03 Dic 2024

437. POESÍA MEXICANA. RICARDO PLATA

-26 Jun 2022
Poesía

 

ORACIÓN DEL ABANDONO

 

Nunca me desprendí

de los amores,

pienso en el abandono

como un pretexto para volver,

para que el tiempo haga del pecho

un páramo de esperanzas abiertas.

Pienso en el abandono

como una noche de tres puntos suspensivos

que abre la ventana del llanto.

Las personas que me amaron

me veían como una casa alta,

de tres pisos

la cual puedes abandonar,

se fueron dejando las cerraduras abiertas

porque saben que no tengo

la fuerza de cerrar puertas.

Siempre fui el preludio

para que ellas encontraran el amor,

el sitio donde concurrían llorando,

el lugar en donde envolvían su corazón,

y cuando se marcharon,

también quise deshabitar mi persona.

 

 

QUÉ ACTO TAN INSÓLENME

vestirse después del sexo,

cualquier palabra desmantela

el cuadro de los cuerpos trenzados,

porque lo único que nos queda

es vestirnos para tomar vagones diferentes

y despedirnos con un obscuro beso en la mejilla,

que sabe a sudor y a carne después del coito.

El cuerpo es una llama

que se extingue a las cinco horas,

de una habitación alquilada para tocarnos,

para escuchar la conversación de nuestros ombligos,

las caricias ya no soportan más,

y la soledad nos reclama

la hora de la partida,

de buscar la prendas arrojadas al suelo

y vestirnos tímidamente

sin mostrar la parte del cuerpo

que ocultamos durante el asalto.

 

 

A Mary y Ricardo

MIS PADRES ME TRAJERON A LA VIDA PARA MORIRME;

sin embargo, adoro el tiempo antes del día de la sentencia.

Hijo de una universidad de herencia pública,

todos los días salgo a perseguir autobuses

para alcanzar mis sueños.

Estudiante desde los cuatro años,

mi memoria conserva jardines de papel maché

y de jirafas de foami en escala.

Nací en invierno de un año lleno de nueves,

la verdadera fecha de mi nacimiento

fue el primer derrumbe del corazón,

ese día llovió, la vida me bautizó,

y me dijo: “bienvenido”.

A los dieciocho años me aventaron al mundo

con sólo una tarjeta de mayoría de edad,

a una selva de cláxones y de golpes,

ningún colmillo ha tocado mi carne,

“yo también tengo rayas en la espalda

como los tigres” grité en las avenidas.

Tengo veintitrés años y no tengo nada,

mi esqueleto está hecho de pan y promesas,

y mi futuro es una preocupación

que nunca me sobrevive.

 

 

A  Alberto Gurrea

HARTO DE LOS SIGNOS DE LA NOCHE,

de los asteriscos

que se anuncian como estrellas,

camino por este barrio

de ventanas y paredes

carcomidas por el tiempo y los grafitis.

Realmente cansado

de la turbia especie de obscuridad,

juego a preguntarme

si mi sombra es igual de resistente

que la construcción de mi cuerpo.

Camino por estas calles,

y la esperanza es una sonata

que aúllan los perros,

los hombres desconocidos cruzan la avenida

para iniciar la batalla,

la respuesta es levantar un grito

como una bandera de furia,

para que los nudillos hablen el idioma de los golpes,

pienso en la madre del varón que golpeo,

es la hora de la violencia

y mis manos están cansadas

y los puños se incrustan en las costillas.

Pienso en mi madre

hablando al novecientos once

preguntando por su hijo trigueño

de un metro ochenta y tres,

y pienso en la sangre de mi compañero

como un ritual que se ofrece a la muerte.

Cansado, realmente estático,

se revela la fragilidad de mi espíritu,

de mis dedos que responden

como animal herido,

de mi palabra que funda

un templo de odio

en este viento de madrugada.

Pienso que, en este barrio,

sólo seré una anécdota

una descarga de violencia

cayendo de un gotero de alcohol.

 

 

LOS INGENUOS

A María Macaya Martén

 

Los ingenuos

se acostumbraron a recibir de menos,

a sentir de menos

y cuando menos significó más,

corrieron a las salidas de emergencia

por el temor de sentirse descubiertos.

Los ingenuos cruzaron tantas veces

los puentes del erotismo

confundiendo el sexo con amor

y cuando amaron

el silencio se volvió una puerta cerrada.

Los ingenuos aman las luces,

a las estrellas que se quedan al amanecer

y juegan a imaginar los kilómetros

que existe entre el cielo

y sus pasos ingenuos,

juegan a contar aviones,

fronteras que los separan;

ellos dejan de sentir miedo

cuando todo parece imposible.

Y entonces, los ingenuos

cultivan ángeles en sus manos

y entre plegarias

comienzan altares con el nombre de vírgenes:

Trinidad, Fátima, María…

y así como el circular milagro

de un ombligo que guarda la primavera

los ingenuos encuentran la fiesta delgada y eterna

en donde aprenden a quedarse.

 

 

Ricardo Plata (México). Estudió Letras Hispánicas. Autor del poemario Para habitar mi nombre. Fue becario del Festival Interfaz: Los signos en rotación. Fundador y Director General de Cardenal Revista Literaria y del Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes-UAM-I. Ha publicado en revistas de México, Argentina, Perú, Bélgica, Bangladesh, India y Uzbekistán.



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