23 Nov 2024

382. POESÍA PERUANA. ENRIQUE SÁNCHEZ HERNANI

-19 Feb 2022
Poesía

 

CHANSON DE LA DIOSA LÍRICA

 

Yo que solo te beso a ti

en tu boca beso a todas las demás

allí donde arden mil imágenes de mármol

aunque solo se consuma mi corazón

como una hiedra que se ovilla

sobre tu cuerpo

para retener el primer y el último quejido.

 

En tus labios pienso

y a través de ellos resoplo las tonadas

de las mejores estrofas de amor

que inventaron los maestros

y si bien eternamente las recuerdo 

dejo estropearse al tiempo

pues nada sucede

y ya nadie canta igual que antes.

 

Tuya es la verdadera poesía

que desnuda corre por un campo

entre magnolias de hojalata y fantasmas

tuya es el agua que fluye

y te pertenecen también el ardor

los crepúsculos el infatigable mar

que siempre retorna a mí

después de haberte besado los pies

 

oh limpia estatua de Calíope.

 

 

UN CALLADO CIELO CRECE EN LA VENTANA

 

Miro por la ventana el sol que se arrastra

por los cristales.

Un tulipán se eleva en el aire

intercambiando su peso con el cálamo

de una pluma desordenada.

Un disco titila al caerse sobre el tornamesa

y desajusta tres de sus variaciones armónicas.

Una partícula de polvo se posa

sobre la mesa

y provoca un sismo fugaz aunque muy denso.

Mi taza de café se convierte en el astro

al que orbita una legión de moscas

todas azules e impertinentes.

Una gota de agua se detiene a medio camino

en su cósmico viaje del cielorraso a la tierra.

La niebla luce quieta a la altura de las lámparas

pero se rasga como una mácula de aceite

cuando aquellas explotan.

Un colibrí ha ingresado a la casa.

Un hipocampo lo ve cruzar el espacio

y se santigua

creyendo que es el ser que atrae los milagros.

Una enredadera de madreselvas se marchita

abrazada a una silla.

El acordeón desfallece arruinado en el sofá

y sin mucha culpa se echa aire con el fuelle.

Aún no hace tanto calor

pero las cortinas ya transpiran un bálsamo

que les moja el fundillo a las enfermedades.

El canario arrogante que nos gorjeaba

su historia personal tras sus barrotes

acaba de ser secuestrado por un ovni.

Una fruta emprende vuelo

desde el mármol pálido de la cocina

huyendo del acoso de una orquesta de abejorros.

Hasta el perro permanece en silencio

agobiado por tanto sigilo.

Un globo aerostático planea por mi sala

y arroja papel picado

a los melancólicos muebles que le saludan.

La radio por fin aúlla.

Su sonido hace crujir el armario

donde se guarece el tiempo.

Han pasado solo cinco minutos

y por fin creo haber descubierto

el cortinaje donde se oculta en sus goznes

esa vieja carroza que sigue en pie

llamada eternidad.

 

 

ALMANAQUE DE SUICIDAS

 

En el momento que un tordo se elimina

volcando la corola de la flor

que sostenía en la garganta

y discretamente se evade de la fila

de los seres vivos

nos estrangula un poco a todos

con esa brutal ceremonia.

 

El ave nos compromete con su silencio

con su semblante adusto

con ese gesto inconforme de los que nunca

tocaron con las manos el firmamento

y nos arroja encima su falta de luz

causada por el revuelo de las cosas perdidas.

 

Con su mueca impronunciable y trágica

nos embarca unos metros

en el vagón sombrío que jala el propio estornino

hacia el despeñadero final

al que todos le tememos

nos mete un ala en el escote

y nos aprieta el grito que demora en salir

y también el último silencio.

 

El tordo nos compromete

a usar un traje negro para siempre

añadiéndonos a su oscuro linaje

nos unta la cara con su ceniza

y nos obliga a comer los despojos

de su postrera cena.

 

Y si el fenecido vertebrado decide cantar

desde su herida sanguinolenta

las tazas de café se quiebran

los relojes dan vuelta contra la corriente

y un tenso ulular se escapa

de lo profundo de la fractura

de los muros.

Nosotros —de esta manera

       empezamos también

a morir entre tímidos arpegios. 

 

Todo rueda entonces hacia las sombras

y con su aire fétido

nos dan una ojeada hasta los ángeles caídos.

El universo se contamina y hiede

y lentamente se descompone el día

dentro de las macetas

donde sin ningún remedio se marchitan

poco a poco las dulces petunias

que prestaban su tintura y aroma

a nuestros años bisiestos.

 

Cuando parte el tordo arrastrando tras de sí

los andamios de su pureza

baja el brillo de la luz austral aún al mediodía

se inclinan todos los fanales

y como una figurilla de ónix y basalto

se nos queda mirando

desde el hoyo más entrañable de la casa.

 

 

PÁJARO QUE CAVA SU FOSA

 

Todas las canciones deberían empezar con un pájaro

con un gorrión pronunciando la palabra valor

y abriendo su plumaje enardecido para atraer el mundo

y llevarlo en el pico como se cargan los sueños

o las ramas de abedul o de palosanto

pero este tiempo lo ha embrollado todo

así que las canciones se inician cuando alguien tose

y de la garganta se escapa una letra

que luego huye por la puerta de atrás

y se transforma en una tonada que da cuenta

de un tenaz encierro entre el follaje del árbol

que crece con desmesura dentro de la casa 

pero el público de los palcos no lo ve

porque tal vez solo lo puedan ver los pájaros

o las sombras que se echan por el aire a flotar

simulando ser colibríes en el estío

total

        los sueños están llenos de bellos difuntos

que entonan hermosas canciones de amor

aunque las aves jamás modulan en las esquinas

o será que mis sueños están llenos de obeliscos

cubiertos por las farolas de los puentes

donde hombres prodigiosos entonan plegarias

y se abrazan con las aves

hasta beberse la noche a borbotones

para esperar a que por fin abra sus cercas

esta ciudad sin estimulantes donde alguna vez

fuimos vivamente felices

cuando aún éramos gráciles y tan veloces

menos mudos menos distantes

             todavía.

 

 

DONCELLA EN FONDO AÑIL

 

Muchacha del levísimo turbante azul

que con tus dedos prodigiosos recompones

y enderezas los cuerpos atenazados

por el garabato del dolor

       atiéndeme:

quiero que cien pájaros llenen tu cabeza

que ellos se unan a ciertos artefactos

que en libertad deambulan por la vía láctea

y que se licúe todo allí adentro

para que salgas a la calle echando por la boca

un nuevo universo

                                único   limpio

donde nunca nazcan las bacterias

donde nada sea opaco

y transparente y muy pura te levantes

como el batir de las alas de un cardenal

a fin de que tu brillo se mantenga incólume

para siempre.

 

 

Enrique Sánchez Hernani (Perú). Poeta, escritor, crítico literario, periodista y cronista. Publicaciones: Por la bocacalle de la locura, Violencia de sol, Banda del sur, Altagracia, Pena capital, Música para ciegos, Vinilo - 42 poemas del rock’n roll, Quise decir adiós, Cuaderno extranjero, Catálogo del maestro de obras (antología, Lima), Taller de maestranza (antología, Bogotá), El estruendo de las cosas (antología, Nueva York-Salem) y Parábola de las ideas impuras. Recibió el Premio Luces del diario El Comercio, de Lima, al Mejor Libro de Poesía del año 2011.

 



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