16 Abr 2024

427. POESÍA ARGENTINA. SUSANA VILLALBA

-11 Abr 2022

 

JIZÔ

 

Cada mujer tomó la daga,

ceremonia de matar

a las muñecas.

En Japón

la infancia tiene un tiempo

y el cerezo

y el taichiri de otoño.

Esa muñeca tuvo un nombre,

negra como una reina

con pelo azul,

no hablaba.

Detiene el gesto y no es

la infancia

lo que no puede matar

ni vivir.

Es algo que ella dijo

a la muñeca

y ahora no recuerda.

Tampoco olvida si la mira.

Algo que podía entender

otro ser silencioso,

inmóvil,

chiquitito.

Es improbable

que entendiera

las reglas del juego,

ese recuerdo de hacer radio

es imposible,

un cambio de monólogo

interior.

Esa muñeca

tenía tres rostros

en uno.

Jizo,

la máscara de un niño

eternamente dios

o viceversa.

Pero más exactamente

había un indecible

y melancólico saber

de otra manera

la ignorancia.

Sólo confiaba en su inmutable

ángel negro velando.

Toca y ve

que tiene un sexo,

uno solo.

Mujer inconfundiblemente

abstraída por sus ojos.

Eso que sabe de un modo silencioso

cumple un pacto.

Hay una infancia perdida

en la infancia.

Melancolía animal.

En qué momento la palabra

distancia

tomó cuerpo.

Ni puertas de papel

ni la entrada suscita

reverencia.

Ni descalza

el desamparo se puede remitir

a sensación

del cuerpo.

Ni aun el corazón abandonado

sabe

si ha perdido

o es

perdido.

No encuentra razón para matar

a un cómplice mudo.

En qué momento la palabra

tomó distancia

de su cuerpo.

En qué momento se sabe

que la muñeca simula

compañía.

Mientras la peina piensa

o sabe

que es una ceremonia

de la infancia.

Cómo supo que era la tristeza

un pacto inevitable

con la vida.

Por qué recuerda el frío

y no el dolor.

Como los gatos

no puede vivir en una casa

ni en la selva.

Siempre cae parada

y prueba cada vez

mayor abismo.

Basta un gesto,

basta un telón oscuro

para ocultar

el cuerpo de la voz.

Es algo de onagata

que tenía la madre.

Desidia de los días

como nieve,

agazapada en su silencio

acecha alguna sensación.

A punto de matar

el fuego se consume:

cómo atrapar el agua.

Esa mujer se arrodilla

ante el guerrero,

es una ceremonia.

Cómo explicar que no se rinde

más

que tributo a la memoria

de un corazón exagerado.

Cómo pertenecer

a la distancia.

No sería una de tus manos

sino una mano saciada

de tocarte.

Corazón

no me acerques esa daga.

No hay respuestas en el cuerpo

que no pueda adivinar

una cabeza de muñeca

abandonada.

Responder

a ninguna pregunta

que haya hecho.

Y sin embargo

no dice con sus gestos

que sabe las acciones

necesarias.

Montar esa escena

le lleva al mundo tiempo

y ella no se presenta

siguiendo el argumento.

No sufre

sino como un actor

que sufre demasiado.

Ahora sabe:

si jugaba a la radio

no es que hablaba o pensaba,

simulaba una escena,

repetía un gesto

hasta que el patio se volvía real

como una casa

de muñecas.

Corazón

por qué tan sigiloso.

En el Kabuki

se ven los asistentes

que traen el puñal

y el actor vuelve a matar

todas las noches.

Esa muñeca representa

la representación

de su infancia.

Hasta que se hace real.

Como si nunca hubiese estado

en ese patio

agazapada en el frío

silenciando respuestas

a preguntas que no hizo.

Es una ceremonia

pero detiene el gesto.

En qué momento se separa

la cabeza

del cuerpo.

 

De Caminatas

 

 

LA MUERTE DE FREUD

 

Si ya los perros no se acercan, huelen. Huelen el despellejamiento, carne corrompida, huesos moliéndose lentamente como un reloj más implacable. El tiempo no es, esa abstracción no es lo que cuenta sino el camino de los perros, habré tenido, perdido, cuántos, amores cuántos, pero reales, tan irreal como minutos todo. Las noches fue la vida, despierto después de haber dejado gente, gestos, palabras. Escribo, los perros aúllan, tampoco me abandonan, miran de lejos con desconfianza, aceptan la comida. El sol es real desde lejos, de noche no parece que el día haya existido. Calor, frío. Todo está ahí, lejos, cerca, flores, perros, gente que mueve una palanca y arma un auto, una lámpara, una guerra, un árbol de navidad. Se dice la guerra es un hecho. Pero tampoco, alucinación cristalizada, como toda conversación. Ahí. Y dentro de mí una película en que los perros suben a mis piernas, los he traído heridos o ateridos de la calle, con más hedor del que ahora exudo. En mis venas lentamente fluye una vida de colores sepia, oro rancio de un cáliz en que el mundo oficiaba un círculo perfecto de ignorancia que comprendía a todos. Me transparento. Dije lo que dije? Algún corazón cambió su rumbo? Mejor o peor. Los hijos, como los perros, se alejan. Los amigos, como caminos, son tiempos de uno. Todo es pesadez y nada es sólido, la noche huele a café y metales vivos, un instinto de animal que sobrevive por imprecisión. El viento que sólo existe si doblega, ese soplar con que intenta aplacar su temor de desasido. Y lo exacerba. Poder tan vasto y tan inútil, fluir continuo el viento que todo deja atrás, ni perros. No tengo esa suerte del aullido. La pantera del opio está dormida ahora, se enfrían las brasas. No hay dolor si no hay espera. El mundo es esta casa y ésta toda la luz que se soporta. Un nadador en su braceo que olvida el fondo. La noche, el día, sólo otro tono en el mundo de cosas, nada es seguro salvo los objetos. Los niños son oscuros, saben lo que no saben. Siempre a pocos pasos de la mecha. Fui durante demasiado tiempo el náufrago, qué haré al entrar en un océano real? No soy más grande que el agua. Ninguna orilla se ofrecía realmente. Los perros duermen sin dudas y sin remordimientos, una presa un deseo preciso, una mordida, el hambre no el afán encuentra en este mundo correlato. A cada paso inventaba un lugar donde ir. Una ficción que hizo cuerpo en su criatura. El mundo hizo su síntoma, hizo un hombre. Dr. Frankestein, también mi piel es el remiendo de fracasos antiguos y ajenos, como la manta del mendigo. Hay un osario anónimo y común en la frontera. Puedo ser un nombre, una marca, una manera de fumar, puedo ser un traje que quedó en una silla, nunca pude ser un hijo, un amor, un perro, nunca pude ser la inherencia de las cosas, nunca pude ser feliz con mi imbecilidad, como cualquiera. Una pierna hinchada dando un salto en la ciencia inútil de pensar, un experimento que observa e informa su experiencia. Escribo. Me permito dudar, aparentemente me puedo permitir cualquier cosa. Por la mañana envidio al árbol, su constancia en la luz, en el silencio; por la noche creo que en su falsa quietud acecha y luego emana el veneno de todo el que a su sombra calla. Hasta el árbol puede ser otro, y no es que miento, se sienten cosas diferentes al mismo tiempo. Los pájaros ya no son sino la nota en una postal de mundo, tan reiterada que termina por aceptarse como marco de lo humano. Sólo los objetos, dóciles, no miran a los ojos. Los árboles fueron antes que nosotros y sin nosotros persistirán. Cuanto más azul, más verde, el día más nos abandona, exige una disolución para la que no fuimos hechos. El que ama no pertenece. El que con una exclamación une la piedra, el río, el sol, el que mira no pertenece. Me senté frente a una fuente durante horas, el agua parecía infinita pero siempre era la misma, de pronto todos los mitos me parecieron infantiles. Lo que la memoria toma no devuelve y sin embargo no puedo empezar de nuevo a partir de lo que vi. Merezco esta llaga de mi boca? Por qué creí que hablaba por el silencio de otro? Es el secreto la eficacia de parecer un cuerpo en dominio de un ser. Lo dejé con su alma desmontada como un juguete roto entre las manos. El amor es el sonido de pasos en la niebla, se fue la vida en escuchar, en seguir ese confuso rumor lejano. Esa niebla somos. Y esta ceniza azul que ahora es mi sangre en sístole perpetua, ya vencida en los ancestros. Un dios que no se cree me ha creado, camino y es su gloria y si tropiezo su manera de mostrar que no hay puntada sin hilo. Los perros gruñen cuando rebusco por el tabaco que me esconden. Sólo el tabaco importa, el sol, esos momentos de placer animal. De noche soy un hombre con los sueños del mundo apilados en cajones. Escribo: no hay respuesta, el mundo soñaba con soñar un mundo. Temo la hora ambigua del crepúsculo, cuando no soy la tierra ni su argumento ni la casa ni su bohardilla ni el agua mansa ni la pasión del fuego que no pregunta si arder vale la pena. Destripo una muñeca y no hago más que lo que se hizo siempre, iniciar el festín de los perros. Y ya nadie sueña para mí. Ya nadie sueña.

 

De Plegarias

 

 

EL PERRO

 

escarbo

escarbo

escarbo

 

el hueso de dios

todavía puede estar

en el corazón caliente

de la tierra

 

 

tengo celos de dios

el árbol

sólo mira hacia arriba

 

es imposible para mí

amar a un árbol

 

pero enamorarse es eso

 

le salto

y sigue absorto

 

tengo celos del fuego

que duerme en su corazón

 

de las estrellas

que le pasan

 

no soy un árbol

no puedo

entender su quietud

 

pero enamorarme es eso

 

cae la noche

como la realidad

 

mi universo es un baldío

 

me ovillo

en las raíces duras

de mi amor

 

tengo celos de los pájaros

abrigados

en sus ramas

 

envidio la noche

cayendo como un cazador

de espejismos

 

quién despierto

creería

en los sueños

 

la intemperie es una soledad

el amor es un adentro

 

doy vueltas

alrededor del árbol

 

le salto

salto de amor

y caigo

otra vez en mí

 

enamorarse es eso

 

nunca se inclina

sólo mira al sol

 

a las estrellas

 

salto

doy vueltas

para cuidarlo

de su quietud

 

para cuidarme

de su silencio

 

tengo celos del amor

que siento

 

es más grande

que yo

 

es mejor

 

bajo el árbol

los pájaros

dan saltitos

 

me acerco

porque huelen a árbol

pero se desbandan

 

corren

si salto alrededor

 

corro detrás

y levantan vuelo

 

por qué mi amor

parece una cacería

 

o una rabia

 

tengo celos de la tierra

que retiene al árbol

 

nada me aferra

desde el cielo

cuando salto

 

cuando caigo

nada me espera

 

pero vivir es eso

 

a diferencia del árbol

salto

 

le salto

pero se abre en más

y más cielo

 

abraza el aire

nada

quiero advertirle

pero enamorarse es eso

me respondería

 

el árbol

es un sol

y un perro

alrededor

 

qué terror

le hace echar tanta raíz

 

quiero abrazarlo

pero apenas llego

al borde

donde empieza a ascender

 

a olvidarme

 

el árbol no sabe

hasta dónde

puede llegar

 

es eterno y está cansado

 

escarbo

escarbo para liberarlo

 

pero lo imanta

la inmensidad

 

tengo celos de su infinito

 

el cielo -le dice el pájaro-

es una resistencia

al cuerpo

 

otra espesura

 

el cielo es un bosque

sin árboles

 

el árbol es un cazador

que sueña

 

no necesita seguir

a las estrellas

ni atraparlas

 

escarbo

en su tronco

y paso la noche

en su interior

 

sueño

el corazón del árbol

es un perro cansado

de buscar

 

y me encuentra

 

el verano es una fiesta

a la que no se puede entrar

solo

 

espero la brisa

 

cuando el árbol se sacude

nos parecemos un instante

 

solamente

 

enamorarse es eso

 

sueño

que el árbol sueña

que corre

conmigo

 

no es que no quiera

-me susurra-

me posee un destino

de monstruosa

altura

y soledad

 

me froto en el tronco

le dejo mi olor

 

y huelo

 

soy el árbol

que quiso ser yo

 

enamorarse es eso

 

viento

lluvia

 

lo que a mi amor alimenta

me aniquila

 

¿no necesita

más que luz?

 

lo miro dar

refugio

contemplar

celebrar lo que no está

a su alcance

 

no sé si lo amo

para no odiarlo

para no odiarme

 

también es eso

enamorarse

 

salto

 

pero no soy de altura

ni de profundidad

 

el árbol

aunque a mi lado

no está en mi mundo

 

tengo celos de ese animal

de cielo

 

el árbol es una trama

de gravedad y luz

 

echado en tierra

soy afuera

de mi amor

 

soy su vacío

alrededor

 

y él absorto

inalcanzable

 

ciego a la sombra

que provoca

 

soy sin árbol

 

pero mi corazón

es un árbol

en cuerpo de cazador

 

no quiero correr más

que árboles

 

aunque están quietos

no los puedo atrapar

 

huelo

sigo un rastro

 

¿qué se recuerda en el amor

que no se tuvo nunca?

 

De La bestia ser

 

 

LA OCCISA

 

Si pudiera volver

la cabeza.

Los ojos, sí

los ojos permanecen

pero yo permanezco

inmóvil

como siempre y sin embargo

ya no importa.

Existe un paraíso

del cuerpo

prometían los ojos,

infierno de saliva

arrasando palabras,

pensamiento, ser

desde adentro

hacia afuera un fuego

líquido y afuera

sólo tacto

de mí.

Y ahora que la bala penetra

una real calcinación

me atraviesa: esa mirada

es una trampa

y ya no importa,

fluye,

el deseo es un río,

le dije,

no detengas su curso.

Todo es líquido,

el aire como bruma pegajosa

en la garganta,

los sonidos,

no veo, me derramo

hacia adentro,

agua estancada

lo que fue pólvora viva,

volumen sanguíneo en las vísceras

conscientes ahora de sus ritmos

ralentados,

humores venenosos del alma

que también es un cuerpo

eléctrico.

Un fluido

que al mirar capturaba en un punto

de impacto.

Nunca fui el cazador

siendo rapaz como el deseo

es como el viento

que no sabe qué arrastra,

qué doblega,

por qué aleja al acercarse,

por qué le da una dirección

lo que resiste.

Algo, una baba,

una pluma venida del espacio

toma forma,

toma desde dentro

un cuerpo que pueda tomar cuerpos,

una ciudad de poseídos.

El verdadero horror

en las películas

es que siempre comienza

la misma situación,

cuando cierra la puerta

y suspira

se rompe la ventana

y vuelve a correr.

Sólo hay dos en esa cinta

de Moebius

y ya no sabe quién perseguía

a quién.

No importa,

ya no puedo moverme

y hemos vencido

los dos.

Hemos perdido

lo áspero,

los vientres pegados de sudor,

la radio,

una lámpara en invierno,

acariciar los libros,

las manos se deshacen como papel viejo,

he perdido

la textura de tu espalda,

el árbol,

cicatrices.

Sin embargo siento el agua

alrededor,

me estoy hundiendo

suavemente.

Acaso imagino una lluvia

que no llega a mi oído,

no es que caigo, voy perdiendo

sentido.

Ya no veré el acero,

el mar ni una estación de tren

abandonada.

Me condenaste al tedio,

a la nostalgia monocorde

por alguien que no está:

mi propio cuerpo.

Solitaria

eternamente sabiéndome

invisible

aun para mí misma.

No importa,

ya no puedo pensar

ni imaginar lo que no sé

cómo será

y cuando suceda, como siempre,

ya no tendrá importancia

entender.

Es un río,

dejémonos llevar,

le dije,

a donde sea.

Fue un error, como un viento

diciendo soy un viento,

un giro repentino

de nosotros.

La oscuridad como una piedra

me toma desde adentro,

mi cuerpo es la sombra

de una piedra

y todavía tiembla

un centro

como lava,

una bala que busca salida

y ya no importa,

interesada en el esófago,

un reguero,

una película en que todo estalla

es una bella imagen

que ya no podré ver.

Instantes de oro

y años de polvo

será, como la vida,

la muerte.

Dónde está la luz

cuando se apaga.

Voraz como el deseo

como el fuego no quiere devorar

sino encenderse,

nunca fui el cazador.

Pero que sea yo la víctima

también es un error

o un accidente.

Si desperté pasión

no tuve el mérito del cálculo,

si arrebaté lo ajeno

no tuve el usufructo,

si fui el testigo no supe

con lo visto

más que dar testimonio.

Quizá como el amor, la muerte

como la vida

no sea para siempre.

Será una travesía,

si miro hacia atrás

sus ojos

podrían retenerme.

Sin embargo dispara

contra el viento

como un ciego.

Un individuo en posición

decúbito,

aspecto de masa

cenicienta,

alojada en el canal

la bala ahora es lo que queda

vivo

y este fluir del pensamiento

acaso será siempre

una cámara lenta del disparo.

Un trueno primero,

después el relámpago

reabsorben en una sensación

fulminante de silencio.

También hay una muerte espléndida

que tampoco me tocará en suerte.

No importa

 

de Matar un animal

 

 

Susana Villalba (Argentina). Recibió la Beca Guggenheim 2011. Primer Premio Nacional 2015/2018. 2do Premio Municipal de Buenos Aires 2004/5. Tiene siete libros de poesía publicados, una novela y obras teatrales. Ha participado de publicaciones y festivales internacionales. Creó y dirigió la Casa de la Poesía de Buenos Aires y de la Nación y los Festivales Internacionales de Poesía de dichas instituciones. Dicta Taller de Tesis en la Maestría de Escritura de UNTREF y Poesía y Dramaturgia para la Maestría en Dramaturgia de U.N.A. Realizó crítica teatral en la Revista Ñ y fue jurado de los Premios Clarín.

 

 



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