ENUNCIACIÓN
A Ricardo Plata
Un nombre ensaya tomar cuerpo,
pero es éter, se evapora.
Sus rumores no se encuentran
y no alcanzan a emplumarse.
Aquí, en el terreno de lo mundano,
yo creo escuchar vocecillas y súplicas.
Las llamo,
¡Me corresponden!
Son frenesí de luciérnagas
lamiéndome los tímpanos.
Solo yo percibo su sinfonía
caóticamente hermosa.
Vislumbro la fragancia del deseo,
el paraíso se vuelve plástico
bajo mis uñas.
¡Lo toco, lo rasgo, lo pierdo!
Persisto enloquecida.
Después de múltiples intentos
con ojos celestes y turbios
llego a sujetar todas tus notas.
Tu nombre, embrión de ave,
cae de mi boca y me deja
su placenta entre los dientes.
Ya no tiene nada que ver conmigo
surcará peñascos y paisajes.
Descanso
porque finalmente existo
en el mismo mundo
que tu nombre habita.
Inédito
VIENTO INMÓVIL
El cuerpo parece una momia.
Está tapado por sábanas como cordillera blanca
que es monstruosa columna vertebral,
a lo largo de un país
hecho exclusivamente
de nieve y viento.
Pero este robusto monumento a los occisos
no es más que el soplo de un segundo flojo,
a las once y cincuenta y nueve,
en una cama de hospital.
Un juego de toallas enrolladas le sostienen la cabeza y le cierran la quijada.
No hay diferencia entre la tela de las mejillas y la palidez de los paños.
El rostro es desierto y helado como cráter en la piel de la luna,
los párpados, compuertas selladas por los siglos, definitivas.
No sé qué función tienen las toallas;
tal vez impedir que la cabeza se vuelque
hacia un lado,
como florero de porcelana lleno
que bota el viento en tarde soleada
y se rompe en pedazos y polvo de colores.
Es decir,
evitar que se rieguen
los sesos.
Cuando un árbol grande
se desploma en medio del bosque
queda en quietud obsoleta,
sumido en la vibración y el estruendo
de la caída dentro de sí.
Un cadáver yace solo.
Los vivos se van y no se inmuta.
Permanece;
como viento inmóvil,
hasta no más.
… PERO TE ESTOY ESCRIBIENDO TODAVÍA
Entré al baño del apartamento en Boston.
Detrás de la puerta colgaba tu bata.
Había un pañuelo sucio en la bolsa izquierda.
Hacía dos años habías muerto.
¿Habría sabido, el afortunado papelillo,
que te sobreviviría por tanto tiempo?
¡Te sentí tan cerca!
Contenía tal vez tus últimas lágrimas,
el sudor leve de tu cuello,
un efímero estornudo,
o mocos.
Ya no importa
supongo.
Lo sostuve frente a mí
como lirio blanco entre mis dedos.
No sabiendo si venerarlo
o repudiarlo.
Lo boté en la basura.
Cerré la puerta.
SIESTA A MEDIA TARDE
¿Será posible vivir segura
en el valle entre tus piernas?
¿Al borde de tus precipicios y cerros,
acurrucada a la sombra
del derrumbe?
Con la nariz sumergida en el
mar de tu camiseta verde,
volvemos a tener quince años,
y nos damos besos subacuáticos
con ropa en la piscina
a media noche,
porque perdiste un reto.
¡Cómo cambian las cosas
y perduran!
¡Cómo te culpo
y viceversa!
Nuestros reclamos
enardecidos entre besos.
Con pestañas largas
herméticas como almejas
y manos arrojadas al borde
de las sábanas como anémonas,
tu aliento me susurra
que hoy eres un hombre.
Te has convertido en algo
que no comprendo.
La imposible
suavidad del lirio
sobrevive solamente
en la punta de la lengua.
Para mí es más que suficiente.
O eso espero.
Porque aún peor,
permanezco paralizada
en lo más alto del abismo
entre tus dedos,
cataratas de mi cintura.
Entre una y otra,
la que amaste tanto
hace tiempo,
y la que no puede evitar
despertar adolorida
sobre el callo de la mañana.
Nos debemos una disculpa
por endurecernos
tras la trinchera
de los años
y una felicitación
por sobrevivir
el uno al otro.
O aún mejor,
al imprevisto trajín
de un destino
impetuoso.
EXISTIR DUELE
Soy una ciudad abandonada
con su relieve infinito de edificios,
calles como venas,
puentes, tiendas y tragedias.
Hay alcantarillas, charcos, caños sucios.
Hay acantilados grises,
callejones solitarios,
una cobija tirada en la esquina.
Hay muchas casas vacías en fila,
puertas negras cerradas con cerrojo,
ventanas que quedaron entreabiertas.
El viento silva a lo largo de las caderas.
Hay escaleras decadentes,
el vaho apestoso de la urbe
subterránea.
Hay un metro que no
funciona,
hay andenes desiertos,
una bolsa plástica.
Hay bulevares tan amplios que arden
incrustados en medio del pecho.
Hay árboles que no crecen.
En la intersección
la luz del semáforo
todavía cambia de
color,
verde
amarillo
rojo
verde
amarillo
…
Hay autopistas oscuras
tan anchas como mis piernas.
Hay caseríos y tugurios,
miles en el fondo de la lengua.
Hay mansiones anticuadas
con vitrales quebrados
en los ojos.
Hay techos y chimeneas,
muros manchados por el humo.
La noche no espera.
La neblina llega sigilosa
como de costumbre.
Entra a los templos,
cubre estos
huecos de concreto.
Desciende y se expande
como la marea.
En la torre más alta,
en la última alcoba
del piso cincuenta;
se nota apenas
un bombillo
incandescente.
Alguien trabaja
en vano,
tratando de habitar
la ciudad
inhabitada.
DEDOS
Soy amarga prisionera de mí misma;
con dedos tiesos y fanáticos
aferrados a los barrotes
de ideas herrumbradas,
que quedaron ahí
establecidas
como involuntarios reflejos
de un cuerpo atropellado,
el meñique que pulsa todavía.
Solo puedo ser muñeco de trapo
trastornado y torpe,
sentado en el centro de mi celda.
Incapaz de poner los pies sobre el zacate,
ver el mundo más allá de mi cabeza
y sus menudencias tontas.
Sumida en la penumbra
de desorbitados ojos pobres,
escucho a un cardenal rojo,
canto nítido desde el cielo abierto.
O por lo menos eso me imagino.
Rebanada de realidad me entra como un rayo.
Es el viento entre las hojas que me nombra
con susurro cascabeleando
y me cuenta de la inmensa vida
afuera.
Logro tener entre mis manos
las ramas de madera oscura
del higuerón que vi una vez
en mi casa de infancia
y los tenedores gruesos
de plata de mi abuela.
Hasta que despierto en sudores,
con las rejas entre mis dedos suplicantes,
y uñas desnudas clamando retorcidas,
que aquí no hay nada.
Que aquí no hay nada.
María Macaya Martén (San José, Costa Rica, 1991). Publicaciones: Viento inmóvil, 2020, mención Especial en el Certamen de poesía de la Universidad de Costa Rica,2019. Textos suyos han sido publicados en diversas revistas literarias. Es máster en Literatura Comparada de la Universidad de Oxford. Se especializó en poesía, en el simbolismo francés y el modernismo hispanoamericano. Sacó el Bachillerato en Literatura Comparada en Middlebury College, en Vermont, Estados Unidos. Fue estudiante visitante en la Universidad de Costa Rica y la Universidad de Nueva Sorbona, en París.