NOCHE
La marea resbala por la roca, las rocas
Hundidas en la corriente levantan sus hombros chorreantes
Entre el agua mansa, el lento Oeste
Va apagando su antorcha; a lo lejos,
La luz de un barco se muestra débilmente
Sobre el peso del océano inclinado
Entre las nubes bajas.
Sobre la oscura montaña, sobre el oscuro bosque de pinos,
Por el largo valle oscuro que va junto al río mermado,
Regresa el esplendor sin rayos, el brillo de la sombra,
Que trae la paz, la matriz de todo el brillo que además aquieta
al brillo.
Donde la orilla se ensancha en la bahía ella abre oscuras alas
Y el océano acepta su gloria. Oh alma que a ella venera
Vos como el océano tenés profundidades donde ella siempre
habita,
Y la tela de olas que recibe al sol también a ella
La recibe, con más amor. Los amantes del sol tienen un rubio
favorito,
Un padre de luces y ruidos, guerras, sollozos y risas,
Ardiente labor, lujuria y deleite y las otras faltas. De ella,
De su fuente más profunda, fluye la quietud; y él morirá; y ella
es inmortal.
Lejos de aquí los esbeltos
Rebaños del bosque montañoso
Se mueven entre los troncos que asemejan torres
De viejas secuoyas hacia la corriente,
Ni una ramita cruje; y sumergen tímidos
Hocicos salvajes en el agua de la montaña
Entre los oscuros helechos.
Oh apasionadamente en calma, vos tan segura perdonarás
Las blasfemias de los cocuyos, la lámpara de mi torre, la
irritabilidad
De las ciudades, las teas de los planetas, el orgullo de las
estrellas.
En esta noche de agosto, entre la grieta de una nube enrojece
Antares,
El grandioso, la antigua antorcha, todo un señor entre niños
perdidos,
La órbita plegada de la tierra no ceñiría su grandeza, un fuego
Convertido en globo, enorme más allá del alcance de la mente;
pero a vos, Oh Noche,
¿Qué? ¿Ni un chispazo? De qué parpadeo de destellos en el
tenue y lejano resplandor
De un perdido incendio en el desierto se alejaron los beduinos
como carbones opacos
De una fosa de arena... Ah, canto de oración, ¿tentada por qué
abismos te hallarás
De repente más perdida? Sea para nosotros la cercana montaña
la medida de la
Altura, el risco gastado por la corriente en la entrada del mar la
medida de la persistencia.
La marea, que con solitarias voces
Mueve la vastedad de la noche,
Voltea, el profundo Pacífico
De oscuro brillo se reclina sobre la tierra,
Sintiendo su fría fuerza
Hasta los márgenes extremos: Vos, Noche, abarcarás
Las estrellas a tu tiempo.
Oh apasionadamente en calma, ¿cuándo subirá esa marea
hasta la orilla?
En verdad las borbollantes fuente de luz, Antares, Arturo,
Cansadas de su fluir, entonan una canción, pero piensan
el silencio.
Orión, el gigante del invierno con sus largas zancadas, brilla y
sueña oscuridad.
Y la vida, el aleteo de los hombres y las polillas y el lobo en la
colina,
Aunque furiosa por la persistencia, que alimenta
apasionadamente, que apasionadamente
Se rehace a sí misma sobre sus parejas, recuerda en lo
profundo de su ser
La serena madre, la quietud del vientre y el huevo,
Los primeros y los últimos silencios: querida Noche, son
profecías
De la memoria, profecías que recuerdan, el encanto de la
oscuridad.
Yo y los míos estamos dispuestos a amar de corazón los años
Venideros; pero como un marinero ama el mar, cuando el timón
lo lleva a puerto.
¿Han cambiado las mentes de los hombres,
O han salido a la superficie las rocas escondidas
En la profundidad de las aguas del alma? Tras unos pocos
Siglos, ninguno se atrevió a poblar
Con arpas y habitaciones la oscuridad más allá de las estrellas,
Pero ahora, la verdad nos es querida. La vida se ha hecho más
dulce y solitaria,
Y la muerte no es un mal para nadie.
POST MORTEM
La gente feliz muere entera, se disuelven todos en un instante,
han logrado lo que querían,
Nada de duros obsequios; los infelices
Consumen un espacio, pero el dolor es algo que con gusto se
olvida; pero a uno que ha dado
Su corazón por una causa o un país,
Puede seguirlo su fantasma por un rato como un perro servil,
desconsolado de verlo. Me pregunto por cuánto tiempo más
Permanecerá el espíritu que derrama este verso
Una vez que los orificios nasales estén helados, cuando el
cerebro se pudra en su bóveda o hierva en la violencia del
fuego
Para ser ceniza en el metal. Estaba pensando
En que algunos tallos de la madera cuyas raíces uní en
matrimonio con la tierra de este lugar seguirán erguidos por
cinco siglos;
Yo sostuve las raíces en mi mano,
Y, entre dos dedos, los troncos de los árboles: ¿cuántas remotas
generaciones de mujeres
Beberán gozo de los riñones de los hombres,
Y se reirán ahogadamente de mi fantasma, arrastradas de entre
los muslos de qué madres, cuando este maldiga a los
hacheros,
Impotente voz gris en el viento marino,
Cuando caiga el último tronco? La abundancia de las mujeres
habrá edificado techos sobre todo este promontorio;
Habrá enterrado los cimientos rocosos
Que yo coloqué aquí: la exuberancia de las mujeres se agriará y
cederá a su tiempo y, como nubes, las casas
Se desmantelarán, el granito original
Se levantará entre los cúmulos: Vení, tormenta, y lavalo todo: el
estuco se ha corrido hacia el mar y el acero
Se ha herrumbrado; el promontorio retoma
La forma que amamos cuando lo vimos. Aunque alguien de
muy lejos al final del tiempo
Haya de encontrar mi presencia en un poema,
No le importará a mi fantasma otra cosa que estar aquí, una
larga sombra crepuscular en las vetas del granito, y un
espíritu para la piedra
Cuando ya la carne haya sido olvidada.
NUBES AL ANOCHECER
Enormes montañas de nubes formadas sobre Punta Lobos y
hacia la puesta del sol,
Figuras de fuego en los muros de esta noche tormentosa,
Espuma de oro en barrancas de fuego, y la gran hilera de
ángeles guerreros:
Sueños que se juntan en la coagulada mente de la tierra,
El cielo bóveda de la mente, en el umbral del sueño: pobre
tierra, ¿creás vos los sueños igual que esos hijos tuyos
Torturados por deseos excesivos?
Tormentas más enormes, guerras más nobles, montañas más
tambaleantes, aguas más enjoyadas, fuegos más
Libres en promontorios imposibles... igual que una pobre
muchacha
Que desea a su amante más alto y más deseoso, y a sí misma
crinada de oro,
Sueña bien al mundo, en la cama fría, cerca del amanecer.
Los sueños son bellos; los esclavos de la forma son bellos
también; yo he llegado a creer
Que una piedra es mejor almohada que muchísimas visiones.
PELÍCANOS
Cuatro pelícanos pasaron sobre la casa,
Cinglaron sus gastados remos sobre el patio: vi cómo el
desgarbo
Magnifica la idea de la fortaleza.
Una algazara de gaviotas les siguió en ascenso; delgados yates
del elemento,
Crecidas naturales del cielo, con razón
Tienen alas livianas para salir del mar; pero esas cargas
solemnes se mueven con afán, y son poderosas,
Y las alas partidas por viejas tormentas recuerdan
El cono del que cayó la más vieja secuoya, el ladear de
continentes,
El día del dinosaurio, el ascenso de nuevas orillas marítimas.
El espíritu recurrente sostiene también a lo nuevo con lo viejo.
Nada en absoluto ha sufrido erosión.
Hay vida que no es de nuestro tiempo, que considera a los
cuerpos desgarbados
Tan bellos como la gracia de los caballos.
No se cansa con nada; mira los aviones; mira los pelícanos.
NOCHE ENCAPUCHADA
De noche, hacia el amanecer, todas las luces de la playa han
muerto,
Y un viento se mece. Se mece en la oscuridad
La durmiente potestad del océano, que no es más bestial que
humana,
No admite comparación; sí misma y sí misma.
Su aliento soplado hacia la orilla confunde al mundo en una
niebla; ninguna estrella
Baila en el cielo; ninguna luz de barco fulgura.
Miro los pesados cuerpos de granito en las rocas del
promontorio,
Que ya eran antiguos cuando Egipto aún no tenía pirámides,
Los veo abultarse en el gris del cielo, y más allá de ellos los
brotes de los árboles jóvenes
Que planté el año de la paz de Versalles.
Pero aquí está la paz final sin ridículo. Antes del primer
hombre
Hubo aquí piedras, el océano, los cipreses,
Y la pálida región en el domo de la niebla, rugoso como piedra,
donde la luna
Cae sobre el Oeste. He aquí la realidad.
Lo demás es un episodio espectral; una vez que los solaces
Del animal inquisitivo se aquietan: la oscura gloria.
REFLUJO PONIENTAL
El océano no había estado tan tranquilo en mucho tiempo;
cinco garzas nocturnas
Vuelan sin voz a lo largo de la playa en la quietud del aire
Sobre la calma de un reflujo en el que casi reverberan sus alas.
Ha bajado el sol, y ha bajado el agua
De la roca cubierta de algas, pero un muro de nubes se alza a lo
lejos. El reflujo murmura.
Grandes sombras de nubes flotan en el agua opalina.
Entre resquicios en el telón del mundo un oro pálido fulgura
y la estrella
Poniental de repente se desliza como una antorcha en vuelo.
Como si nosotros no hubiésemos debido verla; ensaya para
Otra audiencia tras la pantalla del mundo.
FUEGO EN LAS COLINAS
Los ciervos saltaban como hojas llevadas por el viento
Bajo el humo frente a la ola rugiente del incendio en la maleza;
Pensé en las vidas más pequeñas que quedaron atrapadas.
La belleza no es siempre adorable; el incendio fue bello, el
terror
De los ciervos fue bello; y al regresar yo
Bajando por las negras pendientes cuando el fuego ya se había
extinguido, un águila
Estaba emperchada en la horquilla de un pino quemado,
Insolente y engullida, encubierta en los tumultos doblados de
sus hombros.
Había venido desde lejos buscando buena caza
Para que su vencedor, el incendio, condujera el juego; el cielo
era de inmisericorde
Azul, y las colinas de inmisericorde negro,
El gran pájaro de sombrío plumaje soñolientamente
inmisericorde entre ellos.
Pensé, con dolor, pero con la mente plena,
Que la destrucción que trae un águila del cielo es mejor que la
misericordia.
Traducción de Gustavo Adolfo Cháves
Robinson Jeffers (Estados Unidos 1887 - 1962). De joven recibió una esmerada formación clásica en su país natal y en Europa. Con el paisaje californiano como telón de fondo y una radical visión del mundo tributaria del pensamiento de Nietzche y de Freud, y que él llamó “inhumanismo”, Jeffers renovó la tragedia griega y puso la costa Oeste norteamericana en el mapa de la poesía lírica de su tiempo. Cobró fama por sus adaptaciones del Agamenón de Esquilo y la Medea de Eurípides, lo mismo que por sus violentos y provocadores poemas narrativos como Tamara, El semental ruano y Las mujeres de Punta Sur. Murió en California en 1962.