26 Abr 2024

409. POESÍA SALVADOREÑA. JOSUÉ ANDRÉS MOZ

-16 Mar 2022

 

LA HIERBA DE LOS DÍAS: EXTENSIÓN DE UN EPITAFIO

 

Hace apenas días murió mi padre,
hace apenas tanto. […]
Hoy no es como otras lluvias
hoy llueve por vez primera
sobre el mármol de su tumba.
HUGO MUJICA

 

A Osmín Martínez, en nombre de su memoria.

 

Mojo mis manos en tu nombre,

                                      tu nombre que es la última lágrima que encuentra mis ojos.

 

   Limpio la piedra en que descansa tu cuerpo.

 

                             Todo es quietud alrededor; menos la memoria.

 

Algo nace de tu muerte,

ese guante imposible que se niega a las caricias,

el ciego presagio de que todo lo pronunciado tendrá raíces en el abandono.

 

           Puedo anticipar la niebla, morder con mis horas cada esquina del vacío.

Mi mano lejos de la tuya,

  tiene la forma del silencio,

             la figura de una casa que ha dejado de respirar.

 

Al pie de las horas, una oscura placenta cobija mi rostro. Y nace de mí, un dolor primigenio, un dolor parecido al mismo nacimiento, cuando nada tiene sentido, cuando el frío es inédito, y la carne: un envoltorio finísimo de incertidumbre. Llega tu voz, ese territorio alfombrado por la espuma, como una plataforma de arena que se escapa de mi sangre. El sueño, es un paréntesis hermoso para regresar a la infancia, hacia los únicos brazos, en que todo cobra sentido. Huérfana de mí, quemo los barcos en la orilla más lejana. Giro mi rostro, y es únicamente en las piedras que el amor existe. Tu palabra es el madero en que la noche crucifica mi corazón.

 

No hay brújulas para este invierno, ni relojes capaces de terminar con el naufragio.

 

       Vidrios.                                    Tiempo.                               Labios en otra habitación. 

 

El vinagre más denso repite las fechas,

                                                            tu paso,

                                                            el rostro cansado hacia el final de la tarde.

 

                                                         Mar adentro: sostengo tu recuerdo

                                                                        seguro entre mis brazos

                                                  como el hijo más ligero       de todas mis heridas.

 

 

MANICOMIO: MONÓLOGO ACERCA DE LA MEMORIA

 

Afirmo,

  afirmo sobre la memoria del agua

  cuando esta barre los cuerpos

  y aquello que deja es nuestro temblor en la tierra.

 

 La guadaña es el fruto,

 cal violenta devorando los huesos

 acero que traspasa el vapor de la última tarde.

                                             [Sobras]                [Caries]

 

Aquello que queda en la boca

es la putrefacción del cuerpo que se fue.

 

Afirmo:

   toda mi rabia es péndulo,

   todo mi cuerpo repetición,

   todo mi país, toda la historia.

 

Aquella bala del 1932

tiene lugar en el pecho compartido de mis hijos.

 

Escucho la bota contra los dientes,

el beso metálico del rifle contra el cráneo,

una lanza umbilical atravesando el costado,

un helicóptero desordenando los nombres repartidos en la hierba,

una granada rompiendo las ventanas.

 

Nacimos para desaparecer.

 

              [Llevo años escribiendo el mismo poema

                        y moriré mucho antes de haberlo terminado]

 

He mecido el delirio entre mis manos

he conocido lo caprichosa que puede ser la dama

que sostiene la balanza.

 

En mi cabeza:

se repiten las voces, los aromas, la crujiente huella del absurdo.

 

                    [Leer tantos libros enferma]         [Leer tantos libros enferma]

 

El cerebro es un mapa

y todo nos dirige hacia la soledad.

 

Entiendo las brújulas

y escucho rebotar los casquillos.

[No puedo apartar a nadie de la pólvora]

[Entregar mi cuello no salvará a nadie del cuchillo]

 

Desde aquí,

percibo la flauta: Hamelin en los huesos.

 

Veo a las ratas enamorándose del abismo.

 

Veo: antiguos-niños-hermosos arrodillados frente a la soga,

sordos, inaugurando cultos y monumentos,

levantando puentes peligrosos

con las sobras de aquella fe que les hicieron masticar.

 

               [La inocencia no suaviza la caída;

                            nunca la ingenuidad evitó la fractura]

 

Alguien escribió nuestra historia para reírse de nosotros,

alguien a kilómetros de nuestro amor,

a tantos metros de la esperanza.

 

Los veo venir, caníbales de su tiempo,

los escucho marchar sobre las tumbas,

hacer rondas de orgullo sobre carne soterrada;

los escucho espantar las moscas

los escucho convertirse en las moscas.

[Hace tantos años que el terror también tuvo la forma del milagro]

 

Yo conozco la herida que ha provocado la gangrena

                                       pero eso ya no es suficiente.

                                                                   Nada lo es.

                                                                                     Nadie.

 

 

VÁLIUM

 

No abras la puerta madre

en esta habitación hay un canto siniestro de fármacos y jeringas

un hombre pronunciando el nombre de la tristeza

un hueso deforme que asemeja la dureza del corazón.

 

Madre detrás de mis ojos están los ojos muertos de mi hermano

detrás de mis manos de mi voz de mi angustia de mi sombra iluminada por las moscas.

 

Madre no abras la puerta

puede ser que las bestias arrullen el alma de tu hijo

que los chacales extingan su cordura sobre mi carne

que mi risa recuerde a una mañana lluviosa en el cementerio.

 

Madre ¿quién está parado al otro lado de mis años?

¿quién se ríe de nosotros y voltea su mirada hacia la tumba?

¿cuántas veces mis lágrimas te han quebrado los ojos

y pulverizado caricias que dejaron los fantasmas de los últimos años?

 

Qué vergüenza haber nacido muerto qué vergüenza haber nacido

en este oficio eterno de Caín levantando reinos

con este espíritu de Lázaro ignorando la voz de Cristo

con esta geografía de labios sin labios de rostro sin beso

con estas treinta monedas de plata sobre mi lengua.

 

No abras la puerta madre

puede que te encuentres retratada sobre mis ojos

que la primera palabra que escuches

la hayan escrito los escarabajos entre mis dientes.

 

 

LA FOSA: INSTRUCCIONES PARA EVITAR EL DELITO DE SER UN MUERTO INCÓMODO

 

Más que la hormiga, más que el siglo y que el arado,
más que las lenguas del tiempo y el caer de los hombres
durarán nuestras manos de huesos y agonía.
JOSÉ REVUELTAS

 

Desaparecidos no hay,

lo que pasa es que la gente cambia de domicilio

 o se van y no le avisan a nadie.

MAURICIO ARRIAZA CHICAS, DIRECTOR DE LA PNC

 

Los buenos muertos salen de fiesta,

o deciden en una madrugada de insomnio

que es buen momento para iniciar un largo viaje.

 

Los buenos muertos, los educados,

toman sus maletas sin despedirse de su madre

sin regalar un beso,

sin ofrecer ningún abrazo para sus hijos.

 

Los buenos muertos no conocen de la pólvora,

los buenos muertos no entienden de cuchillos,

jamás pronunciarán en público el abecedario de la sangre,

y no sabrán de elegantes caballeros pidiendo la mano de su hija,

 

a los buenos muertos no se les cobró nunca por respirar,

a los buenos muertos no los sepultan en fosas comunes,

para luego anunciarlos amargamente en los periódicos.                                                                                

Anotemos:

 

a los buenos muertos, a los ejemplares,

a los muertos de verdad

se les conoce por tener la decencia de desaparecer en silencio,

y no salir a tomar el aire, ni sacar a pasear a sus gusanos,

y por no tener la mala costumbre de dejar lápidas

para que sus familias depositen su llanto.

 

[NARRACIÓN DIDÁCTICA NÚMERO 1]

 

Se cuenta una fábula en el lejano oriente:

 

esta es la pequeña Ming Tang,

en una época que todos habremos de olvidar;

Ming Tang tiene 14 años, y unos padres que la aman,

y un hombre de 45 que desea iniciar una familia a su lado.

 

Ming Tang, no desea más familia que la suya,

pero aquel hombre sólo conoce el lenguaje de los perros.

en su aritmética: todos los resultados nos llevan directamente hacia la sangre.

 

En una madrugada de ojos rotos,

Ming Tang abandona aquel reino

y sus padres tocan una canción silenciosa entre la rabia.

 

Ming Tang ha llegado a un pueblo muy lejano,

en una época que todos habremos de olvidar,

 

y sus padres amanecen intentando ser buenos muertos,

y salen de casa como todos los días,

y saludan a sus vecinos y sonríen,

y caminan evitando los ruidos

pero escuchan finalmente ladrar a los perros,

y corren

como sólo corren aquellos muertos que nunca aprendieron nada.

 

Al cuarto día, Ming Tang recibe una carta:

sus padres fueron malos muertos

y así los encontraron a un lado del río,

junto a las moscas, juntos frente a la vista pública...,

 

Ming Tang, limpia su rostro,

quema la carta y se promete

hacer un mejor trabajo que el de sus padres.

 

[NARRACIÓN DIDÁCTICA NÚMERO 1 FINALIZADA]

 

Seguimiento de instrucciones:

 

el buen muerto renunciará irrevocablemente a su nombre,

no tendrá más domicilio que los desiertos y los ríos,

o en el mejor de los casos un patio trasero de algún ex-policía.

nunca hablará del invierno de los tatuajes ni de la dureza de la bota,

será incapaz de dejar tirados sus dedos por la calle,

o de permitir que alguien encuentre alguna de sus piernas.

 

El buen muerto

entenderá que no hay suficiente vida para su muerte.

 

A tantos siglos de nuestra propia carne

                     también lo entenderemos

 

                                   nunca hubo una tierra prometida

                                   solamente: supieron esconder a las moscas.

 

 

POSTAL EN SEPIA

 

Es mediodía en mi sangre.

Toco tu rostro para confirmar que mis dedos existen,                                                                            para reconocer mi respiración en el latido de tus labios.

 

Pienso en nosotros.

 

Aquella noche la arena fueron mis dedos

y la espuma resbalaba de tu vientre;

yo tenía la edad exacta para pronunciar tu nombre,

las sílabas tejidas como pétalos precisos alrededor de mi lengua.

 

Pienso en nosotros

y se apaga mi rostro.

 

La oscuridad es aquello que nos dijimos

después de esa madrugada

en que liberamos a los cangrejos.

 

 

RECOMENDACIÓN PARA EL BUEN LECTOR

 

No odies a la hormiga que devora al pájaro,

ni ames al perro doméstico que lame los huesos:

esto que digo es una alfombra peligrosa,

un ojo cayendo desde todos los balcones.

 

Toda la belleza cabe en el vientre del gusano.

 

Toda amargura puede ser dicha desde los labios del silencio.

 

Percibir el poema no es haberlo entendido todo,

ni sentir amor por el lirio que ya es hermoso.

 

Percibir el poema es una promesa con el vacío:

saborear la gota de sangre

que se queda en la boca.

 

 

Josué Andrés Moz (El Salvador). Poeta, corrector de estilo y gestor cultural. Publicaciones: Carcoma (2017), Pesebre (2018), Babel (2020) y El libro del Carnero (2021). Algunos de sus poemas han sido traducidos al inglés, italiano, árabe y francés. En los últimos años ha participado en congresos y festivales de literatura, entre algunos de ellos: l Festival Internacional de Poesía de Aguacatán (Guatemala, 2018), Primer Encuentro Centroamericano de Escritores Edilberto Cardona Bulnes (Honduras, 2018), Primer Congreso Centroamericano de Literatura (USAC, 2019), trigésima edición del Festival Internacional de poesía de Medellín (2020), ANTIFIL (2021), y 15vo Festival Mundial de Poesía de Venezuela.

 



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