26 Dic 2024

495. POESÍA ARGENTINA. GUILLERMO PILÍA

-01 Ene 2024
Poesía

 

ORFANDAD DE LAS COSAS

 

Cuando mi padre murió, quedó huérfana

una porción del mundo: su bastón,

un reloj, los anteojos, sus zapatos,

un perfume y los pequeños papeles

escritos con su letra, las camisas.

De seguro las cosas

no saben que es un hábito del hombre

el morir, ese instante entre un latido,

un dolor y la nada. Los objetos

no son en sí: tan sólo pertenecen.

Piedad por lo que existe en ignorancia,

por lo que vida y lenguaje desgastan

con su esmeril… Ahora que me ciño

a la muñeca el reloj de mi padre

el día corre igual pero sin él,

ya exiliado del tiempo; sus zapatos

van de prisa, su ropa se agiganta;

y en el gesto piadoso

de usar en adopción sus pertenencias

hay amor y también aceptación:

así se abrevian las horas, los pasos

entre su ausencia y mi propio morir.

 

 

EL CACHAFAZ

 

Otro tiempo: una esquina bulliciosa

de Avenida de Mayo en Buenos Aires

y un bar de nombre recio donde a veces

me sentaba a almorzar. En la pared

del fondo señoreaba una gran foto:

un compadrito vestido de negro,

con sombrero y un largo lengue blanco

igual que una pechera. No era joven

y empezaba a echar carnes. Su mirada

tenía la tristeza del que intuye

que lo estable de pronto se transforma.

¿Por qué se empeña el recuerdo en salvar

esas cosas para otros sin valor?

Hoy ya no existe el bar y ese retrato

de hace un siglo, quién sabe adónde ha ido,

desde qué eternidad me verá a mí:

en mediodías de gente de paso,

junto a alguna mujer que no me amaba,

con poetas como yo de provincia;

si con lástima hallará en mi mirada

que lo estable también se me transforma,

mis ojos tan iguales a su foto.

 

 

RELINCHO EN LA NOCHE

 

Era enero del ansia y las sequías:

un caballo relinchaba en la noche

de los negros abrevaderos.

Tal vez fuera mi nombre el que gritaba

como súplica de existencia

o el tuyo o el de alguien que se añora.

Me han grabado una palabra que a fuerza

de oírla se me ha vuelto familiar.

Pero hay veces en que esas pocas sílabas

o el apodo con que algunos nos llaman

resultan extraños, como salidos

de la garganta de un potro que abreva

tristísimas aguas. Todos llevamos

a menudo sin saberlo dos nombres:

el que nos dan al nacer nuestros padres

y aquel con que Dios nos conoce.

Acaso este verano calcinante

podamos finalmente averiguarlo.

En medio de la noche, entre el rumor

de avaras cisternas nos llegue

ese nombre secreto, irrepetible,

único, en el relincho de un caballo.

 

 

MUCHACHAS ABRAZADAS

 

Junto al arroyo, sobre una piedra lisa

y a la sombra de unos grandes eucaliptos,

casi desnudas dos jóvenes mujeres

duermen abrazadas. Voy por el sendero

al que entrecruzan gigantescas raíces

y paso estremecido próximo a ellas

como si a algo santo y puro me acercase:

quizá al amor, a la libertad tal vez.

La vida siempre resulta muy breve

para derrocharla en oscuros prejuicios,

en dudas, en temor, en malquerer.

Pieles bronceadas, yemas, humedades,

lenguas de los alientos confundidos…

No es la emoción de sus muslos ensamblados,

libres y hermosos lo que siento: es bienestar

por el mundo diverso que viene. Muchachas

inocentemente unidas, eternas

en esta estival lasitud. A nadie

se deberá ya herir ni maltratar

por ceñir otro cuerpo, por besar

en la boca o exhibir un deseo,

por regalarnos cualquier forma de amor.

 

 

LA VIDA Y NO EL TIEMPO

 

Paso las hojas de un libro editado 

hace un cuarto de siglo. Me recuerdo

en cuerpo y letra, amor, y se diría

que no soy yo, de tan esmerilado.

Corrieron días huérfanos de sílabas,

la pasión tempestuosa, alboradas y viajes:

todo dejó su marca y cicatriz.

No siempre tiempo y cambio van unidos:

a veces tiempo es nada más que pátina,

es el ir y venir de los solsticios,

los ritos de Cuaresma, los atávicos

prejuicios en los nietos repetidos

como un rasgo de sangre.

Están los muertos, las calamidades,

las tierras y las aguas, las traiciones…

Es la vida y no el tiempo

la que perseverante nos transforma,

es la vida el engranaje que mueve

el minutero de un reloj que es sólo cáscara.

El tiempo cambia, sí, pero por fuera;

y la vida por dentro, a algunos pocos:

como forúnculos que emergen desde el alma.

 

 

MORIR ES ALGO ASÍ PERO SIN AGUA

 

Uno para a dormir en algún pueblo

o en una casa extraña. Siente ahogo

y se despierta en medio de la noche

rodeado de otras sombras, de opresiones

que no son las habituales. Se escucha

el gorgoteo de una espita, los autos

que vuelven de una fiesta o van en busca

de cierto amor prohibido; y el zumbar

de los mosquitos o el canto de un gallo.

Todo es como en la infancia. Pero ahora

se está a solas y de golpe envejecido,

se calculan las horas para el alba

y los años improbables que restan

por vivir. Cuántos veranos aún:

quizás veinte, con suerte veinticinco

o en el peor de los casos, dos o tres.

Morir es algo así pero sin agua

sonando en las cisternas, sin un gallo

que anuncie la mañana: estar en sombras

boca arriba en la cama de un hotel,

sin palabras ni día que amanezca,

con todo el infinito sobre el pecho.

 

 

LA ENFERMEDAD DE LAS COSAS

 

Hace meses que el reloj de pared

marca cualquier hora. Va con paso cambiado,

como un conscripto en los primeros días

de instrucción. A veces también las cosas

enferman de fatiga, de quién sabe

qué mal desconocido. O quizá se niegan

a cumplir un mandato que repudian.

En otras ocasiones a nosotros

nos invade un agobio parecido.

Y pasan tardes y noches enteras

huérfanas de sustancia, vacías, en blanco.

Los monótonos juegos que en la playa

ejecutan los niños, el desgarbo

con que una adolescente viene y va,

la cantilena del agua o la canción

que una y mil veces se repite… Y es que acaso

hay días y hay semanas en que al mundo

vemos descascararse sin sentido.

Y entonces la fatiga del reloj,

la enfermedad de las cosas, la herrumbre

de toda fe, el desgano del cuerpo

que no pidió nacer, que aborrece morir.

 

 

PARADERO

 

No en gloriosas batallas ni en las misas

solemnes ni en los grandes cataclismos

ni en la opulencia o el estruendo de las fiestas

donde dicen —Excelentísimo Señor

ni en el —Juro por Dios y por la Patria.

En más pequeñas cosas fui a buscarla:

en el reloj de mi padre, en la foto

del tiempo de la escuela, en unas piñas,

en los lirios o una mota de pelo,

en un bar que hoy no existe, en el relincho

de un potro o mi tristeza de soldado,

en dos muchachas que dormían abrazadas.

Su sustancia no viene de un arcángel

ni se posa como lenguas de fuego:

va más bien por el aire, sin destino,

es papeles u hojas y es el pájaro

sin bandada sobre el agua palustre.

No sé si está en la vida o en el tiempo,

en lo perdido o en el croar de la noche,

en la herida, una música, un amor,

en lo obstinado en persistir. Buscándola

tal vez un día me encuentre con Dios.

 

 

Guillermo Eduardo Pilía nació en 1958 en la Plata, Argentina. Es egresado en Letras de la Universidad Nacional de La Plata. Desde su primer libro, Arsénico (1979), hasta Ministerio del salmista (2022), publicó más de 30 libros, la mayoría de poesía, incluyendo ediciones en Francia y en Rumanía. En sus 45 años de vida literaria recibió numerosos premios nacionales e internacionales, entre ellos el Premio Al-Ándalus (2010), el Andrés Bello de Madrid (2014), el León Benarós de la Fundación Argentina para la Poesía (2016) y el Gran Premio del Festival de Craiova (2023). Su obra fue traducida a las principales lenguas europeas. Actualmente dicta clases para la Sociedad Argentina de Escritores en la Universidad Nacional de Villa María, Córdoba, Argentina, y visita universidades hispanoamericanas dando cursos y conferencias sobre teoría de la poesía. Pertenece a 8 academias en Europa. Es miembro de número y presidente de la Academia Hispanoamericana de Buenas Letras de Madrid, correspondiente de la Academia de Buenas Letras de Granada y de la Academia Española de Literatura Moderna y fundador de la Academia Cantemir de Bucarest, entre otras. En 2016 fue declarado Ciudadano Ilustre de su ciudad natal. Los poemas seleccionados pertenecen a su libro inédito Orfandad de las cosas.

  



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