CREENCIAS
¿Dábale muerte y más muerte el abad a la zorra
inoculada por veloces venenos?
Zorra (o abad)
danzando muy lejos de su cuerpo
en el rodar del vacío
tupido de ansiedades táctiles
desbordadas en astillas de sombras tra/que/tean/do
en la penumbra de la luz solar
en escaleras que llevan a la noche
de hombres/fantasmas que beben su mezcal
/o achicalan sus yerbas cuajadas de rocío
y cuentan /en román paladino/ sus historias
embrujadas de viento
Caligrafías de hueso y piel
carnes y grasas
Metáforas de pies desnudos levantinos y eróticos
que pisan epidermis escaldadas
y agitan raíces en el trueque del ahogo
Raíces que transitan por blanquecinas negruras
del hueso universal
(visto en un sueño)
que fluía entre realidades patafísicas1
para definir el espanto que aspa delirios sacros
con verdades domésticas
/pálidos reflejos
de lo que fuera el paraíso bíblico extraviado
en la boira de los días humanos
en el trajinar de la muchedumbre
innumerable y solitaria
adurmiéndose en pérfidas ensoñaciones
mientras el destino común se quebranta
entre sernas diezmadas por los huehues del Xantolo2
atizando mellando zahiriendo
a puro golpe destral
el cadáver de un hombre delgado
sombra de libélula / torbellino flamígero
Filosofías otoñales en la esbeltez de mi voz
La luna bien cuajada en su disco hila la sinfonía
de su entraña
Una orquídea danza en el centro
de su belleza
Espacio íntimo que hiere lo nocturno
1 Patafísica: Inútil ciencia de las soluciones imaginarias.
2 La danza macabra huasteca, bailada por los huehues; es decir, los viejos.
CANCIÓN
Este poema es un cuchillo de bruma,
es una broma que brama y siembra confusión
como una flecha que atravesara una parvada.
Este poema es un cielorraso de armadillos
que cardan besos en las rodillas de la tarde;
está hecho de nada y genuflexiones de orquídeas
en las exequias de una zarigüeña.
Es un águila. Se derrite en vuelo.
Águila que en su levitación
le pone más velocidad al sueño.
Este poema es un recién cadáver
que resucita entre el mito y el deseo,
es el presagio de que nada existe
y nada hay más allá del hoyo en mi zapato.
Este poema es la danza desgarbada de la muerte
en su cuchitril atávico.
O bien, es tan solo un pensamiento
que rumia ruinas y ripios en el enigma del poniente.
Este poema es una cabellera enloquecida,
la noche adicta en la llanura inmóvil
venida de muy lejos, desprovista de mensajes.
Este poema creció con largueza entre mis huesos
como una herida de fuego bendiciendo mis sonajas,
como una imagen bíblica de languidez extrema
en la ventana aullante en que cavan mi sepulcro.
Este poema es el viento:
Me trae el sabor de tus labios y sus enjoyados besos.
Este poema
es el camello equivocado y el ojo de la aguja;
este poema no es muerte ni vida
ni humo ensangrentado
ni mi nagual de fuego;
es —ya lo dije— un cuchillo de bruma,
una broma que brama,
un puñal que despierta en el rojo follaje de tus ojos
para obsequiarme la otra vida.
El sueño.
DÍA EN QUE LOS OVNIS
(Noticia autobiográfica)
Porque la noche cae y no llegan los bárbaros…
CONSTANTINO CAVAFIS
2 del 2 del 72
día en que los ovnis volaron sobre el zócalo
de la ciudad de méxico
¡cosita linda mamá
y no pude verlo!
porque la policía secreta
secretísima allanó la casa de portales
y yo
revolucionario de bolsillo en plenitud
violentado por esos tigres
atigradísimos tigres de papel
con el cuerpo aterido por los golpes
y una gota de plomo hirviendo en mi talón izquierdo
sólo veía un tímido vaho de sol
iluminar a los agentes de la policía secreta secretísima
que destazaban ((después de rajar mi casa))
abrían en canal con sus navajas ((de albacete))
sillones
colchones como los chanchos y las reses del mercado
de portales
entre el ansia y el deseo
de un adolescente desnudo bajo un arco iris de fuego
arrojado a las inmensas salas
del olvido
el dolor
la humillación…
“niña te tienes que ir
mi amor por ti no puede seguir /ir/ir
eres joven
eres muy joven”
cantaban antonín artaud y lao-tsé desde una radio metafísica
y yo veía pasar cadáveres con sus zapatos de arlequines en las manos
cadáveres eróticos que aún en la muerte gritaban
“¡viva zapata
viva juana de arco
viva rimbaud y su corazón de chocolate
el che guevara y la flor azul de su locura!”
y yo era
bajo los golpes de los agentes de la policía secreta secretísima
un animal enfermo que quería pero no podía morir
“niña te tienes que ir / ir / ir”
tarareaba un policía bizco con dientes cariados
que científicamente aplicaba cadenas
cortafríos gruesas sogas
teas y picanas eléctricas
caimanes para morder el sueño
desbaratar el poema
y uno quería fugarse
romper los espejos y fugarse
incendiarse en los fuegos antiguos como un perro acostumbrado
a morirse sin ruido y fugarse
tomarse una piadosa sobredosis de pentobarbital y fugarse
crear una ilusión de la vida y fugarse/arse/arse
perro noctámbulo desorientado afligido desconcertado enmarañado
adolorido castigado de hocico a la pared
amordazado tembloroso
hecho ceniza de la ceniza enamorada
¡plaf! ¡plaf! ¡plaf!
y la sangre como un sordo idioma
disfrutando en burbujas de su fiesta salvaje…
no pude ver ese 2 del 2 del 72
a los ovnis volar sobre el zócalo de la city
así que de ese día sólo me queda
un cielo violáceo
un sostenido aullido
un trajín de vendas empapadas
un tugurio cercado por la muerte…
pájaros pálidos en jaulas de óxido y un cuerpo que (se dobla) (se cierra) (cruje)
RAÚL GARDUÑO
extendíamos la noche sobre una mesa del quin’s y la diseccionábamos con habilidad de cirujano en el café no hay nadie excepto raúl sergio octavio y yo y la noche que raúl lleva a sus labios y la hace rolar y la aspiramos a las diez las calles de tuxtla están solas otro golpe de alcohol otro golpe de noche de otra que no ésta y que nos hemos sentado a construir “los cabellos de la selva a caballo” raúl dice sergio escribe con un trozo de vidrio un nombre en la madera graba este
con las iniciales s y c y una flecha que lo hiere octavio guarda la noche en el bolsillo de su saco cerca del corazón cada uno coloca su pedazo de noche sobre la mesa mientras un hombre fantasmal dentro de mi taza de café se decapita
SONETO
Frágil marfil, desnuda entre cristales
eres la sangre deshelada en rosa
arcana por oscura y luminosa
como inefable risa de metales.
Hay guitarras y pétalos dormidos
en tu cuerpo, fatales testimonios
en tus ojos. Heridas de insomnios
y nuestra angustia ardiendo entre los dos.
El sueño deambuló por los pasillos
de sombra. Astilla, carne lacerada
ensanchando sus velas, sus anillos.
Tu piel entre mis labios borra el mundo,
cubre la densidad de mi deseo
y provoca el destino en que me hundo.
CANCIÓN
Más allá de todo saber
te entran deseos de anunciarlo
como si el crimen múltiple
ca
ye
ra
a esta tierra de sombras.
Tenemos que agruparnos.
Ir del pensamiento al acto
para estar a la par
del acontecimiento aterrador.
Perder el uso de la palabra
que te dispones a pronunciar,
palabra que apaga toda teoría,
toda ilusión por perfecta que sea;
relámpago en la noche avanzada.
Juzga y condena
esta costumbre sádica de ver pasar la vida
por los huesos, las carótidas, los nervios, la faringe,
la piel arrugada como papel-arroz.
¡Vaya con las palabras!,
de pronto aisladas
en las puntas de los dedos,
en la profundidad del sueño,
Palabras que sublevan el corazón del asco
y vienen de las tinieblas para jugar el papel de esclavas.
HUAPANGO PARA JAIME SABINES
Antes de mi total desaparición quiero dar un pormenor de este repentino deseo que habrá de aniquilarme. Yuria apareció hoy entre mis sábanas.
Esta mañana arribé a la vigilia sobresaltado a causa de un mal sueño de enanos archihambrientos que con filosos y delgados dientes devoraban los muebles de mi cuarto. Y mis libros. Y mi ropa.
Si los enanos se comían por ejemplo un buró (¡y se lo comían en un dos por tres!), el espacio era ocupado por una densa niebla musical.
Niebla musical escribo con apego a la verdad de mi pesadilla, pues de la niebla que fue sustituyendo a mis pertenencias manaba música de violines huapangueros. Al fin la niebla ganó la totalidad del cuarto y ya los duendes de dieta universal comenzaban a clavar sus agujas-dientes en mi piel, cuando desperté a la mitad de un grito.
Al concluir el grito me hallé náufrago en un mar de niebla. Quedé tendido en la cama, serenando mi respiración, a la espera de que la niebla, vestigios de mi pesadilla, polvo de aquellos lodos, se desvaneciera.
Pero la niebla no se disipó. En su transporte del sueño a la vigilia extravió su calidad musical y aquí está: real, tibia y ¡perfumada! El huapango de niebla se convirtió en aroma de uvas y oscuras maderas. Pronto me acostumbré a los velos de la bruma y pude ver a Yuria. Yace desnuda entre las sábanas que asemejan las estatuarias olas de un mar congelado.
Ella no habla y sin embargo sé que se llama Yuria, que está hecha de vapor, velocidad y sueño. Sé también que al entregarme a su abrazo (después de sacarme los ojos como ella en silencio lo demanda) sonarán de nuevo los violines y de nuestros cuerpos nacerán árboles de agua.
José Falconi (México). Entre sus poemarios se encuentran Cercadas palabras (1978), Escribo un árbol (1991), Corazón del sueño (poesía, 1998 y 2007), Golpe de agua, antología personal (1978-2013) publicado en 2014 y Canciones (2016). En novela incursionó con Fragmentaciones (2009 y 2015) y Neblina morada (2020. Tiene un libro de historia regional intitulado De Ozumbilla, el Pan de Muerto (2013) y uno más de cuentos: Escala roja (2008 y 2016). Obtuvo, entre otros, el Premio Iberoamericano Bellas Artes de Poesía “Carlos Pellicer” (1978), Premio Ciudad de México (poesía, 1986), Tercer lugar en el Certamen Nacional de Guiones para Telenovela (1987) y la beca del Centro Toluqueño de Escritores, A. C., “Alejandro Ariceaga” para Primera Novela (2009).