03 Dic 2024

430. POESÍA GUATEMALTECA. JAVIER PAYERAS

-17 Abr 2022
Poesía

 

EL RUIDO

 

No te puedo dedicar estas líneas, sólo puedo abrir los brazos hasta alcanzar las paredes. Aprendo a estrangular la sintaxis y retorcer las palabras para que ni siquiera tú me entiendas. Pero sabes que cuando hablo de amor, hablo de ti.

A través de lo que siento crece el abismo que puedo intuir —la frontera con la muerte— de esa música real: sangrando, doliendo, viendo neuróticamente…

La música agitando mi angustia. Calmando mi angustia. Agitando la luz.

Luz que regala ojos a las palabras.

El universo dentro de un vaso de luz.

Ruidos y entrañas que saltan y se sacuden y no contestan.

Cada vez que pienso en escribir pienso en semillas, en dibujos, en grabados de William Blake, en himnos, en el Popol Vuh y en aves migratorias.

Y lo hago para sujetarme de algo, quizá de la razón, pero la razón no lo es todo, quizá no sea ni siquiera algo.

Desde la niñez hasta la muerte, improvisar un futuro. Solo caminar sin rumbo.

Las cortinas en el pensamiento. La bitácora de sus puntos muertos.

No planeo nada. Todo es ajeno. Repito lo perdido con gravedad. Sólo me pertenece lo que voy robando.

Arde vivir el ruido cuando deja de transcurrir el amor.

Este es un trabajo continuo de renuncias muy complejas. Yo no hago poemas, yo escribo fotos.

Describo lentamente las batallas que pierdo.

Mi vida ha sido un pequeño bosque de espectáculos fugaces.

La última consecuencia del ruido sobre el dolor.

Porque conozco el paraíso perdido conozco la escritura.

 

 

ESCRITO PARA UN CUERPO

 

La escritura es un boceto. Una calle abajo-adentro-afuera de ciudades tatuadas. Una mano sobre el destino.

Un sueño sacudido entre cielos manchados y paredes sucias. La eternidad es ese fondo del mar bajo el sol. O quizá esas cicatrices que deja la impotencia luego de la muerte o del dolor o del tiempo. ¿Qué rumbo tomará todo ese ruido que te invade? Tu sinfonía es dibujar en cuadernos tu visión de lo inexpresable. Tus notas y tus cuentas por pagar. Así vas por la vida caminando descalzo sobre los escombros que deja la realidad del mundo en tu interior. 

 

 

UNO

 

A veces las hojas se cansan y se dejan arrastrar por el viento, atraviesan el verano seco y los aguaceros. Ese rendirse guarda una belleza que nos ha sido destinada también a nosotros, un destino donde no existen privilegios ni pausas ni divinidades con quienes razonar. Uno no lo sabe, pero cada día vive menos y el rastro que queda es una nostalgia insobornable.

Uno se vuelve loco de tan triste. Uno deambula entre deseos. Uno finaliza el día pensando en los que ama y que lleva tiempo sin ver. Uno busca consuelo, pero no es fácil. Nada es fácil. Uno cruza puertas que nos llevan a puertas y habitaciones que nos llevan puertas y puertas que nos llevan a habitaciones, hasta el último segundo.

Uno se queda sin quien nos abandone. Uno piensa y piensa mientras las personas más hermosas se van. Uno evidencia su fragilidad y se hace niño. Uno es imperativo y se rodea de gente con veneno. Uno termina leyendo a solas y escribiendo para nadie.

Pero uno puede salvarse tarde, pero salvarse. Uno puede tocar un cuerpo sin retenerlo. Uno puede dejar que las flores crezcan sin jarrones. Uno puede ser lluvia y no granizo. Uno puede ser asombro que roza lentamente el oído de quienes aún no existen. Uno puede ser sendero o casa o cielo despejado.

 

 

ALGO DE MAR SIN LUZ Y NARANJA AMARGO

 

Lo que fueron amigos y vino, tan fugaces que ni tiempo dio de llorarles.

Vine tarde a la vanidad y su dolor elegante, abrí algunos libros y los mordí con los ojos. Hoy encuentro cerrado el maletín de cuero lleno de dibujos y palabras.

Ojalá bajen tarde los dos soles de este martes.

Sueño una piedra enorme frente a un lago. Pero tengo las aceras debajo de los pies como la piel de mi camino.

Demasiado viejo el tallo no se dobla más, su muerte es silenciosa hasta que el viento lo parte.

Los ladrones me han dejado en medio de la tempestad.

Soy torpe desde el inicio y creo ciegamente en los errores de mi vida.

Más humana que nadie mi madre finge que no se preocupa

La escucho orar en las madrugadas, llora y suena el espíritu de la casa.

Al amanecer, yo, que me vuelvo viejo, soy de nuevo pequeño.

Me ha llegado el rumor que no solo existe este encierro de huesos en circunstancia.

Suena una canción francesa, viene luego ella que me piensa cuando apenas son las tres de la madrugada.

Su mirada tranquila deja quieto este péndulo añadido por tanto deseo en vidrio roto, tanta rabia en las ortigas

Hoy ese cuadro de luz intensa entra a mi cuarto.

Comiendo las migas se cruzan los tiempos sumergidos.

Un blíster de pastillas para aplazar el amanecer. La noche puede ser un remolino de pensamientos.

Finjo que el miedo no se acerca.

Pero ese león frente al látigo se acostumbra a regresar a su jaula: alimento y agua, pero al salir lo destruye todo y el mismo decide regresar a su cárcel, es mejor el encierro y no hacerle mal a nadie.

Pasa a la vena la heroína y cierro el pulso. Me bota el beso al escribir. Vuelvo por más y es porque todo lo he soñado.

Borracho en el timón, los amigos ríen y no pienso en la crisis que amanecerá si es que amanece mañana.

Gloria máxima es mirar en el mar de letras una palabra mía.

Lo mío y lo tuyo se equilibran en todo lo secreto.

No escribo para que me mires, escribo para que no veas la noche.

Tropiezo en una obra menor.

Tan pequeño el sonido que hace un triángulo en la sinfonía.

Es peña en el mar.

El remoto color de lejos es la sombra. La distancia acompleja la grandeza.

Amargo seca el aire la ropa en los minutos amargos llenos de gente amarga que cae de boca frente al sol amargo que tienen de corazón.

Amarga alegría de un eco entre la vasta soledad amarga que deja su cara entre las caras. Amargo silencio de quitarme los lentes y no quedarme en la imagen amarga de gente apaleada por la constancia de las razones amargas. La música dulce no es la inteligencia amarga, porque lo amargo es una ausencia más en los muros.

Amargo es desear y obtener y perder. Amargo es vigilar sin descanso la alegría.

El niño herido hace escarcha y se le ve andar dormido.

Sin rumbo cruza los precipicios desde abajo.

Al fondo una alacena con pan caliente y vino. La risa se enciende y su corazón entra en el libro.

Construye un árbol y se dibuja con buen semblante.

Son las horas del niño.

Mi madre en su infancia vio el rostro de una niña al fondo de un pozo.

Mi madre con extrañeza me dice “Ella cayó al fondo, se me aparecía porque quería jugar conmigo, pero como era un fantasma no podía salir a la superficie”.

No viajo por las carreteras, se han ido los vehículos veloces. Beber y manejar de noche. Esa libertad de antes se quedó ocupada por la rutina.

Hoy los caminos están abiertos, pero me siento cansado.

De esta orilla hice mi hogar.

Hago bocetos y no sé cómo dibujar la crisis de un mar sin luz y la naranja amarga que es apenas una rueda hecha con lápiz sobre el papel. Pintar el agua hirviendo, por ejemplo.

Quedan dos puntos helados, pienso en continuar ese camino de frentes inconstantes o ángulos opuestos a las esquinas donde se cierra el paraíso. Es revolucionario aceptar el mundo en su tristeza. 

 

 

JAVIER PAYERAS (1974). Narrador, poeta y ensayista. Publicaciones en poesía: Volumen de islas (2017), Slogan para una bala expansiva (2015), Déjate caer (2012), Soledadbrother (2003), Raktas (2001), La resignación y la asfixia (2011) y Post-its de luz sucia (2009). En ensayo: La región más invisible (ensayo), Lecturas Menores (2007) En narrativa: Imágenes para un View-Master (antología de relatos 2013), Limbo (2011), Días amarillos (2009), Afuera (2006), Ruido de Fondo (2003), y Once Relatos Breves (2000). En diarios: Esta es la historia azul cobalto (2017), Fondo para disco de John Zorn (2013).

 



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