LA MUJER MARAVILLA Y YO
Cómo se hace
para que no estalle el mundo
todo el tiempo
entre dos que se quieren
y están dañadas: vos me dirás
quién no lo está, yo te diría
que hay distintas maneras
de la falla, puede ser
como una grieta imperceptible,
un raspón, una rajadura,
un agujero, un precipicio,
a nosotras no nos tocó
ni el raspón ni la rajadura ni la grieta,
por eso el miedo
a la locura nos roza
la frente a veces, como un padre
a la noche, a ver si levantamos
temperatura, a ver si sube
la fiebre, pero hay un problema:
ese padre quiere
que suceda, no quiere
paños fríos, cuanto más calor,
más miedo, más cómodo se siente.
Nos visita a veces
como un médico, pero suele quedarse
más tiempo, no tiene apuro,
no tiene nada que hacer más
que eso: los padres muertos
no están ocupados en sus cosas,
son las nuestras las que
los apasionan, si avanza
o retrocede el crecimiento
de la semilla que dejaron
dentro nuestro. Hay días
en que sabemos que va a venir
a su visita de rutina
y tapiamos la puerta, me decís
leéme
un poema o un cuento, y es raro lo que pasa
cuando decís eso: se desvanece
como la nieve el padre,
se deshace
en partículas que no podríamos ver
de tan pequeñas. Las dos sabemos
que nos hemos salvado por un pelo,
que quizás la próxima vez logre entrar,
termómetro, oxímetro en mano,
con su expresión de suficiencia,
a medir cuánto queda
de su respiración en la nuestra.
Cada día que logramos
dejarlo plantado
en la puerta de la casa
es un día de fiesta, ninguna
de las dos lo dice
pero las dos sabemos. Estamos
esperando que se canse,
puede ser larga la espera,
mientras tanto
tenemos los poemas
los cuentos: son como una transfusión,
vienen de otros, de la sangre de otros
que también llevan su fardo
a cuestas. Siempre funciona:
las historias
que los demás cuentan
te hacen tener una segunda vida,
y en esa segunda vida
lo dañado es una joya,
no un defecto, el collar
de ajos que mantiene
al vampiro lejos, en el hallazgo,
en lo fallado hay un libro,
escribió Duras,
y yo le creo. Y por esos libros
es que nos damos cuenta:
lo fallado en cada una no es
lo que hicieron con nosotras,
lo fallado es el hallazgo,
la potencia vital
que nos hizo conocernos,
lo que nos vuelve fuertes, no dejes
de recordarme eso: las que estamos
dañadas tenemos
la capacidad de repetir el daño
o revertirlo, ese es nuestro
superpoder, si bien no somos
precisamente heroínas, algo sabemos
de cómo combatir a un enemigo
mucho más experimentado
y vencerlo. Es más fácil
de lo que parece, en lugar
de tratar de reparar lo que está roto
en vos, en mí, construyamos
una casa sobre eso. Es claro que no será
una casa firme ni permanente,
pero si podemos
amar lo que está enfermo, eso
que no es querible, que es
tan monstruoso a veces
que aterra, eso irá
calmándose de a poco,
como un animal salvaje al que le sacás
el cepo de las patas y te va
perdiendo el miedo y le vas
perdiendo el miedo.
El amor a lo dañado es el reverso
del daño, el lazo de la verdad
que lo retiene. No dejes,
de recordarme eso,
mujer maravilla,
cuando vuelva la fiebre.
De La mujer maravilla y yo (2022, inédito)
NADA ES TAN SERIO
A Diana Bellessi
Nada es tan serio, no, pero hay cosas
sagradas: una corzuela dormida,
porque su sueño es ligero, porque es asustadiza,
porque tiene razón en tener miedo, porque el miedo
cansa, sagrada la escarcha en el pasto cuando amanece,
porque no dura, porque se va, se va, se va,
y lo que se va mientras nosotros nos quedamos
merece ser visto mientras esté, nada es tan serio
pero hay cosas sagradas: tu dolor cuando llega,
porque nunca podremos saber
cuánto es ni cómo se siente el dolor ajeno, una aguja
hundiéndose, un mazazo que cae cuando no
se lo espera, un corte limpio y profundo,
un fuego en el pecho, cómo es, qué podemos
saber de una vida ajena desde este universo
clausurado sobre sí, creemos que hay
un sol que gira únicamente para él
pero está solo, dando vueltas sobre un eje
increíblemente frágil, nada es tan serio,
pero que tengas un sueño tranquilo, animal
cansado y perseguido, que te repongas por un rato
del miedo, que si existen sueños en tu mundo
de bestia, sean
apacibles, con arroyitos
para detenerse a tomar agua y brotes
y adiós escarcha adiós, que vuelvas
convertida en temporal un día y yo sepa
que estás ahí, ahora en forma
de remolino de agua y viento,
adiós a todas las cosas que aparecen y
se deslizan hacia la inexistencia todo
el tiempo, adiós también a vos, ojalá pudiera
evitar irme y que te vayas, pero te deseo
que hoy, que estás acá, puedas
apoyarte en mí como si fuera
por un rato tierra firme y no estas arenas
movedizas que somos todos, que soy yo
cuando te digo que el dolor va a pasar,
sin estar segura de lo que estoy diciendo, solo
porque quisiera que así sea y aunque sé
que las palabras no son sagradas,
ni siquiera son tan serias, qué otro puente,
qué otra soga tenemos: mi mano
sobre tu espalda y las cosas
que te digo con pudor, con vergüenza,
porque son pobres, porque que no alcanzan, no importan
esas cosas, importa que me confíes
tu cuerpo, precioso porque está cansado,
porque dura poco y tiene miedo, qué puede
importar que te hable, es el sonido
de las palabras, el tono, no el sentido,
la cascada que apacigua, es el halo
que deja lo que digo, yo te reconozco, estás
viva, estuviste, yo estuve, no hay nada tan serio,
pero ese fueguito que prendemos para que otro
sobreviva a la noche salva también la vida
de quien lo enciende, yo te agradezco fuego
por sacarme de la indiferencia
que es lo mismo que decir
por sacarme de la muerte, te veo,
estás ahí, corzuela,
escarcha, amor mío, entonces existo, entonces
sí podemos reirnos de lo poco que somos
y tenemos, por eso hay cosas sagradas,
para que nada sea tan serio, para que mañana
el mundo siga siendo igual de hermoso
y brutal aunque no estemos.
De La mujer maravilla y yo (2022, inédito)
BYE BYE BLONDIE
Yo no estoy curada. Me dieron
en la boca la medicina que podía
calmar la ira, la tendencia a gritar, a revolverse
cuando la aguja se hunde
y saca sangre del pozo de la vena,
como si fuera barro y hubiera
que limpiar el cuerpo, sus impurezas,
porque una mujer, cualquier mujer
ensucia lo que toca si no es sometida
a intensos rituales de desinfección, de brutal
pero necesaria limpieza. Yo no estoy
curada pero me dejo
hacer, brillo como una santa, la misma fe
en cosas imposibles, la misma
pasión con un nombre
diferente. No me será quitada
la rabia, ni muerta
esta perra dejará de echar espuma
por la boca ni de lanzar la dentellada
si la quieren
poner a dormir para que no sufra
ni cause sufrimiento. Vos y yo teníamos
un secreto. Estábamos vivas
aunque nos hiciéramos las muertas,
en medio del bombardeo un par de cuerpos
que sobreviven con una única
estrategia: no moverse, no revelar
que están allí, no dejar que el pecho se mueva
con cada respiración, desaparecer
del mundo de los vivos hasta que los vivos
nos dejaran en paz. La batalla es cruenta
y dura todos los años que tuvimos
y tendremos. Cuando parece terminar,
empieza. Y de nuevo a cubrirnos las espaldas
la una a la otra. No te vayas, no te canses
de pelear, un ejército de dos aunque parezca
modesto, inofensivo, puede hacer temblar
la tierra. No es que vayamos a cambiar las cosas:
la victoria es que las cosas
no nos cambien a nosotras. Y no es poco,
no es poco seguir buscándonos
en la noche como insectos que se apiñan
alrededor de la luz. Si vamos a quemarnos al menos
elijamos el fuego, encendámoslo nosotras
con las manos llagadas que tenemos y que la llaga
duela si tiene que doler, pero que sea
en nuestros términos, locas,
raras, mujeres que olvidaron
contra toda evidencia
cómo deben morir las mujeres:
dejándose matar
y agradeciéndolo.
De El cuerpo, (Córdoba, 2020)
LA LUZ DE LA LUNA
y cuando hablamos
tememos que nuestras palabras
no sean escuchadas
ni bienvenidas,
pero cuando callamos
seguimos teniendo miedo.
Por eso, es mejor hablar
recordando
que no se esperaba que sobreviviéramos
AUDRE LORDE
Hay quienes no formamos parte de la especie
más que como el error, la anomalía que confirma la precisión
y el equilibrio de las cosas. Como las crías enfermas,
defectuosas, que las perras apartan alzándolas del cuello con la boca,
no se espera de nosotros ninguna fortaleza ni coraje. La mayoría de las veces
no hace falta matarnos: el cuerpo vaciado del amor
y del deseo de los otros pasa rápido. Una mancha en el cielo
que pocos llegan a ver antes de que se apague
a miles de años luz, sin poder hacer contacto con la tierra,
sin que nadie la extrañe. Pero algunas veces,
contra todas las probabilidades, una raíz crece desaforada,
sostenida en el aire hasta clavarse en la materia,
arrastrada por un deseo salvaje, por el empuje de la vida
que resiste aunque sepa que en ese esfuerzo descomunal
corre el riesgo de quebrarse. Dejá
que tu cabeza descanse en mis manos, me dijiste, prometo
no soltarte. Y yo, que lo único que sabía
era que había que escapar del amor como quien escapa
de una pedrada en el pecho, un golpe bien dado en el lugar
más vulnerable, me quedé
sin embargo en ese abrazo y fui curado
de las enfermedades de los otros, de lo que hicieron conmigo
para salvarse. No hizo falta que nadie más me tocara. Un cuerpo
sostenido en otro cuerpo se vuelve una casa.
De Lo intacto (Bs.As. y Santiago de Chile, 2018)
TOMBOY
Yo no sé cómo se hace para andar por el mundo
como si solo hubiera una posibilidad para cada cual,
una manera de estar vivos inoculada en las venas durante la niñez,
un remedio que va liberándose lentamente en la sangre
a lo largo de los años igual que un veneno
que se convierte en un antídoto
contra cualquier desobediencia que pudiera
despertarse en el cuerpo. Pero el cuerpo no es
una materia sumisa, una boca que traga limpiamente
aquello con que se la alimenta. Es un entramado
de pequeños filamentos, como imagino que son los hilos
de luz de las estrellas. Lo que nunca podría
ser tocado: eso es el cuerpo. Lo que siempre
queda afuera de la ley cuando la ley es maciza
y violenta, una piedra descomunal cayendo
desde lo alto de una cima,
arrasando lo que encuentra. ¿Cómo pueden entonces
andar tan cómodos y felices en un cuerpo, cómo hacen
para tener la certeza, la seguridad de que son eso: esa sangre,
esos órganos, ese sexo, esa especie? ¿Nunca quisiste
ser un lagarto prendido cada día del calor del sol
hasta quemarse el cuero, un hombre viejo, una enredadera
apretándose contra el tronco de un árbol para tener de dónde
sostenerse, un chico corriendo hasta que el corazón
se le sale del pecho de pura energía brutal,
de puro deseo? Nos esforzamos tanto
por ser aquello a lo que nos parecemos. ¿Nunca
se te ocurrió cómo sería si en lugar de manos tuvieras garras
o raíces o aletas, cómo sería
si la única manera de vivir fuera en silencio o aullando
de placer o de dolor o de miedo, si no hubiera palabras
y el alma de cada cosa viva se midiera
por la intensidad de la que es capaz una vez
que queda suelta?
Poema ganador del premio de la revista Words Without Borders/Asociación de Poetas Norteamericanos de EEUU. Traducido al inglés de Robin Myers
De Lo intacto (Bs.As. y Santiago de Chile, 2018)
LA HELADA
Quien fue dañado lleva consigo ese daño,
como si su tarea fuera propagarlo, hacerlo impactar
sobre aquel que se acerque demasiado. Somos
inocentes ante esto, como es inocente una helada
cuando devasta la cosecha: estaba en ella su frío,
su necesidad de caer, había esperado
-formándose lentamente en el cielo,
en el centro de un silencio que no podemos concebir-
su tiempo de brillar, de desplegarse. ¿Cómo soportarías
vivir con semejante peso sin ansiar la descarga,
aunque en ese rapto destroces la tierra,
las casas, las vidas que se sostienen, apacibles,
en el trabajo de mantener el mundo a salvo,
durante largas estaciones en las que el tiempo se divide
entre los meses de siembra y los de zafra? Pido por esa fuerza
que resiste la catástrofe y rehace lo que fue lastimado todas las veces
que sea necesario, y también por el daño que no puede evitarse,
porque lo que nos damos los unos a los otros,
aún el terror o la tristeza,
viene del mismo deseo: curar y ser curados.
De La plenitud (Bs. As., 2010); (Murcia, 2015); (Sao Paulo, 2019)
CLAUDIA MASIN nació en Resistencia, Chaco, Argentina, en 1972. Es escritora y psicoanalista. Coordina talleres de escritura y fue docente de la materia Poesía 1 en la carrera de Artes de la Escritura de la Universidad Nacional de las Artes de Buenos Aires. Vivió 30 años en Buenos Aires y ahora reside en la ciudad de Córdoba. Coordina talleres de escritura. Publicó en Argentina, España, México, Brasil y Chile diez libros de poesía y dos antologías de su obra: Bizarría, Geología, La vista (Premio Casa de América de España, 2002), Abrigo (Mención honorífica del Fondo Nacional de las Artes, 2004), La plenitud, El verano, La cura, La siesta, Lo intacto (Premio del Fondo Nacional de las Artes de Argentina, 2017), El cuerpo y las antologías: El secreto (antología 1997-2007) y La materia sensible. En el volumen La desobediencia se encuentra reunida toda su obra hasta 2017. Textos poéticos y ensayísticos de su autoría han sido editados en múltiples antologías en Latinoamérica y Europa. Poemas suyos han sido traducidos al francés, inglés, portugués, italiano y sueco.