Pasional, discrepada, abarcadora.
Eunice.
Virgen astral e ilícita,
traspasada de flores numerales.
Tenías el espíritu recio
y la mente fulmínea.
Y eras dueña
de un corazón invulnerable y roto.
IV.
Acusada de amor imprudencial
y excesos en el brillo metafórico,
de no andar por el centro de los lados
ni pagar el impuesto a tu belleza.
De moverte con gesto desafiante
y una cierta cadencia afelinada.
De incorrección política
frente a todos los bandos.
De esotérico afán y osadía erótica.
De ser inteligente y ser creadora. Es decir,
De ser innecesaria y peligrosa.
V.
Inflexibles patriarcas matriarcales
y apropiadas matronas patronímicas
te volvieron apócrifa e inédita.
Pero nada pudieron. Se estrellaron
contra tu imprevisible órbita quemante,
contra toda la luz descabellada
de tu infinita frente cometaria.
VI.
Que me voy a no sé dónde, Eunice,
que me voy...
opulenta y dispar,
tierra de nadie,
viuda de un dios remoto.
Voy a buscar el canto
de mi cisne incierto
(asceta tropical de aretes largos,
tan sedentariamente nómada).
Me voy con la música a otra parte,
a un lapso de mi ser
donde me sea posible
hacer de tripas corazón
y del dolor sintaxis.
O talvez simplemente me vaya
a buscar esa plumita de ala
que dejaste escondida para mí
en la hendija de un poema
que todavía no he escrito.
Que me voy a escribirlo, Eunice,
que me voy.
VII.
Eunice, estoy aquí con tu fotografía
interrogando a la niña de tus ojos,
a su mirada de arborescentes furias,
tratando de adivinar las inclemencias
de tu ternura marina,
de escudriñar tu risa danzonera,
tu voz de resinas lunáticas...
Me puedo imaginar
tu manera crucial de bailar rumba,
te puedo ver acariciando un gato,
comiéndote una fruta...
Desmenuzo tus largas soledades,
tus liturgias de animala casera,
preguntándome si serías
tan desrelojada como yo.
Enuncio tu apellido
que te contradecía sólo para acentuarte.
Pienso en la valentía
de tu amor angular,
el que acunó
la muerte de Yolanda;
pienso en esa mujer
que las dos fueron.
Y pienso en tu partida:
tu muerte equinoccial,
cuando sumiste el fuego transitado
en el agua dorsal de la bañera
...y tuvo al fin tu sueño
su trópico de alma.
* * *
(Eunice, estoy aquí,
intentando rastrear la partitura
de tu sangre insurgente y polifónica.)
TRÓPICO GALILEI
Sin embargo se mueve,
sin embargo se mueve y baila mambo
toda la fuerza mía que me impele
tan caribeñamente hacia adelante.
Sin embargo se mueve,
aunque a mí me amordacen
inamovibles lutos fantasmales.
Sin embargo me muevo y giro en torno
a mi eje de orquídeas vertebrales,
frente a esta multitud de heridas ciegas
que nada importan ya, que nada saben.
Frente a esta muchedumbre
de abandonos notables,
mi epifanía lunar me ronda en verso
con su caudal de estrellas torrenciales.
Sin embargo me mueve y me cadencia
mi gravidez oceánica,
mi trópico interior se despereza
de completud soleada.
Sin embargo me embarga
el loco sincretismo de mi sangre
y un danzón sideral me desmelena
en elípticos gozos de eternidad bailable.
Frente a esta tiranía
de razones letales,
celebro un carnaval
con bongó, meteorito y tajamares
y mi comparsa de átomos planetas
y todo el universo delirante:
íntimo carnaval de la conciencia
orbitando al amor por el que nace.
Sin embargo se mueve,
frente a esta rigidez
de incongruencias estables,
se mueve mi inmanencia de heliotropo,
mi fuego medular,
mi yo deseante.
Mi libertad esférica se mueve
aunque la cuadratura del dolor se espante,
aunque esta inquisición de miedos míos
me obligue a retractarme.
(Sin embargo se mueve...)
TRÓPICO CON MUERTE
Mi antigua desnudez vendrá a buscarme
en una luz amniótica de espejos,
mi propia desnudez vendrá a cubrirme
(el amor brotará de mi costado).
Podrá entonces mi ausencia suplantarme
y yo quedaré libre para irme
a mi gran corredor imaginario,
al trópico de mí que me sonríe
bajo algún sol congénito del alma,
donde tiempo y espacio son sinónimos
y tú me estás mirando con mis ojos,
y se amigan mis gatos y mis pájaros...
TRÓPICO DE MÍ
Tu corazón,
el mar,
el colibrí.
Trópico de mí.
El olvido,
la selva,
el manatí.
Trópico de mí.
La iguana en una rama
del confín,
el tren que no irá más
donde yo fui.
Trópico de mí.
El lúdico sudor
en que me di
y esta maraca impar
del son sin ti.
Trópico de mí.
El tiempo vertical
que desviví.
Trópico.
De mí.
Lil Picado (Costa Rica). Estudió Filosofía, Filología, Artes Dramáticas y Danza Contemporánea. Se desempeñó como crítica de cine, teatro y danza del diario costarricense La Nación. En el 2009, su poemario Trópico de mí ganó el Premio Nacional de Poesía Aquileo J. Echeverría. Participa activamente en recitales poéticos, presentaciones de libros, festivales literarios y entrevistas para la prensa escrita y audiovisual. Dirige el taller “Poesía y Autoconocimiento”. Desde el 2016, incursiona en la publicación en redes sociales de las humorísticas ocurrencias filosóficas de La Gata Fénix.